"A mi juicio, el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas de la pulsión de agresión y de auto destrucción. (...) Sólo nos queda esperar que la otra de ambas potencias celestes, el eterno Eros, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha con su no menos inmortal adversario. Mas, ¿quién podría augurar el desenlace final? Freud, Malestar en la Cultura
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20121025

SEMINARIO III, CLASE 8, EL FENÓMENO PSICOSOMÁTICO



David del Real, Globos de gas
 
 
CLASE 8: LOS TICS DE EMMY ¿SÍNTOMA O FPS?
 
 
Emma Von N y los fenómenos vocales
¡Estese quieto, no me hable, no me toque!
Los detractores de Freud
Éxito, transferencia negativa, recaída en la enfermedad
Fórmula protectora y representación contrastante
Fobia a animales mefistofélicos
La vigencia de la pregunta por el deseo insatisfecho
 
 
Vamos a trabajar hoy un caso de Freud, el caso de Emma von N, el primer caso clínico de Freud publicado en los “Estudios sobre la histeria”[1]. Ustedes se preguntarán qué tiene que ver un caso de hace 130 años con los síntomas del malestar contemporáneo. Justamente de lo que se trata es de mostrar que la clínica freudiana supo mostrar desde sus comienzos la presencia de casos cuyos síntomas no se ajustaban exactamente al carácter de retorno metafórico, simbólico, de lo reprimido, como en las neurosis histéricas clásicas. Y que la clínica de la metáfora débil, que sistematizamos con Recalcati como la clínica contemporánea, no era extraña en la clínica psicoanalítica clásica.
Entonces, este historial nos servirá para ejemplificar el trabajo que estamos haciendo en relación a  cómo hacer inteligible ciertos fenómenos o síntomas cuya estructura es dudosa. En este caso vamos a ver una manifestación, la de los fenómenos vocales, que Freud encuadra como síntoma histérico. Vamos intentar seguir el procedimiento que Freud lleva a cabo en la búsqueda de la curación de Emmy. Y he rescatado este caso porque en una referencia bibliográfica leo que los historiadores del psicoanálisis han ido rescatando los viejos casos de Freud, y hay un interrogante puesto sobre este diagnóstico de histeria.
         Dos trabajos recientes cuestionan los diferentes diagnósticos de histeria o melancolía formulados por Freud y sus sucesores; se sostiene que Fanny Moser (Emmy von N) padecía en realidad la enfermedad de tics convulsivos descrita por Georges Gilles de La Tourette (1857-1904). Con este debate se ha reactivado la antigua disputa que opuso siempre a los partidarios de la psicogénesis y los defensores de la organogénesis.[2]
Entonces, dejaremos abierta la cuestión de si estos fenómenos vocales que Freud considera falsos tics, se confirman como síntomas histéricos, o es necesario hacerlos inteligibles a la luz del llamado holofrásico.
1
Es un caso extenso pero sustancioso. Llama la atención como un caso muy florido, donde hay un estado confusional muy llamativo, en donde Freud no se corta un pelo en referirlo todo el tiempo bajo el nombre de delirios. Y recalca que entra y sale sin solución de continuidad de un estado de alteración de la conciencia a un estado de absoluta normalidad de la conciencia, donde ella es una mujer que dirige una empresa, en donde ninguna de sus relaciones sabe de su enfermedad. Esta es la doble cara que no tenemos que perder; por momentos es una loca de atar, generalmente en situaciones de transferencia; y por momentos es una mujer triunfadora de fuerte carácter. Podríamos decir que la locura la hace para su médico.
Esta mujer viene con 40 años a empezar su análisis con Freud. Sabemos de ella que pertenece a una acaudalada familia de origen alemán pero que vive en Rusia. Que a los 23 años se casó con un más acaudalado hombre de finanzas, 40 años mayor que ella que al morir le deja toda su fortuna. Tiene dos hijas y a los 5 años de casarse un buen día el marido se desploma muerto. Este es para Freud el acontecimiento traumático, a partir del cual aparecen sus síntomas. No nos olvidemos que estamos en 1889, Freud hace poco que ha vuelto de Paris, y de  su importante experiencia con Charcot. Está en los orígenes. Este es el primer caso en donde el devela con absoluta claridad cómo es la aplicación del método catártico. Freud trabaja con el método hipnótico, pero con la variación original de Breuer. No usan la hipnosis solamente para hacer sugestiones y órdenes, sino que la usan para que la paciente descargue, haga catarsis, esto es, hable. Estamos en los albores de un método que todavía no es propiamente psicoanalítico.
La paciente viene a Viena y se interna en una clínica y Freud va dos veces por día a la clínica a hacer el tratamiento. Este consistía en los siguientes pasos: primero hablaba con ella, después la hipnotizaba y la hacía hablar bajo trance, por último venían las sesiones de baños aplicados por la enfermera y a continuación masajes de los que se encargaba el propio Freud. La paciente se dormía, Freud se sentaba un rato a su lado leyendo el periódico y después, mientras ella permanecía durmiendo, se marchaba. Emmy estuvo siete semanas en tratamiento.  
La primera descripción que Freud hace de ella en su primera visita a la clínica es la siguiente: “Tendida en un diván con un almohadón bajo la nuca. El rostro presenta una expresión contraída y doliente. Tiene los ojos entornados, la mirada baja, fruncido el entrecejo, habla trabajosamente y en voz muy baja, a veces tartamudea. Sus dedos entrelazados muestran una constante agitación, frecuentes contracciones, a manera de tics, recorren los músculos de su cara y cuello… Con frecuencia se interrumpe al hablar para producir un particular sonido inarticulado, una especie de chasquido de la lengua de un sonido similar al canto del gallo silvestre (!)….Su conversación es perfectamente coherente y testimonia una inteligencia y cultura nada común. De este modo me resulta más extraño aún ver que cada dos minutos se interrumpe de repente, contrae su rostro en una expresión de horror y repugnancia, extiende una mano crispada hacia mí y exclama con voz llena de espanto: ¡Estese quieto, no me hable, no me toque!”.[3]
Así, nos preguntamos con Lacan ¿A dónde se han ido las histéricas de antaño?[4] Freud dice que comparando este caso con los otros de histeria que él veía cotidianamente, no le queda ninguna duda acerca del diagnóstico, y enumera por qué va a decir que es una histeria:
-         “La frecuencia de los delirios y las alucinaciones en medio de una absoluta normalidad de la función anímica.
-         La transformación de su personalidad y de su memoria durante el sonambulismo artificial
-         La anestesia de la extremidad dolorosa
-         Ciertos datos de la anamnesis”[5]
                                                                                                  
Apoyándose en estos datos Freud diagnostica histeria. Ahora bien, nos dice que esta histeria tiene una peculiaridad; y es que a diferencia del síntoma de conversión que vemos normalmente, en Emmy la característica es que la mayoría de sus síntomas son psíquicos. Así vemos como matiza el caso más adelante:
“Ahora, cuando reviso mis notas de entonces sobre esta enferma, me veo obligado a reconocer que se trataba de un grave caso de neurosis de angustia con expectación angustiosa y fobia, originado por la abstinencia sexual, y combinado con una histeria.”[6]
Una aclaración, el concepto de neurosis de angustia es un concepto que ya no se utiliza, que Freud rescató en ese momento para oponer a las neurosis  que son referidas a un trauma pasado. Va a hablar de las neurosis de angustia, como de las neurosis actuales, intentando especificar aquellos cuadros donde el síntoma más evidente es la angustia, y cuya referencia está puesta en el tema de abstinencia sexual.
Vemos entonces que lo que primero cataloga como un caso de histeria después lo va a matizar diciendo que es un caso combinado de neurosis de angustia con histeria. Sin embargo, a partir de que se construye con más precisión lo que son las estructuras clínicas freudianas se impone la estructura histérica sobre todas las otra neurosis solapadas en este cuadro. Hoy, si hablamos de Emmy desde la perspectiva freudiana, hablamos de histeria, aunque algunos post-freudianos hablan de melancolía:          Fanny Moser(Emmy von N) era más una víctima de la melancolía que de la histeria”[7]
Entonces, a esta mujer, con 28 años, se le muere el marido. Ella está parturienta, hace un par de semanas que acaba de tener a su hija pequeña que también se llama Emmy.  Y con la muerte del marido llegan los reclamos de los hijastros del primer matrimonio de aquél, que la acusan de haberlo envenenado. Todo esto acompañado de una campaña de desprestigio social, con notas en los periódicos, que le cierran a Emmy las tan anheladas puertas de la aristocracia europea. Y ella queda, desde ese día, sospechosa del asesinato de su marido. Evidentemente si ella se había casado con un rico anciano cuarenta años mayor que ella era con la idea de escalar posición social. Y de pronto lo pierde todo.
Y en este marco empiezan a aparecer todos los síntomas que se irán agravando progresivamente.  Ese es el trauma central sobre el que Freud va a trabajar.
Emmy tiene entonces 7 semanas de tratamiento con Freud y vuelve a su residencia. Al año tiene una recaída. Primero se niega a retomar el tratamiento con Freud, pero, tiene una relación de amistad personal con Breuer quien la convence. Ella retoma entonces otras 8 semanas, para volver a interrumpir. Un año más tarde Freud recibe una carta de Emmy, quien, preocupada por su hija mayor de 17 años,  le pide que la vea. Entonces Freud viaja a la residencia de verano de la familia Von Moser, verdadero apellido de la paciente.
2
Algunos críticos dicen que Freud no curó a Fanny Von Moser, porque no era una histérica sino un Síndrome de la Tourette. Es un nuevo intento de los organicistas de intentar poner en duda la construcción freudiana.  Siendo honestos con Freud, éste nunca dijo que hubiera curado  a Emmy
 “El resultado terapéutico fue, en general, muy considerable, pero poco duradero, pues dejó intacta la capacidad de la paciente para volver a enfermar bajo la acción de nuevos traumas”[8].
También dice que hubo algunos fenómenos en los que no tuvo tiempo de penetrar. Si leemos todo el caso nos encontramos que Emmy no trajo ninguna referencia sexual, salvo que ella, si bien no habla de su sexualidad, habla de su fobia. Pero no es una paciente como las otras histéricas que le siguieron, en las que Freud sí apuntó a las representaciones sexuales. No se habla en ningún momento de la sexualidad de Emmy. La única referencia que ella hace es, cuando al año de haber terminado, le escribe pidiéndole que venga a ver a su hija, y se encuentra allí que hay un señor revoloteando alrededor de Emmy, y ésta le dice a Freud: ¿Puede Ud. creer, doctor, que tengo un pretendiente para volver a casarme? Es la primera vez que ella hace una referencia a lo sexual, a su deseo por otro hombre.
Freud en este momento, alrededor de 1890, todavía no ha desarrollado la etiología sexual de la histeria, si bien tiene algunos indicios, por lo que vio en la Salpetrier, no por lo que se decía oficialmente, sino por lo que se murmuraba soto voce: “…esta lo que necesita es un buen polvo”. En sus desarrollos teóricos, ninguno de estos grandes psiquiatras decían que la histeria tuviera una etiología sexual. ¡Vade retro! Oficialmente era una etiología orgánica. Cuando en la psiquiatría se acuñó el término neurosis, no se estaba hablando  de una enfermedad de etiología psíquica; se referían a una enfermedad de los nervios, del sistema nervioso, aposentada en lo neurológico,
La neurosis histérica, como su nombre “hysterum” indica, tenía su sede etiológica en una disfunción de los nervios de la zona uterina. Y se hablaba así también de neurosis cardiaca, neurosis estomacal o digestiva, etc.
Y cuando va a ver a la hija, manifiesta su preocupación porque la ve siguiendo los pasos de la madre. Nosotros ahora podemos pensar aquellas cosas que Freud no dice, o no ve, o no escucha, pero que Freud escribe, lo deja para que nosotros lo rescatemos. Y es que se encuentra a Emmy, con un candidato a volver a casarse, y la hija que entra en crisis.
Freud no vuelve a saber más nada de esta familia, hasta 4 o 5 años después, en que se encuentra con un colega que vive en esa ciudad, y  se entera que Emmy había estado también bajo su tratamiento. “Me entero- dice Freud- que con muchos otros médicos había llegado a la misma situación que conmigo: éxito, transferencia negativa, recaída en la enfermedad.”
Porque Emmy culpa a Freud y a otro psiquiatra por el agravamiento de su hija. Y lo que Freud dice es algo que nos hace pensar el punto por donde este análisis no podía avanzar, porque Freud en aquel momento inicial no sabía operar con ese emergente: nos referimos al fenómeno de la transferencia.
La dos referencia finales que tenemos de Emmy son que, treinta años después, en 1920, Freud recibe una carta de la hija mayor en la que le solicita un informe con el diagnóstico de su madre, porque ella en este momento quiere hacerle un juicio a la madre porque ésta no suelta el dinero. Lo que también sabemos por algunos historiadores que se dedicaron a descifrar sus casos clínicos, es que después de ser acusada de haber envenenado a su marido, llevó una vida errática, tomó amantes entre sus médicos y terminó por enamorarse de un joven que le robó una parte de su dinero.
Los affaires amorosos con los distintos médicos que la trataron pueden hacernos sospechar que con Freud algo también habrá intentado. Pero Freud no la dejó entrar, no se percató, lo negó, seguramente no quería caer en el mismo enredo de Breuer con Anna O.
Freud en esa época se centraba en los síntomas y la búsqueda de los traumas infantiles, sin percatarse de la transferencia.
3
Volviendo a ese tic, ese fenómeno vocal que los médicos traducirían a posteriori como un síndrome de la Tourette, tenemos que escucharlo al pié de la letra: “¡No me toque!”. Es que él le daba masajes. “¡No me hable!” Es que él le preguntaba y hablaba demasiado. “¡Déjeme hablar!” Es que él la interrumpía. Y a los pocos años se confirma cómo su método se asienta en la medida en que deja de tocar, de interrumpir, de hablar.
¡Estese quieto, no me hable, no me toque! parece como mandado a hacer para mostrarle a Freud la dirección por la que tiene que avanzar su método.
Pero desde la perspectiva de lo que es el análisis del síntoma Freud va a señalar algo muy interesante, lo que llamará las fórmulas protectoras, aquellas frases que se le imponen al paciente como manera de proteger otra representación que es la que intenta surgir y pasa a ser desviada. Fórmulas protectoras ¿ante qué? ante su deseo. Freud está hablando del deseo inconsciente, y en este caso, la fórmula protectora enunciaría el deseo inconsciente en forma denegada “¡No me toque!”.
En relación a otro síntoma de Emmy, es muy interesante cómo Freud rastrea el chasquido de la lengua, lo va a llamar representación contrastante. Veamos cómo es la construcción que hace:
“…le pregunto si ha hablado siempre con ese tartamudeo, y desde que tiempo padece ese singular chasquido de la lengua. El tartamudeo lo ha padecido a partir de la aparición de su enfermedad después de la muerte de su marido; y en relación al chasquido recuerda que apareció hace cinco años, en ocasión de hallarse velando a su hija enferma, y cuando se propuso guardar el más absoluto silencio.”[9]
Ante una situación de especial carga emocional, como es la enfermedad de la hija, la idea de que tiene que evitar a toda costa hacer un ruido que perturbe su sueño se convierte en una especie de orden obsesiva, que, a lo que la conduce es a hacer exactamente lo opuesto de lo que se proponía hacer.  El guardar silencio se ve roto por la emergencia de una representación contrastante, en este caso, el chasquido de la lengua; en otros casos será el tartamudeo.
Freud le pide que le explique la significación de la frase “estese quieto”, y  Emmy le cuenta que cuando tiene ideas angustiosas, teme ver interrumpido su curso, entonces se embrolla aún más su pensamiento y crece su malestar. Y explica el “estese quieto” por las figuras de animales que se le aparecen arrojándose sobre ella. Tenía constantes escenas de zoofobia con animales que la aterrorizaban: sapos, culebras, murciélagos - todos animales mefistofélicos- en donde, ya desde la teoría de la fobia que Freud va a desarrollar después, dará como explicación que todos esos animales tienen carácter de bestialismo en el sentido de animales que representan lo bestial de la sexualidad. Es decir, Emmy no habla de su sexualidad, pero habla de sus miedos. Y Freud dirá después que en estas zoofobias tenemos la manifestación de una sexualidad imaginarizada como bestial.
Otra asociación acerca del ¡No me toque! lo refiere a sus hermanos, ella era la número trece de catorce hermanos. Y de catorce hermanos diez habían muerto, sólo habían sobrevivido cuatro. Uno de ellos, un morfinómano que padecía terribles ataques teniendo la paciente 19 años, el hermano, en medio de un ataque la había abrazado fuertemente. Aquí tenemos otra pista de las emociones sexuales reprimidas de Emmy.
Otras imágenes son de la locura de la madre, cuando la internan en un psiquiátrico. Primas, tíos, hermanos, está rodeada de locos. La fórmula protectora tiene diversas connotaciones. Ella la va usando en función de todos estos miedos, el miedo a sus emociones sexuales, o a ser agredida por un loco. Trae también escenas de su pasado donde ella es objeto de juegos sádicos.
Otra manera de leer el origen del tartamudeo es una escena en la que está en un coche, cae un rayo delante de los caballos, los caballos se espantan. En ese instante ella pensó que no tenía que gritar porque los caballos se asustarían más, pero contra su voluntad se puso a gritar. Freud ve que cada vez que ella se reprime en decir algo, en contraposición aparece un tic de estos: el tartamudeo, el chasquido o el grito.
4
En todos estos ejemplos de tics, Freud va a hablar de falsos tics. Porque el concepto tic, médicamente es considerado producto de una convulsión involuntaria sin sentido. Mientras que para Freud en cada una de estas manifestaciones es posible desentrañar un sentido. Estamos entonces en presencia de un síntoma tal como Freud elaborará progresivamente el concepto, como formación de compromiso ante el retorno de un deseo reprimido. Los fenómenos vocales de Emy están más allá de un simple fenómeno motor, y deben ser entonces considerados como síntomas histéricos, y diferenciados de otros tics, como los llamados Síndrome de la Tourette, que tendrían que ser pensados desde el psicoanálisis como respuesta a otro tipo de llamado, no en relación al sujeto del inconsciente, sino dentro de lo que venimos estudiando este año, bajo el concepto de formación holofrásica. Tendríamos entonces que diferenciar cuándo un tic es un problema neurológico, de cuándo un tic es inteligible como síntoma histérico, y de cuándo un tic puede ser entendido desde el llamado holofrásico como un fenómeno psicosomático. El indicador clínico por excelencia de que estaríamos en presencia de una holofrase - esto es, la solidificación significante que impide que un significante remita a otro significante – se manifestaría como la incapacidad del analizante de asociar nada en relación con sus manifestaciones somáticas. No es el caso de Emma von N.
En este caso el método freudiano está todavía pegado a lo orgánico, por influencia de Breuer que insiste en su teoría del estado hipnoide, de la sumatoria de excitaciones. Pero ya se está empezando a plantear el divorcio que llevará a Freud a priorizar la teoría dinámica del conflicto en la base de la histeria. No se trata de una acumulación de la excitación nerviosa sino de la teoría del conflicto y la represión.
Para Breuer las histéricas tienen una predisposición a esta acumulación que llama estado hipnoide. Sigue estando presente allí la teoría de la degeneración nerviosa.
Freud habla muy bien todo el tiempo de Emmy. Está muy loca pero sale de sus crisis y es una mujer excepcional. ¿Por qué subraya Freud esto? Porque quiere manifestar que ya basta de hablar de degeneración nerviosa en la histeria. ¿Quién puede decir que esta aristocrática dama, tan inteligente, tan segura de sí misma, es una degenerada? El defiende la teoría de la psicogénesis, el está construyendo la teoría del trauma aún apoyado en el hecho históricamente acontecido. Aún está lejos del momento en que descubra que sus histéricas le mienten, que se apoyan en fantasías, y pueda acuñar el concepto de realidad psíquica y fantasma.
El cuestionamiento de ciertos comentaristas criticando el diagnóstico de histeria de Emmy von N y apuntando que padecía en realidad la enfermedad de tics convulsivos descrita por Georges Gilles de La Tourette, nos parece interesado, un nuevo intento de rescatar la organicidad. Ya Freud en 1896 nos decía, citando explícitamente al tal Guilles de la Tourette:
Me dirijo especialmente a los discípulos de J.-M. Charcot para proponerles algunas objeciones a la teoría etiológica de las neurosis que nuestro maestro nos ha trasmitido. Conocemos el papel atribuido a la herencia nerviosa en esta teoría. Para las afecciones neuróticas, es la única causa verdadera e indispensable; los otros influjos etiológicos sólo pueden aspirar al nombre de «agentes provocadores».
Es lo que han enunciado el propio maestro y sus alumnos, los señores Guinon, Gilles de la Tourette, Janet y otros, respecto de la gran neurosis, la histeria, y creo que la misma opinión es sostenida en Francia, y un poco por doquier, respecto de las otras neurosis, aunque no se la haya formulado de una manera tan solemne y definida para esos estados análogos a la histeria.
Desde hace mucho tiempo abrigo sospechas en esta materia, pero me fue preciso esperar para hallar hechos que las corroboraran en la experiencia cotidiana del médico. Ahora mis objeciones son de un orden doble: argumentos de hecho y argumentos derivados de la especulación. Empezaré por los primeros, ordenándolos con arreglo a la importancia que les concedo.[10]
Para terminar, agregar que para la inteligibilidad de este caso de histeria no se pueden obviar los avances que Freud fue dando a partir de este primer historial a lo largo de su carrera, hasta desembocar en su famoso “Caso de la bella carnicera”, en la que nos mostraría aquella interpretación que sirvió después a Lacan como punto de apoyo a su lectura de la histeria: «Ella está obligada a crearse en su vida un deseo insatisfecho».


[1] Freud, S. Estudios sobre la histeria, pág.55, Tomo I, Obras Completas, Biblioteca Nueva
[2] Roudinesco, E. y Plon, M. : Diccionario de Psicoanálisis,(entrada Moser Fanny), Paidós
[3] Freud, Idem, pág.55
[4] Lacan, El Seminario, Libro 24, Clase 8, inédito
[5] Freud, Idem, pág. 78
[6] Freud, Idem, pág.141
[7] Roudinesco, E. y Plon, M.: Idem
[8] Freud, Idem, pág.87
[9] Freud, Idem, pág. 58
[10] Freud, La herencia y la etiología de las neurosis, Pág. 277, Obras Completas, Biblioteca Nueva
 

SEMINARIO III, CLASE 7, EL FENÓMENO PSICOSOMÁTICO



David del Real, El ángel caido
 
 
CLASE 7: LLAMADO HOLOFRÁSICO Y RETORNO LESIONANTE
 
 
Formaciones del objeto a
Intervalo vs. holofrase
El llamado y el retorno: ¿Che vuoi?
Holofrase: forclusión localizada
Cortar la holofrase
 
 
Sigamos con el fenómeno psicosomático. Hoy vamos a seguir trabajando algunos conceptos de la teoría lacaniana , y que D. Nasio retoma en su  libro sobre psicosomática[1], con una terminología muy clara, dueño de una dialéctica muy trabajada en la divulgación del psicoanálisis. Y es criticado por los lacanianos más ortodoxos porque lamentablemente cuando se hace una divulgación se tiende a cerrar conceptos que deben permanecer abiertos.   Y se corre el riesgo de simplificar. Este escrito de Nasio nos servirá para retomar el tema de una nueva clínica. Hemos estado viendo como Lacan se va posicionando más allá de lo que se llama “clínica del Edipo”, de la clínica apoyada en el padre; y los conceptos que estuvimos manejando para entender este más allá de la clínica edípica tenían que ver con el significante de la falta en el Otro - S (A/) -  y con el objeto petit a, el objeto que se precipita a partir del momento en que el sujeto deviene, cae un resto que de alguna manera representa eso que falta, la esencia del sujeto. Y la manera que tenemos para operar lógicamente con esa falta es el matema a.
1
Hoy vamos a centrarnos en un concepto que aporta Nasio, un concepto que surge desde la clínica lacaniana, y que Nasio resume con el nombre de “formaciones del objeto a”, para oponerlas a las “formaciones del inconsciente”.
Estamos trabajando el tema de los fenómenos psicosomáticos, el tema de las lesiones de órgano, y lo que estamos todo el tiempo empeñados es en ver cómo hacer inteligible el mecanismo por el cual se produce este fenómeno. Entonces, nos vamos a apoyar en el objeto petit a; y diremos que así como tenemos el grupo de neurosis y perversión que se corresponden con aquellas formaciones que tienen como común denominador lo que llamamos el intervalo, habíamos definido otro grupo en el cual está el fenómeno psicosomático, que tiene como denominador común la holofrase. Intervalo versus holofrase, fueron los conceptos que usamos hace dos o tres clases, para empezar a definir una nueva manera de ver las estructuras clínicas. Hoy vamos a intentar definir las estructuras clínicas en función de que haya o no haya caída o extracción  del objeto petit a.
Las formaciones del inconsciente son las típicas manifestaciones que tenemos en la clínica bajo forma de sueños, de síntomas, de lapsus, de olvidos, agudezas o chistes, etc. Son las que están gobernadas por el decir, están en el ámbito de lo simbólico. El síntoma es el retorno de lo reprimido y como tal es un material significante que proviene de un llamado que ha sido reprimido. Un llamado simbólico reprimido que retorna en el mismo nivel simbólico como formación del inconsciente.
En el fenómeno psicosomático tenemos, en cambio, un llamado holofrásico y un retorno lesionante. El llamado holofrásico no es un significante reprimido, no lo podemos colocar en el nivel significante, pues como holofrase, ese macizo, ese congelamiento del intervalo entre S1 y S2, lo que hace es sustituir al significante.
El llamado… ¿quién llama, a quién llama, cuál es el llamado original, meollo de la construcción de la subjetividad? Lacan recoge una versión de este llamado de una novela de Cazzotte, “El diablo enamorado” resumido con la frase ¿Che vuoi? Es la demanda al gran Otro: ¿qué quiere, que me quiere? Es el llamado al deseo: ¿qué desea el Otro de mi? para poder así saber qué es lo que yo deseo. Entonces, ese llamado es el llamado del Otro, desde el Otro y hacia el Otro. El Otro en tanto transindividual, en tanto sede del lenguaje, del inconsciente, del deseo.
Nasio tiene una expresión que me parece muy feliz para hablar de este lugar Otro, en este caso referido al cuerpo del paciente: el cuerpo del paciente no es el que está sobre el diván, sino que está entre el diván y el sillón. No estamos hablando de una transmutación parapsicológica, no. Estamos hablando del cuerpo desde dos abordajes: desde el cuerpo real, el organismo viviente, aquello que escapa a la captura; y desde el cuerpo de la realidad, esto es, el formado por el cuerpo imagen y por el cuerpo simbólico. Este cuerpo de la realidad tenemos que localizarlo en la Otra escena de la relación transferencial, en tanto lugar de captura imaginaria y de ordenamiento simbólico.
Estamos hablando del lugar Otro, que como tal se define por la falta, estamos hablando del sujeto, cuyo ser le falta. Toda la historia de la ciencia se puede pensar como un intento de taponar esa falta. Cada vez que creemos definir su esencia nos cargamos al sujeto. El intento límite de poner sustancia al sujeto es el de la estrategia holofrásica, y su resultado es congelar al sujeto bajo la forma de un fenómeno psicosomático.
En el sujeto neurótico, sus maniobras son más articulables en tanto parten de un llamado simbólico, y el retorno, la respuesta que le dan a ese “¿qué me quiere?” es un síntoma, es decir es un significante, es decir, es un representante simbólico. No es una cosa, un engendro psicosomático.
Entonces, en el nivel del llamado y del retorno por la pregunta acerca del deseo, el neurótico responde con las formaciones del inconsciente, responde con el decirse sujeto dividido. Un lapsus no es ni más ni menos que la emergencia del sujeto dividido, en tanto no sabe que es portador de un decir en el que se dice el deseo.
¿Qué se encuentra un analista en la clínica diaria?: decires y actos, sueños, síntomas y actos fallidos; y fenómenos psicosomáticos, alucinaciones, pasajes al acto. Así, se puede encontrar con sujetos en posición de objeto del fantasma, “soy una mierda”, y que va arrastrándose por los distintos escenarios colocándose en el lugar de desecho, haciéndose objeto a imaginario de su fantasma.  Muy diferente es el caso del pasaje al acto,  ahí no es que representa a la mierda, sino que “se hace mierda” con el coche, en un intento último de precipitarse como petit a real. Estamos usando la petit a como herramienta conceptual para hacer inteligible una manera de entender la clínica. 
2
Así, el cuerpo en la histeria sirve como escenario de una puesta en escena imaginario-simbólica que llamamos síntoma. En cambio, en el fenómeno psicosomático, la lesión de órgano, es casi lo real desnudo, el intento límite de colmar la falta con un pedazo real del  cuerpo. Todas las estrategias desde diferentes estructuras clínicas apuntan a este intento.
La palabra estrategia es una palabra tramposa porque pone la elección, como si fuera algo voluntarista del lado del sujeto. En la primera parte del curso , cuando trabajamos la anorexia extrema, la que lleva al borde de la muerte, vimos justamente cómo Recalcati recu-rría a la holofrase para intentar definir desde que mecanismo se produce este fenómeno. Porque no es neurótico, no es una represión; no podemos tampoco hablar claramente de perversión; y la psicosis no nos alcanza, porque la forclusión siempre la hemos visto en relación al nombre del padre, con una consecuencia de desestructuración general, con el aniquilamiento significante y la desestructuración imaginario-simbólica. Mientras que en la anorexia hay una desestructuración muy localizada que es la que está puesta en relación a la alimentación. Con el fenómeno psicosomático, Nasio se plantea la misma disyuntiva y localiza el fenómeno de la forclusión en la base de la holofrase, pero entendiéndola como una “forclusión localizada”.
En psicoanálisis el tema de la forclusión tiene una adscripción muy definida en relación a las psicosis. Y para este otro tipo de perturbaciones localizables, tal vez tengamos que seguir tirando del concepto de holofrase. Nasio va a apostar por hablar de forclusión también en el fenómeno psicosomático, con un retorno localizado en la superficie del cuerpo, pero que no es una superficie delimitada desde el concepto de objeto. Y toma como referencia el uso que Lacan hace de la forclusión o verwerfung en el caso de la alucinación del dedo cortado en el caso del Hombre de los Lobos.
En los síntomas estamos acostumbrados a hablar de las localizaciones en relación a la fuente pulsional, y la fuente pulsional típica es la de los orificios.  Así trabajamos como desarrollo de la libido oral, anal, fálica, escópica, invocante, las distintas fuentes pulsionales. Mientras que en el caso de la localización de la superficie del fenómeno psicosomático, éste se caracteriza por no tener ese recorte. El objeto lesión de órgano se caracteriza por no tener un borde delimitado como el borde de los orificios. Eso en cuanto al destino privilegiado del síntoma en relación a la fuente de la pulsión. Freud también va a hablar de las zonas atípicas, las zonas histerógenas atípicas. Recuerden el caso de Isabel von R, con la “astasia abasia”, con la dificultad en caminar y el dolor en  los muslos. Otra zona histerógena típica es, por ejemplo, la de la visión.
3
Estamos intentando caracterizar el tema de la elección de objeto, pero antes nos detendremos en la “clínica del objeto a”. Decimos, entonces, “clínica del objeto a” en tanto podemos pensar desde esta herramienta la totalidad de la clínica; seguimos con las neurosis, las psicosis, las perversiones, seguimos con la histeria, con la obsesión. En el caso específico de la clínica del objeto a en el fenómeno psicosomático, la dirección de la cura apunta, como definición de intenciones, a cortar la holofrase. ¿Para qué? Para extraer la petit a. El objetivo es que la petit a pueda ser extraída de ese congelamiento que la ha hecho encarnar en el cuerpo. Y posibilitar así que progresivamente se pueda ir montando el fantasma. Es decir, que la petit a deje de ser un pedazo real y se convierta en el montaje fantasmático, en el montaje del deseo, en un objeto imaginario-simbólico.
La dirección de la cura es que podamos llegar a operar con el fantasma, es decir, que se pueda definir en qué posición se encuentra ese sujeto en relación al objeto de su deseo. ¿Se encuentra en posición de ser una mierda? Bueno, por lo menos hay un montaje, una representación sobre la que es posible operar, que es factible de atravesar.
En el caso de la anoréxica, se trata de hacerse nada, en el orden del objeto de la pulsión oral. Desde el nivel imaginario, su búsqueda esquelética, su hacerse “hueso”, la enfrenta con el límite del objeto imaginario con lo real. Ahí está el límite de la anorexia, esta es la holofrase, la que la enfrenta con el límite de lo real, es decir, de la muerte. La que para poder hacerse objeto se encarna, se atrapa en el límite de lo imaginario con lo real. Ya no es solamente el vacío de lo simbólico, la falta que el neurótico maneja más o menos infructuosamente en función, por ejemplo, de sus inhibiciones, hasta alcanzar la aceptación de que hay cosas que puede y cosas que no puede.
El acento que pone Nasio en este trabajo sobre la lesión de órgano, es que le interesa recalcar que no está hablando del fenómeno psicosomático como entidad abstracta psicopatológica, sino como una de las manifestaciones posibles que se encuentran en el análisis, como una manifestación en transferencia. Un paciente un día trae un sueño, otro día trae un síntoma, y otro día, trae una lesión de órgano. Intenta entender el fenómeno psicosomático en el ámbito de la transferencia. En estos casos es más accesible la posibilidad de operar sobre el llamado holofrásico y el retorno lesionante: cortar la holofrase, extraer la petit a y posibilitar el montaje del fantasma. La transferencia ya instituida permite cierta articulación para que el paciente pueda recuperar cierto margen imaginario simbólico y abandonar el límite con lo real, y pueda asociar, fantasear, imaginarizar.


[1]Nasio,D., Los gritos del cuerpo, Paidós, 1996


SEMINARIO III, Clase 6: EL FENÓMENO PSICOSOMÁTICO



David del Real: Carta a Marie
 
 
CLASE 6: CAUSACIÓN DEL SUJETO Y HOLOFRASE
 
Falta-en-ser, el ser-para-la-muerte
La disyuntiva letal: el ser o el sentido
Alienación - separación
El Otro completo o el Otro en falta
El sin sentido, la contingencia
Ni S1 ni S2: el intervalo significante
El congelamiento del intervalo u holofrase
 
 
Vamos a intentar profundizar el tema de la causación del sujeto, que es donde Lacan localiza esa operación llamada holofrase, que es el concepto que estamos manejando para entender la etiología del fenómeno psicosomático. La holofrase actúa a nivel de la estructura significante, en el momento lógico de causación del sujeto, del sujeto del inconciente, no el yo, causados a partir del lenguaje, a partir de la articulación de dos significantes, S1 y S2. 
La clase anterior hicimos una puntuación fundamental sobre la relación entre el padre del Edipo, la castración y las estructuras clínicas. Y decíamos que desde Lacan se hace un esfuerzo considerable para intentar des-imaginarizar el tema de la falta, para lo cual elabora el concepto de significante Nombre-del Padre para elevar esa falta a nivel de lo simbólico. Y lo que queda planteada, entonces, es la cuestión de las estructuras clínicas en función de cómo se posiciona el sujeto ante esa falta.                                                                              
1
Se trata de pensar la falta del ser hablante como una falta-en-ser, recurriendo a la tríada real, simbólico, imaginario.
 
Así, desde el registro de lo real, vamos a abordar la falta primera, la falta primordial, desde el momento mítico del surgimiento del ser-hablante, localizando esta falta en su condición de ser mortal. La muerte como objeto real imposible de conceptualizar, eso que falta. Para poder operar con esa falta como si fuera un objeto, Lacan lo conceptualiza con un matema lógico que llama “petit a” que no es un objeto, sino una falta de objeto.
Desde el registro simbólico se conceptualiza esta falta en el nivel del lenguaje; al ser atrapado por la estructura significante, al ser acogido por la red del lenguaje, queda definida la esencia de ese ser como la de un ser-para-el-lenguaje, un ser-hablante. Y lo que define la falta en ser en el lenguaje es que no todo puede ser dicho acerca de la verdad del deseo, lo que Lacan conceptualiza con el significante de la falta en el Otro,  concepto que permite inscribir la falta sin taponarla. Decir el significante de la falta en el Otro es ponerle nombre a lo que falta en el tesoro de los significantes, el gran Otro queda tachado. Y la otra cara de esa falta es la del sujeto dividido.
Y el tercer nivel desde el que Lacan definirá la falta es el del registro imaginario, y se refiere a la falta en ser de goce, representado por el matema del falo imaginario que se escribe siempre en menos (- φ).
2
¿Por qué decimos causación del sujeto? Está hablando de su auto-engendramiento, no es que el sujeto es producido por algo externo, su emergencia, su advenimiento, es causa de sí mismo. Si lo ubicamos en su proceso ontológico, llega al mundo el bebé y es un mundo de palabras. A partir de allí tiene que ir conquistando su lugar en ese mundo; y la única manera es inscribiéndose como ser hablante. Si no habla no se inscribe, como es el caso del autista.
Lacan plantea esta operación de causación del sujeto en dos tiempos, que no son tiempos cronológicos sino tiempos lógicos, y que los podemos entender como si fueran pulsaciones, una que abre y otra que cierra. Que es la manera que también alguna vez vimos que utiliza para hablar de la emergencia de lo inconsciente.
En estos dos tiempos de apertura y de cierre se trata de un mismo círculo que se cierra sobre sí mismo y remite al inicio. Pasamos del primer tiempo de alienación a un segundo tiempo de separación, que remiten a una nueva pulsación. Pasamos del S1 que remite al S2 y que en el momento de la torsión vuelve a remitir a un nuevo S1. Se está causando, está emergiendo el sujeto en la articulación entre dos significantes.
Y el sujeto se ve en el primer tiempo de su emergencia en la disyuntiva alienante de elegir el ser o elegir el sentido. Es una disyuntiva letal, “factor letal”[1] dice Lacan. Letal porque lo condena a ni uno  ni otro; porque si elige el ser, pierde el sentido y si elige el sentido pierde el ser. Y en el centro está el sin sentido.
Podemos pensar la dirección de la cura como apuntando al sin sentido; que lo que nos enferma es: o petrificarnos en el ser, o desvanecer nuestro ser por aferrarnos al  sentido. Así lo expone D. Rabinovich en su libro sobre libertad y determinismo en psicoanálisis: “el fin del análisis es solidario del sin-sentido”[2]. La dirección de la cura no propone dejar el sentido para caer en la petrificación del ser; ni lo opuesto: lo que propone es la contingencia del sentido. Propone desmontar el sentido que nos aprisiona aceptando su contingencia, aceptando que nuestro sentido juega dentro del sin sentido y no     dentro del sentido único absoluto y verdadero, que nos tiene que definir unívocamente.
Hay que haber circunvalado lo suficiente el agujero de la angustia como para poder asumir el sin sentido. En general el neurótico localiza en un significante o en otro su sentido, pero no bloquea la emergencia del sentido inconsciente. En el caso del fenómeno psicosomático lo que emerge es una lesión de órgano inarticulable con el deseo inconsciente.
3
Estamos intentando construir la lógica de la causación del sujeto, el concepto positivo de sujeto, que tenemos que buscarlo en la articulación entre el S1 y el S2. Porque si no  caemos en una especie de especulación metafísica. Nosotros estamos hablando de la articulación del significante en el cuerpo. Siempre. Y la articulación del significante en el cuerpo se va a dar a partir de un agujero, que es la petit a. La articulación del significante en el cuerpo en Dora lo ubicamos en una afonía, o en el caso de Isabel, en una parálisis.
Lo que nos estamos preguntando a esta altura del curso es: en el fenómeno psicosomático, que pasa con la articulación del significante en el cuerpo. Pues que no hay tal articulación, y en su lugar se ha montado la holofrase. Para llegar a eso estoy pasando por ese momento primordial que es el de la causación del sujeto. Decimos que el primer momento de dicha causación pasa por la operación de alienación en donde nos vemos constreñidos a elegir entre el ser o el sentido: si elijo el ser me quedo sin sentido, si elijo el sentido, me quedo sin el ser, ahí está la alienación. La resolución de esa alienación es una torsión; a partir de esa torsión las proporciones se invierten. Cuando uno eligió el ser en lugar del sentido, en la segunda pulsación del movimiento circular, a partir de la torsión se invierte la proporción. Y la proporción de ser pasa a ser la de sentido y viceversa.
En esa torsión lo que se está jugando es la cuestión de la falta en ser,  la cuestión de qué es lo que define nuestro ser. El sujeto se constituye a partir de que acepta e inscribe la falta en ser en el Otro, quedando entonces el gran Otro tachado, y el sujeto renuncia a ser el objeto del deseo del Otro. Se precipita así el segundo tiempo lógico de la causación del sujeto, que es el de la separación.
Estamos hablando de cómo nos posicionamos ante el deseo del Otro, lo que en definitiva definirá nada menos que nuestra condición neurótica, perversa o psicótica.
Entonces en el primer tiempo de la torsión tiene que elegir entre el ser o el sentido: el ser en tanto sujeto de un deseo en falta; o el sentido en tanto objeto del deseo del Otro. Y  declina del lado del sentido.
La segunda torsión es la que le permite jugar con que su falta se articula con la falta del Otro: el Otro en tanto desea es colocado como Otro en falta. Y escapa de la elección alienante que le había colocado como objeto, cae como objeto. Esa es la falta primera, caigo como objeto y me constituyo como sujeto. Cuando decimos que el objeto cae, ¿Cuál es el objeto que cae? Es ni más ni menos que el sujeto puesto en el lugar de objeto. Esto se repite cada vez que se produce la irrupción del sujeto del inconsciente, como por ejemplo en un lapsus donde irrumpe el deseo. Allí se está reactualizando la causación del sujeto. Y en ese lugar de , en la medida que el instante de objeto se ha fijado, el instante en el que somos el objeto del deseo del Otro y perdemos nuestra condición de sujetos, en la medida que eso se fija, se empieza a producir un goce del orden de un síntoma, por ejemplo.
Entonces, estamos en un movimiento circular entre el S1 y el S2, que es lo mismo que decir, entre el significante que representa al sujeto y todos los otros significantes que representan al Otro, entre el S1 que representa al ser del sujeto y el S2 que representa el sentido, el significado, todos los significados posibles. Cada vez que fijamos una torsión de un S1 que representa al sujeto ante un S2 estamos precipitando un sentido. Pero como ese sentido no completa el sentido del sujeto, reenvía a otro S1 que va a intentar representar nuevamente a ese sujeto ante todos los significados, rescatando a uno que nunca terminará de completar ese sentido. Y así se inscriben las sucesivas operaciones de alienación-separación en la búsqueda del corte. En un momento dado hay que poner un punto, porque si no estaríamos hablando de la angustia. En este devenir hay que poner puntos, para producir cortes, para precipitar un sentido. Claro que tenemos un sentido, somos seres de sentido: padre de, hijo de, trabajador de, es decir, vamos definiendo, vamos precipitando, vamos produciendo cortes, que es lo que nos permite articularnos en el orden simbólico. Asumiendo la falta. Que de lo que se trata es que podamos aceptar vivir con la falta y no seguir insistiendo en encontrar el significante que me represente por entero ante otro significante que me dé el sentido absoluto de mi ser. Por eso decimos que en la cura se trata de cambiar esa búsqueda y aceptar que nuestro sentido es contingente y que nuestro ser es una falta en ser; que es lo que nos hace seres de deseo. Cada vez que nos empecinamos con la inmediatez del objeto que supuestamente colmaría la necesidad, renegamos del deseo, de nuestra condición de seres simbólicos.
A partir de que el sujeto asume su falta, a partir de asumir que no puede ser el puro sentido del objeto que completa al Otro, asume que la caída de ese ser sujeto lo deja  con una falta, asume la posibilidad de que esa falta, de que ese objeto que ha caído, se convierta en el objeto causa de su deseo. Decimos que la petit a marca el lugar vacío del objeto causa del deseo. En esa articulación significante por la cual el sujeto enfrenta “la disyunción del ser o el sentido”, la posibilidad de advenimiento del sujeto se precipita cuando asume que ni en uno ni en otro, ni en S1 ni en S2, sino en el intervalo.
El sujeto adviene cuando su mismidad, su reconocimiento identificatorio, su unaridad, se articula en el intervalo significante, en el entredicho. Su deseo, su ser sujeto, sólo puede ser dicho a medias.
4
Este concepto de intervalo lo introdujimos hace dos clases cuando, para entender la holofrase, planteamos una nueva forma de ver las estructuras clínicas. Cuando planteamos dónde colocamos la holofrase y recurrimos a las referencias de Lacan, vimos que nos decía en el Seminario 11 que hay una serie de casos que los podemos ordenar en función de esta operación, de esta figura que es la holofrase. Y, nos decía, el fenómeno psicosomático, la psicosis y la debilidad mental tienen en común la holofrase. Y vimos la holofrase como esa especie de engendro resultado de congelar el intervalo para intentar de esa manera precipitar el ser del sujeto. ¿Pero dónde lo precipita?  No en una articulación significante, sino en una lesión de órgano, en un delirio, en un déficit “mental”.
El concepto de intervalo nos es útil para entender que, mientras en la neurosis y en la perversión Lacan explicita que ambos dos responden  a la articulación significante, que allí hay sujeto que surge en la articulación S1-S2 – en términos freudianos, allí hay tránsito Edípico– hay otra serie de manifestaciones psicopatológicas, en cambio, donde no hay articulación significante, no hay intervalo significante, y lo que hay es holofrase.  Fenómeno psicosomático, psicosis y debilidad mental tienen en común que los tres se sirven de un engendro, la holofrase, para saltarse la falta, congelando el intervalo entre S1 y S2.
5
Hay tres cuestiones que no tenemos que perder de vista a la hora de diagnosticar un fenómeno psicosomático. Es muy importante para el analista tener en cuenta aquellos casos que en transferencia, es decir, en pacientes que ya están en tratamiento, se produce la aparición de un fenómeno que tenemos que precisar si es psicosomático. Las tres condiciones básicas a tener en cuenta son: la primera y fundamental que el diagnóstico médico previo descarte la causa orgánica; la segunda es rastrear un hecho de la biografía que tenga que ver con su desencadenamiento; y la tercera es la característica de la lesión corporal, que tiene que ver con un corte anómalo en la superficie del cuerpo. Una úlcera es un corte anómalo, un eccema es un corte anómalo, pero un asma también es un corte anómalo a nivel respiratorio.
En la clase pasada surgió un ejemplo, el de los tics, que nos hicieron interrogar sobre si podíamos entenderlos como fenómeno psicosomático, que no tenían la característica de una herida en un órgano, pero sí la de un corte motor. Tendremos que pensar en ello.
Y otra cuestión de la clínica del fenómeno psicosomático sobre la que nos cuestionaremos la próxima vez, dado que no hay articulación con el deseo, cómo hacemos para que se empiece a abrir eso que cerró, a derretir ese congelamiento y permitir que articule su lesión con algo de su deseo.
 
Resumen de la clase: LA FALTA-EN-SER
Falta real:               Ser-para-la-muerte     “petit a”                              
Falta simbólica:     Ser-para-el-lenguaje      S(A/)                                       
Falta imaginaria:   Ser-para-el-goce           
OPERATORIA LÓGICA CAUSACIÓN SUJETO  INCONSCIENTE
1º Tiempo lógico o pulsación de abertura: operación de alienación Nace dividido entre dos significantes:                                                                
-  ó  como sujeto petrificado en S1 del ser                                                  
-  ó como sujeto desvanecido en S2 del sentido. 
El efecto letal del sentido: El efecto de la alienación: Pérdida del ser, sujeto como pura falta                                                   
2º Tiempo lógico o pulsación de cierre:   operación de separación
La superposición de dos faltas: momento de la pérdida del sujeto como “a”, como objeto causa del deseo  del Otro y su velamiento por el fantasma
El efecto de la separación : Inscripción de la falta que habilita al sujeto deseante
Relación de circularidad:
-  de S1 a S2, del Sujeto al Otro                                           
-  de $ al “a”, del Sujeto al objeto
El sujeto define su ser como la falta-en-ser   y define su sentido como el sin-sentido contingente.                                                                       
Lo que encuentra nunca será  idéntico a lo que perdió
El sujeto del inconsciente se escabulle en el intervalo S1…S2                                                    
Allí está la guarida metonímica del deseo
 


[1] Lacan, El Seminario, Libro 11, Clase 16
[2] Rabinovich D., El deseo del psicoanalista, pág.116,  Manantial,