"A mi juicio, el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas de la pulsión de agresión y de auto destrucción. (...) Sólo nos queda esperar que la otra de ambas potencias celestes, el eterno Eros, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha con su no menos inmortal adversario. Mas, ¿quién podría augurar el desenlace final? Freud, Malestar en la Cultura
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20090420

SEMINARIO II, CLASE 20: EL GOCE O LA INTRINCACIÓN SUJETO<>OBJETO

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David del Real: Retrato inconcluso I





CLASE 12/09/06

La insuficiencia del principio del placer
¿Qué quiere el Otro de mí?
El tributo a pagar: la pérdida de goce
Goce fálico y goce Otro
El goce de la palabra

Vamos a trabajar el goce o la intrincación entre el sujeto y su objeto de deseo.
Esta relación de intrincación es inconclusa, algo que no termina de hacer relación, es la escena que el fantasma viste imaginariamente.

Quiero hacer un breve repaso de lo que es el principio del placer, la insuficiencia del principio del placer. Freud, cuando va a explicar la relación entre el sujeto y su objeto lo va a apoyar en el funcionamiento de las leyes de la termodinámica. El habla de energía, de homeostasis, todos conceptos que tienen que ver con la ciencia física. Y describe entonces el funcionamiento del aparato psíquico gobernado por el principio de evitar el displacer: el aumento de tensión tiene que seguirse de una descarga y así recuperar nuevamente el equilibrio. Esto es un mecanismo caricaturesco desde nuestra lectura estructuralista. El principio del placer no agota el funcionamiento psíquico, por eso Freud hablará del más allá del principio del placer, para intentar explicar todas aquellas situaciones que son claramente displacenteras, que le lleva a su teoría de la repetición y la pulsión de muerte.
Con el ejemplo del “fort-da” Freud nos mostrará cómo más allá del principio del placer que buscaría disminuir la tensión, está el goce. Este juego infantil, más que dominar y elaborar la aparición y pérdida de la madre hace resurgir sin cesar la tensión, con la repetición una y otra vez de los fonemas “ooo”- “aaa”

Más allá del principio del placer está el goce. ¿Qué quiere decir esto? Que la relación entre el sujeto y su objeto es mediatizada por la palabra. Dicho de otra manera, la relación entre el sujeto y su objeto de deseo está determinada desde Otro. Nosotros sabemos que el gran Otro no es una persona, sino un lugar intrasubjetivo, el lugar de los significantes, el lugar de donde nos viene el discurso. Entre el sujeto y su objeto está Otro que está intrincando la relación del sujeto con su objeto de deseo.

Lo hemos dicho muchas veces de otra manera, al referirnos a que la relación con el objeto natural está rota en el ser hablante, está perdida, porque aparece el lenguaje que mediatiza esa relación. Y lo que sería relación de necesidad en el mundo de la naturaleza, con la aparición del lenguaje, se transforma en demanda y tras ella el deseo.

El primer Otro es el lugar de la lengua materna, y el niño a ese Otro le da la consistencia de la madre, que pasa a sostener ese lugar.

Entonces, la idea de placer como idea de descarga pura en el aparato psíquico es insuficiente para explicar el vínculo entre el ser hablante y el objeto de su deseo; tenemos que hacer intervenir el lenguaje, el Otro con mayúscula.
Cuando decimos el Otro con mayúscula decimos el lugar del lenguaje, pero también decimos la madre, y también el lugar del deseo, el lugar del inconsciente.
El niño ante ese Otro, no tiene posibilidad, hasta que entra en el lenguaje, de darle nombre a lo que el Otro le demanda.
Y aquí es donde está la pregunta ¿qué quiere el Otro...de mí?
Lo primero que el niño pone a disposición de esa demanda es su cuerpo. Si el Otro le demanda es porque algo le falta, porque él le hace falta al Otro: el cuerpo del niño va a cubrir lo que le falta a la madre.
¿Qué quiere el Otro de mí? Esto no se agota en la niñez. Esta es la pregunta que subyace a todo el funcionamiento neurótico que lo lleva a quedar colocado en posición de objeto, en tanto su deseo está alienado en el deseo del Otro.
¿Qué quiere el Otro de mí? La madre habla... ¿qué demanda? El neurótico lo traducirá como demanda de un tributo, tiene que pagarle algo al Otro. Esto es la castración. Lo que tiene que pagarle al Otro es una parte del goce; aceptar que hay una parte del goce que está prohibido y, de esa manera, acceder al deseo. Para poder ser neurótico, es decir, para poder ser deseante hay que pagar, hay que renunciar al goce del Otro.

Y aquí tenemos que especificar dos tipos de goce: el goce fálico y el goce del Otro o goce Otro. En tanto el goce sexual pasa a estar regulado por lo simbólico, por lo cultural y fundamentalmente por el lenguaje, lo que pagamos, lo que perdemos es el objeto natural, lo que perdemos es el objeto incestuoso, la madre, lo que perdemos es el Otro, el goce Otro. Y lo que perdemos es la posibilidad de que la descarga sea inmediata, eso es el principio del placer, porque tenemos que someternos al principio de realidad, porque tenemos que someternos a las leyes del lenguaje, es decir, al pacto del lenguaje, pacto simbólico, implícito desde el momento en que el niño acata la ley, acepta la prohibición renuncia al goce Otro, instaura un pacto simbólico.

¿Por qué cuando hablamos de la ley la remitimos a las leyes del lenguaje? Si fuéramos antropólogos hablaríamos de las leyes de la cultura, y en especial de la ley de prohibición del incesto.
Pero es que es la aparición del lenguaje lo que funda la cultura. Tenemos que desprendernos del pensamiento utilitarista, nominalista que ve el lenguaje como un sistema de comunicación que el hombre primitivo habría “inventado para” nombrar las cosas. El pensamiento-lenguaje o lenguaje-pensamiento se impone por estructura y modela y determina a ese ser que pasa a ser parlante.

Volviendo al pacto simbólico, renuncia al goce Otro y se queda con el goce fálico.
No quiere decir que no sigamos intentando alcanzarlo. Tenemos a cambio el goce fálico. Y aquí viene uno de los temas más polémicos, y es el tema del goce masculino y el goce femenino. Porque el goce fálico es el goce tanto del hombre como de la mujer. Pero además la mujer tiene la posibilidad de un goce Otro; la mujer no toda fálica es, hay algo más para su goce.

En un primer momento decíamos que el niño queda a merced del “¿qué quiere el Otro?”
En este momento el niño es cuerpo de goce para el Otro; en un segundo momento, a partir del pacto simbólico será sujeto del significante.
Renunciará a ser el falo del Otro y tendrá la posibilidad de acceder al goce fálico. Una forma de goce fálico es hablar. Ese es el nivel simbólico de goce fálico. Después está el nivel imaginario del goce fálico, que es el goce de órgano, que hace obstáculo para alcanzar el Otro sexo, la imposibilidad de hacer uno en la relación de dos.

¿Cómo se entiende el goce fálico de la palabra? En que en tanto sujetos de la castración cuando hablamos estamos en pos de la palabra que cierre el concepto, permitiendo el anudamiento que precipite el sentido, que en última instancia siempre remitirá al falo.
De esta manera renunciamos al goce total del sueño mítico de encontrar el nombre que dice la falta que completa al Otro, que nos extraviaría en una búsqueda indefinidamente circular, o, lo que es peor, la cancelaría al precio de poner nuestro cuerpo como objeto de goce del Otro.

Durante mucho tiempo se acusó al psicoanálisis de ser machista por la teoría del falo, porque se caía en la confusión de que el falo lo tenían los hombres. Y falo es justamente el significante de la falta, tanto en el hombre como en la mujer. Lo que pasa es que a nivel de órgano, la preeminencia del pene con respecto al clítoris funda culturas. La cultura fálica no la funda el psicoanálisis. El culto al falo existe desde el origen de los tiempos. Pero aquí lo interesante es que el falo aparece justamente como aquello que falta, porque para la psique del sujeto es lo que el Otro le demanda.
El falo, en el terreno simbólico, es lo que se intercambia en el amor: amar es dar lo que no se tiene, aceptar que para amar tiene que poder asumir que lo que da es lo que no tiene, dar la falta.

Volviendo al goce Otro, Freud dice que si hay algo que el psicoanálisis deja pendiente es definir qué quiere una mujer. El terreno de la feminidad queda marcado con un signo de interrogación. Y Lacan va a hacer otra vuelta de tuerca. Va a afirmar que hay un goce específicamente femenino, que es un goce Otro, que está fuera de lo simbólico, mientras que el goce fálico tiene la versión imaginaria y también la simbólica.
Entonces, Lacan asocia el goce Otro con el goce femenino y lo asocia al goce de los místicos. El místico es aquel que está posicionado en el goce Otro.

Es interesante el valor fálico que le da al goce de la palabra, Lacan está intentando despejar la concepción imaginaria del pene erecto. El falo remite a la falta, a un vacío, lo contrario a la idea de ser completo. La lengua gana valor fálico, la lengua como instrumento de goce, y no estoy hablando del “cunning lingüis”. El goce de la palabra tiene dos caras, una que es en tanto palabra articulada, en tanto hace frase, la que cierra significación, la palabra abrochada. Este es el goce fálico, aceptar poner un punto y que caiga la significación, que haya un límite.
Pero al mismo tiempo hay otro goce que tiene que ver con la palabra donde un significante remite a otro significante y que produce un goce por asociación de sonidos, donde se privilegia el significante, nos lleva a un goce angustiante porque es el goce del lenguaje abierto, como aquel que no se puede cerrar.
A diferencia del código, que es la pretensión del lenguaje cerrado, donde no son significantes sino signos los que lo componen. El signo se define por sí mismo, es unívoco, remite a un y sólo un objeto; el significante en cambio sólo se define por oposición a los otros términos de su mismo paradigma, y por su polisemia deja siempre abierta la posibilidad del malentendido. Es decir remite a una vasta totalidad de significantes encadenados, a un conjunto abierto evocador de un goce circular.
Este goce total con el Otro lugar de donde viene el lenguaje es imposible. Aunque los místicos con su poesía parecen darnos prueba de ello.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . { Imaginario: Goce de órgano
GOCE FÁLICO---------{ Simbólico: Goce de la palabra articulada al deseo
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .{ ( S1 à S2) Sujeto del significante

GOCE OTRO -----------{ Fuera de lo simbólico, cuerpo falo del Otro lexical . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..{ (S1, S1 …. S1) Goce mítico del todo de las palabras


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