David del Real, El ángel caido
CLASE 7: LLAMADO HOLOFRÁSICO Y RETORNO LESIONANTE
Formaciones del objeto a
Intervalo vs. holofrase
El llamado y el retorno: ¿Che vuoi?
Holofrase: forclusión localizada
Cortar la holofrase
Sigamos con el fenómeno psicosomático. Hoy vamos a
seguir trabajando algunos conceptos de la teoría lacaniana , y que D. Nasio retoma
en su libro sobre psicosomática[1],
con una terminología muy clara, dueño de una dialéctica muy trabajada en la
divulgación del psicoanálisis. Y es criticado por los lacanianos más ortodoxos porque
lamentablemente cuando se hace una divulgación se tiende a cerrar conceptos que
deben permanecer abiertos. Y se corre
el riesgo de simplificar. Este escrito de Nasio nos servirá para retomar el
tema de una nueva clínica. Hemos estado viendo como Lacan se va posicionando
más allá de lo que se llama “clínica del Edipo”, de la clínica apoyada en el
padre; y los conceptos que estuvimos manejando para entender este más allá de
la clínica edípica tenían que ver con el significante de la falta en el Otro -
S (A/) - y con el objeto petit a, el objeto que se precipita a
partir del momento en que el sujeto deviene, cae un resto que de alguna manera
representa eso que falta, la esencia del sujeto. Y la manera que tenemos para
operar lógicamente con esa falta es el matema a.
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Hoy vamos a centrarnos en un concepto que aporta
Nasio, un concepto que surge desde la clínica lacaniana, y que Nasio resume con
el nombre de “formaciones del objeto a”, para oponerlas a las “formaciones del
inconsciente”.
Estamos trabajando el tema de los fenómenos
psicosomáticos, el tema de las lesiones de órgano, y lo que estamos todo el
tiempo empeñados es en ver cómo hacer inteligible el mecanismo por el cual se
produce este fenómeno. Entonces, nos vamos a apoyar en el objeto petit a; y
diremos que así como tenemos el grupo de neurosis y perversión que se
corresponden con aquellas formaciones que tienen como común denominador lo que
llamamos el intervalo, habíamos definido otro grupo en el cual está el fenómeno
psicosomático, que tiene como denominador común la holofrase. Intervalo versus
holofrase, fueron los conceptos que usamos hace dos o tres clases, para empezar
a definir una nueva manera de ver las estructuras clínicas. Hoy vamos a
intentar definir las estructuras clínicas en función de que haya o no haya
caída o extracción del objeto petit a.
Las formaciones del inconsciente son las típicas
manifestaciones que tenemos en la clínica bajo forma de sueños, de síntomas, de
lapsus, de olvidos, agudezas o chistes, etc. Son las que están gobernadas por
el decir, están en el ámbito de lo simbólico. El síntoma es el retorno de lo
reprimido y como tal es un material significante que proviene de un llamado que
ha sido reprimido. Un llamado simbólico reprimido que retorna en el mismo nivel
simbólico como formación del inconsciente.
En el fenómeno psicosomático tenemos, en cambio, un
llamado holofrásico y un retorno lesionante. El llamado holofrásico no es un
significante reprimido, no lo podemos colocar en el nivel significante, pues
como holofrase, ese macizo, ese congelamiento del intervalo entre S1 y S2, lo que
hace es sustituir al significante.
El llamado… ¿quién llama, a quién llama, cuál es el
llamado original, meollo de la construcción de la subjetividad? Lacan recoge
una versión de este llamado de una novela de Cazzotte, “El diablo enamorado”
resumido con la frase ¿Che vuoi? Es la demanda al gran Otro: ¿qué quiere, que
me quiere? Es el llamado al deseo: ¿qué desea el Otro de mi? para poder así
saber qué es lo que yo deseo. Entonces, ese llamado es el llamado del Otro,
desde el Otro y hacia el Otro. El Otro en tanto transindividual, en tanto sede
del lenguaje, del inconsciente, del deseo.
Nasio tiene una expresión que me parece muy feliz
para hablar de este lugar Otro, en este caso referido al cuerpo del paciente:
el cuerpo del paciente no es el que está sobre el diván, sino que está entre el
diván y el sillón. No estamos hablando de una transmutación parapsicológica,
no. Estamos hablando del cuerpo desde dos abordajes: desde el cuerpo real, el
organismo viviente, aquello que escapa a la captura; y desde el cuerpo de la realidad,
esto es, el formado por el cuerpo imagen y por el cuerpo simbólico. Este cuerpo
de la realidad tenemos que localizarlo en la Otra escena de la relación
transferencial, en tanto lugar de captura imaginaria y de ordenamiento simbólico.
Estamos hablando del lugar Otro, que como tal se
define por la falta, estamos hablando del sujeto, cuyo ser le falta. Toda la
historia de la ciencia se puede pensar como un intento de taponar esa falta.
Cada vez que creemos definir su esencia nos cargamos al sujeto. El intento
límite de poner sustancia al sujeto es el de la estrategia holofrásica, y su
resultado es congelar al sujeto bajo la forma de un fenómeno psicosomático.
En el sujeto neurótico, sus maniobras son más
articulables en tanto parten de un llamado simbólico, y el retorno, la
respuesta que le dan a ese “¿qué me quiere?” es un síntoma, es decir es un
significante, es decir, es un representante simbólico. No es una cosa, un
engendro psicosomático.
Entonces, en el nivel del llamado y del retorno por
la pregunta acerca del deseo, el neurótico responde con las formaciones del
inconsciente, responde con el decirse sujeto dividido. Un lapsus no es ni más
ni menos que la emergencia del sujeto dividido, en tanto no sabe que es
portador de un decir en el que se dice el deseo.
¿Qué se encuentra un analista en la clínica
diaria?: decires y actos, sueños, síntomas y actos fallidos; y fenómenos
psicosomáticos, alucinaciones, pasajes al acto. Así, se puede encontrar con
sujetos en posición de objeto del fantasma, “soy una mierda”, y que va
arrastrándose por los distintos escenarios colocándose en el lugar de desecho,
haciéndose objeto a imaginario de su
fantasma. Muy diferente es el caso del
pasaje al acto, ahí no es que representa
a la mierda, sino que “se hace mierda” con el coche, en un intento último de
precipitarse como petit a real.
Estamos usando la petit a como
herramienta conceptual para hacer inteligible una manera de entender la
clínica.
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Así, el cuerpo en la histeria sirve como escenario
de una puesta en escena imaginario-simbólica que llamamos síntoma. En cambio, en
el fenómeno psicosomático, la lesión de órgano, es casi lo real desnudo, el
intento límite de colmar la falta con un pedazo real del cuerpo. Todas las estrategias desde
diferentes estructuras clínicas apuntan a este intento.
La palabra estrategia es una palabra tramposa
porque pone la elección, como si fuera algo voluntarista del lado del sujeto. En
la primera parte del curso , cuando trabajamos la anorexia extrema, la que
lleva al borde de la muerte, vimos justamente cómo Recalcati recu-rría a la
holofrase para intentar definir desde que mecanismo se produce este fenómeno.
Porque no es neurótico, no es una represión; no podemos tampoco hablar
claramente de perversión; y la psicosis no nos alcanza, porque la forclusión
siempre la hemos visto en relación al nombre del padre, con una consecuencia de
desestructuración general, con el aniquilamiento significante y la desestructuración
imaginario-simbólica. Mientras que en la anorexia hay una desestructuración muy
localizada que es la que está puesta en relación a la alimentación. Con el
fenómeno psicosomático, Nasio se plantea la misma disyuntiva y localiza el
fenómeno de la forclusión en la base de la holofrase, pero entendiéndola como
una “forclusión localizada”.
En psicoanálisis el tema de la forclusión tiene una
adscripción muy definida en relación a las psicosis. Y para este otro tipo de
perturbaciones localizables, tal vez tengamos que seguir tirando del concepto
de holofrase. Nasio va a apostar por hablar de forclusión también en el
fenómeno psicosomático, con un retorno localizado en la superficie del cuerpo,
pero que no es una superficie delimitada desde el concepto de objeto. Y toma
como referencia el uso que Lacan hace de la forclusión o verwerfung en el caso
de la alucinación del dedo cortado en el caso del Hombre de los Lobos.
En los síntomas estamos acostumbrados a hablar de
las localizaciones en relación a la fuente pulsional, y la fuente pulsional
típica es la de los orificios. Así
trabajamos como desarrollo de la libido oral, anal, fálica, escópica,
invocante, las distintas fuentes pulsionales. Mientras que en el caso de la
localización de la superficie del fenómeno psicosomático, éste se caracteriza
por no tener ese recorte. El objeto lesión de órgano se caracteriza por no
tener un borde delimitado como el borde de los orificios. Eso en cuanto al
destino privilegiado del síntoma en relación a la fuente de la pulsión. Freud
también va a hablar de las zonas atípicas, las zonas histerógenas atípicas.
Recuerden el caso de Isabel von R, con la “astasia abasia”, con la dificultad
en caminar y el dolor en los muslos.
Otra zona histerógena típica es, por ejemplo, la de la visión.
3
Estamos intentando caracterizar el tema de la
elección de objeto, pero antes nos detendremos en la “clínica del objeto a”.
Decimos, entonces, “clínica del objeto a” en tanto podemos pensar desde esta
herramienta la totalidad de la clínica; seguimos con las neurosis, las
psicosis, las perversiones, seguimos con la histeria, con la obsesión. En el
caso específico de la clínica del objeto a en el fenómeno psicosomático, la
dirección de la cura apunta, como definición de intenciones, a cortar la
holofrase. ¿Para qué? Para extraer la petit a. El objetivo es que la petit a
pueda ser extraída de ese congelamiento que la ha hecho encarnar en el cuerpo.
Y posibilitar así que progresivamente se pueda ir montando el fantasma. Es
decir, que la petit a deje de ser un pedazo real y se convierta en el montaje
fantasmático, en el montaje del deseo, en un objeto imaginario-simbólico.
La dirección de la cura es que podamos llegar a
operar con el fantasma, es decir, que se pueda definir en qué posición se
encuentra ese sujeto en relación al objeto de su deseo. ¿Se encuentra en posición
de ser una mierda? Bueno, por lo menos hay un montaje, una representación sobre
la que es posible operar, que es factible de atravesar.
En el caso de la anoréxica, se trata de hacerse
nada, en el orden del objeto de la pulsión oral. Desde el nivel imaginario, su
búsqueda esquelética, su hacerse “hueso”, la enfrenta con el límite del objeto
imaginario con lo real. Ahí está el límite de la anorexia, esta es la
holofrase, la que la enfrenta con el límite de lo real, es decir, de la muerte.
La que para poder hacerse objeto se encarna, se atrapa en el límite de lo
imaginario con lo real. Ya no es solamente el vacío de lo simbólico, la falta
que el neurótico maneja más o menos infructuosamente en función, por ejemplo,
de sus inhibiciones, hasta alcanzar la aceptación de que hay cosas que puede y
cosas que no puede.
El acento que pone Nasio en este trabajo sobre la
lesión de órgano, es que le interesa recalcar que no está hablando del fenómeno
psicosomático como entidad abstracta psicopatológica, sino como una de las
manifestaciones posibles que se encuentran en el análisis, como una
manifestación en transferencia. Un paciente un día trae un sueño, otro día trae
un síntoma, y otro día, trae una lesión de órgano. Intenta entender el fenómeno
psicosomático en el ámbito de la transferencia. En estos casos es más accesible
la posibilidad de operar sobre el llamado holofrásico y el retorno lesionante:
cortar la holofrase, extraer la petit a y posibilitar el montaje del fantasma.
La transferencia ya instituida permite cierta articulación para que el paciente
pueda recuperar cierto margen imaginario simbólico y abandonar el límite con lo
real, y pueda asociar, fantasear, imaginarizar.
[1]Nasio,D.,
Los gritos del cuerpo, Paidós, 1996