"A mi juicio, el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas de la pulsión de agresión y de auto destrucción. (...) Sólo nos queda esperar que la otra de ambas potencias celestes, el eterno Eros, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha con su no menos inmortal adversario. Mas, ¿quién podría augurar el desenlace final? Freud, Malestar en la Cultura
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20090419

SEMINARIO I, CLASE 11:CUANDO ELLO HABLA EGO NO LO ESCUCHA


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David del Real: Cara con pelo rojo





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CLASE 07/09/06:

¿Quién habla desde el alcohol?
El subconsciente no es el inconsciente


Para suavizar un poco la cuesta de la vuelta de las vacaciones vamos a trabajar un artículo periodístico. Este artículo nos sirve para ejemplificar varios aspectos que me interesa resaltar, pero fundamentalmente un poco lo que yo considero que es el objetivo básico de este curso introductorio a Freud, y es que quede más o menos asentada lo que es la revolución freudiana, es decir, la construcción de una teoría que demuestra que la conciencia es uno de los estados de la mente, que cuando hablamos decimos cosas que responden a nuestra ideología consciente, y otras veces “ello” habla en nosotros.

Este artículo lleva por título “¿Quién habla, la persona o el alcohol?” me parece importante porque justamente el articulista, el profesor Rojas Marco no es un profano en la materia, y en él intenta explicar que no era el bueno de Mel Gibson quien hablaba cuando soltó una serie de insultos racistas, sino “…una marioneta de Gibson manipulada por el alcohol”.
Esta es la afirmación con la que termina su artículo y con la que pretende cerrar, falso cierre o sofisma, un razonamiento en el que se hace ver como verdadero algo que es falso.
El profesor elige conducirnos por un trillado camino, el del típico razonamiento de los dualismos antinómicos dentro-fuera, innato-adquirido, orgánico-funcional con los que tropieza inevitablemente la ciencia médica cuando pretende explicar los mecanismos psicológicos.
“El alcohol -nos dice el profesor- tiene el poder de implantar en la mente del consumidor ideas y actitudes contrarias a sus principios”
Lo mismo decía en mi adolescencia un amigo que tras una noche de juerga había probado el placer nefando: “fue por culpa del alcohol”.
¿Verdaderamente cree el profesor que la idea racista fue “implantada en la mente” del actor por efecto del alcohol?
Veamos sus argumentos:
1) “el vino no sólo colorea nuestro lenguaje sino que influencia de forma determinada el comportamiento humano….el resultado es el debilitamiento de las inhibiciones psicológicas”
Estoy de acuerdo con el profesor, aunque habría que aclarar el determinismo subrayado.
2) “durante los estados de intoxicación etílica se inhabilitan las facultades mentales que nos definen como persona…nos exponemos a exteriorizar sin ningún tipo de filtro o censura los arrebatos más infantiles, irracionales y obcenos”
Estoy de acuerdo con el debilitamiento de la censura, aunque matizaré más adelante el concepto “persona”

Hasta aquí el razonamiento es coherente, nos explica didácticamente el mecanismo psicofísico de la intoxicación etílica. La conclusión lógica de este planteo sería entonces que el alcohol permite que surja lo que estaba inhibido. El profesor, siguiendo su propio razonamiento, tendría que concluir que el bocazas de Mel Gibson soltó lo que estando sobrio inhibe. Es decir, que lo que dejó escapar son ideas que le pertenecen.
Sin embargo el articulista concluye que la idea racista no le pertenece al actor, sino que ¡le fue implantada por el alcohol!
Es el viejo truco de la psiquiatría de dejar al sujeto fuera e intentar explicar la llamada enfermedad mental, o bien desde un organicismo genético en vías de demostración, o desde un tóxico, o una degeneración, etc.,etc.
El profesor es más sutil, nos dirá que no habló la persona, porque para ser persona tiene que estar sobrio. Que Mel no era persona sino un títere. Y también aquí estoy de acuerdo, pero con una diferencia fundamental: que la persona siempre es títere, o máscara, de donde proviene etimológicamente, sin necesidad de la ayuda del alcohol.
No es que el alcohol, como un agente externo le implanta al bebedor una idea extraña; sólo es un facilitador que permite que emerja un discurso. Discurso que le pertenece, no a la persona, pobre máscara yoica caída de su pedestal de autonomía desde la revolución freudiana, ni mucho menos al alcohol, que aquí juega un papel totalmente secundario; el discurso le pertenece al que mueve los hilos del títere, esto es, el inconsciente.
Sin embargo, en este caso concreto debo concluir que el discurso racista de Mel Gibson no se nutre de ningún retorno de lo reprimido, más bien al contrario es una proclama yoica consciente de pura estirpe.

Y para terminar con el artículo del profesor Rojas Marco no puedo menos que reproducir el relato bíblico que utiliza para ejemplificar cómo el alcohol “influencia de forma determinante el comportamiento humano”:
“Las dos hijas de Lot, preocupadas porque ningún hombre del pueblo de Soar las iba a fecundar, emborracharon con vino a su padre para tener relaciones sexuales con él. Y sin que Lot se enterase de cuando ellas se acostaron ni cuando se levantaron, ambas doncellas quedaron encintas de su padre y dieron a luz sendos hijos”
No puedo creer que tan prestigioso psiquiatra acepte que el goce incestuoso se puede explicar tan ingenuamente. A no ser que como a Lot, lo hayan embriagado antes de escribir el artículo.

Es una lástima que el verdadero tema del enunciado: “¿Quién habla? ¿hasta donde hablamos o somos hablados?” no haya sido recogido desde la vertiente del sujeto del inconsciente, intentando escamotear por negación o ignorancia los avances que el psicoanálisis ha venido produciendo en este campo.

La voz de la ciencia oficial sigue insistiendo en que al sujeto las cosas le pasan, el sujeto está fuera de la causa. El concepto de sujeto es la piedra maestra en la concepción antropológica del psicoanálisis, no tiene nada que ver con el yo.
La conciencia, o el yo, o la persona, es sólo una parte del ser hablante. Utilizamos el concepto de sujeto dividido para oponernos a la idea tradicional de un sujeto consciente completo en su dominio yoico. Por otra parte el inconsciente freudiano no se confunde con lo que la psicología tradicional categoriza de subconsciente, en lo que ven una simple escoria o complemento de la consciencia. Se pervierte el concepto en un uso banalizado, superficial, no dándole el lugar central que le corresponde en el funcionamiento psíquico, con sus leyes propias.

El sujeto se define por la falta, o lo que es lo mismo, el sujeto se define por el deseo.
Decir el sujeto, decir el deseo y decir el inconsciente son tres formas de recortar el objeto de estudio del psicoanálisis.
Desde la psicología, en cambio, se pretende que el hombre, como el animal, puede alcanzar su objeto natural, esto es, no habría falta, ni por lo tanto deseo, ni tampoco inconsciente.
Lo específico del hombre es ser hablante, es decir, ser un mono enfermo, está constituido por aquello que lo limita y al mismo tiempo aquello que lo proyecta como ser superior, en cuanto a que a partir de su ser hablante, del pensamiento y del lenguaje ha construido un mundo simbólico que lo ha despegado de aquí a la Luna. Pero su búsqueda sigue siendo inconclusa, su deseo sigue permaneciendo insatisfecho.
Su falta sigue siendo lo que lo constituye, porque si no hubiera falta no habría pensamiento ni lenguaje.

Otra manera de entender este sujeto del inconsciente es pensar que no es una cuestión de buena voluntad el dominio de nuestro decir, es un acto de estructura lo que nos hace caer en ese desconocimiento. Estamos ante un sujeto dividido por un decir inconsciente no sabido por el yo. Este es el punto de partida del curso y será también el punto de arribo. Hemos empezado por el primer paso que dio Freud para demostrar esto que es su teoría de la causalidad psíquica a partir de los síntomas histéricos. Freud construye la primera teoría puramente psicológica de ese cuadro psicopatológico concreto que llamamos histeria. Y a partir de allí hemos profundizado en los diversos estudios sobre la histeria, el caso Lucy, Isabel de R, Cecilia, etc, en donde Freud nos fue mostrando como va elaborando los distintos mecanismos y las determinaciones que están soportadas detrás de esos síntomas.
El primer concepto que estamos trabajando a partir de estas investigaciones es el de la teoría de la represión. Con ese término va a intentar conceptualizar lo que es su teoría del conflicto como base de la neurosis, que será la seña de identidad de cara a otras corrientes llamadas psicológicas, que bautizarán a la teoría freudiana como “psicología dinámica”.
Esos son los puntales con los que elaborará, a partir de su teoría de la histeria, una teoría puramente psicológica de las neurosis.
Hablar de la represión es hacer referencia a una serie de fenómenos en donde el yo, como persona total, como consciencia, como estado normal, son puestos en cuestión.

Hay una cuestión que se está todo el tiempo colando desde el saber oficial, desde el discurso del sistema productivo, que garantiza el acceso al objeto, que promete obturar la falta.
La salida que ofrece el psicoanálisis es: la satisfacción original es imposible, lo que queda como enorme y apasionante camino es la satisfacción simbólica. La falta hay que entenderla como un vacío fundante, antes no había ser, lo que había era una masa amorfa. Imaginemos una naturaleza previa a la aparición de lo humano: es una masa amorfa. A partir de lo humano, de lo simbólico, se empieza a nombrar, clasificar, a ordenar lo natural, aparece así la ciencia.

Después de este intervalo tenemos que retomar la lectura de Freud, el tema de los sueños de Dora. En la próxima clase trabajaremos el segundo sueño. Si recordáis lo que planteamos para trabajar el primer sueño eran los tres niveles del contenido latente, para encontrar el contenido inconsciente que el sueño está intentando realizar a través de todo un proceso de elaboración y de disfraz. El primero de esos tres niveles era el que tenía que ver con lo inmediato, con el propósito consciente que se expresaba con esta idea: “no podré dormir tranquila hasta que no me encuentre fuera de casa”. El segundo nivel es el que se refiere a un deseo inconsciente, pero lo remite al tiempo inmediatamente anterior. Es el tercer nivel el que remite al deseo inconsciente remoto.
Freud está intentando hacer una didáctica del determinismo psíquico a través de niveles, pero esa construcción no tenemos que darla por definitiva.



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