"A mi juicio, el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas de la pulsión de agresión y de auto destrucción. (...) Sólo nos queda esperar que la otra de ambas potencias celestes, el eterno Eros, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha con su no menos inmortal adversario. Mas, ¿quién podría augurar el desenlace final? Freud, Malestar en la Cultura
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20090420

SEMINARIO II, CLASE 15: ANOREXIA-BULIMIA ¿NEUROSIS O PSICOSIS?


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Matisse: "Dos figuras"
CLASE 30/05/06

Interrogación sobre el deseo del Otro
Freno contra el Otro devorador
Clínica del síntoma como metáfora
Clínica de la metáfora débil
La holofrase

La pregunta de hoy: Anorexia- Bulímia ¿neurosis o psicosis?
Tenemos un fenómeno que llamamos anorexia que se caracteriza por la búsqueda del ideal del cuerpo delgado, búsqueda que se mantiene hasta que de pronto se derrumba en una crisis bulímica de atracón-vómito-atracón.
Este cuadro o fenómeno no responde por sí mismo a una estructura, lo que tenemos que entender es el mecanismo del deseo en relación al Otro y a partir de allí definir si es una neurosis o una psicosis . Y así vamos sumando pasos para ir definiendo de lo general a lo particular, para volver de lo particular a lo general.
El fenómeno, lo visible, lo clínico no define la enfermedad, la enfermedad la define la estructura.
Entonces, se trata de desintrincar lo que está enredado, anudado, esto es, la relación del sujeto con el Otro. Si lo que encontramos es una interrogación sobre el deseo del Otro, estamos ante una anorexia de estructura neurótica. Si lo que pesquisamos es que esa anorexia le sirve de barrera, de freno contra el Otro devorador estamos en territorio de la psicosis.
Es decir, en el caso del neurótico la relación del sujeto con el Otro es una relación de interrogación. En el caso del psicótico la relación del sujeto con el Otro es una desesperada defensa para evitar ser devorado.

Aquí hay un punto muy interesante en relación al fenómeno anoréxico como posición defensiva, es como si el sujeto construye una anorexia para defenderse de la psicosis, de caer en esa perdida de límites donde no tiene ninguna referencia. En ese sentido decimos de la anorexia lo que dijimos en su momento del delirio en la paranoia, son formas de suplantar la fórmula forcluida, la del Nombre-del Padre. Entendemos entonces a la anorexia como una suplencia de la función paterna. El sujeto enferma de anorexia para defenderse de la forclusión, es decir, para defenderse de la falta de aquello que le pone límite al Otro. Esa es la anorexia que está escondiendo una psicosis.
Por eso cuando el analista tiene ante sí un fenómeno anoréxico debería por precaución presuponer que ese fenómeno podría estar escondiendo una psicosis, y cuidarse de sus intentos de rectificación subjetiva. Porque, si fuera una psicosis compensada, ese intento de rectificación subjetiva la enfrentaría a la nada, y se correría el riesgo de descompensarla.
La imagen del cuerpo flaco sostiene una identidad que la sujeta, la mantiene unida, y la rescata de la dispersión psicótica.

Volviendo a la estructura neurótica, la interrogación sobre el deseo del Otro, en tanto defensa neurótica, la podemos leer de una manera en la versión histérica y de otra manera en la versión obsesiva.
La versión histérica: ¿cómo poder hacer desear al Otro? Es decir, la anorexia como maniobra histérica lo que busca es hacer un hueco en el deseo del Otro para que el sujeto anoréxico se convierta en deseo del Otro.


Hacer un hueco en ese Otro que sólo tiene comida para llenar y presentificar una falta, que el Otro tenga que recurrir a Otra cosa para dar, que no sea lo que tiene, que le de lo que no tiene. Decimos que la anoréxica demanda amor, y es así como Lacan define el amor: “dar lo que no se tiene”.
Pero la otra cara de esta demanda de amor nos muestra desnuda la pulsión de muerte, pues en ese hacerle falta al Otro es tal el impulso que pondrá la anoréxica que puede llegar a rozar su autodestrucción.

La versión obsesiva en la anoréxica la apreciamos en la ritualización de las comidas y en la necesidad de poner un control en las calorías y en el peso. Pero esa fenomenología obsesiva es común a todas las anorexias, cualquiera sea la estructura en que se apoya. Lo que tenemos que encontrar es la mecánica obsesiva en relación al deseo, de cómo se coloca en relación al Otro. Así como en la histeria se trataba de hacerle falta al Otro, en la obsesiva se trata de no dar la menor señal de que el Otro crea que nos hace falta. Evitar dar señales de deseo al Otro. De lo que se trata es de evitar todo lo que tenga que ver con lo sexual, con el goce del cuerpo, y poner todo en el goce de los controles alimenticios y en ese nivel de supremo goce que tiene la obsesividad, que es el ascetismo.
A pesar de que su estructura de defensa le lleva a evitar lo sexual, no puede evitar caer en el goce. A la pulsión no hay manera de escaparle.

Vamos a diferenciar lo que es la clínica clásica, la del síntoma considerado como una metáfora, la clínica que Freud instaura a partir de el estudio de la histeria, es que a través del síntoma en el cuerpo habla la verdad de lo reprimido; el síntoma entendido en su valor metafórico, la clínica de la metáfora, aquella que nos hace escuchar en nuestros neuróticos, en todo aquello que son las formaciones del inconsciente: síntomas sueños, lapsus, chistes, lo que tiene que ver con la verdad inconsciente expresada metafóricamente.

A esta clínica le tenemos que oponer la clínica de la metáfora débil. Al comienzo de la clase decíamos que la clínica actual nos ofrece un desafío suplementario en la medida en que no es fácil definir ante el fenómeno que trae el paciente, si estamos en una neurosis o una psicosis. Esa es una de las características de la clínica de la metáfora débil.
Nos estamos refiriendo a la metáfora paterna, un concepto que Lacan utiliza para allanar el camino que el Edipp freudiano había llevado, por su vulgarización, a una interpretación popular, fácil, que había hecho perder el valor estricto del concepto “padre”. Por eso Lacan hablará de “metáfora paterna” y de significante-nombre-del-padre para referirse a ese principio que tiene que regir la constitución de la subjetividad, para que el complejo edípico desemboque en castración. En el tránsito de lo pre-subjetivo a lo subjetivo, de ese niño con ese Otro sin posibilidad de separación, a un sujeto separado del Otro con un resto que cae, el petit a, el precipitador de esa operación es el significante nombre-del-padre que propicia que el deseo de la madre sea sustituido metafóricamente.
Cuando esta metáfora es débil nos encontramos con una clínica ambigua en donde no es fácil diferenciar neurosis de psicosis. Ahí estamos en ese lugar que también se llama clínica de los estados límites.



El concepto que vamos a subrayar entonces es el concepto de metáfora, que en la clínica clásica funciona en su valor de sustituir un término por otro término, en su función de mostrar en el cuerpo el significante reprimido, síntoma entendido como retorno de lo reprimido, en el típico mecanismo de la conversión histérica que es lo que sienta las bases de la clínica clásica freudiana.

¿Qué pasa en la anorexia? ¿Funciona la metáfora? Aquí vamos a hacer intervenir algo que Lacan menciona de manera muy escueta en el Seminario 11 que es el concepto de holofrase para referirlo a una especie de construcción propia de ciertos estados límites y de la psicosis. El menciona tres estados: el fenómeno psicosomático, la debilidad mental y la psicosis, que tienen en común la holofrase. ¿Y qué es la holofrase? Lacan se apoya en el concepto de discurso. Va a definir la holofrase como una figura retórica. La metáfora también es una figura retórica, modelo del triunfo de la significación, porque la metáfora sustituye un significante por otro significante que tienen en común una parcela de significación.
Por ejemplo, en “las perlas de tu sonrisa” el significante “perlas” ha sustituido al significante “dientes” asociado a la sonrisa en función de sus atributos estéticos: forma, color, brillo. La metáfora es exitosa en la medida que la significación se precipita.
En la “holofrase” en cambio tenemos el fracaso de la significación, el fracaso de la metáfora. La palabra.-frase queda congelada, petrificada, no hay posibilidad de sustitución metafórica ni de sustitución metonímica. Es la solidificación de la cadena significante, el discurso se inmoviliza.

Esto es lo que ocurre en la anoréxica, su delgadez no es una metáfora, es más bien una holofrase, un discurso congelado imposibilitado de sustitución.
En este sentido entonces, no podemos hablar de la anorexia como un síntoma.
El discurso anoréxico es un discurso holofrásico, porque es monoidéico, como lo es el discurso de cualquier delirante. Allí no hay metáfora, es todo al pié de la letra.
En el discurso holofrásico la dialéctica significante S1—S2 está cerrada, congelada.

Para entender la conceptualización de la holofrase tenemos que incorporar los siguientes matemas: S1 y S2. S1 es un significante que tiene las peculiaridad de representar al sujeto ante los otros significantes que se escriben S2.
S1 es el significante maître, significante maestro, en español ha prevalecido la traducción por significante amo, el significante que domina, el que representa al sujeto ante los otros significantes S2. De esta operación queda un resto, que es la petit a.
Entre el sujeto S y la petit a no hay relación posible.
El discurso neurótico es el intento desesperado de alcanzar el significante que representa a la petitt a y va significante tras significante, metonímia tras metonímia en el desplazamiento imparable del deseo.
En la holofrase lo que hay es un monolito, S1 se agota en el cuerpo delgado, no hay dialéctica de representación de un significante ante los otros significantes. Porque la representación del sujeto no se agota en un significante sino que se desplaza constantemente.
Se supone que un sujeto identificado simbólicamente permite la dialéctica de representación del S1 con todos los S2 que a lo largo de su historia va recibiendo. La neurosis nos permite ser más o menos lábil en esas identificaciones, pero en el caso de los holofrásicos no hay labilidad ninguna.

Este concepto es entonces el que tomará Recalcatti para intentar hacer inteligible la peculiaridad del fenómeno anoréxico.
Lacan usa este concepto de holofrase para referirse, no sólo al discurso psicótico, sino también al fenómeno psicosomático. Y digo fenómeno y no síntoma. El órgano está tomado por la enfermedad, y no precisamente como metáfora. El concepto de síntoma psicoanálitico sólo es aplicable a las neurosis, al retorno metafórico de lo reprimido.
Lo psicosomático no podemos tomarlo como síntoma porque lo psicosomático no es metafórico. El síntoma neurótico es del orden de lo imaginario-simbólico, mientras que el fenómeno psicosomático es del orden de lo real.

El término psicosomático está muy desgastado por el uso abusivo que se hace de él desde la ciencia médica. Desde el psicoanálisis un paciente viene con un problema de una enfermedad localizada en un órgano. Nosotros pensamos en primer lugar en lo psicosomático, eso no implica ni neurosis ni psicosis. Es un estado borde. Los recursos simbólicos de este paciente no le han alcanzado para hacer una metáfora, ha tenido que recurrir al cuerpo real dañado para mostrar su conflicto.

La holofrase anoréxica remite entonces a que, en vez de la construcción de una identificación simbólica en donde el significante que la representa remite a otro significante que a su vez remite a otro significante, etc.,, en vez de eso que es la metaforización del neurótico, la anoréxica remite a un monolito S1—S2 que están fijos. De tal manera que la única representación que la identifica es la representación ideal de su imagen de cuerpo flaco. Y esa fijeza responde a la construcción de una barrera contra el Otro devorador. Esa fijeza es la que suplanta a la debilidad de la metáfora que justamente es la que la ha dejado a merced del Otro, impidiéndole la separación. Utiliza entonces la anorexia como una defensa para no caer en la psicosis. Allí está la holofrase.
Desde lo que es la estructura inconsciente leemos la holofrase en esa identificación fija.
Y desde la fenomenología, la evidencia clínica, la holofrase está en ese delirio monoidéico en donde el único tema es el discurso del adelgazamiento..

Cuado estamos en la holofrase, no hay metáfora, la única representación que hay es con la enfermedad. Es la famosa frase de los grupos de autoayuda en donde se presentan diciendo “Me llamo Tal y soy alcohólico” “Me llamo Cuál y soy fibromiálgica”. El ser y el fenómeno patológico son una y misma cosa, con lo cual el sujeto no está representado simbólicamente. Los monosíntomas como representación del des-sujeto. Y de lo que se trata es de posibilitar la dialéctica opuesta. Es decir dialectizar que ese pseudo-síntoma se desplace a otros significantes y no que se rigidice. Los grupos de autoayuda fijan al pseudo-síntoma, consolidan la holofrase. Y esto los tranquiliza porque los convierte en una barrera contra el Otro devorador.
En vez de provocar la dialéctica que subjetivice, fija en lo des-subjetivizante, quita de la responsabilidad de lo que le pasa.
En el caso de los niños asmáticos, por ejemplo, les cuelgan el cartel que los define, no les dan tiempo de que puedan poner en circulación los significantes que lo representan, además del significante “asmático”. La tarea del Psicoanalista es justamente poner en marcha su aparato simbólico, descolgar el cartelito, hacer que su simbolización le permita identificarse con otros significantes. Ese es el trabajo del Psicoanalista, no curarle el asma. Moverle de ese lugar en el que está encerrado para que pueda empezar a hablar de las otras cosas que le asfixian y que están tapadas por el cartel.


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