"A mi juicio, el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas de la pulsión de agresión y de auto destrucción. (...) Sólo nos queda esperar que la otra de ambas potencias celestes, el eterno Eros, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha con su no menos inmortal adversario. Mas, ¿quién podría augurar el desenlace final? Freud, Malestar en la Cultura
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20090420

SEMINARIO II, CLASE 17: EL TENER COMO SOSTEN ILUSORIO DEL SER







David del Real: Obra sin nombre IV




CLASE 27/06/06

El discurso del capitalista y la renegación de la falta
La perversión generalizada
La posición de la niñez generalizada
Los estados límites
La función Nombre del Padre y la urverdrängung

Hoy quiero comentarles un texto de Charles Melman titulado “El hombre sin gravedad” donde se trabaja lo que sería una nueva economía psíquica a la luz de la economía de mercado. Para una nueva economía colectiva una nueva economía psíquica.
Vamos a anclar este tema en relación a lo que venimos trabajando sobre la anorexia.
El lema del discurso del capitalismo no es sino la renegación de la falta. Y Uds. seguramente podrán asociar este concepto de la renegación de la falta a un concepto clínico clave que nosotros hemos trabajado cuando estudiamos las distintas estructuras psicopatológicas, que es justamente el mecanismo que remite a la estructura perversa. La verleugnung freudiana que se traduce en español como renegación, a partir de los nuevos trabajos franceses se traduce como desmentida, renegación o desmentida de la falta en el Otro, y por consiguiente en sí mismo.
¿Porqué dice Lacan que la desmentida es el mecanismo del discurso del capitalista? Porque el discurso del capitalista lo que propone todo el tiempo es el tener como sostén ilusorio del ser. La oferta de suprimir la falta, el objeto de consumo pretendiendo obturar la falta en ser. Si el objeto es alcanzable ya no habría sujeto dividido, esto es, sujeto que se interroga, sujeto deseante.
Para curar el sufrimiento de existir sin el objeto, de existir dividido, con una falta en ser, el capitalismo propone que eso se resuelve con el tener, coloca el nivel de la falta no en el ser sino en el tener. Este es el gran mecanismo perverso: pretender que un objeto colme la falta.
Esto es lo que en las nuevas patologías, el nuevo tipo de paciente que tenemos que abordar en la consulta, se le ha asignado una especie de etiología, en la que sin ser una estructura perversa, hablamos de perversión generalizada.
Otra manera como se la denomina, es la de “niñez generalizada”, tenemos cada vez más una demanda de análisis que nos recuerda el tratamiento de psicoanálisis con niños. En ese sentido podemos pensar que es una demanda que remite a una niñez generalizada. De la misma manera que Freud hablaba de la perversidad polimorfa en el niño, hablamos de perversión generalizada en la demanda de estos sujetos de los que es válido preguntarse si es que son sujetos o seudo-sujetos. Estaríamos ante un déficit de la subjetividad. El sujeto está abrochado de una manera muy precaria, el sujeto está constituido, más que por una identificación simbólica, apoyada en significantes, está más bien escayolado por una identificación imaginaria, es decir, apoyada en imágenes.
Y en ese sentido la anoréxica nos brinda un ejemplo. Nosotros decíamos que la identificación de la anoréxica con su delgadez, coloca como rasgo de identificación un rasgo imaginario, el rasgo del cuerpo flaco. Esa identificación idealizante lo que le brinda es una prótesis, una armadura que le permite aferrar una identificación con un ser que no se apoya en una singularidad simbólica, sino que se apoya en un puro rasgo imaginario.
Así como decíamos que en la psicosis el delirio es lo que permite sostener el nombre del padre, es decir, armar una especie de identificación que le de coherencia en su desestructuración , en el caso de la anoréxica también decimos que su identificación constituye un soporte, un reaseguro a la falla de la función paterna.
Así podemos entender la patología anoréxico-bulímica como un rechazo de la sustancia para ser, en el caso de la anorexia; y como un atracón de sustancia para ser, en el caso de la bulimia.
En esta nueva economía psíquica, en esta nueva demanda hay un crecimiento de patologías como las anorexias- bulimias, las toxicomanías, las impulsiones, las conductas arriesgadas, que nos está hablando de una nueva economía psíquica en la que algo del orden de la neurosis está mutando. Hablamos del mutante de la n.e.p., de la nueva economía psíquica.
Tenemos que interrogarnos de la siguiente manera: hemos vivido desde Freud una definición del campo de la economía psíquica por el cual de lo que se trataba era que la represión era el mecanismo básico de esa economía psíquica, la represión de la satisfacción de las cargas pulsionales. La mutación de la economía psíquica pasa por reemplazar la represión por la renegación. Y la renegación o desmentida lo que permite es la satisfacción de las pulsiones, esto es, el goce. Entonces, la mutación de la nueva economía psíquica se leería como el pasaje desde las viejas estructuras freudianas de la neurosis, o patologías de la represión, a unas nuevas patologías que llamamos perversión generalizada, o aquellas que constituyen la clínica de la impulsión, que se caracterizan por el goce a cualquier precio, por el no ha lugar a la represión. Lo que hay es el acceso a aquello que supuestamente colma la falta, el objeto del tener.
La paradoja del funcionamiento de la economía psíquica basada en el deseo es que el objeto del deseo está perdido, que es lo que Lacan llamó “petit a”. Sólo con la caída del objeto primero que es la madre se habilita la posibilidad de acceder a una economía del deseo. Entonces, la paradoja fundada por Freud es que para poder advenir al deseo, a la construcción de una realización simbólica, el objeto tiene que faltar.
El discurso del capitalista es: fiesta continua, no a la represión, no a la falta de objeto, el goce a disposición de quien pueda comprarlo.
Tenemos que ver los pro y los contra de esto, porque tampoco se trata de alabar la economía de la represión. Si algún mérito se le reconoció a Freud, al comienzo, fue justamente que intentaba paliar el sufrimiento de existir a partir de aplacar la represión, que nuestros síntomas pudieran tener una resolución simbólica a través de la realización de objetivos puestos no en el tener sino en el ser.
Ahora bien, la propuesta capitalista postula, por un lado, no a la represión. De acuerdo. Pero por otro lado propone sí al objeto de goce; y ahí está la trampa que denunciamos. Porque para el psicoanálisis la búsqueda del objeto de deseo sólo es posible con la exclusión del objeto de goce. Para la teoría de las pulsiones el goce lleva a la autodestrucción. El ejemplo lo tenemos en la anoréxica-bulímica o en cualquiera de las impulsiones.
El ser no se confunde con la sustancia. No se trata de perseguir la sustancia: la comida, o los tóxicos o cualquiera de las sustancias que permiten sostener ideales imaginarios. Se trata de sostener ideales simbólicos. ¿Cuáles son los ideales simbólicos sobre los que construye el sujeto su identificación? Los valores, que remiten por ejemplo a la honestidad de papá, a la sensibilidad de mamá, el tesón y la vitalidad del abuelo; no, la cuenta corriente del tío, ni el coche del padrino.
Hay una doble trampa en el discurso capitalista; la primera es hacernos creer que el objeto existe y que está en el mercado; pero la segunda trampa es más artera, más perversa, es que los objetos que nos venden están fallados para que duren poco. Para que lo reemplacemos por otro, porque si un coche nos dura 40 años la industria automotriz se hunde. Lo que es más sofisticado aún, los objetos pasan de moda y hay que actualizarlos constantemente.
Vamos a puntualizar algunas características de las nuevas patologías. Son criaturas dependientes, en estado de adicción frente a la satisfacción, con una ausencia de estructuración de sujeto que lleva a hablar de estados límites - dificultad de aceptar la frustración, requieren satisfacciones totales e inmediatas - actos impulsivos: gastar dinero irresponsablemente, comer compulsivamente, cambios bruscos de metas, abuso de tóxicos, práctica de sexo no seguro, conducción temeraria, ataques de ira, períodos de euforia. - sentimiento depresivo: vacío, aburrimiento, soledad - miedo a ser abandonado por la persona que aman - alternancia idealización – desvalorización del otro
En relación a este déficit de subjetividad que nos lleva a una especie de “niñez generalizada”, podríamos pensar que la nueva economía psíquica esta dando lugar a sujetos que no se sienten en deuda simbólica, que no tienen hacia el Otro sino derechos, ningún deber, que lo que tienen son reclamaciones, son acreedores, ninguna deuda.
El corazón de la deuda simbólica lo podemos situar en ese lugar que llamamos la causa del deseo. Si la madre tiene una función primordial, apoyada por el padre, es ser causa del deseo. Cuando decimos que el sujeto se interroga por su deseo, sabemos por Lacan que el deseo es el deseo del Otro. Es a través del Otro que el sujeto adviene a su deseo.
Y aquí está el enganche primero de la deuda simbólica. Ese sujeto puede desear a partir de que el Otro le transmite su deseo: Deseo de la Madre metaforizado por el Nombre del Padre.
Entonces, una de las características de las nuevas patologías es que tenemos sujetos sin responsabilidad, sólo esperan que les den, sin obligaciones, sin deuda. Este no reconocimiento de la deuda simbólica está aceptado como normal, por ello hablamos de “perversión generalizada”. Son jóvenes sin síntomas, agradables, pero que viven en una falta de interés, duermen todo el día, viven de noche ¿y el dinero? pues un amigo le presta de aquí, otro consigue hacerlo entrar gratis en otro lado, la mamá le paga esto otro; no es una patología, aparentemente. No hay ninguna asunción de responsabilidad. Son sujetos a-responsables. Y se transforma en obligación de la sociedad, del Estado y de la familia darles todo lo que necesitan imperiosamente y ya. Por ejemplo, pagarles la operación a los transexuales. Como ese sujeto, dicen, nació en un cuerpo equivocado, el Estado se reconoce obligado a subsanar ese error.
Esto hace que el discurso psicoanalítico suene muy antipático, políticamente incorrecto. En este sentido hablamos de “perversión generalizada”, porque de alguna manera las leyes se están plegando a la presión de la demanda social. La ciencia y la tecnología ofrecen al consumidor aquello que satisfaga su demanda.
Estamos en presencia de un déficit en la función del padre, función que consiste en demarcar un imposible, esto es, que no todo es posible. Y esto tenemos que enmarcarlo en un largo proceso que abarca cómo mínimo los últimos dos siglos. Freud, 1895, está escribiendo lo que escribe porque hay todo un movimiento de denuncia de la vieja economía psíquica de la represión. A él le toca conceptualizarlo como el malestar de nuestra cultura; y desarrollar un método clínico que permita desandar los mecanismos de la represión para que nuestros neuróticos puedan tener una vida con menos malestar.
El psicoanálisis está en contra de los efectos negativos de la represión. Pero eso no quiere decir que esté propugnando la ausencia de su instauración, imprescindible para el advenimiento del sujeto.
Hemos pasado de la vieja economía del padre represor que Freud denuncia, a una economía en donde la función Nombre del Padre está debilitada en su cometido fundamental de marcar el imposible habilitando al mismo tiempo lo posible. Esta conceptualización freudiana fue mal transmitida. Durante mucho tiempo se pensó que la función del padre era prohibirle al niño, marcar el imposible de la madre. Pero lo que no se resaltaba lo suficiente es que esa es una cara de su función, y que va acompañada de su otra cara tan importante como la anterior. Y es que al prohibir la madre abre simultáneamente las otras posibilidades. Que el padre prohibe por un lado pero abre por el otro. La instauración de lo que está prohibido -el acceso a la cosa- es estructuralmente necesario para la habilitación de lo que está permitido -el acceso a la representación-.
Ahora, desde la n.e.p. el acceso al objeto está permitido. ¿y cual es la consecuencia de este acceso? Esto es lo que estamos intentando sistematizar. Estamos en un momento de mutación, y tienen que producirse aportaciones en torno a esto que está ocurriendo. Nos estamos encontrando con pacientes sin deseo, aburridos, apáticos o, por el contrario, hiperactivos, impulsivos. El acceso al objeto sustancia como pretensión del acceso al ser a lo único que conduce es a la autodestrucción. Porque si el goce se realiza el camino es la pulsión de muerte.
¿Tenemos que alegrarnos de la nueva economía psíquica? Pues, si por un lado significa eliminar el camino de la represión secundaria, estaríamos de acuerdo. Lo trágico es que también se están cargando la “urverdrängung”, la represión originaria, imprescindible a la constitución del sujeto.
Los padres están angustiados porque no saben como poner límites a su majestad el niño. No se trata de culpabilizar a los padres ni a los maestros. Si la televisión le dice todos los días a los padres que si no le compran tal marca de lo que sea a sus hijos son unos fracasados, les deja poco margen para maniobrar. Se preconiza que el Otro está completo y que Ud. también puede estarlo. El sistema ha generado con esta mutación verdaderos déspotas.
Entonces estos padres vienen desesperados a la consulta pidiéndonos que diagnostiquemos el trastorno del niño y que les digamos lo que tienen que hacer. Cada vez más nos vemos abocados al trabajo preliminar de la demanda antes de que se pueda hacer el trabajo psicoanalítico.
Está en debate la posibilidad de que los psicoanalistas reflexionemos que estamos enfrentándonos a una nueva demanda que tiene que ver con un posicionamiento psíquico en donde lo que antes era un mecanismo de represión ha sido sustituido por la desmentida.



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