DAVID DEL REAL, Camello
CLASE 10: ¿SE PUEDE HABLAR DE FORCLUSIONES PARCIALES?
La negación en las estructuras clínicas
Forclusión de efecto óntico
Forclusión de efecto ético
Forclusión de efecto epistémico
La revalidación del nombre del padre
La adolescencia indefinida
Siguiendo con lo que podemos llamar los síntomas
del malestar contemporáneo, y en particular, el concepto de Rassial del sujeto
en estado límite, nos detendremos en el proceso de forclusión o Verwerfung. Pero antes vamos a introducir
el concepto de negación. Este concepto se encuentra en un artículo de Freud de
1925, Die Verneinung[1], que
Lacan prefiere traducir como “La denegación”[2],
tema que trabajará ampliamente a partir de un comentario del filósofo Jean Hyppolite[3].
1
En una primera aproximación al concepto diremos que
la negación es un proceso lógico implícito previo al proceso del pensamiento, a
la génesis del pensamiento. Todo pensamiento implica en su génesis un tiempo
lógico de negación.
La negación – o denegación- es entendida como ese paso lógico inherente a
la génesis de cualquier pensamiento, por el cual tenemos lo que se llama un
juicio de atribución: acepto o rechazo. A partir del juicio de atribución
articulamos nuestro pensamiento.
Por ejemplo, intentemos visualizar el proceso de
adquisición de una lengua. El bebé tiene ante sí la plasticidad suficiente para
adquirir cualquier lengua. A partir de allí, la lengua materna se le impone
sobre un fondo de negación del resto de las posibles articulaciones fonemáticas
que no son encadenados. La posibilidad de la aceptación de unos, implica, en un
proceso disyuntivo, la exclusión de otros. Acepto o expulso. Lo que acepto pasa
a estar inscripto en lo simbólico. Lo que no acepto pasa a ser expulsado a lo
real.
Se trata de hacer inteligible la negación en sus
diferentes modalidades según la estructura clínica de que se trate. Podemos
decir que cada una de las estructuras clínicas freudianas responde a un estilo
específico de negación.
La neurosis responde al prototipo por excelencia de
negación, que llamamos denegación o verneinung. La denegación neurótica es la
otra cara de la represión. Freud pone como ejemplo un paciente, que contando un sueño exclama:
“Soñé con una señora…pero no es mi madre…”. Cuando el “no” califica como
atributo un significante que emerge tenemos que considerarlo como la artimaña
de que se vale la neurosis para permitir que lo reprimido retorne. El retorno
de lo reprimido se vale del mecanismo de la denegación para emerger.
En la psicosis, la negación que opera es mucho más
contundente, del orden de un cercenamiento, cuyo término alemán es verwerfung,
y que Lacan traduce como forclusión, término francés que en castellano se
tradujo como preclusión, pero se terminó adoptando el término francés
forclusión. Su característica, a diferencia de la represión, es que no retorna
en el mismo nivel. En la neurosis lo reprimido y lo que retorna son
significantes, se dan en el mismo nivel, en el orden simbólico. En la psicosis,
en cambio, el significante forcluido no llega a ser inscripto en el orden
simbólico, y su retorno adviene en lo real como delirio, como alucinación.
Y la otra característica esencial del mecanismo de
la forclusión psicótica radica en que el significante que ha sido forcluido es
un significante primordial, esencial, el significante llamado nombre-del
–padre.
Para que el ser humano pueda establecer la relación
más natural, la del macho a la hembra, es necesario que intervenga un tercero,
que sea la imagen de algo logrado, el modelo de una armonía. No es decir
suficiente: hace falta una ley, una cadena, un orden simbólico, la intervención
del orden de la palabra, es decir del padre. No del padre natural, sino de lo
que se llama el padre. El orden que impide la colisión y el estallido de la
situación en su conjunto está fundado en la existencia de ese nombre del padre.[4]
Y aquí se nos abre el registro, la parrilla de
salida para entender cómo, a partir de estos conceptos, podemos hacer
inteligible el sujeto en estado límite. Son aquellos casos en los que se pone a
prueba el límite del analista para poder entender la calidad de la negación con
la que se está enfrentando.
Y en las perversiones, la negación que interviene
es la Verleugnung, traducida como
renegación o desmentida, referida a la castración: “si…pero no.”. Desmentir,
como hizo Pedro con Jesús; o renegar, aplicado a quienes reniegan de su fe. En
definitiva, se prefirió el uso del término desmentida, porque renegación está
muy ligado al sentido de apostasía con conciencia.
2
Entonces, forclusión, y aquí rescato la opinión de J.
D. Nasio[5]
cuando dice, referido al fenómeno psicosomático, que tenemos que poder pensar
en la génesis de este fenómeno la actuación de una operación de “forclusión
local”. ¿Por qué dice local? porque quiere diferenciarla de la forclusión del
significante nombre-del-padre, que sería
una forclusión generalizada.
Hay otro autor, Roland Chemama, en el que nos
detendremos más adelante, que se plantea la pregunta sobre una posible
“forclusión parcial” o “forclusión social del falo” para abordar también estas
patologías que no se insertan fácilmente ni en la neurosis ni en la psicosis.
Si en algunos casos, en un mismo sujeto, y en lo
que concierne a una misma operación (la de la castración), una forclusión puede
coexistir con otros mecanismos, ¿no tenemos fundamento para hablar de una
forclusión parcial?[6]
Incluso en Lacan se puede encontrar una referencia
en la que menciona una “forclusión parcial”:
Lo que quiero decir, simplemente, es que el miedo a
la afánisis en los sujetos neuróticos corresponde, contrariamente a lo que cree
Jones, a algo que debe ser comprendido en la perspectiva de una formación
insuficiente, una articulación insuficiente, de una forclusión parcial del complejo
de castración.[7]
ó que da pie a ella:
“… que se refiere a la alucinación episódica
donde se muestran las virtualidades paranoicas del hombre de los lobos.[8]
Rassial[9]
va a hablar de tres tipos de forclusión según el efecto que produzcan. Parte
del siguiente concepto: lo que se forcluye son significantes amo, significantes
maître, S1, aquellos
significantes que son el sustento de la identificación del sujeto.
Un tipo de forclusión afectará a un nivel óntico,
cuando el significante primordial forcluido es el significante-nombre- del-
padre, operación que afectará al ser: el ser o la nada. El efecto de la forclusión
en este caso es la nada. Mientras que en el caso de la forclusión local, como
es el caso de el fenómeno psicosomático, la alternativa no es entre el ser o la
nada; sería, entre un sujeto dividido o un pseudo sujeto mítico sin división.
Hay otro tipo de forclusión que Rassial llama de
efecto ético que es aquella que opera sobre el significante de la castración.
Va a derivar el tema del ethos al tema del socius, de la costumbre, de lo
habitual. Lo ético para un grupo es lo que el socius determina, en función de
lo que es habitual para ese grupo. Veremos cómo lo aplica Rassial a la clínica
del estado límite.
¿Por qué decimos que la forclusión del significante
de la castración tiene un efecto ético? Porque orienta el uso, orienta la
moral, orienta las costumbres. La elección que le queda al perverso es del
orden de lo ético. Mientras que la falta de elección a la que se enfrenta el
psicótico es del orden de lo óntico.
Y también habría forclusión en el neurótico, que
Rassial ubica en el orden de lo epistémico, lo que se forcluye es algo en
relación al saber. El no querer saber, en relación al gran Otro barrado, y en
relación al objeto, las grandes vacilaciones neuróticas en tanto incongruencia
con el objeto, objeto ansiógeno que no termina de ser un objeto controlable.
Tenemos que insistir en el carácter de la forclusión,
no debemos entenderlo como una fuerza que empuja como en el caso de la represión;
la forclusión sería la falta de la afirmación cuya consecuencia es que algo no
se inscriba; sería la no habilitación de la bejahung, de la afirmación, de lo
simbólico.
Rassial nos da como ejemplo de significante nombre
del padre el de la profesión. La profesión sustenta el ser, la profesión como
lo que lo sostiene. Y otro ejemplo al que recurre citando a Lacan es del “sinthome”,
el síntoma no entendido como formación del inconsciente, sino como esa
formación que te rescata de la psicosis. Es el caso de Joyce y de su escritura,
que es la que le permite mantener su psicosis estabilizada. Otros significantes
que funcionan como nombre-del-padre- nos dirá Rassial- son determinados objetos
articulados por un significante.
“Me acuerdo de aquella mujer joven, bella y vulgar
que, sentada en un restaurante frente a un elegante señor entrado en años,
recibió un “nombre del padre” cuando el camarero, como debía ser, interpeló a
la mesa, diciendo: - ¿La morue? - Y ella
no pudo sino responder: ¡soy yo!”.[10]
El significante morue
designa un alimento, el bacalao, pero también nombra una mujer escandalosa. Por
ello nos aconseja el autor elegir bien los platos en el restaurante.
Se me ocurre un ejemplo en nuestra lengua de un
objeto que funciona como significante nombre del padre, de significante que
vectoriza y ordena el ser. Es la hora de la comida en un hogar humilde de la
posguerra, y aparte del escuálido cocido, la madre sirve en exclusiva al padre
el único huevo disponible. El hijo pequeño protesta pidiendo su ración, a lo
que la madre responde: “cuando seas padre comerás huevo”. El ser padre está
simbolizado en el comerás huevo desde el discurso de la madre. Ordena el
posicionamiento simbólico, los lugares diferenciales. El derecho del padre es
diferente al derecho del hijo. El hijo podrá tener en un futuro las
prerrogativas del ser padre. Es lo que decimos del Edipo: el hijo podrá tener,
cuando sea grande como papá, una mujer para gozar.
3
Otro concepto en el que nos vamos a detener es el
de la adolescencia indefinida. Tiene que ver con este tema del nombre del
padre. Suponemos en la constitución del sujeto un momento o una operación
primordial que es justamente la inscripción del nombre del padre. En contra de
la habilitación del nombre del padre, que es lo que habilita al desenlace feliz
de la neurosis sintomática, en contra de esa inscripción lo que tenemos es la
no inscripción, la forclusión del nombre del padre. Ahora bien, esa operación
fundamental, dice Rassial, se revalida en la adolescencia. La adolescencia se
caracteriza por ese estado del sujeto en el que los clínicos que trabajan con
la adolescencia se encuentran frecuentemente con estados límite.
Tenemos que considerar que esa operación primordial
de reconocimiento e inscripción del nombre del padre tiene que ser revalidada
en la adolescencia. En la medida en que nuevamente se asuma esa inscripción
simbólica el proceso de neurotización sigue su curso. El estado límite se
caracterizaría porque esa revalidación adolescente de la inscripción del nombre
del padre quedaría en suspenso.
Pero Rassial va a complejizar más esta cuestión,
señalando que hay casos en que se invalida en la adolescencia lo que se había
validado en la infancia. Y se pregunta si lo que había estado desarrollándose
como una neurosis infantil puede llegar a desembocar en una psicosis
secundaria. Y así mismo, lo que había sido forcluido en la infancia, dando
origen a una psicosis infantil ¿en la adolescencia puede ser inscripto, y como
tal, redirigido a una neurosis secundaria?
Esta consideración del concepto de forclusión en la
génesis de los llamados sujetos en estado límite, nos enfrenta, como ven, a
serios replanteos en el abordaje de las estructuras clínicas. Está poniendo en
cuestionamiento la ortodoxia lacaniana de entender las estructuras clínicas, y
sus repercusiones epistemológicas son de hondo calado.
Reitero las advertencias. Esto le tenemos que usar
con muchísima precaución. Lo habitual es que no estemos ante un sujeto en
estado límite sino ante un límite del analista para determinar el diagnóstico
del caso. No todo aquello que no sepamos diagnosticar lo vamos a atribuir a un
estado límite. Atribuyamos primero lo que no podamos explicar a nuestra
limitación. Y una vez que hayamos puesto a prueba estos límites, con sucesivas
supervisiones del caso y trabajo clínico-teórico, podemos entonces sí asumir la
posibilidad de que estemos ante un sujeto en estado límite.
4
La expresión “sujeto posmoderno” sería equiparable
a sujeto en estado límite, y Rassial la relaciona con la progresiva mutación
que la medicina sufrió en el abordaje de su objeto. Así, la medicina tradicional
abordó su objeto desde un arte de curar, después dio paso a la moderna ciencia de
curar, para finalmente reducirse a una posmoderna técnica de curar donde el
sujeto a quedado definitivamente excluido.
El concepto de sujeto en estado límite es un
intento de hacer inteligible una serie de patologías del sujeto contemporáneo
frecuentes en nuestra clínica, y uno de los rasgos clínicos que Rassial
considera es lo que llama ansiodepresión. Un gran porcentaje de los casos que
pasan por salud mental vienen con el diagnóstico de “trastorno mixto
ansioso-depresivo”, pero no se trata de lo que estamos encuadrando como
verdaderos casos de sujeto en estado límite. Lo que ese llamado trastorno
ansioso-depresivo pone de manifiesto es la restricción diagnóstica que la
psiquiatría oficial impone a sus clínicos vía el manual diagnóstico conocido
como DSM, que creo ya va por su quinta reformulación, y que ha borrado de un
plumazo el diagnóstico de estructura neurótica y lo ha reemplazado por un interminable
listado de “trastornos”.
En relación a los diagnósticos vía el DSM alguien
se preguntaba si eso podía ayudar al paciente a desdramatizar lo que le pasa,
por ejemplo, cuando a alguien le dicen: usted sufre de trastorno bipolar, eso
suena mejor que le digan: usted es un maníaco-depresivo.
Aquí el tema es que el diagnóstico sólo tranquiliza
a los médicos, que pueden entonces extender una receta, y por supuesto a las madres
de los pacientes, a quienes la medicalización del sufrimiento de su hijo les da
un balón de oxígeno transitorio. Y al paciente le permite ponerle un nombre a
lo que le pasa, ir a reuniones de autoayuda, donde le colocan una escayola.
Pero el verdadero problema es que dejan fuera al sujeto, dejan fuera el deseo
en juego, en definitiva imposibilitan abrir las preguntas que lleven a una
posible rectificación subjetiva, a que el sujeto pueda en algún momento
plantearse de qué manera este sufrimiento del que se queja tiene que ver con su
deseo. Si de entrada lo que le dicen es “Ud. sufre un trastorno bipolar” lo que
hacen es darle la excusa para no hacerse responsable de lo que le pasa.
[1]
Freud, La negación, Tomo VIII, Obras Completas,
Biblioteca Nueva
[2]
Lacan, Escritos I, pág. 354-383,
Siglo XXI
[3]
Hyppolite, J. Comentario hablado sobre la
“Verneinung” de Freud (en Escritos II
de Lacan)
[4]
Lacan, El Seminario, Libro 3, clase 7
[5]
Nasio,J.D., Los ojos de Laura, Amorrortu
[6]
Chemama, R., Depresión, La gran neurosis
contemporánea, pág.110, Nueva Visión
[7]
Lacan, El Seminario, Libro 6, Clase 11, inédito
[8]
Lacan, El Seminario, Libro 3, Pág.71,
Paidós
[9]
Rassial, J.J., El sujeto en estado
límite, pág.49-54
[10]
Idem, pág. 57