"A mi juicio, el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas de la pulsión de agresión y de auto destrucción. (...) Sólo nos queda esperar que la otra de ambas potencias celestes, el eterno Eros, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha con su no menos inmortal adversario. Mas, ¿quién podría augurar el desenlace final? Freud, Malestar en la Cultura
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20121025

SEMINARIO III: Clase 5: EL FENÓMENO PSICOSOMÁTICO



David del Real: Coche rojo
 
 
CLASE 5: ESTRUCTURAS CLÍNICAS, INTERVALO Y HOLOFRASE
 
 
El concepto de estructura clínica
La clínica freudiana y el padre del edipo
La clínica lacaniana y el Nombre-del-Padre
Los operadores lógicoa "a" y S(A/)
Clínica del intervalo vs. clínica de la holofrase
 
 

Hoy vamos a intentar despejar la siguiente cuestión: dentro de las estructuras clínicas ¿dónde localizamos el FPS? Antes vamos a hacer una pequeña introducción sobre el concepto de estructura clínica.
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Para definir que es una estructura recurrimos a las matemáticas, a la teoría de los conjuntos, y así diremos que la estructura es un conjunto covariante[1] de elementos significantes. Lo más valioso por lo que Lacan recurre al concepto de conjunto es que remite a la paradoja de la totalidad: el conjunto como tal es un conjunto de no-todo.
         Lo que les he enunciado, que en el universo de discurso no hay nada que contenga todo, he aquí lo que nos incita a ser especialmente prudentes en cuanto a mínimo de lo que se llama todo y parte. Y exigir en el origen que distingamos el Uno de la totalidad, que justamente acabo de refutar diciendo que a nivel del discurso no hay universo, lo que queda aún en suspenso, distinguir este Uno del uno contable, que por naturaleza se escapa y se desliza a ser uno, a repetirse a volver a cerrarse sobre sí mismo, instaurando la falta de la que se trata, cuando se trata de instituir el sujeto.”[2]

Cuando en las matemáticas se plantea el conjunto de la totalidad se desemboca en las paradojas. Una de las paradojas con la que los lógicos se rompen la cabeza es la “paradoja de Russell”[3]. Tenemos un ejemplo de esta paradoja si intentamos construir el catálogo de todos los catálogos que no se incluyen a sí mismos.
¿Por qué entra en paradoja este planteo de conjunto total? ¿Por qué este conjunto total es imposible? Porque, para que el conjunto sea total, es decir, cerrado, en el “catálogo de todos los catálogos que no se incluyen a sí mismo” tendría que estar el propio catálogo. Y si incluimos el propio catálogo, sería un conjunto mentiroso porque sólo es de los que no se incluyen a sí mismo.

El conjunto se define por tener excluido un elemento como mínimo. El conjunto del no-todo le sirve a Lacan para definir la cuestión que atañe a la clínica psicoanalítica, a diferencia de la clínica médica que persigue el conjunto cerrado. Hay casos que no van a entrar en la estructura, que no podemos definirlos ni en una ni en otra estructura. La validez de la estructura clínica la podemos sólo considerar como un conjunto no todo, incompleto.
Covariante remite a que los elementos significantes no tienen un lugar definido en tanto lugar positivo, sino un lugar en tanto vale por oposición a lo que no es. Así, a partir de Saussure se define el lenguaje como un conjunto de elementos que valen por oposición a lo demás elementos. No se trata de un conjunto de elementos en los que cada uno vale por su identidad propia sino que cada uno vale por lo que se opone a los otros.

Y el elemento significante no vale por su función nominal, por ponerle nombre a las cosas como si fuera una etiqueta: “esto es una mesa”. Es por la relación de un significante a otro significante que se engendra la relación del significante al significado. Y eso sin olvidar  la función significante que nos interesa especialmente, la de representar al sujeto para otro significante. En el funcionamiento significante se juega algo mucho más trascendente que la nominación de las cosas, se juega lo que define el lenguaje como lo característico del ser hablante Y es que en ese decir se nos cuela constantemente el malentendido, la imposibilidad de representarnos, de decir la verdad.
La lengua basta para comunicarnos, pero su función está más allá del comunicarnos. Su función es humanizarnos, estructurarnos como seres humanos, o mejor dicho, como seres hablantes. Dejemos de caer en el reduccionismo fácil de los utilitaristas que constriñen la lengua a un mero nomenclador. Claro que sirve para nombrar las cosas, pero es que eso está de añadido, la clave de su poder radica en sujetarnos en un entramado simbólico, en organizarnos. Y como tal esa estructura simbólica no es completa. Por supuesto que la lengua así como está funciona: tenemos “El Quijote”, pero también tenemos “El malestar en la cultura”.

Con la clínica de la lógica del significante, lo inherente a la estructura simbólica es la pérdida de goce, la constitución de un no todo, de una falta, y para poder operar lógicamente con esta falta en una u otra estructura clínica, Lacan ha construido el operador lógico que llama “objeto a”, la petit a, que remite a un vacío, a aquello que queda como resto del “registro de lo real”. Esa es la falta más allá de las imágenes del “registro imaginario”, y más allá de la presencia-ausencia del “registro simbólico”.
2
Hecha esta introducción vamos a hablar de las estructuras clínicas desde la clínica lacaniana. Para ello nos apoyaremos en la propuesta de A. Eidelsztein[4] que intenta sistematizar el cambio de la clínica freudiana a la clínica lacaniana. ¿Ese cambio lo tenemos que leer en el sentido de una evolución? No, pues la clínica freudiana no sólo sigue siendo válida, sino que Lacan, para poder dar el aporte que hace es retornando a Freud. Pero, con la siguiente salvedad, vuelve a Freud precisándolo, complejizándolo.

En Freud la clínica se apoya en el padre, la clínica del padre edipico. ¿Qué quiere decir que Freud se apoya en el padre? Quiere decir que Freud a partir del complejo de Edipo construye un tránsito obligado por el cual todo sujeto tiene que transitar para encontrarse, para definirse, para elegir, para ser, sobre todo, ser sexuado: el padre como objeto de identificación en el caso del niño; el padre como objeto de amor en el caso de la niña.
Y la otra manera de entender que la clínica freudiana se apoya en el padre es que remite la causa última de la in-completitud a lo que el padre hizo o dejó de hacer. Así hablamos de las consecuencias que acontecen cuando el padre deja de hacer algo, o cuando lo hace en exceso. Quedarnos es esto es quedarnos en la historia individual del neurótico.

Los psicoanalistas se apoyaron durante mucho tiempo en una teoría que pretendiendo ser una teoría explicativa de la clínica, en realidad copiaba los argumentos de nuestros neuróticos, que son los que se quejan que el padre hizo o dejó de hacer. Era una teoría que justificaba el discurso del neurótico, con lo cual se convirtió en cómplice de un fantasma.
El Edipo a partir de Lacan no podemos seguir entendiéndolo solamente desde la lectura imaginaria, eso sería quedarse con el padre del “guiñol de la rivalidad sexual[5]. El padre del Edipo hay que pensarlo como función desde un nivel simbólico, no la del padre en pantuflas, la del padre amado o el padre odiado, el padre que hizo o dejó de hacer, sino desde el significante Nombre-del Padre, a partir de una operación lógica, que sigue la lógica del lenguaje, que llamará metáfora paterna, por el cual el deseo de la madre pasa a ser soterrado por el Nombre-del Padre.

Aquí Lacan se apoya entonces, en el padre como significante, dando el salto de lo imaginario a lo simbólico. Y más aún, nos dice que sobre todo la causa última de la in-completitud no hay que buscarla en lo fáctico, en lo histórico, en lo acontecido en la vida de un sujeto sino que hay que buscarlo como un efecto intrínseco de la estructura significante por el hecho de estar sometidos al lenguaje. El sujeto sólo puede ser dividido, no puede él ser todo dicho, no puede ser dueño de toda su verdad, dividido por un saber del que no tiene idea: sujeto del inconsciente. Y no sólo el sujeto está dividido sino que el gran Otro también está incompleto. Cuando Freud trabaja el concepto de castración, ésta remite sobre todo y fundamentalmente a la castración de la madre. La castración del niño es tal porque lo que es evidente para él es la castración de su madre. Aquí estamos en el plano imaginario. Y ya en el plano simbólico, la falta en el sujeto será promovida o habilitada a partir de que se inscriba la falta en el Otro.
Entonces, para entender las estructuras clínicas desde Lacan, tenemos que considerar tres niveles en esa in-completitud:

-         la causa de la in-completitud por el efecto intrínseco de la estructura significante
-         la in-completitud operada a partir de la intervención del nombre-del-padre
-         y el otro nivel de la falta es la que se inscribe en el Otro, como significante de la falta en el Otro, que operará en el sujeto  la caída o extracción de la petit “a”, habilitando la aparición de la causa del deseo.

Estos son los operadores lógicos: el significante Nombre-del –Padre, el significante de la falta en el Otro: S(A barrado),  y la petit a.
3
Ahora sí podemos elaborar una nueva tabla de estructuras clínicas en la que, si bien se mantienen las estructuras primordiales, neurosis, psicosis y perversiones,  tenemos la posibilidad de leer estas estructuras, siguiendo la propuesta de Eidelsztein, dentro de una estructura general en función de la siguiente oposición:

- según que opere, que sea efectiva la inscripción del significante de la falta en el Otro, S(A/), operando la caída o extracción del “objeto a”, con lo cual tendremos la “clínica del intervalo”  que abarca las neurosis y la perversiones.
- o según que no sea operatoria la inscripción de S(A/), sin extracción del “objeto a”,  lo que da lugar a la “clínica de la holofrase”, que abarca la siguiente serie: psicosis, debilidad mental, fenómeno psicosomático.

Cuando empezamos a trabajar el fenómeno psicosomático dijimos que el intervalo designa el lugar Otro, lugar vacío entre el S1 y S2 susceptible de hacer oír al sujeto del inconsciente en su falta. Y que justamente la holofrase es la solidificación de ese intervalo, es la negación máxima que forcluye la división del sujeto y la in-completitud del Otro.
Y en lugar de la emergencia del sujeto dividido y la caída de la “petit a”, se instala, en el caso del fenómeno psicosomático, una lesión de órgano. Lo que se aloja allí como holofrase, esto es, la ausencia de funcionamiento del intervalo significante, da como resultado el fenómeno psicosomático, la psicosis, la debilidad mental. Esta es la clínica que responde a la lógica de la holofrase.

Y por otro lado tenemos la clínica del intervalo, la neurosis y la perversión, en donde sí interviene el significante de la falta en el Otro, en donde sí interviene la castración, esto es, se asume la falta, en tanto el Otro está incompleto, se asume la propia falta, la caída del objeto a, lo que habilita el deseo.
La neurosis y la perversión son estrategias últimas por las cuales el sujeto hace de tapón a la falta en el Otro. Falta reconocida, sí, pero negada, en el primer caso por la Verdrängung o represión y en el segundo caso por la Verleugnung o desmentida.

En cambio en la clínica de la holofrase no ha habido reconocimiento de la castración. En palabras de Freud en su texto sobre la Verneinung o denegación, el primer tiempo de afirmación del juicio de atribución no ha acontecido. Aquí es donde Lacan ubica la génesis de la Verwerfung, el mecanismo de forclusión que opera en la génesis de la holofrase. Donde opera la forclusión no podemos hablar de tapón, porque intentar tapar la falta implicaría haberla reconocido. Y la forclusión justamente designa el “no ha lugar” de esa operación lógica. Y lo que ha sido forcluido del campo de lo simbólico se caracteriza porque retorna en el campo de lo real: lesión de órgano en el caso de lo psicosomático, alucinación en el caso de la psicosis.
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Volviendo a la cuestión del comienzo sobre el pasaje de la clínica freudiana a la clínica lacaniana, hemos puntuado los conceptos de padre edípico, de significante nombre-del-padre, de significante de la falta en el Otro y de “objeto a”. Más allá de lo que llama “el guiñol imaginario de la rivalidad edípica”, Lacan propone los operadores de la lógica significante.

Tenemos que privilegiar, entonces, la estructura significante. La causa de ser en falta responde a la lógica significante, a eso que nos caracteriza como seres hablantes, que es estar sometidos al Otro que un primer momento colocamos como sin tacha, el Otro completo al que suponemos todo el saber, el Otro de la garantía de nuestro deseo, que nos puede decir que es lo que deseamos, que es lo que nos hace falta. Y que eso responde a la lógica de la estructura del lenguaje y que en la medida que asumimos que el significante no está hecho solamente para comunicarnos sino para que emerja el sujeto del inconsciente, es decir, para que “eso” o “ello” diga más allá de Yo, a partir de que podamos escucharlo podremos aceptar que el sujeto está dividido, que el Otro está dividido, que hay una causa para nuestro ser en falta, que no tiene que ver con lo que papá hizo o dejó de hacer. Este fantasma neurótico gobernó durante mucho tiempo la clínica psicoanalítica. A Lacan le toca reinterpretar la función del padre edípico desde su registro trinario imaginario, simbólico, real. Freud se vió precisado a construir un mito sobre el padre de la horda primitiva, y hay que leerlo como una exigencia lógica, no como un dato histórico, antropológico.
Y si Lacan privilegia la estructura significante ésta no es sin el cuerpo, sin el goce. No estamos en la abstracta teoría del significante, sino de cómo el decir goza, el no-todo y la castración. Estamos trabajando con la pulsión y de cómo se construye la humanización, de cómo emerge el sujeto representado por un significante, pero al mismo tiempo de cómo se estructura el cuerpo pulsional. De cómo se localiza la falta-en-ser, estamos hablando de los agujeros del cuerpo pero también del intervalo entre los significantes.

Insisto, es necesario despejar cualquier duda o malentendido acerca de la plena vigencia de la teoría freudiana. Todo esto de lo que estamos hablando acerca de la estructura significante sólo es entendible si no perdemos de vista el cuerpo pulsional: el malestar, el padecimiento, la mortificación, la demanda; estamos hablando de aquello que tiene que ver con no poder alcanzar la satisfacción. Y esto es Freud.
Y el esfuerzo de Lacan apunta a construir una lógica con la que poder operar y hacer congruente y consistente la teoría con la clínica.



[1] Lacan, El Seminario, Libro 3, Clase 14
[2] Lacan, El Seminario, Libro 14, Clase 1
[3] Lacan, El Seminario, Libro 9, Case 9
[4] Eidelsztein, A., Las estructuras clínicas a partir de Lacan (Vol. I)-Letra Viva
[5] Lacan, Escritos 2, Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano