"A mi juicio, el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas de la pulsión de agresión y de auto destrucción. (...) Sólo nos queda esperar que la otra de ambas potencias celestes, el eterno Eros, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha con su no menos inmortal adversario. Mas, ¿quién podría augurar el desenlace final? Freud, Malestar en la Cultura
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20121008

SEMINARIO III, Clase 4: EL FENÓMENO PSICOSOMÁTICO



David del Real, Cara amarilla
 
 
 
CLASE 4: EL CUERPO TRINO RSI, EFECTO DEL SIGNIFICANTE
 
 
 
El destino del sujeto: estar entre dos significantes
La presentificación del organismo
El anudamiento trinitario y el Nombre del Padre
Develamiento de lo imaginario y de la erogeneidad orificial
Indicadores clínicos del FPS
 
 
 
Seguimos con el fenómeno psicosomático y su relación con lo real, imaginario y simbólico; de cómo el cuerpo, que es  un cuerpo único, se puede abordar desde esos tres registros. El ser hablante, por efecto del lenguaje, tiene su cuerpo afectado por esa trinidad.
Este es un tema que nos interesa en el fenómeno psicosomático porque se produce algo muy especial, que es del orden de una manifestación en el cuerpo en donde lo que se pone en juego es el cuerpo real y el cuerpo imaginario; y lo que de alguna manera queda en suspenso es el cuerpo simbólico.
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Cuando uno intenta pensar en el cuerpo, por ejemplo, desde el nivel de la biología, se está apuntando al organismo. Pero el organismo es previo al cuerpo, sería el cuerpo real; a partir de que está afectado por el significante este organismo o cuerpo real se complejiza en cuerpo imaginario-simbólico. El único cuerpo es el del ser parlante, el que está afectado por el significante. En los animales no hablamos de cuerpo, hablamos de organismo.
Antes del significante el hombre primitivo estaba supuestamente en el registro mítico del cuerpo puro organismo de goce completo mítico previo a lo simbólico. Esto nos interesa subrayarlo para hacer inteligible el fenómeno psicosomático como un retorno de este goce. Como si lo que se presentifica en el fenómeno psicosomático es el organismo, como si el órgano afectado suspendiera su condición de cuerpo ordenado por lo simbólico y retornara a su condición mítica de sede de goce otro.
Entonces, un nivel del cuerpo es el cuerpo biológico, el nivel organismo, el cuerpo viviente, que llamamos lo real. Después están los otros dos registros, lo imaginario que remite a la imagen del cuerpo, el cuerpo del espejo, el que vestimos siguiendo los dictados de la moda, el cuerpo del engreimiento narcisista; y, por último el estatuto del cuerpo hablante, regido por los significantes, organizado por lo simbólico. Decimos que el cuerpo es hablado, allí se inscriben los significantes de la demanda y del deseo del Otro. El cuerpo atravesado por los significantes es lo que llamamos el cuerpo pulsional. El cuerpo de la erogeneidad, el cuerpo de los síntomas, allí están los significantes. En cambio, en el pedazo de cuerpo tomado por el fenómeno psicosomático no están los significantes.
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El otro concepto que está de la mano de esto y que nos sirve para entender que pasa con el fenómeno psicosomático, es el que define al sujeto entre dos significantes. El destino del sujeto del inconciente es estar entre dos significantes, es no poder ser dicho todo por el significante, ninguno lo nombra en su ser. Y es que su ser sólo puede definirse como falta-en ser. Decimos que es un sujeto barrado entre un significante S1 que lo representa y el resto de los significantes S2 que lo condena a la afánisis, a la desaparición, ya que nunca encuentra el significante unívoco que le da sentido pleno.
Para su representación necesita del vacío de significación. Y ante este destino de afánisis se opone la holofrase. Entendemos la holofrase como ese mecanismo que Lacan rescata para hacer inteligible el FPS, la holofrase como el intento de congelar el binarismo significante indefinido, en la búsqueda imposible de la significación unívoca.
La paradoja es que, al ser unívoca, pierde su condición de significante, y por lo tanto, no hay sujeto. Lo que tenemos es otra cosa, es un estado límite de la significancia.
Entendemos entonces la holofrase como una figura retórica por la cual el binarismo, es decir, la necesidad de dos significantes para que haya el entre dos donde cae el sujeto, se congela, se cierra. La holofrase no es un significante, o en todo caso hay que pensarlo como un significante fuera de la cadena. El FPS no se da a leer, como el síntoma; la holofrase va a mostrar algo que en vez del orden de la letra es del orden del número, del orden del registro de lo real del lenguaje.
El destino del sujeto, su destino neurótico, es estar entre dos significantes. Cuando lo que tenemos es la holofrase ese destino se ve entorpecido. El precio a pagar por ese intento de congelar el sentido, es convertirse en otra cosa, en un engendro, un goce impuesto, un adoquín que no deja intervalo, una orden que reduce al sujeto a un estigma.
¿Qué sujeto tenemos en el neurótico? El sujeto dividido en tanto su deseo permanece como verdad inconciente. Y como tal su ser no puede ser dicho más que en entredicho.
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En todos los casos de FPS hay una problemática que tenemos que subrayar, y es que en la clínica, como analistas nos vamos a encontrar con la fascinación. Porque el FPS se da a ver de una manera que atrapa, porque está mostrando algo de un goce Otro sobre el cual no hay palabras. Se trata entonces de no entrar a saco en el FPS, no dejarse atrapar por el discurso médico de la lesión, y evitar una clínica con predominio de lo imaginario.
Ahora bien, el proceso de la cura apuntará a que el paciente pueda empezar a asociar sobre otras escenas en donde se habrá visto beneficiado con síntomas. No sabemos si podrá poner palabras a “eso”, al engendro, al FPS. Al comienzo dejemos en paz lo que se muestra descarnado. Eso vendrá, diríamos, como un añadido, a partir de que en el trabajo de descongelación pueda emerger que tipo de barrera ha tenido que erigir frente al Otro. En la medida que se movilice el tema de la separación con el Otro, se podrá poner en movimiento algo de lo congelado por la holofrase que ha desencadenado el FPS. No se trata de centrarnos en la traducción del fenómeno, sino de que poco a poco pueda poner al descubierto el escenario de su relación con el Otro.
¿Es posible que un FPS pueda descongelarse y empezar a traducirse sintomáticamente? Sólo como efecto de rebote.
Uno de los puntos que nos vemos convocados a despejar todo el tiempo, como una especie de análisis comparativo, es el tema del cuerpo en el síntoma y el cuerpo en el FPS. Es allí donde está el hincapié, no perder de vista que no estamos hablando del mismo cuerpo. Como lugar de conversión histérica, el síntoma es un lugar de atravesamiento significante, de inscripción simbólica, y se puede traducir.
En general, el que trae un síntoma, trae una versión, una explicación para su síntoma, una novela construida que necesita ser dicha. Porque el síntoma está pidiendo a gritos ser leído.
Otro punto a trabajar es el anudamiento. Decimos que el efecto sobre el cuerpo de que el ser hable, es que su cuerpo pase a estar constituido en un ordenamiento en el que se anudan tres registros: I.R.S.. Ese anudamiento es el que permite que el organismo viviente trascienda en cuerpo. Sin anudamiento lo que hay es un cuerpo despedazado, sin anudamiento lo que hay es psicosis. El anudamiento es posible desde la función Nombre del Padre.
En oposición a la represión en la neurosis, la interrogación sobre la psicosis subrayó el mecanismo de forclusión del significante Nombre del Padre, el no acontecer del anudamiento. En el FPS hay también operación de anudamiento, interviene el Nombre del Padre. Lo que pasa es que, a diferencia del anudamiento sintomático, del síntoma como forma de nominación simbólica, que Lacan llama  flor de lo simbólico[1], el anudamiento psicosomático es del orden de la falla, del defecto en la nominación simbólica. En vez de nominación simbólica tenemos otra cosa, tenemos holofrase. En vez de un significante que represente al sujeto tenemos el tapón del estigma que impide la falta y por tanto, la aparición del sujeto en el intervalo. Y aquí es donde se plantea, a la luz del anudamiento del sinthome, si es factible hablar del fenómeno psicosomático en el orden de una sustancialización bastarda del sinthome.
Este anudamiento defectuoso, esta nominación fallida está en el límite de lo imaginario y lo real. Es por esto que estamos trabajando el FPS en el marco de lo que llamamos estados límite en la constitución del sujeto; el sujeto al límite de su constitución.
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Consideraremos algunos indicadores clínicos que es importante tener en cuenta a la hora de pesquisar un cuadro que es sospechoso de pertenecer a un fenómeno psicosomático. Vamos a partir del trabajo clínico de algunos psicoanalistas, como Jean Guir[2] sobre psicosomática y cáncer, quien propone la siguiente serie de indicadores: 
Imperativos al goce transexual, sintagmas cristalizados, mimesis, llamados a la filiación, sobre-adaptación a la demanda del Otro, duelo detenido, degradación del nombre propio, forclusión local, objetos inanimados, injunciones, significantes fechables.
Muchos de estos indicadores se auto-refieren unos a otros. Así, un sintagma cristalizado remite a la holofrase. Desde el punto de vista clínico hay una tendencia a intentar escuchar holofrases. En su carácter de operador lógico lo referimos a ese momento de detención en la aparición del sujeto, ese momento de congelamiento por el cual S1 no remite a S2 sino que se cierra en una significación unívoca. Por otro parte, referida a ejemplos clínicos concretos, la holofrase se representa en frases cerradas, en significantes que tienen una especial resonancia, que Jean Guir llama sintagmas cristalizados. Y da el ejemplo de un sueño en el que aparece el significante “Westminster” y el analista, desde la lengua francesa, escucha “ou est-ce mystere”. Otro ejemplo sería el sintagma “en lo que sería…” cristalizado como “enloquecería”. Estos significantes tienen su resonancia dentro del discurso del paciente en análisis, pero que éste no puede escuchar y por lo tanto no puede asociar, montar historias con ellos.
Estos pacientes vienen con su legajo médico bajo el brazo y llenan la consulta con historiales clínicos y radiografías, diciendo “aquí tiene”. Y allí se trata de invitarlo a que hable, a privilegiar su historia, su teoría personal, más allá de la médica. En la construcción de esa teoría personal, se trata de facilitar que empiecen a tramar asociaciones. Que eso que es un pedazo real del cuerpo comprometido empiece a destramarse en historias.
Otro de los indicadores es el objeto inanimado. Por ejemplo, alguien sufre un atentado vandálico, le rayan la pintura de su flamante coche deportivo, y esto se traduce en una colitis ulcerosa. Es un tipo de objeto inanimado en el cual el sujeto ha colocado su ser.
Respecto a la injunción, son significantes fechables que han sido dichos en momentos muy precisos de su historia, significantes con carácter de orden terminante, de mandamiento feroz, como por ejemplo: “¡No pareces hijo mío!”. A partir de esta injunción podemos entender la irrupción del FPS como un llamado a la filiación, una demanda inarticulada de ser reconocido como hijo.
Como ejemplo de sobre-adaptación a la demanda del Otro, un hijo que a sus 50 años está absolutamente pendiente de la enfermedad de la madre, toda su vida gira en torno a esto. La demanda mortífera del Otro llena todo su goce.
El imperativo al goce transexual lo refiere a ciertos casos de hijos de sexo no deseado: esperaban una niña y tuvieron un niño. Ese niño se vería impelido por órdenes a ser del otro sexo, lo visten y lo tratan como a una nena.
El duelo detenido lo podemos ver, por ejemplo, en un paciente que presenta úlcera de colon, que sigue torturado por la muerte de un hermano acaecida hace más de 10 años, y que él no pudo evitar.
Otro recurso técnico que nos ofrece Jean Guir es la construcción de un genograma, que es un esquema del árbol genealógico. Lo que permite es localizar en generaciones anteriores situaciones de secretos familiares que si no difícilmente aparecerían. Y también otras situaciones significativas como las edades en que murieron los abuelos, o la edad en que murió el padre, que coloca al sujeto, por ejemplo, ante el fantasma de que “yo no viviré más allá de esa edad”. O localizar indicadores de lo que Guir llama “mimesis”, como sería el caso de familiares que tengan su mismo nombre y/o hayan tenido alguna historia de dolencia idéntica a la suya. A diferencia del proceso de identificación  que actúa en el registro imaginario simbólico, la mimesis se precipita más bien en el límite de lo imaginario-real, como una copia punto por punto del cuerpo del otro.
 

[1] Lacan, El Seminario, Libro 22 R.S.I., clase 11


[2] Jean Guir, Psicosomática y cáncer, Catálogos-Paradiso