"A mi juicio, el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas de la pulsión de agresión y de auto destrucción. (...) Sólo nos queda esperar que la otra de ambas potencias celestes, el eterno Eros, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha con su no menos inmortal adversario. Mas, ¿quién podría augurar el desenlace final? Freud, Malestar en la Cultura
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20090420

SEMINARIO II, CLASE 1: EL ÓRGANO SOMETIDO A DOS AMOS


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Matisse: The green line



CLASE DEL 6/9/05

Instinto y pulsión. Necesidad y demanda. Hambre y amor. El Yo y el Sujeto
El dualismo pulsional. Pulsiones de conservación o del yo y pulsiones sexuales
Narcisismo y caída del dualismo: libido del yo y libido sexual.
Más allá del placer y restauración del dualismo: pulsión de vida y pulsión de muerte.
Repetición y goce. El mito de la laminilla.
Los orificios de la necesidad: fuentes de la pulsión.
Los recortes significantes del cuerpo: objetos de la pulsión


La pulsión es uno de los conceptos fundamentales del psicoanálisis que remite a aquello que llamamos lo específico de la sexualidad humana.
Vamos a hacer un seguimiento de cómo aparece el concepto en Freud y como progresivamente se va despegando de lo instintivo.
El Psicoanálisis reafirma hoy rotundamente que Trieb no es lo mismo que instinto. Aquí es donde se juega lo específico del planteo psicoanalítico, sino sería una disciplina subsidiaria de la Biología.
Freud dice la pulsión es un concepto límite entre lo somático y lo psíquico.
Lacan dirá la pulsión es el resultado de la conjunción del acoplamiento del significante con el cuerpo.
En términos freudianos el efecto de la pulsión es transformar, revestir al cuerpo biológico en otro cuerpo, el cuerpo erógeno, libidinizado.
En 1905, en “Tres ensayos para una teoría sexual”. Freud va a sentar las bases de lo que es la sexualidad humana y lo específico de ella es el Trieb.
Por una especie de exigencia epistemológica, Freud necesita postular un modelo dual en el que apoyar la pulsión y también de definir el concepto de conflicto. Y esto referido no solamente al funcionamiento de la sexualidad sino también al funcionamiento general del sujeto.
La pulsión es lo que va a definir la esencia de la relación de objeto en el sujeto parlante.
En tanto que al animal su relación de objeto le viene dada como un saber puramente biológico que es el instinto, en el ser parlante, con mucha suerte lo que tiene es un saber a medias de una verdad que no termina de decirse, de un objeto que no termina de ser satisfactorio, de una satisfacción que siempre lo deja con ganas, estamos hablando de una discordancia fundamental que es lo que nos hace humanos.
Entonces, para poder fundar esa exigencia epistemológica de Freud científico para elaborar su gran teoría del sujeto postula el gran modelo dualista que se apoya por un lado en las pulsiones sexuales, que es lo que tiene que ver con el AMOR, y por otro lado las pulsiones de conservación que es lo que tiene que ver con el HAMBRE: la boca sirve tanto para comer como para besar.
En ese sentido tenemos que leer a la pulsión: el bebé come y satisface la pulsión de conservación pero al mismo tiempo satisface la pulsión sexual. La oralidad es una de las pulsiones parciales de esa sexualidad que en un intento de construcción ideal Freud hace culminar en la genitalidad; como si la sexualidad se fuera construyendo en sucesivos estadios que llegan a unificarse en la sexualidad plena y genital, en la función de reproducción.
Para poder explicar la dualidad sobre la cual va a construir la teoría del conflicto, que es lo que explica dinámicamente el funcionamiento del sujeto, Freud se va a apoyar en el primer modelo pulsional: Pulsiones de Conservación Vs. Pulsiones Sexuales.

Paralelamente a esta construcción Freud está construyendo la teoría de la neurosis, a partir del modelo de la defensa que se apoya en el conflicto entre dos instancias que son: la instancia del Yo Vs. la sexualidad.
El yo tenemos que entenderlo como un conjunto de representaciones del orden moral, del orden social; y enfrente las representaciones sexuales. Y el modelo de defensa básica es el de la represión: el yo ejerciendo la represión sobre las representaciones sexuales inadmisibles.
Este modelo de la defensa va a incidir sobre la primera modificación del gran modelo pulsional, que queda constituido por Pulsiones del Yo y Pulsiones Sexuales.
Es decir, fusiona el modelo pulsional con el modelo de la defensa.

Esta modificación la hace Freud en un artículo muy interesante de 1911 “Sobre perturbaciones psicógenas de la visión”. Freud hace una reflexión muy lúcida sobre la ceguera histérica. La paciente llega con imposibilidad de ver y no hay ninguna causa orgánica que lo justifique. La Psicología de la época – Pierre Janet- propone que en este tipo de disfunciones actúa la tendencia a la escisión o disociación psíquica, como si el organismo de esos pacientes tuviera una facilitación o una predisposición a la escisión.
Y lo que Freud dice es, no, no es algo que viene en el organismo, sino que es el
resultado de un conflicto dinámico entre dos instancias: una pugna entre el yo y la
sexualidad. Y que para poder entender lo que pasa con la visión tenemos que entender
que el ojo está a las órdenes de dos amos: uno que es el yo, que es el que permite que el ojo estructure un campo: de lo visible y de lo no visible; y de otro amo, que es el sexual, que es el que hace que el ojo, además de ver, mire hacia el objeto de la relación erótica. En la medida en que en el ojo la función de la sexualidad entra en contradicción con las representaciones yoicas, el Yo entra a funcionar entonces desde la ley del Talión: “si no me obedeces entonces no vemos nada. Si no quieres ver lo que yo digo y tu insistes en detener tu mirada en “eso”, entonces, aunque yo me quede sin ver, tu te quedas sin mirar”. Es arrasar para seguir dominando.

Entonces, el órgano está al servicio de dos amos:
- el Yo de la necesidad que pide por la conservación
- el Sujeto del deseo inconsciente que pide por el amor

Bien, en 1911 hay una primera modificación pero se sigue manteniendo el dualismo. La cosa se le va a complicar a Freud cuando se ve llevado a explicar, por necesidades de la clínica, y sobre todo, por explicar cómo el objeto de amor está localizado en el cuerpo propio, se ve llevado a introducir el concepto de narcisismo.
En función de la exigencia teórica para explicar aquellos casos de la clínica, sobre todo de la psicosis, se ve llevado a construir la teoría del narcisismo.
Lo que allí Freud reconoce es que la libido recorre un circuito que pasa primero por el cuerpo propio, y en segundo lugar por el objeto: la libido se hace objetal después de haber sido yoica.

Karl Abraham entenderá los estadios libidinales como etapas evolutivas, mientras Lacan dirá, rotundo, que las pulsiones no maduran: no se explica el pasaje de la libido oral a la anal por una cuestión de maduración: son estructuras diferentes. Debemos erradicar la lectura evolutiva de los conceptos fundamentales del psicoanálisis. Estos son excluyentes a la idea de maduración. No se puede estudiar lo psíquico como se estudia un tejido biológico.

Freud llega a un punto en que se le cae el modelo dual, porque si antes decíamos que por un lado estaban las pulsiones sexuales o libido y otras pulsiones que no eran sexuales, ahora lo que tenemos es: por un lado pulsión sexual o libido de objeto, y por el otro, pulsión sexual o libido del yo. Surge una gran intranquilidad en el ambiente psicoanalítico, porque Freud se ha convertido en un pansexualista, que es lo que siempre le habían adjudicado todas las voces disidentes, desde la iglesia a la ciencia oficial. Freud se había revelado contra esta acusación intentando siempre construir su teoría sobre un modelo dual, donde lo sexual tiene un lugar muy importante, pero no todo es. Y en este momento del proceso de construcción de su teoría, el no todo es pulsión sexual sigue presente en su teoría.

Y desde 1914 a 1920 – atención a las fechas, es el período de la Gran Guerra – Freud está profundamente preocupado por darle estatuto pulsional a eso que está aconteciendo: a la destrucción, al odio, a la agresividad. Temas que siempre habían estado presentes en su obra. En algún momento considera la agresividad dentro de las pulsiones del yo; en otros momentos, cuando trabaja el tema de las perversiones, del sadismo, habla de la agresividad en las pulsiones sexuales.

Este tema lo venía trabajando desde siempre; no terminaba de darle al odio su estatuto pulsional. Y este estatuto se lo da en 1920. Entonces transforma el modelo pulsional, en “Más allá del principio del placer”. Aquí Freud dinamita lo que había sostenido hasta entonces como postulado o principio: aquel que decía que el funcionamiento psíquico responde a la obtención de placer, o a huir del displacer. Pues a lo largo de su experiencia clínica se encontraba con reacciones de hostilidad, agresión , odio, que no podían ser explicadas por la búsqueda del placer. Se pregunta cómo pueden explicarse funcionamientos psíquicos autoflagelantes si lo que gobierna dicho funcionamiento es el principio del placer.
Y así dirá que más allá del principio del placer el funcionamiento psíquico está gobernado por una compulsión a la repetición de lo displacentero.
A esto es a lo que llamará pulsión de muerte. Más allá del placer está el goce.

La satisfacción en sí, como reducción de la tensión de la necesidad, sólo es teórica, ideal, imaginable únicamente en los animales. En los seres hablantes junto con la satisfacción de la necesidad – comer para satisfacer el hambre – se nos cuela esto que nosotros llamamos goce, el funcionamiento de algo que no tiene que ver con la satisfacción de la necesidad, sino con algo que se repite e insiste, con un goce que como tal es mortífero.
La pulsión de muerte es lo que subyace a la tendencia del sujeto al autocastigo, al fracaso, a la autodestrucción. He aquí la insistencia de la repetición de lo displacentero.
Véase por ejemplo el caso de la obesidad: gordos que hay que tirar la puerta abajo para que puedan sacarlos y llevarlos al hospital, donde los operan y les sacan medio estómago. Eso, en qué placer se inscribe. Esto es el goce.
O el heroinómano que está todo el tiempo coqueteando con la muerte, aprisionado por un goce del que no puede soltarse.

La dificultad en el ser hablante es que la satisfacción de la necesidad se complica desde el primer momento, por el hecho de que la demanda se vehiculiza a través de significantes: estamos pidiendo algo más que comida, lo que llevará a Lacan a decir:”toda demanda es demanda de amor”. Pedimos por hambre pero también por amor.

Volviendo a la pulsión y a la repetición, la repetición se apoya en el significante; y pulsión y significante están conjugados. Borremos la idea de que lo pulsional es lo más animal que hay en el hombre. La pulsión es lo específicamente humano, tiene que ver con el cuerpo, pero no con el cuerpo real, sino con el cuerpo recortado por el significante. Lo animal es lo instintivo y eso el humano lo perdió. Ese es el paraíso perdido.
A partir de que caemos en el lenguaje, en lo simbólico, como refleja Stanley Kubrick en “2001 Odisea del espacio”, pasamos de ser un mono cavernícola a tripulante espacial.

La pulsión no es lo que queda del instinto. La pulsión es lo nuevo que surge en el ser parlante cuando el significante, es decir, el lenguaje lo atraviesa, desde la lengua materna, desde los primeros cuidados, incluso desde antes de nacer, al elegirle un nombre, ya está atravesado.

El funcionamiento de la pulsión está en relación a ciertos bordes del cuerpo que tienen que ver con los bordes de la mucosa, de la piel interna; son orificios que conectan el adentro con el afuera. Así iremos viendo como con la pulsión oral y la anal se ponen en escena mecanismos de discriminación que apuntan al surgimiento del sujeto.
Son orificios que sirven a las funciones biológicas y al mismo tiempo son zonas donde se apoya la sexualidad.
Lacan dirá que si la sexualidad necesita apoyarse en esos orificios de la función biológica es porque muy mal apoyada está en sus propios orificios. La relación sexual mal relacionada está, esto es, no hay tal “relación-proporción” sexual, hay un fallido encuentro que no es relación.

Lo primario es que el bebé come y evacua: allí están los dos orificios fundamentales de la necesidad, la boca y el ano, y los dos objetos, el pezón y el escíbalo que sirven de apoyo a la moción pulsional primera. Incorpora y evacua, introyección y proyección, adentro y afuera, interno y externo.
Ese es el primer movimiento en que ese proto-sujeto, ese ser amorfo, ese perverso polimorfo está intentando diferenciarse de esa amorfa masa en donde el adentro y el afuera todavía no han advenido.
La sexualidad se valdrá entonces de esas zonas, esas mucosas, esos orificios que son la boca y el ano, para revestirse libidinalmente.

Lacan dirá que la libido es como una laminilla que se aposenta, que cubre el cuerpo: es como si viniera por la noche cuando estás dormido, se posara sobre tu rostro y te envolviera. Lo dice muy metafóricamente para construir una imagen absolutamente mítica. Con ello intenta que le tengamos especial consideración al concepto de libido y no caigamos en reduccionismos naturalistas, ya que es un concepto específicamente humano, en donde sexualidad y significante conectan.
El acento está puesto en que dejemos de pensar en la sexualidad como los médicos, que dejemos de pensar en funciones madurativas. Las funciones orgánicas sólo le sirven de apoyo.

La pulsión tiene objeto, pero es un objeto que nunca termina de satisfacerla. Es un objeto condenado a no dar la talla. Todos los objetos de la pulsión tienen ubicación en el cuerpo, o mejor dicho, en el extra-cuerpo. Se caracterizan por ser un pedazo recortable, caduco, que puede caer.

De lo que se trata es de representar una falta en el sujeto.

Así como el amor platónico, en el mito de Aristófanes, se buscaba la otra mitad para alcanzar la completud, en el caso de la pulsión de lo que se trata es de una falta, que es la falta del sujeto, que como tal, no advendrá jamás, pues esa falta es lo que le permite ser.
Esa falta podemos pensarla como la caída de su constitución fálica: dejar de ser el falo de mamá. Esa completud mítica sólo puede dejar lugar al advenimiento del sujeto si cae. Sino, tenemos un psicótico. La pulsión lo que busca es completar esa caída.
El pezón como objeto que caerá es el objeto de la pulsión oral.
El escíbalo, el mojón, como objeto que cae, es un momento culminante en la asunción de la subjetividad.
Así como en lo oral lo que se juega es lo adentro-afuera, lo trago o lo escupo, en lo anal es donde se juega por primera vez la vivencia de algo propio que se pierde, cuando cae el escíbalo y se separa del cuerpo. Allí es donde se produce la ecuación por excelencia del objeto pulsional. Ya veremos la importancia que tiene todo esto en la constitución de la subjetividad, como se construye el sujeto, lo que sería la ontogénesis del sujeto, del sujeto del inconsciente.


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