"A mi juicio, el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas de la pulsión de agresión y de auto destrucción. (...) Sólo nos queda esperar que la otra de ambas potencias celestes, el eterno Eros, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha con su no menos inmortal adversario. Mas, ¿quién podría augurar el desenlace final? Freud, Malestar en la Cultura
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20090420

SEMINARIO II, CLASE 2: EL OBJETO PERDIDO


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Matisse: Robe violette-anemones

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CLASE DEL 13/9/2005

Por ser sexuado, condenado a la muerte
Por ser hablante, condenado a la pulsión
Por ser deseante, condenado a la insatisfacción
Resto del apareamiento cuerpo//significante
Ubicación orgánica del sujeto del inconsciente: ser la comida que tragas
El sujeto se hace oír desde lo real del cuerpo
Todo objeto es un tapa agujero


Habíamos dicho que dentro de lo que es el desarrollo del modelo pulsional, Freud había arribado al dualismo pulsión de vida- pulsión de muerte.
La cuestión clave en este dualismo es que ambas pulsiones trabajan juntas, están imbricadas, entrelazadas. Y lo que guía al sujeto es el resultado de ese entrelazamiento entre ambas pulsiones.

Para ir acotando más este concepto, comentábamos recién el descubrimiento de los biólogos de que el 99% del genoma humano coincide con el genoma del chimpancé. Y se preguntan los científicos en qué radica lo específicamente humano. Y el psicoanálisis responde que radica en que somos seres hablantes. Y esa cualidad de ser hablante, es decir de ser una criatura capturada en las leyes del significante, lo condena a la pulsión. La pérdida del saber instintivo y la preeminencia del determinismo significante lo condena a ser expulsado del paraíso, del reino de los animales, Pero claro, la pulsión en sus dos caras de sexualidad y muerte. Es lo que intentaremos ir construyendo, ir dándole entidad teórica y clínica a lo largo del curso.

Se trata de pensar como adviene el sujeto como ser parlante, y a partir de ese advenimiento, como se va constituyendo en relación al recorrido pulsional. Y de cómo su sexualidad se caracteriza por llevarlo a una relación sexual imposible, a una conjunción fallida. Y paralelamente lo lleva a la presentificación de la muerte.
Esta es para el pensamiento postfreudiano la cara más conflictiva de la pulsión.
Nadie discute el concepto de pulsión de vida; el pensamiento contemporáneo acepta que la creatividad del ser humano se apoya en Eros como pulsión unificadora.
A Tánatos en cambio, solamente se le admite como aquello que empuja al ser humano a la destrucción y a la guerra.
Y se trata de subrayar que la pulsión de muerte debemos entenderla fundamentalmente como la compulsión a la repetición de lo displacentero, repetición que no tiene que ver con la necesidad, sino con el significante.

Se trata de que piensen la pulsión a partir de la condición de ser hablante, y no pensarla como ese objeto oscuro que tiene que ver con lo instintivo.
Se trata de pensar la pulsión en relación a la falta, a la búsqueda del objeto de la completitud.

Vamos a centrarnos ahora en explicar la pulsión como el intento de presentificar el objeto perdido con partes del cuerpo.
Pero antes se trata de aclarar:¿qué objeto se perdió?.

Un primer intento de aclarar la entidad del objeto perdido sería relacionarlo con lo que Freud recupera de la historia filogenética, de la aparición de la reproducción sexuada simultaneada con la aparición de la muerte.
Cuando Freud desarrolla el concepto de pulsión de muerte en “Más allá del principio del placer”, va a trabajar una cuestión biológica, en relación a la filogénesis.
A lo largo del desarrollo evolutivo de los seres vivos hay un momento crucial, es cuando aparece la reproducción sexuada.
Los organismos unicelulares, como las amebas, se reproducían por fisiparidad, esto es, la célula se partía en dos. Y en vez de una ameba, teníamos dos. Y lo más importante, que estas amebas no tenían fecha de caducidad. No había muerte del individuo, había transformación del individuo unicelular en dos células nuevas.
A partir de los organismos pluricelulares se produce un salto importante en la evolución, y es la aparición de la reproducción sexuada, y conjuntamente, la muerte del individuo. La vida pasa a adquirir la siguiente secuencia: nacer, crecer, reproducirse y morir.
Filogenéticamente la reproducción sexuada y la muerte del individuo surgen juntas.
Sexualidad y muerte como dos caras simultáneas.
Y esto el psicoanálisis lo retoma en la ontogénesis, en la emergencia del sujeto: con la aparición del lenguaje, con la inscripción del ser hablante en lo simbólico, aparece la pulsión como aquello que inscribe en lo inconsciente la sexualidad y la muerte.
La pulsión lleva en sí misma la posibilidad de libidinizar o la de mortificar, la de arrastrarnos a la repetición de lo displacentero.

En resumen, desde una aproximación filogenética a la pregunta por el objeto perdido, la respuesta apunta a ese momento mítico en el que surge la sexualidad al precio de perder la inmortalidad. Por ser sexuado, condenado a muerte

Un segundo intento de darle respuesta a la pregunta por el objeto perdido nos lleva a diferenciar necesidad, demanda y deseo.
Cuando el bebé llora la madre traduce “tiene hambre”, y le da de mamar. Eso está muy bien, pero este ciclo, el ciclo de la necesidad sólo se cierra en el caso de los animales.
En el hablante-ser el puro objeto de la necesidad ya no basta, a partir de que el sujeto pasa a estar constituido de y desde el lenguaje. A partir de que la necesidad se vehiculiza a través de la demanda, cuando su pedido se traduce en significantes, inevitablemente hay implicada otra cosa más allá del alimento: la demanda de amor.
La satisfacción de la demanda por el objeto de la necesidad deja un margen insatisfecho, que es el que corresponde al objeto “a”, motor causa del deseo.
Y a partir de allí todas las demandas pasan por esa determinación: algo de lo que se pide queda sin ser satisfecho, lo que remite al deseo inconsciente.

Podemos entonces decir que por ser-hablante, la demanda lo aliena del objeto de la necesidad, del objeto de la satisfacción total, que pasa a ser un objeto mítico.
El hablante-ser, por ser hablante está condenado a la pulsión.

Una tercera lectura del objeto perdido, sería la del todo que el bebé con su madre constituye en la completud fálica. Para poder advenir como sujeto, y por lo tanto al deseo tiene que renunciar al goce incestuoso.
Para habar del advenimiento del sujeto y del objeto perdido, Lacan va a utilizar tres matemas: S , el sujeto ,A , el Otro con mayúsculas, y “a” minúscula, el objeto perdido.

El sujeto adviene a partir de su inscripción en lo simbólico, es decir, a partir de que pasa a ser representado por un significante S1 ante otro significante S2, significante que recorta de A que es el tesoro de los significantes. Pero al separarse S de A cae un resto, “a”, debido a que no todo el sujeto queda representado. S adviene barrado y A también se escribe barrada marcando el reconocimiento de su castración, de su incompletud, de su falta de garantías
Este objeto perdido “a” pasa a ser causa del deseo. Allí es donde Lacan ubica el motor del deseo, en ese resto que cae en el momento del advenimiento del sujeto, a partir de la inscripción en la cadena significante.
Es un agujero imposible de llenar. Esta falta es garantía del deseo. Si falta esta falta adviene la angustia. Por ser deseante, condenado a la insatisfacción.

¿Qué objeto se perdió, entonces? Un objeto que nunca estuvo. El de la completitud.
Podemos denominarlo el Todo, lo Real. El de la inmortalidad, el de la necesidad natural, el de la masa amorfa pre-subjetiva.

Una manera de definir a la pulsión es como la búsqueda de la parte perdida de sí mismo en el Otro. Esto supone otro como completo, y esto supone que el sujeto cree que eso que le falta lo va a encontrar en el Otro. Ha perdido algo que nunca tuvo, y esa es la trampa lógica en toda esta cuestión.

Y el neurótico, en su defensa contra la castración, sigue luchando por rescatar un Otro completo. Aceptar la castración es aceptar que no existe el Otro completo.

El matema de la pulsión: S <> D (uno de los estatus de la demanda)
Se lee como el sujeto barrado en una relación incongruente con la demanda
Lacan construye una serie de fórmulas a partir de las cuales intenta operar con distintos conceptos poniéndolos en relación. Y el uso de estos matemas o letras, lo que le permite es despegar el concepto de la sustancialización.
Va a relacionar la pulsión con la demanda, pero con un tipo de demanda muy específica, que es la demanda muda. La relación entre el sujeto y la demanda siempre es incongruente, porque la demanda como tal nunca termina de ser traducida, porque es imposible de satisfacer. Pero en el caso de la pulsión, además, la demanda está muda. Es allí donde se da lugar a la pulsión: cuando la demanda no se traduce en un decir.
Esta relación de incongruencia entre un sujeto en fading, desfalleciente, y una demanda muda, acéfala, provoca la irrupción de la pulsión, que lleva al sujeto a fijarse, a coagularse en una práctica de goce mediante un objeto vinculado a un agujero de su cuerpo.
El nivel de la demanda es el nivel del significante.
Cuando tenemos un sueño, un síntoma o cualquier formación del inconsciente, estamos ante demandas dichas o metaforizadas. En el caso de la pulsión no hay metáfora: la pulsión en acción es un actuar del cuerpo, de una parte del cuerpo en relación a un orificio.

El recorrido de la pulsión parte desde un orificio, y circunvalando el objeto, retorna sobre si mismo.
El objeto que se intenta recubrir viene a hacer semblante del objeto a real, es decir, viene a tapar la falta de objeto, el agujero. La pulsión le da cuerpo, por ejemplo, con el pezón que pasa a ocupar ese lugar de objeto perdido. Y el recorrido, partiendo de la boca, contornea el pezón y retorna sobre sí mismo.

Freud utiliza una herramienta gramatical: la voz activa, la voz media y la voz pasiva.
En el caso de la pulsión oral tenemos la voz activa: chupar; la voz pasiva: ser chupado;
Y la voz media: chuparse.
Los objetos de c/u de las pulsiones parciales son recortes del propio cuerpo. Pezón y mojón son recortes primeros de este movimiento pulsional donde se juega la incorporación y la expulsión, el adentro y el afuera. Y este movimiento se complejizará con el recorte de la voz y la mirada, en los que nos detendremos más adelante.

En estos recortes se juega la constitución del sujeto, en cada una de estas etapas de recorrido pulsional en torno a estos objetos. En la pulsión oral se juega el ser chupado, como objeto chupado o como sujeto al chupar.
Oral, anal, escópico, invocante: órdenes o categorías de constitución del ser
Pezón, mojón, mirada, voz: objetos que al caer dan a luz al sujeto

En situaciones traumatizantes en que vacila la estructura simbólica, el sujeto se ve enfrentado a su ser frente a un puro agujero, y allí deviene la angustia.
La angustia es la brújula, dirá Lacan, que nos permite detectar cuándo nos enfrentamos al objeto a real.

Volviendo al matema de la pulsión S<>D , decíamos entonces, que es ante la demanda muda cuando se pone en marcha la pulsión ofreciendo parte de su cuerpo al goce. En lugar de “a”, que es un puro agujero, ofrece una parte del cuerpo recortada por el significante. La manera de entender como la pulsión y el significante están unidos, es desde ese cuerpo recortado por la articulación significante que se pone en juego desde la demanda.
El objeto de la pulsión es entonces un tapa-agujero.
Otra cobertura que se le ofrece al objeto a real es el objeto del fantasma.

El matema del fantasma: S <> a (escenario del deseo)
La fórmula del fantasma se lee como la puesta en escena del reencuentro imposible con el objeto perdido; de la relación incongruente entre el sujeto dividido y el objeto meta del deseo, objeto metonímico, objeto más o menos satisfactorio; a diferencia del objeto de la pulsión, que es objeto de goce.

Entonces, el objeto del fantasma, que es el objeto meta del deseo, es también un objeto tapa-agujero. Porque el objeto causa del deseo, el objeto “a”, es inalcanzable. Y nos vamos conformando con aproximaciones metonímicas, con desplazamientos a objetos imaginario-simbólicos.
Es importante la diferencia entre el objeto de la pulsión y el objeto del fantasma.
Es bueno jugar con las metonimias; lo malo es cuando uno se queda fijado en el objeto pulsional, como por ejemplo, quedarse enganchado con la comida.
Hay diferencia entre el objeto del goce y el objeto del deseo. Uno es mortífero y el otro es vida


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