"A mi juicio, el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas de la pulsión de agresión y de auto destrucción. (...) Sólo nos queda esperar que la otra de ambas potencias celestes, el eterno Eros, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha con su no menos inmortal adversario. Mas, ¿quién podría augurar el desenlace final? Freud, Malestar en la Cultura
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20121025

SEMINARIO III, CLASE 7, EL FENÓMENO PSICOSOMÁTICO



David del Real, El ángel caido
 
 
CLASE 7: LLAMADO HOLOFRÁSICO Y RETORNO LESIONANTE
 
 
Formaciones del objeto a
Intervalo vs. holofrase
El llamado y el retorno: ¿Che vuoi?
Holofrase: forclusión localizada
Cortar la holofrase
 
 
Sigamos con el fenómeno psicosomático. Hoy vamos a seguir trabajando algunos conceptos de la teoría lacaniana , y que D. Nasio retoma en su  libro sobre psicosomática[1], con una terminología muy clara, dueño de una dialéctica muy trabajada en la divulgación del psicoanálisis. Y es criticado por los lacanianos más ortodoxos porque lamentablemente cuando se hace una divulgación se tiende a cerrar conceptos que deben permanecer abiertos.   Y se corre el riesgo de simplificar. Este escrito de Nasio nos servirá para retomar el tema de una nueva clínica. Hemos estado viendo como Lacan se va posicionando más allá de lo que se llama “clínica del Edipo”, de la clínica apoyada en el padre; y los conceptos que estuvimos manejando para entender este más allá de la clínica edípica tenían que ver con el significante de la falta en el Otro - S (A/) -  y con el objeto petit a, el objeto que se precipita a partir del momento en que el sujeto deviene, cae un resto que de alguna manera representa eso que falta, la esencia del sujeto. Y la manera que tenemos para operar lógicamente con esa falta es el matema a.
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Hoy vamos a centrarnos en un concepto que aporta Nasio, un concepto que surge desde la clínica lacaniana, y que Nasio resume con el nombre de “formaciones del objeto a”, para oponerlas a las “formaciones del inconsciente”.
Estamos trabajando el tema de los fenómenos psicosomáticos, el tema de las lesiones de órgano, y lo que estamos todo el tiempo empeñados es en ver cómo hacer inteligible el mecanismo por el cual se produce este fenómeno. Entonces, nos vamos a apoyar en el objeto petit a; y diremos que así como tenemos el grupo de neurosis y perversión que se corresponden con aquellas formaciones que tienen como común denominador lo que llamamos el intervalo, habíamos definido otro grupo en el cual está el fenómeno psicosomático, que tiene como denominador común la holofrase. Intervalo versus holofrase, fueron los conceptos que usamos hace dos o tres clases, para empezar a definir una nueva manera de ver las estructuras clínicas. Hoy vamos a intentar definir las estructuras clínicas en función de que haya o no haya caída o extracción  del objeto petit a.
Las formaciones del inconsciente son las típicas manifestaciones que tenemos en la clínica bajo forma de sueños, de síntomas, de lapsus, de olvidos, agudezas o chistes, etc. Son las que están gobernadas por el decir, están en el ámbito de lo simbólico. El síntoma es el retorno de lo reprimido y como tal es un material significante que proviene de un llamado que ha sido reprimido. Un llamado simbólico reprimido que retorna en el mismo nivel simbólico como formación del inconsciente.
En el fenómeno psicosomático tenemos, en cambio, un llamado holofrásico y un retorno lesionante. El llamado holofrásico no es un significante reprimido, no lo podemos colocar en el nivel significante, pues como holofrase, ese macizo, ese congelamiento del intervalo entre S1 y S2, lo que hace es sustituir al significante.
El llamado… ¿quién llama, a quién llama, cuál es el llamado original, meollo de la construcción de la subjetividad? Lacan recoge una versión de este llamado de una novela de Cazzotte, “El diablo enamorado” resumido con la frase ¿Che vuoi? Es la demanda al gran Otro: ¿qué quiere, que me quiere? Es el llamado al deseo: ¿qué desea el Otro de mi? para poder así saber qué es lo que yo deseo. Entonces, ese llamado es el llamado del Otro, desde el Otro y hacia el Otro. El Otro en tanto transindividual, en tanto sede del lenguaje, del inconsciente, del deseo.
Nasio tiene una expresión que me parece muy feliz para hablar de este lugar Otro, en este caso referido al cuerpo del paciente: el cuerpo del paciente no es el que está sobre el diván, sino que está entre el diván y el sillón. No estamos hablando de una transmutación parapsicológica, no. Estamos hablando del cuerpo desde dos abordajes: desde el cuerpo real, el organismo viviente, aquello que escapa a la captura; y desde el cuerpo de la realidad, esto es, el formado por el cuerpo imagen y por el cuerpo simbólico. Este cuerpo de la realidad tenemos que localizarlo en la Otra escena de la relación transferencial, en tanto lugar de captura imaginaria y de ordenamiento simbólico.
Estamos hablando del lugar Otro, que como tal se define por la falta, estamos hablando del sujeto, cuyo ser le falta. Toda la historia de la ciencia se puede pensar como un intento de taponar esa falta. Cada vez que creemos definir su esencia nos cargamos al sujeto. El intento límite de poner sustancia al sujeto es el de la estrategia holofrásica, y su resultado es congelar al sujeto bajo la forma de un fenómeno psicosomático.
En el sujeto neurótico, sus maniobras son más articulables en tanto parten de un llamado simbólico, y el retorno, la respuesta que le dan a ese “¿qué me quiere?” es un síntoma, es decir es un significante, es decir, es un representante simbólico. No es una cosa, un engendro psicosomático.
Entonces, en el nivel del llamado y del retorno por la pregunta acerca del deseo, el neurótico responde con las formaciones del inconsciente, responde con el decirse sujeto dividido. Un lapsus no es ni más ni menos que la emergencia del sujeto dividido, en tanto no sabe que es portador de un decir en el que se dice el deseo.
¿Qué se encuentra un analista en la clínica diaria?: decires y actos, sueños, síntomas y actos fallidos; y fenómenos psicosomáticos, alucinaciones, pasajes al acto. Así, se puede encontrar con sujetos en posición de objeto del fantasma, “soy una mierda”, y que va arrastrándose por los distintos escenarios colocándose en el lugar de desecho, haciéndose objeto a imaginario de su fantasma.  Muy diferente es el caso del pasaje al acto,  ahí no es que representa a la mierda, sino que “se hace mierda” con el coche, en un intento último de precipitarse como petit a real. Estamos usando la petit a como herramienta conceptual para hacer inteligible una manera de entender la clínica. 
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Así, el cuerpo en la histeria sirve como escenario de una puesta en escena imaginario-simbólica que llamamos síntoma. En cambio, en el fenómeno psicosomático, la lesión de órgano, es casi lo real desnudo, el intento límite de colmar la falta con un pedazo real del  cuerpo. Todas las estrategias desde diferentes estructuras clínicas apuntan a este intento.
La palabra estrategia es una palabra tramposa porque pone la elección, como si fuera algo voluntarista del lado del sujeto. En la primera parte del curso , cuando trabajamos la anorexia extrema, la que lleva al borde de la muerte, vimos justamente cómo Recalcati recu-rría a la holofrase para intentar definir desde que mecanismo se produce este fenómeno. Porque no es neurótico, no es una represión; no podemos tampoco hablar claramente de perversión; y la psicosis no nos alcanza, porque la forclusión siempre la hemos visto en relación al nombre del padre, con una consecuencia de desestructuración general, con el aniquilamiento significante y la desestructuración imaginario-simbólica. Mientras que en la anorexia hay una desestructuración muy localizada que es la que está puesta en relación a la alimentación. Con el fenómeno psicosomático, Nasio se plantea la misma disyuntiva y localiza el fenómeno de la forclusión en la base de la holofrase, pero entendiéndola como una “forclusión localizada”.
En psicoanálisis el tema de la forclusión tiene una adscripción muy definida en relación a las psicosis. Y para este otro tipo de perturbaciones localizables, tal vez tengamos que seguir tirando del concepto de holofrase. Nasio va a apostar por hablar de forclusión también en el fenómeno psicosomático, con un retorno localizado en la superficie del cuerpo, pero que no es una superficie delimitada desde el concepto de objeto. Y toma como referencia el uso que Lacan hace de la forclusión o verwerfung en el caso de la alucinación del dedo cortado en el caso del Hombre de los Lobos.
En los síntomas estamos acostumbrados a hablar de las localizaciones en relación a la fuente pulsional, y la fuente pulsional típica es la de los orificios.  Así trabajamos como desarrollo de la libido oral, anal, fálica, escópica, invocante, las distintas fuentes pulsionales. Mientras que en el caso de la localización de la superficie del fenómeno psicosomático, éste se caracteriza por no tener ese recorte. El objeto lesión de órgano se caracteriza por no tener un borde delimitado como el borde de los orificios. Eso en cuanto al destino privilegiado del síntoma en relación a la fuente de la pulsión. Freud también va a hablar de las zonas atípicas, las zonas histerógenas atípicas. Recuerden el caso de Isabel von R, con la “astasia abasia”, con la dificultad en caminar y el dolor en  los muslos. Otra zona histerógena típica es, por ejemplo, la de la visión.
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Estamos intentando caracterizar el tema de la elección de objeto, pero antes nos detendremos en la “clínica del objeto a”. Decimos, entonces, “clínica del objeto a” en tanto podemos pensar desde esta herramienta la totalidad de la clínica; seguimos con las neurosis, las psicosis, las perversiones, seguimos con la histeria, con la obsesión. En el caso específico de la clínica del objeto a en el fenómeno psicosomático, la dirección de la cura apunta, como definición de intenciones, a cortar la holofrase. ¿Para qué? Para extraer la petit a. El objetivo es que la petit a pueda ser extraída de ese congelamiento que la ha hecho encarnar en el cuerpo. Y posibilitar así que progresivamente se pueda ir montando el fantasma. Es decir, que la petit a deje de ser un pedazo real y se convierta en el montaje fantasmático, en el montaje del deseo, en un objeto imaginario-simbólico.
La dirección de la cura es que podamos llegar a operar con el fantasma, es decir, que se pueda definir en qué posición se encuentra ese sujeto en relación al objeto de su deseo. ¿Se encuentra en posición de ser una mierda? Bueno, por lo menos hay un montaje, una representación sobre la que es posible operar, que es factible de atravesar.
En el caso de la anoréxica, se trata de hacerse nada, en el orden del objeto de la pulsión oral. Desde el nivel imaginario, su búsqueda esquelética, su hacerse “hueso”, la enfrenta con el límite del objeto imaginario con lo real. Ahí está el límite de la anorexia, esta es la holofrase, la que la enfrenta con el límite de lo real, es decir, de la muerte. La que para poder hacerse objeto se encarna, se atrapa en el límite de lo imaginario con lo real. Ya no es solamente el vacío de lo simbólico, la falta que el neurótico maneja más o menos infructuosamente en función, por ejemplo, de sus inhibiciones, hasta alcanzar la aceptación de que hay cosas que puede y cosas que no puede.
El acento que pone Nasio en este trabajo sobre la lesión de órgano, es que le interesa recalcar que no está hablando del fenómeno psicosomático como entidad abstracta psicopatológica, sino como una de las manifestaciones posibles que se encuentran en el análisis, como una manifestación en transferencia. Un paciente un día trae un sueño, otro día trae un síntoma, y otro día, trae una lesión de órgano. Intenta entender el fenómeno psicosomático en el ámbito de la transferencia. En estos casos es más accesible la posibilidad de operar sobre el llamado holofrásico y el retorno lesionante: cortar la holofrase, extraer la petit a y posibilitar el montaje del fantasma. La transferencia ya instituida permite cierta articulación para que el paciente pueda recuperar cierto margen imaginario simbólico y abandonar el límite con lo real, y pueda asociar, fantasear, imaginarizar.


[1]Nasio,D., Los gritos del cuerpo, Paidós, 1996