"A mi juicio, el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas de la pulsión de agresión y de auto destrucción. (...) Sólo nos queda esperar que la otra de ambas potencias celestes, el eterno Eros, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha con su no menos inmortal adversario. Mas, ¿quién podría augurar el desenlace final? Freud, Malestar en la Cultura
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20090420

SEMINARIO I, CLASE 21:DETERMINISMO Y FUNCIONAMIENTO PSÍQUICO FALLIDO


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David del Real: Luz de plomo


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CLASE 1º/02/07

Determinismo genético, divino, paranoico.
El “dejà vu” y el país de las maravillas
Otras manifestaciones de lo siniestro
Del acto fallido al pasaje al acto

Vamos a centrarnos en el último capítulo de la Psicopatología de la vida cotidiana. En las dos clases anteriores me he detenido en algunos ejemplos de olvidos concretos para mostrarles como se dibuja el esquema interpretativo de Freud, y también para hacer un análisis comparativo con el análisis que él hace de las otras formaciones del inconciente que ya vimos, los síntomas y los sueños, para ver como coinciden en todos ellos aquello que desde Lacan definimos como la determinación significante.

En este último capitulo vamos a subrayar la enseñanza fundamental de este estudio, que es la ley del determinismo psíquico. Antes de Freud los fenómenos psíquicos fallidos eran considerados fenómenos caprichosos, explicables psicológicamente como fallos de la atención, o como respondiendo a disfunciones físicas imposibles de localizar.
A la pregunta ¿ por qué me equivoqué en esta palabra? el individuo tiende a atribuirlo a la distracción; su creencia es que no hay nada que determine esto que le ha pasado. Su convicción es: “todo lo que yo pienso, yo lo gobierno”, “todo lo que yo elijo, lo elijo libremente”. Este es el gran mito que cae a partir de Freud.
¿A qué llamamos actos de funcionamiento psíquico fallido? La primera característica es que son aquellos que le pasan a la gente normal. La segunda característica es que sean momentáneos. La otra es que, cuando advienen, sean reconocidos por nosotros como incorrectos, como fallas, y como tal puedan ser rectificados. Y por último que toda la gente que comete estos actos los considera inmotivados y casuales.

Lo que está en juego en esta propuesta freudiana es dinamitar la casualidad, el libre albedrío, lo accidental, referido siempre, claro, a la actividad psíquica. Toda manifestación psíquica tiene una motivación. Y esta motivación es inconciente. Y progresivamente Freud irá discriminando y enriqueciendo las características de este funcionamiento inconciente, complejizando así su teoría.
Toda nuestra actividad psíquica no responde a un libre albedrío sino que responde a la determinación significante inconciente. La idea optimista de que la mente elige libremente es recusada por el psicoanálisis que puede ser acusado de pesimista, ó, más bien, de escéptico.

Históricamente el hombre primitivo lo tenía claro, atribuía la determinación de todos sus actos a los mensajes de los dioses del cielo. Lo proyectaba en fuerzas divinas: el destino, el karma, la fatalidad. El monoteísmo viene a poner un poco de orden, y, más cerca en el tiempo, la ciencia, con los telescopios barre el cielo de dioses. Pero no eliminan lo sobrenatural, el pensamiento mágico, el esoterismo, la superstición, que siguen gobernando desde el sincretismo la vida de sus creyentes.
En este caso ¿dónde está el determinismo? Puesto afuera, desplazado en fuerzas externas del orden de lo sobrenatural, de lo divino y lo demoníaco. La cosmología mitológica podemos entenderla como una proyección de la cosmología psicológica.
Y en el mismo nivel de proyección de ese determinismo en el exterior es lo que aparece en ciertas patologías como la paranoia.
Y en relación al pensamiento normal, dejando fuera a los supersticiosos y a los paranoicos, tenemos otro fenómeno en donde aparece un funcionamiento psíquico extraordinario del orden de “lo maravilloso”, como Alicia en el país de las maravillas, este fenómeno al que se refiere Freud es el “dejà vu”, lo ya visto, lo ya acontecido.
Ese fenómeno está emparentado con los recuerdos encubridores. Es el retorno de algo reprimido que desplaza su aparición utilizando otro elemento. Hay un elemento disparador común que ha hecho que esa situación pueda emerger, pero ha utilizado un elemento extraño, es como un sueño, hay allí una deformación.
Veamos el ejemplo que narra Freud: “Una señora de 37 años afirmaba recordar que cuando tenía 12 fue de visita a la casa de unas compañeras, era la primera vez que entraba en esa casa, sin embargo tuvo claramente la sensación de haber estado ya allí.”
La paciente había interpretado esto como una señal profética de la importancia que estas amigas adquirirían para su futura vida sentimental.
Freud trabaja el dejà vu como cualquier formación del inconciente, y le pregunta:
“¿En qué circunstancias surgió este fenómeno?” A lo que ella responde que cuando llegó a esa casa sabía que el hermano de sus amigas estaba gravemente enfermo. Y cuenta también que meses antes de este hecho su propio hermano había sufrido una enfermedad. Y creía recordar que este hermano aún convaleciente la acompañaba en ocasión de dicha visita.
Aquí tenemos un significante clave, “hermano enfermo”, que liga el escenario del dejà vu – “hermano enfermo” moribundo de las amigas- con las circunstancias personales de la paciente – su propio “hermano enfermo” ya convaleciente.
El dejà vu entonces, no es ajeno a este significante conector. Y Freud aborda el develamiento del contenido inconciente que ha sido movilizado por este significante.
Hay un detalle que le llama la atención y es que esta mujer recordaba con absoluta claridad el traje que llevaba aquel día.
Freud interpreta que lo que había sido reprimido en aquellas circunstancias era un complejo de celos y rivalidad hacia el hermano, que esto la había llevado a desear un desenlace fatal para su enfermedad, a consecuencia de lo cual ella se había imaginado vistiendo de luto.
Y al llegar a la desconocida casa de sus amigas, la coincidencia de situaciones hizo que corriera grave riesgo de emergencia su reprimida hostilidad mortal hacia su hermano.
Es decir, ella se encuentra con una situación muy conocida, pero insoportable de hacer conciente, y entonces ese sentimiento “esto es algo muy conocido por mi” se desplaza de la situación “hermano enfermo” a la localización espacial, al escenario, con lo cual el retorno de lo reprimido se disfraza de “dejà vu”.
El mecanismo por el cual se defiende el yo de ese sentimiento tan hostil es el desplazamiento, haciendo que lo que se cargue de recuerdo sea una circunstancia que no tenía nada que ver con el recuerdo que retornaba originalmente. Es en definitiva un recuerdo encubridor, es una transacción para aparecer disfrazado, como los sueños.
Y es interesante cómo Freud resalta el sentimiento de lo maravilloso y lo siniestro que acompaña a la emergencia de estos fenómenos, uno se queda cautivado, asombrado.

Freud dice “lo maravilloso” pero también dice “lo siniestro”. Y esto último lo trabajará en un artículo de 1919 titulado justamente Lo Siniestro (Das Umheimliche) también traducido como lo ominoso. Algo del orden extremadamente cercano que es vivido como inquietante. Es el sentimiento que acompaña la emergencia de algo reprimido que retorna. O como lo define Schelling, que ve en lo siniestro algo que, debiendo haber quedado oculto, se ha manifestado.
Es lo inquietante de la bella pero misteriosamente silenciosa e inmóvil Olimpia, la muñeca de madera del Cuento del Arenero de Hoffmann, que Freud analiza.
Referirá el carácter siniestro del arenero al complejo de castración infantil. Creerá ver en este personaje la representación infantil del padre castrador. También seleccionará dos temas que evocan un efecto siniestro: los fenómenos de identificación con desdoblamiento del yo o doble u otro yo, en el que se confunden los procesos anímicos en transmisiones consideradas telepáticas; y finalmente los fenómenos de constante retorno de lo semejante, de repeticiones involuntarias, que Freud explica a partir de fundar una nueva tópica pulsional, con la figura del automatismo de repetición que gobierna nuestra actividad psíquica más allá del principio del placer. Así nos dirá que se sentirá como siniestro todo aquello que sea evocador de este impulso inconciente de repetición.

Seguimos en el tema de la casualidad versus la causalidad en el decir. Nada de lo que uno dice se libra de la determinación. O en palabras de Borges que resume “…la idea de que no inventamos nada, de que se trabaja con la memoria, o para hablar de una manera más precisa, de que se trabaja con el olvido”

En los ejemplos que nos pone Freud para mostrar el determinismo en la elección, por ejemplo, de un número cualquiera, vemos a partir de las asociaciones posteriores que siempre es posible una vuelta de tuerca más. Siempre tenemos un nivel de representación reprimida que está más allá de la primera asociación que tiene que ver con lo preconsciente, no con lo reprimido. No nos quedemos con lo preconsciente, sabiendo que la representación reprimida siempre será una más de otras a las que nunca llegaremos.
En este momento de construcción de la teoría, que aún no está del todo sistematizado, Freud apunta en el origen de la determinación inconciente a algo del orden de un recuerdo infantil sexual.
En resumen, la idea central que se intenta demostrar con el análisis de todos estos fenómenos es que en las producciones psíquicas no existe nada arbitrario ni indeterminado.

Vamos a trabajar un ejemplo de acto fallido bajo el rubro “torpeza o actos de término erroneo”. Es un caso de error que comete el propio Freud en la administración de una medicación a una anciana paciente a la que administraba cada mañana, desde hacía ya mucho tiempo, un par de gotas del frasco azul de colirio y una inyección del frasco blanco de solución de morfina. Y esa mañana se equivoca de frasco y echa en los ojos de la anciana dos gotas de solución de morfina, que por suerte era de muy baja concentración. Así que sólo fue un pequeño error sin mayores consecuencias. Más graves hubieran sido las consecuencias si el error hubiera sido con la inyección.
El análisis de la determinación inconciente de este fallido lo lleva por los derroteros de su propio complejo de Edipo. Su interpretación se apoya en la lectura significante, pues en alemán el verbo reflexivo “equivocarse”, variando la preposición final se transforma en “atentar, profanar, violar”; “me equivoqué con la anciana” deriva a “atenté sexualmente contra la anciana”.

Más allá del análisis de la determinación inconciente de este fallido, muy interesante por cierto, pues lo lleva por los derroteros de su propio Edipo, este ejemplo nos sirve además para subrayar otra cuestión. Las equivocaciones que habitualmente consideramos un lapsus o acto fallido suelen ser inofensivas.
Pero si el resultado de dicha equivocación tuviera consecuencias fatales ¿puede ser también encuadrado como acto fallido? ¿puede suponerse la existencia de una intención inconciente?
Freud no responde aquí a estas cuestiones, pero es evidente que la segunda, la de la determinación inconciente, se responde positivamente. No es la cuestión del determinismo inconciente lo que está puesto en duda por Freud, sino lo que él llama en este caso “la intención”, esto es, el nivel de compromiso del sujeto inconciente.
En cuanto a la primera pregunta, creo que ya no deberíamos hablar de acto fallido sino de “pasaje al acto”. Y para hacer inteligible su lectura no nos basta el mecanismo de las formaciones del inconciente que hemos venido trabajando hasta ahora. Mientras un síntoma lo consideramos como una construcción simbólica, el pasaje al acto muestra el fracaso de la articulación simbólica, y se coloca en el borde de “lo real”, de aquello que no ha podido ser simbolizado.


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