David del Real: Carta a Marie
CLASE 6: CAUSACIÓN DEL SUJETO Y HOLOFRASE
Falta-en-ser, el ser-para-la-muerte
La disyuntiva letal: el ser o el sentido
Alienación - separación
El Otro completo o el Otro en falta
El sin sentido, la contingencia
Ni S1 ni S2: el intervalo significante
El congelamiento del intervalo u holofrase
Vamos a intentar profundizar el tema de la
causación del sujeto, que es donde Lacan localiza esa operación llamada
holofrase, que es el concepto que estamos manejando para entender la etiología
del fenómeno psicosomático. La holofrase actúa a nivel de la estructura
significante, en el momento lógico de causación del sujeto, del sujeto del
inconciente, no el yo, causados a partir del lenguaje, a partir de la
articulación de dos significantes, S1
y S2.
La clase anterior hicimos una puntuación
fundamental sobre la relación entre el padre del Edipo, la castración y las estructuras
clínicas. Y decíamos que desde Lacan se hace un esfuerzo considerable para
intentar des-imaginarizar el tema de la falta, para lo cual elabora el concepto
de significante Nombre-del Padre para elevar esa falta a nivel de lo simbólico.
Y lo que queda planteada, entonces, es la cuestión de las estructuras clínicas
en función de cómo se posiciona el sujeto ante esa falta.
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Se trata de pensar la falta del ser hablante como
una falta-en-ser, recurriendo a la tríada real, simbólico, imaginario.
Así, desde el registro de lo real, vamos a abordar
la falta primera, la falta primordial, desde el momento mítico del surgimiento
del ser-hablante, localizando esta falta en su condición de ser mortal. La
muerte como objeto real imposible de conceptualizar, eso que falta. Para poder
operar con esa falta como si fuera un objeto, Lacan lo conceptualiza con un
matema lógico que llama “petit a” que no es un objeto, sino una falta de
objeto.
Desde el registro simbólico se conceptualiza esta
falta en el nivel del lenguaje; al ser atrapado por la estructura significante,
al ser acogido por la red del lenguaje, queda definida la esencia de ese ser
como la de un ser-para-el-lenguaje, un ser-hablante. Y lo que define la falta
en ser en el lenguaje es que no todo puede ser dicho acerca de la verdad del
deseo, lo que Lacan conceptualiza con el significante de la falta en el
Otro, concepto que permite inscribir la
falta sin taponarla. Decir el significante de la falta en el Otro es ponerle
nombre a lo que falta en el tesoro de los significantes, el gran Otro queda tachado.
Y la otra cara de esa falta es la del sujeto dividido.
Y el tercer nivel desde el que Lacan definirá la
falta es el del registro imaginario, y se refiere a la falta en ser de goce,
representado por el matema del falo imaginario que se escribe siempre en menos (-
φ).
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¿Por qué decimos causación del sujeto? Está
hablando de su auto-engendramiento, no es que el sujeto es producido por algo
externo, su emergencia, su advenimiento, es causa de sí mismo. Si lo ubicamos
en su proceso ontológico, llega al mundo el bebé y es un mundo de palabras. A
partir de allí tiene que ir conquistando su lugar en ese mundo; y la única
manera es inscribiéndose como ser hablante. Si no habla no se inscribe, como es
el caso del autista.
Lacan plantea esta operación de causación del
sujeto en dos tiempos, que no son tiempos cronológicos sino tiempos lógicos, y
que los podemos entender como si fueran pulsaciones, una que abre y otra que
cierra. Que es la manera que también alguna vez vimos que utiliza para hablar
de la emergencia de lo inconsciente.
En estos dos tiempos de apertura y de cierre se
trata de un mismo círculo que se cierra sobre sí mismo y remite al inicio.
Pasamos del primer tiempo de alienación a un segundo tiempo de separación, que
remiten a una nueva pulsación. Pasamos del S1 que remite al S2 y que en el momento de la torsión vuelve a remitir
a un nuevo S1. Se está causando, está emergiendo el sujeto en la
articulación entre dos significantes.
Y el sujeto se ve en el primer tiempo de su
emergencia en la disyuntiva alienante de elegir el ser o elegir el sentido. Es
una disyuntiva letal, “factor letal”[1]
dice Lacan. Letal porque lo condena a ni uno
ni otro; porque si elige el ser, pierde el sentido y si elige el sentido
pierde el ser. Y en el centro está el sin sentido.
Podemos pensar la dirección de la cura como
apuntando al sin sentido; que lo que nos enferma es: o petrificarnos en el ser,
o desvanecer nuestro ser por aferrarnos al
sentido. Así lo expone D. Rabinovich en su libro sobre libertad y
determinismo en psicoanálisis: “el fin
del análisis es solidario del sin-sentido”[2]. La
dirección de la cura no propone dejar el sentido para caer en la petrificación
del ser; ni lo opuesto: lo que propone es la contingencia del sentido. Propone
desmontar el sentido que nos aprisiona aceptando su contingencia, aceptando que
nuestro sentido juega dentro del sin sentido y no dentro
del sentido único absoluto y verdadero, que nos tiene que definir unívocamente.
Hay que haber circunvalado lo suficiente el agujero
de la angustia como para poder asumir el sin sentido. En general el neurótico
localiza en un significante o en otro su sentido, pero no bloquea la emergencia
del sentido inconsciente. En el caso del fenómeno psicosomático lo que emerge
es una lesión de órgano inarticulable con el deseo inconsciente.
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Estamos intentando construir la lógica de la
causación del sujeto, el concepto positivo de sujeto, que tenemos que buscarlo
en la articulación entre el S1 y el S2. Porque si no
caemos en una especie de especulación metafísica. Nosotros estamos
hablando de la articulación del significante en el cuerpo. Siempre. Y la
articulación del significante en el cuerpo se va a dar a partir de un agujero,
que es la petit a. La articulación
del significante en el cuerpo en Dora lo ubicamos en una afonía, o en el caso
de Isabel, en una parálisis.
Lo que nos estamos preguntando a esta altura del
curso es: en el fenómeno psicosomático, que pasa con la articulación del
significante en el cuerpo. Pues que no hay tal articulación, y en su lugar se
ha montado la holofrase. Para llegar a eso estoy pasando por ese momento primordial
que es el de la causación del sujeto. Decimos que el primer momento de dicha
causación pasa por la operación de alienación en donde nos vemos constreñidos a
elegir entre el ser o el sentido: si elijo el ser me quedo sin sentido, si
elijo el sentido, me quedo sin el ser, ahí está la alienación. La resolución de
esa alienación es una torsión; a partir de esa torsión las proporciones se
invierten. Cuando uno eligió el ser en lugar del sentido, en la segunda
pulsación del movimiento circular, a partir de la torsión se invierte la
proporción. Y la proporción de ser pasa a ser la de sentido y viceversa.
En esa torsión lo que se está jugando es la
cuestión de la falta en ser, la cuestión
de qué es lo que define nuestro ser. El sujeto se constituye a partir de que
acepta e inscribe la falta en ser en el Otro, quedando entonces el gran Otro
tachado, y el sujeto renuncia a ser el objeto del deseo del Otro. Se precipita
así el segundo tiempo lógico de la causación del sujeto, que es el de la
separación.
Estamos hablando de cómo nos posicionamos ante el
deseo del Otro, lo que en definitiva definirá nada menos que nuestra condición
neurótica, perversa o psicótica.
Entonces en el primer tiempo de la torsión tiene
que elegir entre el ser o el sentido: el ser en tanto sujeto de un deseo en falta; o el sentido en tanto objeto del deseo del Otro. Y declina del lado del sentido.
La segunda torsión es la que le permite jugar con
que su falta se articula con la falta del Otro: el Otro en tanto desea es
colocado como Otro en falta. Y escapa de la elección alienante que le había
colocado como objeto, cae como objeto. Esa es la falta primera, caigo como
objeto y me constituyo como sujeto. Cuando decimos que el objeto cae, ¿Cuál es
el objeto que cae? Es ni más ni menos que el sujeto puesto en el lugar de
objeto. Esto se repite cada vez que se produce la irrupción del sujeto del
inconsciente, como por ejemplo en un lapsus donde irrumpe el deseo. Allí se
está reactualizando la causación del sujeto. Y en ese lugar de , en la medida
que el instante de objeto se ha fijado, el instante en el que somos el objeto
del deseo del Otro y perdemos nuestra condición de sujetos, en la medida que
eso se fija, se empieza a producir un goce del orden de un síntoma, por
ejemplo.
Entonces, estamos en un movimiento circular entre
el S1 y el S2, que es lo
mismo que decir, entre el significante que representa al sujeto y todos los
otros significantes que representan al Otro, entre el S1 que
representa al ser del sujeto y el S2
que representa el sentido, el significado, todos
los significados posibles. Cada vez que fijamos una torsión de un S1 que
representa al sujeto ante un S2 estamos precipitando un sentido. Pero como ese
sentido no completa el sentido del sujeto, reenvía a otro S1 que va a
intentar representar nuevamente a ese sujeto ante todos los significados,
rescatando a uno que nunca terminará de completar ese sentido. Y así se
inscriben las sucesivas operaciones de alienación-separación en la búsqueda del
corte. En un momento dado hay que poner un punto, porque si no estaríamos
hablando de la angustia. En este devenir hay que poner puntos, para producir
cortes, para precipitar un sentido. Claro que tenemos un sentido, somos seres
de sentido: padre de, hijo de, trabajador de, es decir, vamos definiendo, vamos
precipitando, vamos produciendo cortes, que es lo que nos permite articularnos
en el orden simbólico. Asumiendo la falta. Que de lo que se trata es que
podamos aceptar vivir con la falta y no seguir insistiendo en encontrar el
significante que me represente por entero ante otro significante que me dé el
sentido absoluto de mi ser. Por eso decimos que en la cura se trata de cambiar
esa búsqueda y aceptar que nuestro sentido es contingente y que nuestro ser es
una falta en ser; que es lo que nos hace seres de deseo. Cada vez que nos
empecinamos con la inmediatez del objeto que supuestamente colmaría la
necesidad, renegamos del deseo, de nuestra condición de seres simbólicos.
A partir de que el sujeto asume su falta, a partir
de asumir que no puede ser el puro sentido del objeto que completa al Otro,
asume que la caída de ese ser sujeto lo deja
con una falta, asume la posibilidad de que esa falta, de que ese objeto
que ha caído, se convierta en el objeto causa de su deseo. Decimos que la petit a marca el lugar vacío del objeto
causa del deseo. En esa articulación significante por la cual el sujeto
enfrenta “la disyunción del ser o el sentido”, la posibilidad de advenimiento
del sujeto se precipita cuando asume que ni en uno ni en otro, ni en S1 ni en S2, sino en
el intervalo.
El sujeto adviene cuando su mismidad, su
reconocimiento identificatorio, su unaridad, se articula en el intervalo
significante, en el entredicho. Su deseo, su ser sujeto, sólo puede ser dicho a
medias.
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Este concepto de intervalo lo introdujimos hace dos
clases cuando, para entender la holofrase, planteamos una nueva forma de ver
las estructuras clínicas. Cuando planteamos dónde colocamos la holofrase y
recurrimos a las referencias de Lacan, vimos que nos decía en el Seminario 11
que hay una serie de casos que los podemos ordenar en función de esta
operación, de esta figura que es la holofrase. Y, nos decía, el fenómeno
psicosomático, la psicosis y la debilidad mental tienen en común la holofrase.
Y vimos la holofrase como esa especie de engendro resultado de congelar el
intervalo para intentar de esa manera precipitar el ser del sujeto. ¿Pero dónde
lo precipita? No en una articulación
significante, sino en una lesión de órgano, en un delirio, en un déficit “mental”.
El concepto de intervalo nos es útil para entender
que, mientras en la neurosis y en la perversión Lacan explicita que ambos dos
responden a la articulación
significante, que allí hay sujeto que surge en la articulación S1-S2 – en
términos freudianos, allí hay tránsito Edípico– hay otra serie de
manifestaciones psicopatológicas, en cambio, donde no hay articulación
significante, no hay intervalo significante, y lo que hay es holofrase. Fenómeno psicosomático, psicosis y debilidad
mental tienen en común que los tres se sirven de un engendro, la holofrase,
para saltarse la falta, congelando el intervalo entre S1 y S2.
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Hay tres cuestiones que no tenemos que perder de
vista a la hora de diagnosticar un fenómeno psicosomático. Es muy importante
para el analista tener en cuenta aquellos casos que en transferencia, es decir,
en pacientes que ya están en tratamiento, se produce la aparición de un
fenómeno que tenemos que precisar si es psicosomático. Las tres condiciones
básicas a tener en cuenta son: la primera y fundamental que el diagnóstico
médico previo descarte la causa orgánica; la segunda es rastrear un hecho de la
biografía que tenga que ver con su desencadenamiento; y la tercera es la
característica de la lesión corporal, que tiene que ver con un corte anómalo en
la superficie del cuerpo. Una úlcera es un corte anómalo, un eccema es un corte
anómalo, pero un asma también es un corte anómalo a nivel respiratorio.
En la clase pasada surgió un ejemplo, el de los
tics, que nos hicieron interrogar sobre si podíamos entenderlos como fenómeno
psicosomático, que no tenían la característica de una herida en un órgano, pero
sí la de un corte motor. Tendremos que pensar en ello.
Y otra cuestión de la clínica del fenómeno
psicosomático sobre la que nos cuestionaremos la próxima vez, dado que no hay
articulación con el deseo, cómo hacemos para que se empiece a abrir eso que
cerró, a derretir ese congelamiento y permitir que articule su lesión con algo
de su deseo.
Resumen de la clase: LA FALTA-EN-SER
Falta real: Ser-para-la-muerte “petit a”
Falta
simbólica: Ser-para-el-lenguaje S(A/)
Falta imaginaria: Ser-para-el-goce -φ
1º Tiempo lógico o pulsación
de abertura: operación de alienación Nace dividido entre dos
significantes:
- ó como sujeto petrificado en S1 del
ser
- ó
como sujeto desvanecido en S2 del sentido.
El efecto letal del sentido:
El efecto de la alienación: Pérdida del ser, sujeto como pura falta
2º Tiempo lógico o pulsación
de cierre: operación de separación
La superposición de dos
faltas: momento de la pérdida del sujeto como “a”, como objeto causa del deseo del Otro y su velamiento por el fantasma
Relación de circularidad:
- de S1 a S2, del Sujeto al Otro
- de $ al “a”,
del Sujeto al objeto
El sujeto define su ser como
la falta-en-ser y define su sentido
como el sin-sentido contingente.
Lo que encuentra nunca será idéntico
a lo que perdió
El sujeto del inconsciente se escabulle en el
intervalo S1…S2
Allí está la
guarida metonímica del deseo