"A mi juicio, el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas de la pulsión de agresión y de auto destrucción. (...) Sólo nos queda esperar que la otra de ambas potencias celestes, el eterno Eros, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha con su no menos inmortal adversario. Mas, ¿quién podría augurar el desenlace final? Freud, Malestar en la Cultura
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20090420

SEMINARIO II, CLASE 23: LA SUBLIMACIÓN ¿PSICOANÁLISIS DEL ARTE O ARTE EN EL PSICOANÁLISIS?

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David del Real: Pescador
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CLASE 7/11/06


Los destinos de la pulsión
El Ideal del Yo y el objeto de interés social
El “amor cortés” o la sublimación del objeto femenino
¿Qué tiene de especial la obra de arte?
La revelación de “das Ding” más allá del objeto
El teatro como organizador del vacío

Dentro de lo que estamos trabajando en torno a la pulsión y sus destinos, uno de los avatares es la sublimación.
La sublimación es uno de los puentes que el psicoanálisis tiende en relación al fenómeno artístico: y este vínculo tenemos que poder leerlo en uno u otro sentido, esto es, el psicoanálisis en relación al arte y el arte en relación al psicoanálisis.
Vamos a ver cómo el concepto se va construyendo desde la obra freudiana y cuál es el aporte que hace Lacan en relación a este concepto.

Nosotros sabemos que cuando hablamos de pulsión y su satisfacción lo que estamos planteando es una paradoja. Decimos que el objeto de la pulsión es un objeto que no está fijo, su característica es la labilidad, la plasticidad. Y la paradoja es que el objeto hacia el que tiende la pulsión es un objeto inalcanzable, que a lo sumo es contorneado, circundado. Los cuatro objetos que Lacan cataloga como esquirlas del cuerpo: seno, excremento, mirada, voz, son objetos que lo que hacen es revestir, ocupar un lugar que como tal es un lugar vacío. En ese sentido, la paradoja fundamental de la satisfacción de la pulsión es que nunca llega al objeto, es una satisfacción condenada a la insatisfacción.
Y con la sublimación, la satisfacción del “trieb” vuelve a mostrar otra cara de dicha paradoja, la de encontrar su meta en un objeto desexualizado.

Veamos como va construyendo Freud el concepto de sublimación. Para ello tomaremos en cuenta tres modalidades de satisfacción de la pulsión: directa, sintomática o desviada.
¿Cuál es el fin al que está condenada la pulsión? Su vicisitud principal es la represión, es decir, el fin sintomático, porque el retorno de lo reprimido, el síntoma es una forma de satisfacción de la pulsión. Pero siempre tenemos que considerar que hay una cuota de pulsión que llega a su satisfacción directa, esto es, que llega a su fin sexual, aunque sea de aquella manera. Y hay una tercera modalidad de satisfacción que es la sublimatoria o desviada.
Ahora definiremos cuales son las características de ese desvío. Plantea Freud desde muy pronto, desde los “Tres Ensayos…” una nueva paradoja en la sublimación, y es que construye todo una teoría de la sublimación como sistema defensivo. Ya no en tanto vía privilegiada de satisfacción alcanzando un objeto, sino como un sistema defensivo.

Hay un ejemplo de un caso clínico de Freud que les voy a comentar brevemente. Es una joven que lo consulta con un síntoma de angustia que le acontece cuando sale a la calle, y más específicamente cuando se siente mirada por los hombres. Expresa el temor de ser vista como una prostituta. Les adelanto la interpretación que hace Freud: culpa por sus deseos inconscientes. Veamos como Freud construye el camino por el que llega a esa interpretación, de cómo ese fantasma de ser objeto de goce de la mirada del otro aloja un sentimiento de culpa en relación a su deseo incestuoso hacia el padre.
La paciente cuenta que su padre había tenido sucesivas historias sexuales con el personal doméstico. Con alguna de estas chicas la paciente había tenido vínculos afectivos, identificaciones, que la empujaban inconscientemente a ocupar ese lugar, es decir, el de ser deseada por el padre. Esta es la idea que ella tiene que reprimir. Esta es la idea insoportable: reconocerse amable, objeto de deseo del padre, como estas jóvenes.
A fin de impedir el retorno de esta idea peligrosa el mecanismo de represión se vale de una derivada que consiste en desviar en oposición: en vez de ser ella la que desea es ella la deseada, no ya por el padre, sino por los otros hombres. Construye un fantasma por inversión. Y ya ella no es sino una mujer prostituible.
Freud equipara este mecanismo de defensa con una sublimación. ¿Por qué? ¿Acaso se cumple el desvío de la libido de un objeto sexual a un objeto no sexual?
El razonamiento que sigue Freud sería el siguiente: para esta joven sería más aceptable el ser objeto prostituible que el ser objeto del deseo del padre. Y a este desvío de objeto le da el carácter de sublimatorio.
Estamos en los comienzos de la elaboración de la teoría, y Freud nunca llegó a elaborar un trabajo sobre el tema; mejor dicho, el trabajo sobre la sublimación que había escrito lo destruyó y no lo publicó. Lo que tenemos son distintas aproximaciones en sucesivos trabajos.
En el ejemplo anterior, el precio de esta desviación es el síntoma. Y una desviación será sublimatoria cuando no tenga que pagar ese precio.

En otro momento utilizará el concepto sublimación para referirlo a un mecanismo de defensa que él trabaja como propio de la neurosis obsesiva pero que también vemos en la histeria, que son lo que llama formaciones reactivas, formaciones que siguen la lógica de la transformación en lo contrario. Así, en la neurosis obsesiva la excesiva necesidad de limpieza, de orden, la leemos como formación reactiva de algo que tiene que ver con una mancha, una suciedad, un desorden. En la histeria lo vemos, por ejemplo, en las sensaciones de asco que deforman sensaciones de placer.
Vemos entonces cómo, en estos ejemplos de mecanismos de defensa, utiliza el calificativo de sublimatorio, defensas sublimantes.
Siguiendo con el modelo de la defensa, veamos los cuatro modos en que la pulsión alcanza su satisfacción, mediatizado por la defensa. Hay una única manera en que la pulsión tiene su satisfacción directa y es alcanzando su objeto sexual; todas las otras maneras son indirectas, a través de una defensa. La represión es la defensa por excelencia, la consecuencia es el síntoma; entonces la pulsión goza del síntoma. La inhibición es otra de las maneras: la pulsión inhibida da como resultado la ternura.
El tercer mecanismo que va a nombrar es la vuelta sobre el propio yo: la pulsión, en vez de dirigirse sobre el objeto amado da vuelta sobre el propio yo. Después veremos que este es uno de los pasos obligados del proceso de sublimación.
Y en cuarto lugar el de la sublimación. Y aquí sí Freud nos va a especificar una de las características fundamentales del objeto de la sublimación, y es que tiene que ser un objeto de reconocido valor social, y pone como ejemplo por excelencia la obra de arte.
Más adelante agregará otra condición: que no tiene que tener utilidad.

Y este es el punto sobre el que se va a apoyar Lacan para referirse a la sublimación, porque en este no ser un objeto necesario, no ser un objeto útil, y ser un objeto de reconocimiento social, se están jugando dos variables que ya veremos como las enuncia Lacan. Pero antes sigamos con el recorrido freudiano.

Si lo pudiéramos organizar de una manera fija, a los fines didácticos, diríamos que hay una carga libidinal sobre un objeto que tiene que ser retirada y puesta en otro objeto. Pero hay un paso intermedio: en el tránsito de retirar la carga del objeto y antes de colocarla en ese otro objeto sustitutorio, esa carga se transporta sobre sí mismo. Tenemos entonces primero un objeto sexual, luego el yo y por último un objeto no sexual. Estos son los tres términos del recorrido de la pulsión. El segundo término tiene que ver con el narcisismo y el tercer término con los ideales, con el ideal del yo.
Ahora bien, dijimos que para que la sublimación sea posible se tiene que alcanzar la desexualización, pero no quiere decir que toda desexualización sea sublimación, hay allí una complicación. Por ejemplo, las actividades de ocio, las actividades deportivas, son
objetos desexualizados pero no alcanzan el valor de objetos de sublimación.

Lacan va a trabajar este tema en su seminario “La Etica del Psicoanálisis”. La sublimación- dirá Lacan- en tanto creadora de valores socialmente reconocidos, debe ser juzgada en el plano ético. Y nos hablará del “amor cortés”. Es un movimiento literario de la Edad media, un movimiento social, que se extiende por todo el tejido social cuya supervivencia se la debemos a los trovadores. Está hablando del movimiento de los trovadores, el minnesong en Alemania, los cantos de amor. Y en Francia los trovadores se confunden con el movimiento cátaro. Lacan hace toda una construcción en torno a este momento de la Edad Media europea, durante 4 siglos lo que tenemos son miles y miles de cantos, de poesías que nos quedan como documento histórico de esa época, de la llamada “gaya ciencia”, en donde el tema reiterado y siempre repetido es el amor, pero con una característica, la de ser siempre el amor insatisfecho, el amor imposible por una dama que siempre dice “no”. Y durante 400 años cantaron a esa dama que les dijo siempre que no. Allí es donde Lacan dice que éste es un producto en donde están jugando las especificidades del objeto de sublimación: la dama, el objeto sexual puesto como inaccesible.

Volviendo a la teorización freudiana es importante subrayar, por un lado, el tema del narcisismo como momento intermedio en el proceso de desexualizar el objeto desviando la carga en un objeto de interés social, y, por otro lado el ideal del yo para que guíe la búsqueda de ese objeto de interés social.
Durante mucho tiempo se llegó a confundir, a superponer el Superyo con el Ideal del Yo. Pero el Ideal del Yo es la instancia a partir de la cual se construye lo que será la significación simbólica. Lacan en “el estadio del espejo…” nos muestra cómo se encuentra la matriz donde se van a construir las identificaciones imaginarias a partir de ese primer disparador que es la imagen del otro o del propio cuerpo reflejada en el espejo. A partir de aquí construirá su yo imaginario, su Yo Ideal.
Pero, y aquí está lo complejizante, es que simultáneamente a la imagen del espejo lo que observamos es que el bebé, en su jubiloso ajetreo, busca la mirada de la madre, del Otro que lo reconozca. Y en esa mirada de reconocimiento tenemos lo que sería el significante primordial, el primer trazo, el trazo unario, la primer marca que va a ser que se inicie el sujeto como “uno”. Allí está el origen del Ideal del Yo, el origen de lo que será el organizador, lo que sostiene y ordena lo imaginario. En ese rasgo unario tenemos el origen de lo simbólico.

Entonces, el circuito de la pulsión abandona el objeto sexual, se vuelca sobre el yo y, en un tercer tiempo, guiado por el Ideal de Yo, se aloja en un objeto desexualizado y de interés social.

Una puntuación específica en relación a lo que es la obra de arte: ¿qué tiene de especial?
Si tuviéramos que buscar una definición lacaniana en relación a este tema tendríamos que subrayar el concepto de “la Cosa”. Utiliza el término alemán “das Ding” cuya resonancia es filosófica, remite a Heiddeger. Pero aquí “la Cosa” Lacan la pone para indicar el más allá del objeto de la pulsión. Es como si dijéramos, el objeto de la pulsión es el objeto en donde se encuentra esa satisfacción parcial en torno a un agujero, pero que remite a un más allá de ese objeto, que es un vacío. El “das Ding”, “la Cosa” es la manera en que Lacan llama a ese vacío. En teorizaciones progresivas Lacan formalizará sobre este tema uno de sus aportes fundamentales que es el concepto de “petit a”
La petit a como “la Cosa” perdida, como aquella falta que a través del objeto de amor, a traves del objeto de la pulsión, a través de todos los objetos estamos intentando alcanzar.
Volviendo a la obra de arte, ese vacío, esa Cosa, es lo que el artista intenta apresar en su obra de arte. Es como si dijéramos que la obra de arte es una construcción en torno a un vacío. Y Lacan va a poner el ejemplo del alfarero y el vaso, en donde manifiestamente vemos que el artista contornea el vacío. La arquitectura es también un ejemplo en donde el objeto de arte intenta organizar un vacío. La pintura es como una vuelta de rosca sobre la arquitectura, en donde lo que la pintura intenta apresar es lo que la arquitectura o la naturaleza a través de su arquitectura natural cierra en torno al vacío.
Sin embargo, si tuviéramos que ser más precisos en relación al aporte lacaniano sobre la sublimación, sobre la obra de arte como objeto de la sublimación, no es en la escultura, ni es en la pintura, es en el teatro donde Lacan se va a apoyar más. Ha dedicado clases y clases en sus distintos seminarios a trabajar sobre textos de dramaturgos como Shakespeare, Beckett, Racine, Claudel, Sófocles. Y ello es así porque la escena teatral es considerada por Lacan como un espacio privilegiado del discurso del Otro, como una organizacion en torno al vacío del deseo inconsciente. Y la representación teatral tiene el valor de ejemplo paradigmático donde vemos cómo la verdad se presenta bajo la forma de una ficción.

¿Qué es lo que hace el psicoanálisis con el arte? ¿Psicoanálisis aplicado al arte o arte aplicado al psicoanálisis?
Lacan es muy terminante en una cosa, en criticar lo que se ha dado en llamar “psicoanálisis aplicado”. Puntúa que el psicoanálisis es la actividad que podemos ejercer con un paciente y sobre un discurso, no con un objeto. Sin embargo Freud ha hecho trabajos maravillosos sobre obras literarias, pinturas o esculturas como es el caso del “Moisés” de Miguel Angel. Pero Freud fué siempre absolutamente fiel a la idea de que si los psicoanalistas intentan opinar sobre el arte se están entrometiendo, porque es al revés, es gracias al arte que los psicoanalistas pueden opinar. Freud no se cansa de dar gracias y reconocer su deuda con los poetas. Reconoce la prioridad del arte sobre el psicoanálisis.
Aclarado esto, hay que reconocer el derecho del psicoanálisis de opinar clínicamente sobre un autor o sobre su posicionamiento subjetivo en relación a su deseo en juego en determinada obra.
Sin embargo, se podría decir que es más lo que conseguimos del arte aplicado al psicoanálisis que del psicoanálisis aplicado al arte.

Veamos cual es la definición que da Lacan sobre la sublimación: “sublimar es elevar el objeto a la dignidad de la Cosa”. La pulsión, en su intento desesperado de reencontrar el objeto perdido – que es la Cosa, el vacío, lo imposible de encontrar – se contenta con las esquirlas del cuerpo para su satisfacción, contorneando los agujeros del cuerpo.
Ahora bien, hay un recorrido en el que la pulsión, digamos que consigue engañarse al máximo con un objeto que coloca en una dignidad superior al resto de los objetos, que lo acerca a la Cosa, lo pone a la altura de la Cosa. Pero no es la Cosa, ya que ésta no se puede representar más que con el vacío de objeto. Y allí es donde la obra de arte consigue organizar ese vacío. Pero adquiere esa dignidad de la Cosa, porque hay algo del orden del Ideal del que construye la obra que es captado por el espectador. Es como si se reconociera en esa suspensión del deseo que el artista plasma en su objeto. Es como si el vacío del objeto sintonizara entre creador y espectador; ello se logra en las obras de arte.Y por eso no cualquier objeto desexualizado es objeto de sublimación.
Una obra es considerada obra de arte cuando la verdad del creador es visualizada o coincide, o resuena, con la verdad del espectador. ¿Qué verdad? la del deseo inconsciente como causa imposible de definir.



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