"A mi juicio, el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas de la pulsión de agresión y de auto destrucción. (...) Sólo nos queda esperar que la otra de ambas potencias celestes, el eterno Eros, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha con su no menos inmortal adversario. Mas, ¿quién podría augurar el desenlace final? Freud, Malestar en la Cultura
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20090420

SEMINARIO 1, CLASE 22:EL LUGAR DEL SUJETO Y EL OTRO


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David del Real: Mujer tumbada [1]

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CLASE 15/02/07

Sólo hay sujeto en la referencia al Otro
La ciencia en pos del “cerebro inconsciente”
El inconsciente es el discurso del Otro
Los tres principios del sujeto completo de la ciencia
Determinismo inconsciente y responsabilidad del sujeto


No perdamos de vista lo que nos guía en estas clases, que se resumiría en el intento de introducirlos al concepto del inconsciente freudiano. Y cada uno de los textos que hemos abordado se detenía en un aspecto clínico particular que llamamos formaciones del inconsciente. Hoy vamos a hacer hincapié en diferenciar el lugar del yo del lugar del sujeto.
Freud a lo largo de su obra deja al yo muy mal parado, frente a las pretensiones de la Psicología de que el yo de la experiencia sea la instancia central de lo que llaman la personalidad, esto es, la sede de un supuesto poder de síntesis. Esto es algo que se cae con que cada uno dirija su mirada a sus propias dudas, vacilaciones, contradicciones, paradojas, autoagresiones. Toda nuestra experiencia apunta a desnudar nuestra alienación fundamental.
Y Lacan nos advierte en el Seminario 5 de los intentos de algunos de confundir el sujeto del inconsciente como si fuera otro yo. ¿Qué es el sujeto? Y Lacan responde: “sólo hay sujeto en la referencia al Otro”, al Otro como tesoro de los significantes, como lugar supuesto de donde viene el lenguaje, al Otro como término único que sirve para localizar lo simbólico. Por ello, el sujeto sólo puede ser representado por un significante para otro significante.
El Otro precede al sujeto. El Otro como estructura del lenguaje está siempre allí, preexiste a la entrada del sujeto en el lenguaje, quien debe someterse a ella.

Como ejemplo de discurso de la confusión acerca del sujeto quería comentarles un artículo que salió la semana pasada en el diario El País, que se llama ”La ilusión del libre albedrío”.
La última clase tuvimos por tema “El determinismo en el funcionamiento psíquico”. Y lo que dijimos es que justamente el determinismo inconsciente que Freud propone chocaba con la idea de la filosofía clásica del libre albedrío.
En este artículo los científicos se han dado cuenta que el libre albedrío es una ilusión. Y proponen la existencia de lo que llaman “cerebro inconsciente”. Es decir, no tienen más remedio que utilizar los conceptos que ya se han impuesto. Porque el concepto de inconsciente freudiano está absolutamente impuesto, no sólo en el discurso de los poetas, sino hasta de los mismos médicos. Pero la trampa, la perversión de la teoría radica en intentar hacer del término inconsciente, quitándolo de su cuerpo teórico, un concepto híbrido. ¿Qué quieren decir con “cerebro inconsciente”? Están intentando localizar el inconsciente en un pedazo del cerebro, haciéndolo depender de un funcionamiento neurofisiológico, como si se pudiera cortar un pedazo y observarlo en el microscopio. Y así someterlo a todas las intervenciones objetivas que la ciencia requeriría.
El inconsciente es un concepto difícil de apresar. Y este articulo nos servirá para ver cuales son los falsos supuestos que se plantea el pensamiento llamado científico acerca del inconsciente, y así visualizar cuales son las dificultades que tenemos que superar para definir y despejar las características definitorias del inconsciente freudiano.

Lo primero sería no entender lo inconsciente como lo subconsciente, porque sino caemos en la trampa de pensar lo inconsciente como lo secundario a la consciencia.
Y el inconsciente freudiano se define como algo cualitativamente distinto a la consciencia. Freud privilegia la idea de conflicto y de represión.
Lo inconsciente sólo se puede entender desde una estructura lógica. Para ello necesitamos recurrir a otro concepto, que es el del gran Otro. Lacan dice: el inconsciente es el discurso del gran Otro. Cuando digo gran Otro estoy usando una expresión francesa que en realidad se traduce como “Otro con mayúscula”. Es para
diferenciarlo del otro con minúscula, que es el otro semejante. Esto remite a los registros imaginario y símbólico, ordenadores de la realidad. Con este término Otro se resume lo que Freud llama “otra escena” referida a los mecanismos inconscientes. Y también se resume la estructura simbólica, la estructura del lenguaje.

Decimos que una relación es imaginaria cuando es una relación dual, entre el yo y el otro semejante, gobernada por las pasiones del yo, es decir, gobernada por las imágenes de amor u odio y las palabras vacías sólo preñadas por la ignorancia, la pasión de no querer saber.
En cambio la relación llamada simbólica trasciende la relación imaginaria gracias a la palabra plena como elemento mediatizador del discurso del Otro y el sujeto inconsciente. Debemos distinguir, entonces, la relación entre el Otro y el sujeto, de la relación imaginaria entre el yo y el otro semejante.

Uno de los primeros textos de Lacan sobre el llamado estadio del espejo es la base de la construcción de su teoría del registro imaginario. Hay un momento en que el bebé empieza a reconocer su imagen en el espejo y que es una imagen anticipatorio de su unidad corporal que aún está incompleta por cuestiones de maduración neurológica. Mientras su vivencia es la de tener un cuerpo despedazado, en el otro ve una imagen completa. Y esta es la matriz identificatoria a partir de la cual empezará a construir su yo imaginario.
A partir de allí la constitución del yo sigue la dinámica imaginaria, no es una cuestión evolutiva de maduración orgánica, sino que es del orden de la realidad imaginaria.
El sujeto todavía no ha advenido en esta dialéctica. Ya veremos como es su emergencia. Ahora estamos en el advenimiento de la imagen del otro semejante, en la que él yo se reconoce. Pero siempre se reconoce en menos, el otro tiene lo que a él le falta. Ve al otro completo y el se ve en déficit. Y aquí está una cuestión que va a marcar decisivamente la vida del infante, marca el sistema de la demanda y del deseo: lo que yo quiero lo tiene el otro; marca las relaciones básicas de celos, envidia, agresividad y del amor. Para Lacan, entonces, el mecanismo básico de las relaciones humanas se apoya en el registro imaginario. El enamoramiento y la agresividad se nutren de la fascinación provocada por la imagen.
Ahora bien, la construcción del sujeto del inconsciente va a advenir a partir de otra alteridad, que es la que va a complejizar y permitir que se constituya el sujeto, que es lo que llamamos el gran Otro. El Otro es un lugar, no una persona, como primera aproximación diremos que es el lugar desde donde nos viene nuestro discurso, el lugar del tesoro de los significantes. Este es el registro simbólico, el del lenguaje. Nuestra inevitable tendencia imaginaria nos lleva a pretender que ese gran Otro se ubique en una persona: la madre, el padre, el profesor, el psicoanalista, aquellos de los que se supone que lo tienen todo, que lo saben todo. Pero, cual es la trampa? que al tesoro de los significantes también le falta algo, no puede nombrarlo todo, no es un conjunto cerrado. Por eso Lacan escribe al Otro con el matema A mayúscula barrada.

Entonces, una primera definición del gran Otro es la de tesoro de los significantes, pero barrado, es decir, el lenguaje no puede decirlo todo, no puede cerrar completamente la significación. La ciencia se apoya en la formalización para intentar dar a su lenguaje científico la precisión de una significación sin equívocos. El significante está condenado al equívoco, o mejor dicho, siempre remite a otro significante para poder precipitar una significación por oposición. Sólo los animales se pueden comunicar sin equívocos, pero eso se llama código, no lenguaje. La abeja exploradora comunica a las recolectoras la ubicación precisa del banco de flores a donde deben dirigirse, sin posibilidad de error, ni engaño, ni lapsus, ni metáforas, ni dudas, ni equívocos. Es un mensaje puro.
El lenguaje en cambio es una estructura de elementos co-variantes. El valor de los elementos significantes varía en función del lugar que ocupan en el contexto. Cada uno de los elementos valen en función de sus opuestos: algo es bajo en relación a lo alto, lleno en relación a lo vacío.
El pensamiento positivista lleva a la creencia de que un día se levantó el homo sapiens y dijo: “a esto lo vamos a llamar árbol, a esto lo vamos a llamar montaña”; eso es pensar la estructura del lenguaje de una manera muy reduccionista, nominalista, poner nombres, sustantivar, como si fuera un código. Se olvidan de la complejidad de los verbos, de las acciones.

Entonces, el lugar del Otro pleno, completo, no existe. Y el lugar del yo que lo sabe todo, que sabe lo que quiere, tampoco. El yo es el que miente, el yo es el que se equivoca, el que dice cosas sin saberlo, y en cada una de estos tropiezos significantes se produce el efecto sujeto, emerge el sujeto del inconsciente de la única manera posible, esto es, representado por un significante. Y este sujeto emerge dividido, Lacan lo escribe con el matema S mayúscula barrada.
¿Y porqué dividido? Porque el significante que representa al sujeto sólo puede representarlo medianamente, la representación nunca es unívoca.

La ciencia pretende que hay un Otro completo, un sistema cerrado, el sistema del saber, y que hay un yo que puede saberlo todo. Por eso es que pueden hablar de “cerebro inconsciente”. Están dejando afuera al sujeto, es decir, negando la falta inherente al ser de lenguaje, suponiendo que todo se reduce a un mecanismo neurofisiológico, muy sofisticado por supuesto, pero mecanismo en fin, que en un futuro no muy lejano, creen con certeza poder construir cibernéticamente. Más pronto o más tarde construirán un cerebro, sí. Y podrán darle órdenes codificadas, como a una abejita robótica, indicándole el camino que debe seguir. Pero ese circuito cerrado excluye sin remedio el sistema significante articulador del pensamiento- lenguaje, lenguaje-pensamiento y su Otra escena obligada generadora del sujeto-deseo-inconsciente. La especulación acerca del advenimiento de este engendro ha dejado de ser materia de ciencia ficción. Hacia allí apunta la ciencia sostenida por la ideología dominante que es la del mercado de consumo. Del malestar en la cultura a la perversión generalizada.

Veamos cómo la ciencia matemática define al sujeto en relación a la teoría de los juegos estratégicos. Para construir un programa informático que permita a la máquina jugar al ajedrez, parten de tres principios fundamentales que definen al sujeto.
El primer principio dice: “partimos de un sujeto que quiere ganar, sabe lo que quiere y quiere conseguirlo”. Eso choca frontalmente con nuestra realidad. ¿Qué define al ser-hablante sufriente que vemos en nuestra consulta todos los días? que no sabe lo que quiere, y que sin poderlo evitar tropieza siempre con la misma piedra, que más que querer ganar, parece temer la realización de su deseo.
El segundo principio de los matemáticos dice: “partimos de un sujeto que conoce todas las jugadas posibles”. El programa informático permite considerar, según cada movimiento del contrario, cual es la siguiente jugada a realizar que implique la probabilidad más alta de ganar. ¿El pobrecito humano conocedor de todas las jugadas posibles? Para jugar al ajedrez puede ser, pero para jugar el juego de la vida, del amor…
El tercer principio considera que: “partimos de un sujeto que mientras juega no olvida nada del juego” Tiene memorizadas y registradas todas las jugadas que ha hecho él y el contrincante. Bien, esto mismo, ¿se puede aplicar al juego de la vida?
Esto nos sirve de ejemplo para entender el abismo que separa la pretensión del sujeto completo de la ciencia y del sujeto dividido del inconsciente.

Volviendo entonces al tema del artículo sobre el “cerebro inconsciente” y de la conclusión a la que arriban – ¡oh sorpresa! – “el libre albedrío no existe”.
La ciencia siempre ha defendido el determinismo. En el caso de la ciencia médica, el determinismo de la llamada enfermedad mental estuvo siempre, y hoy más que nunca, reducido a lo genético, es decir, a lo orgánico. Pero porqué un delirio y no otro, porqué una idea obsesiva y no otra, porqué un contenido onírico y no otro, eso lo dejaron librado al libre albedrío, al porque sí, al puro capricho de esas mentes enfermas.
En el plano de las conductas, a pesar de que los estudios de más alto nivel en genética son muy cautos a la hora de pronunciarse, los divulgadores de la sección científica de los “mass media” no tienen ningún reparo en concluir que detrás de cada una de nuestras conductas, un gen nos gobierna. Y más aún. Ahora se inventan un cerebro inconciente. A continuación vendrá el fármaco pertinente.

Muy bien, no existe el libre albedrío, pero el determinismo psíquico no responde a un “cerebro inconsciente”. ¿Dónde localiza Freud el inconsciente? El habla de la “otra escena”, pero alertando contra la tentación de la localización neurológica.
En su trabajo sobre los sueños, nos dirá que el contenido inconsciente tenemos que entenderlo en función de tres sistemas de estructuración. Un primer sistema según el cual las representaciones inconscientes seguirían un ordenamiento cronológico. En su práctica clínica lo que él hace es rastrear cronológicamente las situaciones que lo guiarán en pos del trauma original. Después describe un segundo sistema de estructuración del inconsciente como si fueran las capas de una cebolla, en donde hay un núcleo que está recubierto por capas de representaciones, siendo este núcleo lo irrepresentable, lo que llamará el ombligo del sueño. Pero hay un tercer sistema - y éste, dice, es el esencial- en el que las representaciones se conectan según una estructura que sigue un ordenamiento que él llama lógico. Sus palabras son: “un enlace por los hilos lógicos del contenido del pensamiento”. Los hilos lógicos los vimos cuando analizamos, los síntomas, los sueños, los olvidos, son los que nos conectan a través del significante, a través de lo que Freud llama “asociaciones externas”: homofonías, similicadencias. Ese hilo lógico es el de los fonemas, de los mínimos elementos significantes, tirando de los cuales podemos encontrar el camino hacia el núcleo u ombligo inconsciente.
Ese es el mecanismo lógico del inconsciente, lo que le permite a Lacan decir que el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Y así se entiende que le llame “discurso del Otro”, y que para designar el único lugar posible donde localizar el inconsciente, rescate la expresión freudiana de la Otra escena.
El discurso inconsciente es del orden de lo trans-individual, de la relación del sujeto con el Otro. No confundir con lo intersubjetivo del discurso consciente, porque ese sería el nivel imaginario, de la relación del yo con el otro.
El inconsciente es un discurso que irrumpe, aparece y desaparece, una brecha, un corte que abre y cierra; y sería una falsa antinomia oponer un inconsciente individual a un inconsciente colectivo. Un discurso Otro, el discurso del Otro es el que irrumpe en el discurso efectivo.
La articulación significante, ésa es la localización positiva en la que se nos muestran las formaciones del inconsciente, en la que el sujeto hace efecto, en la que el deseo retorna.

No hay libre albedrío, hay determinismo significante ¿Y ese determinismo es fatalista, es decir, es inamovible? El psicoanálisis dirá que hay un margen de maniobra, hay un margen de libertad. O lo que es lo mismo, la responsabilidad última de lo que le pasa es del sujeto.
Durante mucho tiempo se había caído en la interpretación de que la determinación inconciente no dejaba escapatoria.
Lo mismo se pontificaba de la determinación orgánica. Venía un médico y te soltaba: “Lo que Ud. tiene es incurable.” Aquí se instalaba un determinismo sancionado como orgánico del que se suponía no te dejaba opción. Sin embargo, la casuística médica está llena de curaciones inexplicables, o de procesos en los que el mal remite permitiendo una calidad de vida inesperada.

Un ejemplo especialmente conflictivo del determinismo inconsciente es el que atañe a la posición sexual. Uno nace macho o hembra, pero uno no nace masculino o femenino. La idea de los transexuales de que han nacido en un cuerpo equivocado es una idea delirante.
Para Freud, “la anatomía hace al destino” en tanto la asunción de la sexuación como epílogo edípico debe respetar el sexo anatómico.
El concepto de sexuación está implicando un proceso por el cual tu posición sexuada depende de cómo se sobrelleve el tránsito edípico, y las identificaciones simbólicas marquen una posición que estará así determinada inconscientemente. Pero la determinación inconsciente no hay que equipararlo a psicogénesis. Ni la anatomía es el destino ni el inconsciente es el destino. Lacan dirá que, en última instancia,“el ser sexuado se autoriza a sí mismo”.
Posición compleja esta sobre el sexo. Porque por un lado decimos que el inconsciente es un saber, y, por lo tanto, determina. Pero también decimos que el ser sexuado se autoriza por sí mismo, esto es, la responsabilidad última cae del lado del sujeto.


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