"A mi juicio, el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas de la pulsión de agresión y de auto destrucción. (...) Sólo nos queda esperar que la otra de ambas potencias celestes, el eterno Eros, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha con su no menos inmortal adversario. Mas, ¿quién podría augurar el desenlace final? Freud, Malestar en la Cultura
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20121205

SEMINARIO III, CLASE 10, EL SUJETO EN ESTADO LÍMITE


DAVID DEL REAL, Camello
 
 
 
CLASE 10: ¿SE PUEDE HABLAR DE FORCLUSIONES PARCIALES?
 
La negación en las estructuras clínicas
Forclusión de efecto óntico
Forclusión de efecto ético
Forclusión de efecto epistémico
La revalidación del nombre del padre
La adolescencia indefinida
 
 
Siguiendo con lo que podemos llamar los síntomas del malestar contemporáneo, y en particular, el concepto de Rassial del sujeto en estado límite, nos detendremos en el proceso de forclusión o Verwerfung. Pero antes vamos a introducir el concepto de negación. Este concepto se encuentra en un artículo de Freud de 1925, Die Verneinung[1], que Lacan prefiere traducir como “La denegación”[2], tema que trabajará ampliamente a partir de un comentario del filósofo  Jean Hyppolite[3].
1
En una primera aproximación al concepto diremos que la negación es un proceso lógico implícito previo al proceso del pensamiento, a la génesis del pensamiento. Todo pensamiento implica en su génesis un tiempo lógico de negación.
La negación – o denegación-  es entendida como ese paso lógico inherente a la génesis de cualquier pensamiento, por el cual tenemos lo que se llama un juicio de atribución: acepto o rechazo. A partir del juicio de atribución articulamos nuestro pensamiento.
Por ejemplo, intentemos visualizar el proceso de adquisición de una lengua. El bebé tiene ante sí la plasticidad suficiente para adquirir cualquier lengua. A partir de allí, la lengua materna se le impone sobre un fondo de negación del resto de las posibles articulaciones fonemáticas que no son encadenados. La posibilidad de la aceptación de unos, implica, en un proceso disyuntivo, la exclusión de otros. Acepto o expulso. Lo que acepto pasa a estar inscripto en lo simbólico. Lo que no acepto pasa a ser expulsado a lo real.
Se trata de hacer inteligible la negación en sus diferentes modalidades según la estructura clínica de que se trate. Podemos decir que cada una de las estructuras clínicas freudianas responde a un estilo específico de negación.
La neurosis responde al prototipo por excelencia de negación, que llamamos denegación o verneinung. La denegación neurótica es la otra cara de la represión. Freud pone como ejemplo  un paciente, que contando un sueño exclama: “Soñé con una señora…pero no es mi madre…”. Cuando el “no” califica como atributo un significante que emerge tenemos que considerarlo como la artimaña de que se vale la neurosis para permitir que lo reprimido retorne. El retorno de lo reprimido se vale del mecanismo de la denegación para emerger.
En la psicosis, la negación que opera es mucho más contundente, del orden de un cercenamiento, cuyo término alemán es verwerfung, y que Lacan traduce como forclusión, término francés que en castellano se tradujo como preclusión, pero se terminó adoptando el término francés forclusión. Su característica, a diferencia de la represión, es que no retorna en el mismo nivel. En la neurosis lo reprimido y lo que retorna son significantes, se dan en el mismo nivel, en el orden simbólico. En la psicosis, en cambio, el significante forcluido no llega a ser inscripto en el orden simbólico, y su retorno adviene en lo real como delirio, como alucinación.
Y la otra característica esencial del mecanismo de la forclusión psicótica radica en que el significante que ha sido forcluido es un significante primordial, esencial, el significante llamado nombre-del –padre.                                                                                                                                    
Para que el ser humano pueda establecer la relación más natural, la del macho a la hembra, es necesario que intervenga un tercero, que sea la imagen de algo logrado, el modelo de una armonía. No es decir suficiente: hace falta una ley, una cadena, un orden simbólico, la intervención del orden de la palabra, es decir del padre. No del padre natural, sino de lo que se llama el padre. El orden que impide la colisión y el estallido de la situación en su conjunto está fundado en la existencia de ese nombre del padre.[4]
Y aquí se nos abre el registro, la parrilla de salida para entender cómo, a partir de estos conceptos, podemos hacer inteligible el sujeto en estado límite. Son aquellos casos en los que se pone a prueba el límite del analista para poder entender la calidad de la negación con la que se está enfrentando.
Y en las perversiones, la negación que interviene es la Verleugnung, traducida como renegación o desmentida, referida a la castración: “si…pero no.”. Desmentir, como hizo Pedro con Jesús; o renegar, aplicado a quienes reniegan de su fe. En definitiva, se prefirió el uso del término desmentida, porque renegación está muy ligado al sentido de apostasía con conciencia.
2
Entonces, forclusión, y aquí rescato la opinión de J. D. Nasio[5] cuando dice, referido al fenómeno psicosomático, que tenemos que poder pensar en la génesis de este fenómeno la actuación de una operación de “forclusión local”. ¿Por qué dice local? porque quiere diferenciarla de la forclusión del significante nombre-del-padre, que  sería una forclusión generalizada.
Hay otro autor, Roland Chemama, en el que nos detendremos más adelante, que se plantea la pregunta sobre una posible “forclusión parcial” o “forclusión social del falo” para abordar también estas patologías que no se insertan fácilmente ni en la neurosis ni en la psicosis.                                                                                                                                
Si en algunos casos, en un mismo sujeto, y en lo que concierne a una misma operación (la de la castración), una forclusión puede coexistir con otros mecanismos, ¿no tenemos fundamento para hablar de una forclusión parcial?[6]
Incluso en Lacan se puede encontrar una referencia en la que menciona una “forclusión parcial”:                                                                                           
Lo que quiero decir, simplemente, es que el miedo a la afánisis en los sujetos neuróticos corresponde, contrariamente a lo que cree Jones, a algo que debe ser comprendido en la perspectiva de una formación insuficiente, una articulación insuficiente, de una forclusión parcial del complejo de castración.[7] 
ó que da pie a ella:
           “… que se refiere a la alucinación episódica donde se muestran las virtualidades paranoicas del hombre de los lobos.[8]                                                       
Rassial[9] va a hablar de tres tipos de forclusión según el efecto que produzcan. Parte del siguiente concepto: lo que se forcluye son significantes amo, significantes maître, S1, aquellos significantes que son el sustento de la identificación del sujeto.
Un tipo de forclusión afectará a un nivel óntico, cuando el significante primordial forcluido es el significante-nombre- del- padre, operación que afectará al ser: el ser o la nada. El efecto de la forclusión en este caso es la nada. Mientras que en el caso de la forclusión local, como es el caso de el fenómeno psicosomático, la alternativa no es entre el ser o la nada; sería, entre un sujeto dividido o un pseudo sujeto mítico sin división.
Hay otro tipo de forclusión que Rassial llama de efecto ético que es aquella que opera sobre el significante de la castración. Va a derivar el tema del ethos al tema del socius, de la costumbre, de lo habitual. Lo ético para un grupo es lo que el socius determina, en función de lo que es habitual para ese grupo. Veremos cómo lo aplica Rassial a la clínica del estado límite.
¿Por qué decimos que la forclusión del significante de la castración tiene un efecto ético? Porque orienta el uso, orienta la moral, orienta las costumbres. La elección que le queda al perverso es del orden de lo ético. Mientras que la falta de elección a la que se enfrenta el psicótico es del orden de lo óntico.
Y también habría forclusión en el neurótico, que Rassial ubica en el orden de lo epistémico, lo que se forcluye es algo en relación al saber. El no querer saber, en relación al gran Otro barrado, y en relación al objeto, las grandes vacilaciones neuróticas en tanto incongruencia con el objeto, objeto ansiógeno que no termina de ser un objeto controlable.
Tenemos que insistir en el carácter de la forclusión, no debemos entenderlo como una fuerza que empuja como en el caso de la represión; la forclusión sería la falta de la afirmación cuya consecuencia es que algo no se inscriba; sería la no habilitación de la bejahung, de la afirmación, de lo simbólico.
Rassial nos da como ejemplo de significante nombre del padre el de la profesión. La profesión sustenta el ser, la profesión como lo que lo sostiene. Y otro ejemplo al que recurre citando a Lacan es del “sinthome”, el síntoma no entendido como formación del inconsciente, sino como esa formación que te rescata de la psicosis. Es el caso de Joyce y de su escritura, que es la que le permite mantener su psicosis estabilizada. Otros significantes que funcionan como nombre-del-padre- nos dirá Rassial- son determinados objetos articulados por un significante.
“Me acuerdo de aquella mujer joven, bella y vulgar que, sentada en un restaurante frente a un elegante señor entrado en años, recibió un “nombre del padre” cuando el camarero, como debía ser, interpeló a la mesa, diciendo: - ¿La morue?  - Y ella no pudo sino responder: ¡soy yo!”.[10]
El significante morue designa un alimento, el bacalao, pero también nombra una mujer escandalosa. Por ello nos aconseja el autor elegir bien los platos en el restaurante.
Se me ocurre un ejemplo en nuestra lengua de un objeto que funciona como significante nombre del padre, de significante que vectoriza y ordena el ser. Es la hora de la comida en un hogar humilde de la posguerra, y aparte del escuálido cocido, la madre sirve en exclusiva al padre el único huevo disponible. El hijo pequeño protesta pidiendo su ración, a lo que la madre responde: “cuando seas padre comerás huevo”. El ser padre está simbolizado en el comerás huevo desde el discurso de la madre. Ordena el posicionamiento simbólico, los lugares diferenciales. El derecho del padre es diferente al derecho del hijo. El hijo podrá tener en un futuro las prerrogativas del ser padre. Es lo que decimos del Edipo: el hijo podrá tener, cuando sea grande como papá, una mujer para gozar.
3
Otro concepto en el que nos vamos a detener es el de la adolescencia indefinida. Tiene que ver con este tema del nombre del padre. Suponemos en la constitución del sujeto un momento o una operación primordial que es justamente la inscripción del nombre del padre. En contra de la habilitación del nombre del padre, que es lo que habilita al desenlace feliz de la neurosis sintomática, en contra de esa inscripción lo que tenemos es la no inscripción, la forclusión del nombre del padre. Ahora bien, esa operación fundamental, dice Rassial, se revalida en la adolescencia. La adolescencia se caracteriza por ese estado del sujeto en el que los clínicos que trabajan con la adolescencia se encuentran frecuentemente con estados límite.
Tenemos que considerar que esa operación primordial de reconocimiento e inscripción del nombre del padre tiene que ser revalidada en la adolescencia. En la medida en que nuevamente se asuma esa inscripción simbólica el proceso de neurotización sigue su curso. El estado límite se caracterizaría porque esa revalidación adolescente de la inscripción del nombre del padre quedaría en suspenso.
Pero Rassial va a complejizar más esta cuestión, señalando que hay casos en que se invalida en la adolescencia lo que se había validado en la infancia. Y se pregunta si lo que había estado desarrollándose como una neurosis infantil puede llegar a desembocar en una psicosis secundaria. Y así mismo, lo que había sido forcluido en la infancia, dando origen a una psicosis infantil ¿en la adolescencia puede ser inscripto, y como tal, redirigido a una neurosis secundaria?
Esta consideración del concepto de forclusión en la génesis de los llamados sujetos en estado límite, nos enfrenta, como ven, a serios replanteos en el abordaje de las estructuras clínicas. Está poniendo en cuestionamiento la ortodoxia lacaniana de entender las estructuras clínicas, y sus repercusiones epistemológicas son de hondo calado.
Reitero las advertencias. Esto le tenemos que usar con muchísima precaución. Lo habitual es que no estemos ante un sujeto en estado límite sino ante un límite del analista para determinar el diagnóstico del caso. No todo aquello que no sepamos diagnosticar lo vamos a atribuir a un estado límite. Atribuyamos primero lo que no podamos explicar a nuestra limitación. Y una vez que hayamos puesto a prueba estos límites, con sucesivas supervisiones del caso y trabajo clínico-teórico, podemos entonces sí asumir la posibilidad de que estemos ante un sujeto en estado límite.
4
La expresión “sujeto posmoderno” sería equiparable a sujeto en estado límite, y Rassial la relaciona con la progresiva mutación que la medicina sufrió en el abordaje de su objeto. Así, la medicina tradicional abordó su objeto desde un arte de curar, después dio paso a la moderna ciencia de curar, para finalmente reducirse a una posmoderna técnica de curar donde el sujeto a quedado definitivamente excluido.
El concepto de sujeto en estado límite es un intento de hacer inteligible una serie de patologías del sujeto contemporáneo frecuentes en nuestra clínica, y uno de los rasgos clínicos que Rassial considera es lo que llama ansiodepresión. Un gran porcentaje de los casos que pasan por salud mental vienen con el diagnóstico de “trastorno mixto ansioso-depresivo”, pero no se trata de lo que estamos encuadrando como verdaderos casos de sujeto en estado límite. Lo que ese llamado trastorno ansioso-depresivo pone de manifiesto es la restricción diagnóstica que la psiquiatría oficial impone a sus clínicos vía el manual diagnóstico conocido como DSM, que creo ya va por su quinta reformulación, y que ha borrado de un plumazo el diagnóstico de estructura neurótica y lo ha reemplazado por un interminable listado de “trastornos”.
En relación a los diagnósticos vía el DSM alguien se preguntaba si eso podía ayudar al paciente a desdramatizar lo que le pasa, por ejemplo, cuando a alguien le dicen: usted sufre de trastorno bipolar, eso suena mejor que le digan: usted es un maníaco-depresivo.
Aquí el tema es que el diagnóstico sólo tranquiliza a los médicos, que pueden entonces extender una receta, y por supuesto a las madres de los pacientes, a quienes la medicalización del sufrimiento de su hijo les da un balón de oxígeno transitorio. Y al paciente le permite ponerle un nombre a lo que le pasa, ir a reuniones de autoayuda, donde le colocan una escayola. Pero el verdadero problema es que dejan fuera al sujeto, dejan fuera el deseo en juego, en definitiva imposibilitan abrir las preguntas que lleven a una posible rectificación subjetiva, a que el sujeto pueda en algún momento plantearse de qué manera este sufrimiento del que se queja tiene que ver con su deseo. Si de entrada lo que le dicen es “Ud. sufre un trastorno bipolar” lo que hacen es darle la excusa para no hacerse responsable de lo que le pasa.


[1] Freud, La negación, Tomo VIII, Obras Completas, Biblioteca Nueva
[2] Lacan, Escritos I, pág. 354-383, Siglo XXI
[3] Hyppolite, J. Comentario hablado sobre la “Verneinung” de Freud (en Escritos II de Lacan)
[4] Lacan, El Seminario, Libro 3, clase 7
[5] Nasio,J.D., Los ojos de Laura, Amorrortu
[6] Chemama, R., Depresión, La gran neurosis contemporánea, pág.110, Nueva Visión
[7] Lacan, El Seminario, Libro 6, Clase 11, inédito
[8] Lacan, El Seminario, Libro 3, Pág.71, Paidós
[9] Rassial, J.J., El sujeto en estado límite, pág.49-54
[10] Idem, pág. 57