David del Real: Coche rojo
CLASE 5: ESTRUCTURAS CLÍNICAS, INTERVALO Y HOLOFRASE
El concepto de estructura clínica
La clínica freudiana y el padre del edipo
La clínica lacaniana y el Nombre-del-Padre
Los operadores lógicoa "a" y S(A/)
Clínica del intervalo vs. clínica de la holofrase
Hoy vamos a intentar despejar la siguiente
cuestión: dentro de las estructuras clínicas ¿dónde localizamos el FPS? Antes
vamos a hacer una pequeña introducción sobre el concepto de estructura clínica.
1
Para definir que es una estructura recurrimos a las
matemáticas, a la teoría de los conjuntos, y así diremos que la estructura es
un conjunto covariante[1]
de elementos significantes. Lo más valioso por lo que Lacan recurre al concepto
de conjunto es que remite a la paradoja de la totalidad: el conjunto como tal
es un conjunto de no-todo.
“Lo que les
he enunciado, que en el universo de discurso no hay nada que contenga todo, he
aquí lo que nos incita a ser especialmente prudentes en cuanto a mínimo de lo
que se llama todo y parte. Y exigir en el origen que distingamos el Uno de la
totalidad, que justamente acabo de refutar diciendo que a nivel del discurso no
hay universo, lo que queda aún en suspenso, distinguir este Uno del uno
contable, que por naturaleza se escapa y se desliza a ser uno, a repetirse a
volver a cerrarse sobre sí mismo, instaurando la falta de la que se trata,
cuando se trata de instituir el sujeto.”[2]
Cuando en las matemáticas se plantea el conjunto de
la totalidad se desemboca en las paradojas. Una de las paradojas con la que los
lógicos se rompen la cabeza es la “paradoja de Russell”[3].
Tenemos un ejemplo de esta paradoja si intentamos construir el catálogo de
todos los catálogos que no se incluyen a sí mismos.
¿Por
qué entra en paradoja este planteo de conjunto total? ¿Por qué este conjunto
total es imposible? Porque, para que el conjunto sea total, es decir, cerrado,
en el “catálogo de todos los catálogos que no se incluyen a sí mismo” tendría
que estar el propio catálogo. Y si incluimos el propio catálogo, sería un
conjunto mentiroso porque sólo es de los que no se incluyen a sí mismo.
El conjunto se define por tener excluido un
elemento como mínimo. El conjunto del no-todo le sirve a Lacan para definir la
cuestión que atañe a la clínica psicoanalítica, a diferencia de la clínica
médica que persigue el conjunto cerrado. Hay casos que no van a entrar en la
estructura, que no podemos definirlos ni en una ni en otra estructura. La
validez de la estructura clínica la podemos sólo considerar como un conjunto no
todo, incompleto.
Covariante remite a que los elementos significantes
no tienen un lugar definido en tanto lugar positivo, sino un lugar en tanto
vale por oposición a lo que no es. Así, a partir de Saussure se define el lenguaje
como un conjunto de elementos que valen por oposición a lo demás elementos. No
se trata de un conjunto de elementos en los que cada uno vale por su identidad
propia sino que cada uno vale por lo que se opone a los otros.
Y el elemento significante no vale por su función
nominal, por ponerle nombre a las cosas como si fuera una etiqueta: “esto es
una mesa”. Es por la relación de un significante a otro significante que se
engendra la relación del significante al significado. Y eso sin olvidar la función significante que nos interesa
especialmente, la de representar al sujeto para otro significante. En el
funcionamiento significante se juega algo mucho más trascendente que la
nominación de las cosas, se juega lo que define el lenguaje como lo
característico del ser hablante Y es que en ese decir se nos cuela
constantemente el malentendido, la imposibilidad de representarnos, de decir la
verdad.
La lengua basta para comunicarnos, pero su función
está más allá del comunicarnos. Su función es humanizarnos, estructurarnos como
seres humanos, o mejor dicho, como seres hablantes. Dejemos de caer en el
reduccionismo fácil de los utilitaristas que constriñen la lengua a un mero
nomenclador. Claro que sirve para nombrar las cosas, pero es que eso está de
añadido, la clave de su poder radica en sujetarnos en un entramado simbólico,
en organizarnos. Y como tal esa estructura simbólica no es completa. Por
supuesto que la lengua así como está funciona: tenemos “El Quijote”, pero
también tenemos “El malestar en la cultura”.
Con la clínica de la lógica del significante, lo
inherente a la estructura simbólica es la pérdida de goce, la constitución de
un no todo, de una falta, y para poder operar lógicamente con esta falta en una
u otra estructura clínica, Lacan ha construido el operador lógico que llama
“objeto a”, la petit a, que remite a un vacío, a aquello que
queda como resto del “registro de lo real”. Esa es la falta más allá de las
imágenes del “registro imaginario”, y más allá de la presencia-ausencia del
“registro simbólico”.
2
Hecha esta introducción vamos a hablar de las
estructuras clínicas desde la clínica lacaniana. Para ello nos apoyaremos en la
propuesta de A. Eidelsztein[4]
que intenta sistematizar el cambio de la clínica freudiana a la clínica
lacaniana. ¿Ese cambio lo tenemos que leer en el sentido de una evolución? No,
pues la clínica freudiana no sólo sigue siendo válida, sino que Lacan, para
poder dar el aporte que hace es retornando a Freud. Pero, con la siguiente
salvedad, vuelve a Freud precisándolo, complejizándolo.
En Freud la clínica se apoya en el padre, la
clínica del padre edipico. ¿Qué quiere decir que Freud se apoya en el padre?
Quiere decir que Freud a partir del complejo de Edipo construye un tránsito
obligado por el cual todo sujeto tiene que transitar para encontrarse, para definirse,
para elegir, para ser, sobre todo, ser sexuado: el padre como objeto de
identificación en el caso del niño; el padre como objeto de amor en el caso de
la niña.
Y la otra manera de entender que la clínica
freudiana se apoya en el padre es que remite la causa última de la in-completitud
a lo que el padre hizo o dejó de hacer. Así hablamos de las consecuencias que
acontecen cuando el padre deja de hacer algo, o cuando lo hace en exceso.
Quedarnos es esto es quedarnos en la historia individual del neurótico.
Los psicoanalistas se apoyaron durante mucho tiempo
en una teoría que pretendiendo ser una teoría explicativa de la clínica, en
realidad copiaba los argumentos de nuestros neuróticos, que son los que se
quejan que el padre hizo o dejó de hacer. Era una teoría que justificaba el
discurso del neurótico, con lo cual se convirtió en cómplice de un fantasma.
El Edipo a partir de Lacan no podemos seguir
entendiéndolo solamente desde la lectura imaginaria, eso sería quedarse con el
padre del “guiñol de la rivalidad sexual”[5].
El padre del Edipo hay que pensarlo como función desde un nivel simbólico, no
la del padre en pantuflas, la del padre amado o el padre odiado, el padre que
hizo o dejó de hacer, sino desde el significante Nombre-del Padre, a partir de
una operación lógica, que sigue la lógica del lenguaje, que llamará metáfora
paterna, por el cual el deseo de la madre pasa a ser soterrado por el
Nombre-del Padre.
Aquí Lacan se apoya entonces, en el padre como
significante, dando el salto de lo imaginario a lo simbólico. Y más aún, nos
dice que sobre todo la causa última de la in-completitud no hay que buscarla en
lo fáctico, en lo histórico, en lo acontecido en la vida de un sujeto sino que
hay que buscarlo como un efecto intrínseco de la estructura significante por el
hecho de estar sometidos al lenguaje. El sujeto sólo puede ser dividido, no
puede él ser todo dicho, no puede ser dueño de toda su verdad, dividido por un
saber del que no tiene idea: sujeto del inconsciente. Y no sólo el sujeto está dividido
sino que el gran Otro también está incompleto. Cuando Freud trabaja el concepto
de castración, ésta remite sobre todo y fundamentalmente a la castración de la
madre. La castración del niño es tal porque lo que es evidente para él es la
castración de su madre. Aquí estamos en el plano imaginario. Y ya en el plano
simbólico, la falta en el sujeto será promovida o habilitada a partir de que se
inscriba la falta en el Otro.
Entonces, para entender las estructuras clínicas
desde Lacan, tenemos que considerar tres niveles en esa in-completitud:
-
la causa de la in-completitud por el efecto
intrínseco de la estructura significante
-
la in-completitud operada a partir de la
intervención del nombre-del-padre
-
y el otro nivel de la falta es la que se inscribe
en el Otro, como significante de la falta en el Otro, que operará en el
sujeto la caída o extracción de la petit “a”, habilitando la aparición de
la causa del deseo.
Estos son los operadores lógicos: el significante
Nombre-del –Padre, el significante de la falta en el Otro: S(A barrado), y la petit
a.
3
Ahora sí podemos elaborar una nueva tabla de
estructuras clínicas en la que, si bien se mantienen las estructuras
primordiales, neurosis, psicosis y perversiones, tenemos la posibilidad de leer estas estructuras,
siguiendo la propuesta de Eidelsztein, dentro de una estructura general en
función de la siguiente oposición:
- según que opere, que sea efectiva la inscripción
del significante de la falta en el Otro, S(A/), operando la caída o extracción
del “objeto a”, con lo cual tendremos
la “clínica del intervalo” que abarca
las neurosis y la perversiones.
- o según que no sea operatoria la inscripción de
S(A/), sin extracción del “objeto a”, lo que da lugar a la “clínica de la holofrase”,
que abarca la siguiente serie: psicosis, debilidad mental, fenómeno psicosomático.
Cuando empezamos a trabajar el fenómeno
psicosomático dijimos que el intervalo designa el lugar Otro, lugar vacío entre
el S1 y S2 susceptible
de hacer oír al sujeto del inconsciente en su falta. Y que justamente la
holofrase es la solidificación de ese intervalo, es la negación máxima que
forcluye la división del sujeto y la in-completitud del Otro.
Y en lugar de la emergencia del sujeto dividido y
la caída de la “petit a”, se instala,
en el caso del fenómeno psicosomático, una lesión de órgano. Lo que se aloja
allí como holofrase, esto es, la ausencia de funcionamiento del intervalo
significante, da como resultado el fenómeno psicosomático, la psicosis, la
debilidad mental. Esta es la clínica que responde a la lógica de la holofrase.
Y por otro lado tenemos la clínica del intervalo,
la neurosis y la perversión, en donde sí interviene el significante de la falta
en el Otro, en donde sí interviene la castración, esto es, se asume la falta,
en tanto el Otro está incompleto, se asume la propia falta, la caída del objeto
a, lo que habilita el deseo.
La neurosis y la perversión son estrategias últimas
por las cuales el sujeto hace de tapón a la falta en el Otro. Falta reconocida,
sí, pero negada, en el primer caso por la Verdrängung
o represión y en el segundo caso
por la Verleugnung o desmentida.
En cambio en la clínica de la holofrase no ha
habido reconocimiento de la castración. En palabras de Freud en su texto sobre
la Verneinung o denegación, el primer
tiempo de afirmación del juicio de atribución no ha acontecido. Aquí es donde
Lacan ubica la génesis de la Verwerfung, el
mecanismo de forclusión que opera en la génesis de la holofrase. Donde opera la
forclusión no podemos hablar de tapón, porque intentar tapar la falta
implicaría haberla reconocido. Y la forclusión justamente designa el “no ha
lugar” de esa operación lógica. Y lo que ha sido forcluido del campo de lo
simbólico se caracteriza porque retorna en el campo de lo real: lesión de
órgano en el caso de lo psicosomático, alucinación en el caso de la psicosis.
4
Volviendo a la cuestión del comienzo sobre el
pasaje de la clínica freudiana a la clínica lacaniana, hemos puntuado los
conceptos de padre edípico, de significante nombre-del-padre, de significante
de la falta en el Otro y de “objeto a”.
Más allá de lo que llama “el guiñol imaginario de la rivalidad edípica”, Lacan
propone los operadores de la lógica significante.
Tenemos que privilegiar, entonces, la estructura
significante. La causa de ser en falta responde a la lógica significante, a eso
que nos caracteriza como seres hablantes, que es estar sometidos al Otro que un
primer momento colocamos como sin tacha, el Otro completo al que suponemos todo
el saber, el Otro de la garantía de nuestro deseo, que nos puede decir que es
lo que deseamos, que es lo que nos hace falta. Y que eso responde a la lógica
de la estructura del lenguaje y que en la medida que asumimos que el
significante no está hecho solamente para comunicarnos sino para que emerja el
sujeto del inconsciente, es decir, para que “eso” o “ello” diga más allá de Yo,
a partir de que podamos escucharlo podremos aceptar que el sujeto está
dividido, que el Otro está dividido, que hay una causa para nuestro ser en
falta, que no tiene que ver con lo que papá hizo o dejó de hacer. Este fantasma
neurótico gobernó durante mucho tiempo la clínica psicoanalítica. A Lacan le
toca reinterpretar la función del padre edípico desde su registro trinario
imaginario, simbólico, real. Freud se vió precisado a construir un mito sobre
el padre de la horda primitiva, y hay que leerlo como una exigencia lógica, no
como un dato histórico, antropológico.
Y si Lacan privilegia la estructura significante ésta
no es sin el cuerpo, sin el goce. No estamos en la abstracta teoría del
significante, sino de cómo el decir goza, el no-todo y la castración. Estamos
trabajando con la pulsión y de cómo se construye la humanización, de cómo
emerge el sujeto representado por un significante, pero al mismo tiempo de cómo
se estructura el cuerpo pulsional. De cómo se localiza la falta-en-ser, estamos
hablando de los agujeros del cuerpo pero también del intervalo entre los
significantes.
Insisto, es necesario despejar cualquier duda o
malentendido acerca de la plena vigencia de la teoría freudiana. Todo esto de
lo que estamos hablando acerca de la estructura significante sólo es entendible
si no perdemos de vista el cuerpo pulsional: el malestar, el padecimiento, la
mortificación, la demanda; estamos hablando de aquello que tiene que ver con no
poder alcanzar la satisfacción. Y esto es Freud.
Y el esfuerzo de Lacan apunta a construir una
lógica con la que poder operar y hacer congruente y consistente la teoría con
la clínica.
[1]
Lacan, El Seminario, Libro 3, Clase 14
[2]
Lacan, El Seminario, Libro 14, Clase 1
[3]
Lacan, El Seminario, Libro 9, Case 9
[4]
Eidelsztein, A., Las estructuras clínicas
a partir de Lacan (Vol. I)-Letra Viva
[5]
Lacan, Escritos 2, Subversión del sujeto
y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano