"A mi juicio, el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas de la pulsión de agresión y de auto destrucción. (...) Sólo nos queda esperar que la otra de ambas potencias celestes, el eterno Eros, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha con su no menos inmortal adversario. Mas, ¿quién podría augurar el desenlace final? Freud, Malestar en la Cultura
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20090420

SEMINARIO II, CLASE 11: EL GOCE DE LA PULSIÓN ORAL








Matisse: Interior con violín


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CLASE 28/02/06

Anorexia-bulimia: la pasión por el signo de amor
La cara de amor y la cara de odio
Anorexia: “ningún objeto vale el amor”
Bulimia: “aún más, aún más, aún más”
Del vacío del estómago a la falta-en-ser
De la pasión por la comida a la pasión por el vacío
¿Qué significa comer para el hablante ser?
La mesa del Otro

“Tener hambre es terrible, pero no tener la posibilidad de padecerla es aún peor”
Este es el título de un artículo periodístico sobre Amelie Nothomb, novelista belga que ha escrito un libro que se llama “Biografía del hambre”.
Ella comenta su novela autobiográfica: “En los alimentos hay algo que va mucho más allá de la estricta alimentación”....”Decidí dejar de comer el 5 de Enero de 1981 a los trece años, el día de santa Amelia, lo hice conjuntamente con mi hermana Juliette, tomar la decisión las dos a la vez fué un acto de unión muy fuerte, de amor” ...”y a eso hay que agregarle la llegada de la adolescencia...las chicas viven esto como una violación, supone la pérdida de un cuerpo coherente, un cuerpo en continuidad con el espíritu. Para un niño la separación del cuerpo y el alma es algo que carece de sentido, la unidad es perfecta. La adolescencia convierte nuestro cuerpo en un extraño, en un enemigo, de pronto habitamos en un cuerpo en el que no nos reconocemos. Es una fase de una gran violencia, y yo viví y reaccioné a esa violencia a través de la anorexia, a través del hambre absoluta”
En las palabras de esta escritora se manifiestan los significantes de su deseo en conflicto con su cuerpo adolescente. Este es uno de los lugares comunes, el despertar del cuerpo adolescente a la sexualidad, en ciertas manifestaciones anoréxicas. El cuerpo se ve reducido a su mínima expresión, se trata de quitarle formas y redondeces, hacerlo lo menos apetecible para el otro.

Hoy nos vamos a detener en la pulsión oral y vamos a apoyarnos en la clínica de la anorexia y la bulimia como ejemplos paradigmáticos donde vemos en acción a la pulsión oral.
Nos va a servir de texto de cabecera el libro de Máximo Recalcati “La última cena: anorexia-bulimia”. Este libro lo podemos leer como una introducción a la clínica lacaniana. Es un libro que toma partido en contra de la reducción sociológica que pretende ver en la anorexia un trastorno derivado de la industria de la moda. Eso lo escuchamos constantemente en los absurdos y prosaicos debates de televisión donde se trata el tema de la anorexia. Y también toma partido este libro en contra de lo que es la medicalización y psiquiatrización del paciente sin tener en cuenta lo que tiene de particular el sujeto. En contra del afán universalista y clasificatorio que pretende ver en estos fenómenos un trastorno que llaman “anorexia mental”, la clínica lacaniana lo que intenta es reivindicar la particularidad del sujeto en este fenómeno y cuales son sus criterios diferenciales.

El libro se lee de una manera atractiva para la gente que no tiene formación psicoanalítica. Asume un estilo muy lírico, podríamos decir que es una visión romántica del fenómeno anoréxico. Y el tono lírico se le impuso a raíz de la muerte de una paciente a la que le dedica el libro.

La anorexia-bulimia la podemos entender como la pasión por el signo de amor. Que más que comer quiere que la amen; que más que darle comida quiere que le den signos de amor, que más que sustancia comestible quiere pruebas de amor. Esa es la versión romántica de la anorexia. Pero también subraya la otra cara de la anorexia, que es la que tiene que ver con el deseo del sujeto degradado a residuo. Es la cara cruel, la que transmite el enorme caudal de odio de esos pacientes, que los lleva al borde de la muerte para de esa manera proyectar su venganza sobre el Otro que no le dio el amor. Ella le devuelve en forma de extrema delgadez el odio que la embarga, es como reprocharle al Otro el amor que no le dio.
El objeto de deseo degradado a objeto residuo. Es un mecanismo similar al que veíamos en el obsesivo, cuando decíamos que la estrategia de la obsesión degrada el objeto de deseo en objeto de demanda. El objeto de la demanda del Otro a nivel anal es por el escíbalo y el obsesivo degrada el objeto de deseo en el objeto de la demanda anal. Degrada el objeto de deseo en residuo. Es decir, lo que a nivel anal desemboca en obsesión, a nivel oral desemboca en anorexia: el ejercicio de degradar el objeto de deseo en objeto de demanda del Otro. Se trata entonces de no reducir la problemática anoréxica a su aspecto romántico de pedir por el signo de amor, sino también incluir la otras cara trágica, agresiva, violenta.

Refiriéndose a la bulímica este autor recoge la fórmula “aún más, aún más, aún más”
y en relación a la anoréxica “ningún objeto vale el amor”.
El ataque bulímico es una voracidad descontrolada donde ninguna sustancia alcanza, hasta que lo que se consigue es un lleno de un vacío, pero que es el lleno del vacío del estómago, pero no se llena el otro vacío que está en juego en todo esto, que es el vacío de la “falta en ser”. De allí el vómito y a empezar de nuevo
Detrás de la pasión por el objeto comida, en su rechazo absoluto o en su voracidad ilimitada, está la pasión por el vacío. Se trata de dejar un vacío destinado a ser llenado por amor y no por sustancia. Y este vacío la anoréxica-bulímica lo ubica ingenuamente en el estómago. Ese vacío es lo que da la categoría de “ser”. Si no hay ese vacío no hay “ser”, no hay sujeto. Si no hay ese vacío quiere decir que el sujeto no ha podido constituirse, porque el sujeto se constituye al separarse del Otro, perdiendo eso que llamamos el objeto “a”. Lo Otro es un todo que no admite vacío, que no admite sujeto.
La bulímica, después de su ataque de voracidad extrema se ve compelida al vómito, como si al llenar el estómago se le presentificara la inconsistencia de ese llenado, porque no es ese vacío el que ella quiere llenar. Vuelve entonces a vaciar el estómago para volver a empezar con el proceso, repitiendo nuevamente el llenado. Pero no acierta con el objeto porque su hambre es de otra cosa: una pasión por el signo de amor que no pasa por la sustancia comestible. Por ello tenemos que quitar este trastorno de la categoría de la alimentación, porque no es la sustancia alimenticia la que está en juego aquí. No es un trastorno del apetito.

¿Qué significa comer para el ser humano? Es saciar el hambre. ¿Pero sólo es saciar el hambre? Porque ese sería el registro animal. Para el ser humano es algo más. Es un elemento simbólico por excelencia que lo relaciona con el Otro. Esa construcción, esa estrategia relacional del bebé con su madre en torno a la comida, es algo más que la relación con la alimentación. Hay algo que simboliza toda esa relación con el Otro que tiene que ver con el objeto, pero no el objeto comida, sino con ese otro objeto del cual hablamos en psicoanálisis, que tiene que ver con el deseo.
Y eso es lo característico de la comida humana. Levy Strauss tiene un tratado escrito hace ya muchos años que se llama “Lo crudo y lo cocido” en donde afirma que el pasaje de lo crudo a lo cocido es el pasaje de la naturaleza a la cultura, lo cocido es la entrada en la cultura, uno de los grandes sindicadores simbólicos de la cultura. Lo Cocido, La Cocina, el Arte Culinario, la Gastronomía de nuestros días siguen siendo herramientas simbólicas en torno a ese acto que dejó de ser natural.
Entonces el no comer de la anoréxica es mucho más que un trastorno de la alimentación, es en otro nivel distinto al de la necesidad que tenemos que encuadrarlo, en el nivel del deseo, en el nivel de lo que son los desencuentros en relación al objeto del deseo, los avatares del deseo.

Dice una bulímica “Cuando como trato de comer una cosa riquísima, pero por más que la busco no la encuentro nunca”. Y el psicoanálisis afirma que la Cosa está perdida para siempre. ¿Cual es esa Cosa de la que hay un hambre que nunca se satisface?
En torno a esa Cosa se ha construido toda la teoría psicoanalítica. En torno a esa Cosa Freud habló del objeto mítico de la satisfacción primera que se ha perdido para siempre. Freud dice mítico porque no existe un acto histórico fechado:”primer minuto de vida el bebé toma la teta, primer objeto...”. No, no es así. No existe como hecho computable. Pero sí existe en la estructura a partir de la cual el niño confronta su búsqueda. Es una imperiosa necesidad de poner un punto de mira ideal hacia el cual tiende, un objeto que colma absolutamente. Sí, nosotros podemos imaginarizar, que ese momento se correspondería con su estar en el vientre materno, que está en la completud, donde no existe hambre, la satisfacción está en un equilibrio homeostático tal que no necesita dar lugar al hambre. Hay como una necesidad estructural de poner un primer momento en el cual hay un objeto que colma. Un momento mítico previo al deseo. Y desde la lectura del Edipo freudiano, entonces, la Cosa se corresponde con la madre. El hambre de otra cosa es entonces el hambre de la madre prohibida.

Desde la perspectiva de la pulsión, lo que colma ese hambre, que está más allá del hambre de comida, a nivel de la pulsión oral ese objeto mítico es el seno ¿Pero de que seno hablamos? No caigamos en la tentación de imaginarizarlo con la primera teta que la madre le mete en la boca al bebé. No existe. Es un objeto mítico. Es un seno que como tal es un objeto fantasmático. Es el seno del destete. Es un objeto que falta. Lacan utiliza para hablar de este objeto que falta el matema petit a. Real, dice Lacan, es decir un hueco. El hueco del seno fantasmático, del cual sólo podemos dar constancia como fantasma. Lo que hay es un vacío en el cual colocaremos distintos objetos a partir de los cuales la pulsión hace repetidos contorneos intentando satisfacer ese hambre.
El pezón, la comida, el chupete, el cigarrillo, todos objetos subrogados de una comida primordial que es un seno vacío, o el vacío del seno, o el objeto a. Y como tal vacio que no se puede llenar, porque si se llena ese vacío sobreviene la muerte del deseo.
Es absolutamente paradójico que se intente llenar un vacío cuya completud provocaría la muerte del deseo. Eso es lo paradójico de la anorexia-bulimia, que no responde a la lógica del placer, no hay placer que explique el rechazar la comida hasta la muerte; no hay placer que explique el comer vorazmente hasta reventar. No se puede explicar por la lógica del principio del placer. Ni tampoco por la lógica del principio de realidad, que son los dos principios del acontecer psíquico que acuñó Freud. No se puede explicar por la acomodación a la realidad, que la anoréxica no coma porque gustan más las flacas, como nos hacen creer los defensores de la teoría sociológica. Para poder entender todo esto recurrimos a la lógica del goce pulsional.

El autor se refiere a la anorexia-bulimia como los dos polos de un mismo discurso. Incluso llega a considerar la bulimia como un dialecto de las anorexia, homologando así a Freud que dice que la neurosis obsesiva es un dialecto de la histeria, que el discurso básico de la neurosis es el discurso de la histeria.
La bulimia es como el descarrilamiento de la anorexia. La anorexia es la búsqueda del sueño de alcanzar narcisísticamente el yo ideal representado por el cuerpo delgado, el cuerpo flaco. La bulimia es la constatación del fracaso de esa búsqueda.

El otro concepto que aparece en título de la obre “La última cena” remite a la cena bíblica que está impregnada por la traición de Judas. La última cena es una comida muy especial. La comida de la anoréxica-bulímica es una comida en donde hay que tener en cuenta la mesa del Otro. En la última cena está la mesa del Otro Jesús, con sus apóstoles. El Otro dispone en la mesa el lugar y la ubicación de los comensales. El Otro rige la mesa. Y la anoréxica-bulímica lo que haces es, como Judas, atentar contra las leyes de la comensalidad del Otro. Yo no como ó yo como sin límites y después vomito. En ese sentido toma el concepto de la última cena, la anoréxica-bulímica en el lugar de Judas, rompiendo las reglas de la comensalidad. ¿Y por qué lo pone en el lugar de Judas? Porque Judas lo que hace es traicionar a Dios. La anorexia, y aquí está la cara antiromántica, lo que hace es atentar contra el Otro proyectando como odio lo que fue vivido como falta de amor. Es decir, el origen de todo esto sería la falta de amor. El Otro, cada vez que esta niña pedía, le daba papilla. Las madres que colman a su bebé con la papilla asfixiante, incapaces de hablar con su bebé, su falta es falta de significantes. La papilla lo que obtura es la posibilidad de que haya palabras, es decir, signos de amor. No quiere decir que la madre no quiera al niño, pero en su vinculación ansiógena, solo pueden vincularse a través de la comida, esto es, agotando la demanda con el objeto de la necesidad. De esa falta de amor desemboca en la última cena donde ella no come nada o come, come y vomita.
El tema de la lógica del discurso anoréxico-bulímico nos remite a algo importante para toda la clínica, es el tema del diagnóstico psicoanalítico. Cuando tenemos alguien que viene con el diagnóstico de anorexia mental, nosotros como psicoanalistas tenemos que hacer una relectura de eso, porque anorexia mental como tal remite a un trastorno de la alimentación. El diagnóstico en psicoanálisis lo que tiene que intentar despejar es que ese síntoma, o esa estrategia o ese fenómeno anoréxico remite no a una cuestión en relación al apetito de comida sino a una cuestión en relación al hambre de otra cosa, es decir, remite a una perturbación del deseo. Y esto es importante porque es lo que va a dar la dirección de la cura: intentar escuchar los significantes del deseo, para ver de que manera ese deseo está descarrilado, atascado, obturado. Y entonces, el tema del diagnóstico nos tiene que llevar por dos vías. Una es la vía de definir a que estructura remite el síntoma, porque no es lo mismo una anorexia histérica que una anorexia sobre una estructura psicótica. Esta es la vía general. Pero además está la vía particular del diagnóstico que remite a buscar la lógica del discurso, de qué manera se posiciona el sujeto en este fenómeno.
Una de las características de la lógica del discurso anoréxico-bulímico es la pasión por el objeto comida. La pasión entendida como rechazo absoluto al borde de la muerte o la pasión por la voracidad. Pero, esta pasión por el objeto comida es la fachada, lo que subyace y lo que tenemos que descubrir es que debajo del objeto comida lo que se busca es esa otra cosa faltante, es la pasión por el vacío. La anoréxica come nada, la pasión de la anoréxica por comer nada. Y la bulímica, la pasión por el objeto comida, en realidad es un subrogado de esa otra cosa que llena ese otro hambre, que es el objeto vacío, el objeto causa del deseo.


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