"A mi juicio, el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas de la pulsión de agresión y de auto destrucción. (...) Sólo nos queda esperar que la otra de ambas potencias celestes, el eterno Eros, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha con su no menos inmortal adversario. Mas, ¿quién podría augurar el desenlace final? Freud, Malestar en la Cultura
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20090420

SEMINARIO II, CLASE 5: LA PULSIÓN, EFECTO DE LENGUAJE S<>D


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Matisse: Mme.Matisse, madras rouge

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CLASE DEL 8/11/05

Un collage surrealista
El “a” del deseo, de la pulsión, del fantasma
Un caso clínico: la demanda como objeto
La afanisis del sujeto
Clivaje entre demanda y deseo
Somatización o cortocircuito pulsional


En palabras de Safouan (1)“la pulsión constituye el efecto más virulento del significante en el sujeto”. La fijación de la pulsión a su objeto obedece a las leyes del significante. La fijación se inscribe en términos de escritura y no de imagen. Así lo declara Freud (2) cuando escribe sobre un sujeto para quien la condición necesaria para su deseo sexual era la presencia de un “Glanz” (brillo en alemán) sobre la nariz de la persona amada. Pero el análisis demostró que había que oírlo en inglés, lengua en el que fue educado en su infancia, de lo que resultó “Glance” (mirada en inglés) sobre la nariz de la persona amada.

Lacan (3)construirá una especie de collage surrealista para graficar así que el concepto de pulsión nada tiene que ver con el instinto ni la repetición de la necesidad, sino que hay que inscribirla en el marco de ese extraño apareamiento de la sexualidad y el significante. Así dirá de la pulsión que es como un montaje del estilo de una dínamo enchufada a la toma de gas, de la que sale una pluma de pavo real que le hace cosquillas al vientre de una hermosa mujer.

A partir de su matema de la pulsión S<>D Lacan confirma a la pulsión como un hecho de lenguaje. El efecto de la implicación recíproca entre la demanda y el sujeto produce la pulsión. ¿y cual es esta implicación recíproca? Que algo de la demanda queda siempre sin ser dicho, esto es, resta un decir inconsciente que divide al sujeto.
Las demandas que han fracasado en su significación insisten, y el efecto de esta insistencia significante es la pulsión.
Los objetos de la pulsión son partes desprendidas de la imagen del cuerpo que se recortan por efecto de significantes de primitivas demandas y se convierten en objetos de goce, en un intento de localización corporal del objeto a.
El objeto a causa del deseo es un objeto real, un puro vacío: a partir de la constitución del sujeto gracias a la separación del Otro, una falta se aloja en su ser que funcionará como causa, como motor de su deseo.
A la pregunta por su ser, esto es, por su deseo, que el sujeto hace al Otro, se responde gracias al fantasma. Y el objeto del fantasma va a recubrir el vacío del “a” real, le va a dar consistencia imaginario-simbólica, proponiendo un objeto meta del deseo.

Vamos a tomar el fragmento de un caso clínico (4) que presenta ciertos fenómenos que están centrados en la demanda, concretamente, la demanda como objeto.
En la fórmula del fantasma S<>a , en vez del objeto del deseo, en vez de “a” está puesta “D”. Así queda S<>D, que es la fórmula de la pulsión. Cuando en el fantasma se coloca la demanda en lugar del objeto del deseo, se activa la pulsión. El objeto “a” del fantasma es ese semblante, esa cobertura que el sujeto pone para darle nombre al objeto del deseo, que en el comienzo es el deseo del Otro. Una manera de controlar el deseo y de estar menos dependiente y a merced del Otro es construir su fantasma, es decir, ponerle un semblante a “a”. En este caso que vamos a trabajar veremos entonces como lo que es puesto en el lugar del deseo en el fantasma es la demanda del Otro.
Cuando decimos demanda del Otro, aclaremos ¿quién demanda?, demanda el paciente, pero es una demanda que está construida con los significantes del Otro, traduciendo la demanda del Otro, en este caso el Otro materno.
Vamos a ver cuales son los síntomas de esta paciente y a que fenómenos clínicos remiten.

Es una paciente de 30 años que se sintió apremiada a entrar en análisis al aparecer un síntoma con alto grado de angustia: se sentía agobiada por una sensación de desaparición. Esto remite a un fenómeno clínico que es llamado por Lacan (5) afanisis del sujeto, o desubjetivación. Es una manifestación de la división del sujeto: cuando el sujeto aparece en alguna parte (S1) como sentido, como representación, en otra (S2) se manifiesta como fading, como desaparición” . Es algo imprescindible pero también algo que angustia.
La única posibilidad de que haya sujeto deseante es que se reconozca por una falta, falta en ser que remite al objeto “a”. No es que le falte un pedazo y se le pueda llegar a completar. Gracias a esa falta tiene su ser, ser deseante.

Además de la sensación de desaparición trae otra manifestación que tiene que ver con su reciente relación amorosa satisfactoria: el temor de perder el interés de su amor, a desinteresarse del objeto de amor. Temor a repetir una vez más lo que siempre le pasa y es no encontrar interés en aquello que ha obtenido.
Esta manifestación clínica la podemos entender como un clivaje entre la demanda y el deseo, una escisión entre la demanda de satisfacción y el deseo de insatisfacción, signo típico de la estructura histérica.

Después de la primera entrevista, donde la paciente relata los apremios que la traen a consulta, falta durante 3 semanas a consecuencia de un flemón en la amígdala. Aquí estamos ante una somatización: la demanda queda impedida en ser puesta en palabras y lo que hace es ocupar una parte del cuerpo, la garganta. El cortocircuito pulsional interesa a la voz.
A partir de esa primera entrevista en la que convoca a lo simbólico para poner en palabras su sufrimiento, para preguntarse por su deseo, se queda sin voz. La pregunta por su ser, la pregunta por su vacío la enfrenta a la angustia, lo que la enmudece y la obliga a desaparecer de allí a donde había convocado al significante de su representación.
Decimos que el significante (S1) representa al sujeto para otro significante (S2). Ningún significante lo representa todo. Ningún significante dice todo acerca del deseo inconsciente que nos atañe. La verdad inconsciente, es decir el deseo, sólo puede ser dicho a medias. El intento entonces es siempre el de encontrar el significante que nos representa, que defina nuestro deseo, nuestro ser.

Volviendo a la paciente, ella ha ido trabajando su posición de sujeto en función de un objeto que estaba puesto en una demanda que es la demanda del Otro materno. Toda la construcción de su fantasma tiene que ver con haber privilegiado la demanda del Otro materno. Y a partir de que al inicio del análisis intenta interrogarse por su deseo se queda muda, la somatización en la garganta como defensa ante la irrupción de angustia.

El analista entiende este síntoma desde el complejo de destete, fundamentando que el lugar de goce – la garganta- actualizado por el síntoma, remite a la evocación del objeto de goce oral. Pero la garganta, la boca, además de zona oral es también zona invocante, y el objeto pulsional que se cortocircuita en este síntoma es claramente el objeto voz. Por tanto habría que privilegiar la falta de voz como actualización del complejo de castración, como intento de localización corporal del objeto “a”.

El otro tema es si esta afección a la garganta, este flemón, entendido como irrupción de lo real, es interpretable. Diferente sería si es una mudez del orden de la conversión histérica que se mantiene en el plano imaginario. Pero aquí tiene un flemón a punto de intervención quirúrgica. No olvidemos que la aparición de ese cortocircuito pulsional es una manera de ponerle objeto corporal a la angustia. En esta primera entrevista la paciente se enfrentó a una nada que la obligó a desaparecer de ese lugar.

La estructura de su fantasma inconsciente se caracteriza entonces porque como soporte de su deseo, en lugar de “a” ha puesto la demanda de la madre “D”: en lugar de S<>a tenemos S<>D.
Veamos dos acontecimientos familiares en los que se privilegia la demanda materna.
El primero es previo a que ella viniera al mundo, y es que su madre quedó huérfana muy tempranamente, e imposibilitada de hacer el duelo, creció con esa carencia. Cuando esta mujer tuvo una hija –nuestra paciente- la colocó en el lugar de la madre muerta, ubicándose ella como hija de su hija. A esta paciente le tocó hacer de madre de su madre desde muy niña.
Aquí está el tema de la estructura en la cual esta joven se queda enganchada, cumpliendo de esa manera la expectativa fálica: ser aquello que completa a esa madre.
Se sacrifica a la demanda materna convirtiéndose en su sostén. Y de esa manera silencia la castración materna, que es también la manera de negar la propia castración.

El segundo acontecimiento familiar es el de la madre abandonada por su marido. Ante la separación de los padres esta niña se identifica con la posición de abandonada en que se coloca la madre. En este momento la paciente ya tenía 14 años. Y se ubica activamente en el lugar de hacerse cargo de la demanda materna, ocupándose de sus hermanitos y rechazando volver a ver a su padre. El padre viene a visitarla y ella se niega a aparecer
Aquí vemos ya actuando la desaparición que se reactualizará en los síntomas actuales.
La joven asume ante la separación de los padres un posicionamiento activo de soporte de su madre. Ella es cómplice de la situación, lo cual no quiere decir que ella elija su neurosis. Uno no elige la neurosis. Aquí entra a tallar la sobredeterminación significante, es decir, el Otro. El Otro tiene la pata metida en el fantasma. El Otro materno, desde sus demandas más primarias de orfandad, metió la pata en el fantasma de su hija de tal manera que le obturó la posibilidad de poner el objeto de su deseo, y se metió ella, con su propia demanda. Y claro, a los 14 años, en el momento de la separación de sus padres, esta paciente sostuvo su lugar de goce activamente.

El tema central en este caso es la relación entre esa madre y su hija. En la historia infantil, nos dirá el analista, encontramos una hipnosis recíproca entre madre e hija, una historia de seducción.
El fantasma primordial que se maneja en la histeria es el de seducción por un adulto, que se construye sobre lo escópico, sobre la mirada. De hecho decimos “acariciar con la mirada”. Es como si lo escópico fuera una especie de subrogado de lo táctil. Lo táctil cae por la represión pero la mirada permanece invicta.
Cuando hablamos de la interdicción, cuando el Nombre del Padre actúa limitando el Deseo de la Madre, esa interdicción cae sobre el goce: no pasar de la ternura a la sensualidad. La madre tiene que tener el tema de la interdicción operando para no caer del otro lado y empezar a gozar con su bebé.

Para concluir, decimos que la estructura inconsciente de esta paciente se caracteriza por privilegiar sobre su deseo la demanda del Otro. La dirección de la cura apunta a desentrañar el vínculo, la estrategia relacional que la hace aferrarse sobre la demanda de la madre. Y la manera de que ella visualice esa estrategia es que pueda darse cuenta de los beneficios que obtiene con eso. ¿Y cuál es el beneficio? Mantener la imagen de la madre completa, negar la castración. Ella está allí sacrificada en aras de la madre ideal.
Tiene que poder descubrir que esta conjugación que ella hace colocando la demanda de la madre en primer término le da como beneficio nada menos que lo que la tortura: porque completar a la madre la remite a un lugar de desaparición.
A partir de que se interroga por su deseo y por la satisfacción de su demanda se enfrenta a lo que estaba evitando: la castración de la madre y la suya.

NOTAS

(1) M. Safouan, “Lacaniana”
(2) S. Freud, “Fetichismo”
(3) J. Lacan, “Los cuatro conceptos” Seminario 11- Paidos
(4) VV.AA., “Vicisitudes de la histeria”- Manantial- Pág.107-113
(5) J. Lacan, “Los cuatro conceptos” Seminario 11 – Paidos – Clase 17


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