"A mi juicio, el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas de la pulsión de agresión y de auto destrucción. (...) Sólo nos queda esperar que la otra de ambas potencias celestes, el eterno Eros, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha con su no menos inmortal adversario. Mas, ¿quién podría augurar el desenlace final? Freud, Malestar en la Cultura
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20090420

SEMINARIO II, CLASE 14: EL DRAMA ESCÓPICO EN LA ANOREXIA


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Matisse: Figura decorativa





CLASE 16/05/06

El postulado ético-estético
Frustración de amor
El fantasma escópico: la mueca del Otro
El cuerpo flaco: fetiche o plus de ver
El estrago madre-hija

En relación al caso de bulimia que se trabajó un par de clases atrás su analista nos relata que la paciente ha venido a la sesión entusiasmada por un libro que leyó sobre el tema. Un libro que la paciente se bebió, según sus palabras.
Surge la pregunta sobre la pertinencia de aconsejar lecturas. El tema hay que considerarlo desde varios ángulos. Dar consejos nos coloca fuera de posición, pues la dinámica del análisis justamente tiene que promover el trabajo activo del analizante y no el de un analista que le dice lo que tiene que hacer.
Por otro lado aconsejar lecturas fomentaría la intelectualización del análisis, que no ayuda en tanto no te compromete como sujeto, es más bien una especie de escayola.
Aquí el elemento en juego en relación a esta demanda tenemos que escucharlo desde la transferencia. El libro que la paciente se bebió señala una instalación transferencial que coloca a la analista en el punto de mira de su voracidad. Darle libros sería entonces responder a su demanda desde el lugar de madre dadora de papilla. La abstinencia de la analista, en cambio, habilita la interpretación mostrando como juega como metáfora el alimento-libro que ella demanda de su analista-madre.

En ciertos casos, en la llamada clínica del borde, nos encontramos con dificultad para establecer la transferencia. Lo que tenemos que pensar es en esa primera etapa imprescindible que es lo que se llama tratamiento preliminar, las entrevistas preliminares, para algunos pacientes la entrada al análisis no se produce sino después de mucho tiempo. Alguien es maduro para psicoanalizarse cuando se produce la rectificación subjetiva, cuando ese paciente puede asumir, no intelectualmente, sino desde un lugar de posicionamiento como sujeto, que lo que le está pasando es algo que tiene que ver con su subjetividad.
Unos padres consultan porque su niño no tiene aceptación en el grupo de los compañeritos de colegio, y lo que el niño demanda es cambiar de colegio. El trabajo de la rectificación subjetiva apunta a que se interrogue sobre lo que él está haciendo o dejando de hacer que estaría fomentando ese rechazo.
En el caso de la anoréxica hay una recomendación muy explícita que hace Recalcati de una especie de preliminar del preliminar. Antes aún de la rectificación subjetiva la anoréxica tiene que poder hacer otra rectificación en relación a la demanda y en relación al Otro. Ya veremos en detalle este tratamiento preliminar.

Ahora nos vamos a detener en la mirada del Otro, para trabajar el drama escópico en la anorexia, la mirada persecutoria del Otro.
Podemos pensarlo a partir de lo que sería el postulado ético- estético de la anorexia.
El postulado que tiene que ver con el dominio superyoico del cuerpo. El postulado moral es controlar la pulsión, lo que tiene que ver con su sexualidad.
La anoréxica se postula como virgen-esqueleto. Su ideal ético es el no entregarse al goce. Y está entrelazado con el ideal estético. Porque ese no entregarse al goce está regido por el ideal de la imagen del cuerpo delgado. No puede conciliar la ley de la castración, la que regula el goce y el deseo.
Esta ley tiene una vigencia estrictamente superyoica: no permite ninguna opción. La trampa está en que en esa posición tan rígida está cayendo en el goce: el goce de la abstinencia que se convierte en el ideal estricto por el cual rige un postulado ético-estético que la lleva hasta el borde de la muerte. Esta aliada con la pulsión de muerte.

Postulado estético- estético: la tiranía de la imagen del cuerpo delgado.
Se podría hablar de una operación delirante sobre el cuerpo: la sistematización obsesivamente controladora de las cantidades y el peso. Ahora bien, cuando es el Otro el que se coloca en el lugar de la medición y el control eso puede servir para que el sujeto se coloque en el Otro lugar, en el de demandar el signo de amor. Siempre están las dos caras contrapuestas del drama anoréxico: el empuje a la fusión con el Otro y la estrategia de separación del Otro.
Lacan dirá que la bulimia es una compensación a la frustración del amor, en tanto el Otro no le da lo que ella quiere. Ya que no me das amor me como todo. O en el caso de la anorexia como nada. Grito silencioso “¡hazme ver si te hago falta!”.

Veamos en que consiste la estrategia anoréxica-bulímica ante la mirada del Otro.
Es aquí donde se va a situar el drama escópico de la anoréxica. La anoréxica cuando no come, cuando se convierte en cuerpo delgado, podemos pensar que busca hacerse invisible, para en ese hacerse invisible conseguir ser vista: “¿antes no me veían? pues ahora me borro y ahora si que me van a ver desapareciendo, esqueléticamente”. Esta sería la perspectiva histérica. La perspectiva paranoica sería la que utiliza la invisibilidad para evitar ser fagocitada por el Otro.
Ver-ser visto y comer-ser comido, aspectos pulsionales presentes en el fantasma como estructura inconsciente, forman parte de la literatura clásica infantil: no comer como defensa para no ser comido. Los cuentos sobre el Otro devorador están justamente para que los niños puedan poner palabras a sus fantasmas, a sus pesadillas.
Hay otro concepto en relación a la mirada del Otro, que es el de la vergüenza, tema que trabajó Sartre. En el caso de la bulímica la vergüenza a ser vista en su acto obsceno del vómito.
La cuestión estructural de la mirada del Otro Lacan la trabaja en el estadio del espejo. Es esa situación en la que la mirada del Otro viene desde el espejo y le confirma al niño la aceptación del Otro.
Spitz, famoso por sus trabajos sobre niños, establece momentos evolutivos, y habla de la gestalt de la sonrisa: el niño a los tres meses requiere la sonrisa del Otro, busca esta gestalt.
Lacan va un paso más allá y dice que en el estadio del espejo el niño ve reflejado en el espejo la imagen completa de aquello que el vive como incompleto, como cuerpo fragmentado en tanto cuerpo que no está con su mielinización completa, por tanto es un cuerpo inmaduro neurológicamente. Entonces, en el espejo el niño ve un cuerpo unitario que se anticipa a su unidad propioceptiva, pero además, en el espejo el niño ve la mirada del Otro, que le confirma:”¡Ese eres tú!” . Esto fallaría en la anoréxica, podemos suponer un fantasma anoréxico en el que la mirada del Otro es una mirada de desaprobación, la mueca del Otro que no la acepta
Entonces, lo que deviene a partir de allí en la estrategia anoréxica es que si el Otro no la acepta ella intenta subsanar eso que es del orden de lo imaginario, de la imagen de su cuerpo, poniendo el ideal ético estético de alcanzar ese cuerpo perfecto.
Estamos haciendo todos aquellos abordajes que de alguna manera nos sirven para agregar datos de lectura para entender ese delirio anoréxico construido sobre el cuerpo.


Y también tenemos que leerlo desde la estructura histérica, que piensa que hay algo del orden de una falla en ella por la cual el Otro no la quiere. Lo que no puede reconocer es que es algo del orden de una falla estructural. ¿Cuál es esta falla estructural? Es la castración. No es que a ella le falte un pedazo. Es que nadie tiene ese pedazo.
Desde la histeria lo esperable es que esa falla estructural sea simbolizada desde un síntoma de conversión, un dolor escrito en el cuerpo. El fenómeno anoréxico excede el carácter de síntoma histérico porque no es traducible como una metáfora, como un significante que sustituye a otro significante. Más que escrito sobre el cuerpo está tallado, recortado. El fenómeno anoréxico compromete de una manera difusa no sólo al cuerpo imaginario, sino, lo que es más grave, al cuerpo real.

La entrada en análisis de una anoréxica tiene una doble dificultad, en comparación a la entrada en análisis de un neurótico que hace síntomas metafóricos. Y es, que además de la rectificación subjetiva, reconocer que algo de lo que le pasa tiene que ver con su subjetividad, la anoréxica tiene que dar un paso preliminar, el de la rectificación de la mirada del Otro. Tiene que poder ver en la mirada del analista un sostén, el sostén del reconocimiento, del entendimiento, de la escucha.

¿Cómo entiende el fenómeno anoréxico lo cognitivo-conductual? Como trastorno de la alimentación. Lo pone a nivel de síntoma en la función alimenticia. Como si el comer se redujera a una necesidad. Niegan - o desconocen, que es lo mismo- que, por estructura, en un ser de lenguaje la necesidad alimenticia se ha transformado en demanda, que transporta a su vez un más allá de la demanda que tiene que ver con el deseo.
Lo que están dejando afuera es el sujeto, el sujeto del deseo inconsciente.
Lo mismo pasa con lo escópico en la anorexia. Para explicar su verse gorda estando flaca recurren a cuestiones médicas para fundamentarlo como una disfunción perceptiva. Dejan fuera la mirada del Otro. Creen que la cuestión de la mirada es algo del orden del órgano de la visión. Y la cuestión de la mirada es del orden del fantasma en el que está implicado el Otro.
Es en torno a lo pulsional como se tiene que evaluar la cuestión de la mirada, por eso hablamos de lo escópico.

El sujeto sólo se constituye a partir de la mirada del Otro. En la medida en que no hay mirada de sostén del Otro el niño no se siente reconocido. Imaginen un bebé al que se lo alimenta sin mirarlo nunca. Ya lo dijo Spitz : marasmo y muerte. Pero, tranquilos que los folletos que los médicos reparten prescriben a las madres que miren a sus hijos cuando les dan el pecho. En términos conductuales sería “mantener el contacto ocular”. ¡Como si la cuestión del deseo del Otro dependiera de un aprendizaje protocolario de estímulo-respuesta! Nuevamente el sujeto del deseo es desconocido poniendo en su lugar un yo de las funciones completo, sin división.
Tal es el caso de la psicóloga escolar que observa el comportamiento de un alumno en clase anotando la cantidad de contactos oculares que tiene con sus compañeritos.
Y los evalúa como signos, esto es, todos los contactos oculares de este niño remiten a un significado ya protocolizado que le permitirá clasificarlo en una escala diagnóstica.
La categoría del significante es despreciada por imprecisa a favor del signo.
A diferencia del Psicoanalista que privilegia el escuchar lo que dice, de seguir la vertiente del significante que reenvía continuamente a otro significante, siguiendo las leyes de la metáfora y la metonimia, el psicólogo se aferra a la vertiente del signo.
El signo se caracteriza por se una estructura de significación cerrada sobre si misma. Para él no hay sujeto sino sólo Yo consciente, esto es, no hay división, verdad inconsciente, solo certeza.
Otra manera de entender el drama escópico de la anoréxica, es el de considerar que construye con su cuerpo un fectiche
¿Qué es el fetiche? Un plus-de-ver que sirve para evitar ver algo terrorífico, la castración, el vacío del Otro. Entonces, cuando hablamos de fetiche estamos hablando del objeto que obtura el vacío. La anoréxica construye con su cuerpo un fetiche, un objeto que, como un plus-de-ver disimula la castración. Su cuerpo flaco transparenta los huesos que engañan al ojo aparentando tener el falo. Con la desnudez del esqueleto hace emerger el falo. Pero lo que en verdad asoma todo el tiempo es la muerte.

Otro aspecto para abundar sobre la cuestión de la imagen del cuerpo es entenderlo dentro de lo que es el fenómeno de la crisis adolescente. Freud hablaba de dos tiempos en la constitución de la sexualidad humana, la llamaba bifásica, uno es el tiempo de la sexualidad infantil, después vendría el período de latencia, y la segunda fase adviene con la pubertad, la crisis adolescente con la emergencia de lo real pulsional sexual, la emergencia repentina del Otro como Otro sexuado. En este período específico, la crisis adolescente coincidiría con la crisis ético-estética de la anoréxica, dominar lo pulsional justamente en el momento en que la pulsión empuja con más energía.
La emergencia pulsional adolescente encuentra en ciertas estructuras histéricas la respuesta anoréxica, esto es, que se rigidice el postulado ético-estético y lleve a una exigencia mayor del control de su cuerpo pulsional imponiéndole severas medidas y la exacerbación del ideal del cuerpo flaco. Ante el aumento de lo real pulsional se responde con el aumento de lo imaginario, del yo ideal.

Otro concepto que nos ayuda a esclarecer el drama anoréxico, es el de la concepción lacaniana del estrago, que define la relación madre-hija. Define la cara ambivalente de esta relación, el te amo y te odio al mismo tiempo. La anoréxica no sólo busca con su posicionamiento privilegiar la demanda de amor del Otro materno, sino también destruir al Otro del amor. Aquí se resume la imposibilidad anoréxica de la separación de la madre, y consecuentemente, la imposibilidad de la unión.

Y para concluir por hoy, el preguntarnos brevemente ¿porqué la anorexia privilegia a las mujeres? Tendríamos que referirlo al punto principal del desarrollo sexual en la niña según Freud, que se define como fijación precoz a la madre. Desde Lacan decimos que la función de la metáfora paterna en el caso de la niña deja un resto sin resolver en su relación con el Otro materno.
El punto neurálgico lo ubicamos en el tránsito edípico, en el momento en que la niña tiene que abandonar a la madre como objeto de amor, lo que la expone al riesgo de poner en peligro su identificación, su constitución narcisística. Y este momento crucial se reactualiza con la adolescencia cuando se enfrenta con que el Otro es un Otro sexuado.
Queda pendiente de interrogación el concepto lacaniano de sexuación, el hecho de que no se “es” hombre o mujer sino que se puede llegar a serlo; y la dificultad estructural de subjetivar el cuerpo en cuanto femenino, el salto al vacío del goce femenino más allá del falo.


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