"A mi juicio, el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas de la pulsión de agresión y de auto destrucción. (...) Sólo nos queda esperar que la otra de ambas potencias celestes, el eterno Eros, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha con su no menos inmortal adversario. Mas, ¿quién podría augurar el desenlace final? Freud, Malestar en la Cultura
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20121227

SEMINARIO III, CLASE 12, SUJETO EN ESTADO LÍMITE


DAVID DEL REAL, Jarrón con flores


CLASE 12: ESTADO DE SUSPENSIÓN DE LA ESTRUCTURA

Estado límite y sinthome
Tres momentos de suspensión
Momento autístico y momento fóbico
Riesgo de desanudar el sinthome


Seguimos con el estado límite, haciendo reiteración de algunos conceptos y abriendo una perspectiva nueva que usa Rassial para apoyar su propuesta. No obstante vuelvo a reiterar el tema central, se trata de diferenciar lo que llamamos sujeto en estado límite de las denominaciones anteriores, como sujeto borde o borderline, o estado fronterizo. Porque justamente la propuesta de Rassial intenta diferenciarse de ellas, en tanto no está definiendo una nueva estructura. Cuando se hablaba de borderline se estaba intentando diferenciar una estructura intermedia entre la neurosis y la psicosis, se estaba intentando definir un síndrome, desde una perspectiva fenomenológica pero no estructural, esto es, no se ofrecía una elaboración teórica que fuera coherente con el corpus ya existente ni que justificara su modificación.
En cambio, cuando decimos estado límite no estamos recurriendo a una semiología que caracterizaría un estado fronterizo entre neurosis y psicosis, sino que lo que estamos intentando es definir un estado del sujeto, no una estructura nueva, sino un estado de la estructura, un momento que se apoya en una topología.

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Y para ello recurriremos a las últimas consideraciones de Lacan en relación a los círculos de cuerda, al nudo borromeo y al “sinthome”. Ya veremos cómo Lacan diferencia el sínthome del síntoma, entendido este último como formación del inconsciente, como manifestación neurótica. El sinthome tiene que ver con un estado, con un momento, y con un espacio. Por eso en próximas clases vamos a recurrir a la topología de los círculos de cuerda y los nudos borromeos, que Lacan utiliza para modelizar sus registros imaginario, símbólico, real, y la entrada en juego de un cuarto círculo que correspondería a la función sinthome. 
El sinthome es una construcción que Lacan desarrolla en un seminario en el que trabaja el tema de la locura de James Joyce. Y dirá que la escritura le ofrece a Joyce el Nombre-del-Padre que está forcluido. La escritura le sirve a Joyce como sinthome, esto es, como suplencia del Nombre-del-Padre forcluido. El sinthome le permite a Joyce quedar en suspenso ante la psicosis.
Y este tema es el que utilizará Rassial como apoyatura teórica para su propuesta de sujeto en estado límite. Se trata de diferenciar esta propuesta de aquella de borderline a la que los antiguos psicoanalistas recurrían cada vez que se encontraban con un caso de difícil diagnóstico.
No se trata de pensar que hay una estructura nueva entre la estructura neurótica y la estructura psicótica; tampoco se trata, como proponen algunos ortodoxos, de afirmar taxativamente que sólo existen neurosis, psicosis y perversión. Rassial propone que el estado límite no es una nueva estructura, es un estado o momento de suspensión de la estructura.
Recordemos lo que vimos la clase anterior sobre aquellos momentos puntuales de suspensión en los cuales la emergencia del sujeto, su ubicación ante la castración, lo colocaba o bien del lado de la psicosis o bien del lado de la neurosis. Pero, y este es el punto que nos interesa recalcar, se podían leer una tercera modalidad, en la que el sujeto quedaba en suspenso. Y ese estado de suspenso del sujeto, se llamaba autismo, fobia o estado límite, según el momento lógico de articulación con la función Nombre-del-Padre.
Decíamos que la constitución del sujeto pasa por momentos lógicos constituyentes, que son tres momentos lógicos de operación nombre-del-padre, que se caracterizan, el primero, por el estadio del espejo; el segundo por el complejo edípico; el tercero, lo referimos a la adolescencia. 

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El primer momento se inscribe en la oralidad. En este momento de la primera construcción de lo simbólico cae la madre que todo lo da, la madre primordial que une al niño en un continuo y en una supuesta inmediata satisfacción de la demanda. Esta sería la primera castración, regida por otro principio que el de la satisfacción inmediata. Que la madre falte es el disparador necesario para que pueda instalarse lo simbólico, para que el niño incorpore y acate la ley, la ley del lenguaje. Es en el lenguaje en donde se juega la castración, la pérdida de la madre como el objeto que llena. Y a partir de allí está la ausencia de la madre.
Entonces, en este momento lógico el sujeto se posiciona ante la opción: o pierdo la inmediatez materna o pierdo la mediación simbólica. Si las condiciones de la estructura lo decantan por la clausura con la madre, lo acecha la psicosis; si  por el contrario la represión original hace inscripción y se acata que la satisfacción deje de ser inmediata, se abre el camino al registro simbólico y a la neurosis. 
Allí Rassial define una tercera opción, que sería la suspensión de optar, que se manifiesta como la opción autista, momento de suspensión primera del sujeto ante la posibilidad de quedar atrapado en la psicosis. Aclaración imprescindible: en este primer momento se trata de un “pre-sujeto”, el sujeto aún no ha emergido. Y lo de la opción sólo es tal si la entendemos en estrecha relación estructural con el deseo de la madre y con la eficacia del Nombre-del-Padre: están los tres implicados.
El segundo momento de lo que es la constitución del sujeto, de la constitución de lo simbólico, se juega en el tránsito edípico. Es el segundo momento de la operación Nombre-del-Padre, de evitar que las fauces del cocodrilo se cierren sobre su presa, gracias a la función falo simbólico.
La ley del lenguaje ejerce su acción ordenadora. El lenguaje es aquello que desde el primer momento está capturando al “infans” y transformándolo en ser hablante, rescatándolo de la posición de falo imaginario de la madre.
En este segundo momento, las opciones a que se enfrenta el sujeto serían las siguientes: o bien acepta someterse a la distancia fantasmática y cae bajo el efecto de la represión secundaria, es decir, la neurosis; o bien reniega de la castración lo que le abre las puertas de la perversión; o bien suspende la elección y nos encontramos ante el momento fóbico infantil.
El tercer momento es el de la revalidación de la operación nombre-del-padre y ocurre en la pubertad. La suspensión de la revalidación desemboca en una detención indefinida que es lo que caracteriza al estado límite. Para que tengamos un sujeto en estado límite, que es lo que se propicia en la adolescencia, tenemos que haber tenido como antecedentes, una suspensión en el momento de la oralidad, y una suspensión en el momento edípico. Tenemos que haber tenido, en el primer período, un rudimento o dificultad en relación al lenguaje, que no necesariamente el caso extremo del autismo; y tenemos que haber tenido un momento fóbico en el segundo período. Y entonces tendremos con toda seguridad un estado límite, que es el momento de suspensión máxima, en tanto estamos en el momento de la suspensión en relación a la genitalidad, a la definición del posicionamiento sexual.

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El estado límite en tanto estado de suspensión, afecta a una estructura ya definida: neurosis, psicosis o perversión; pero al mismo tiempo el estado límite es lo que va a propiciar la construcción del sinthome, no como formación del inconsciente, sino como esta nueva modalidad de construcción de un nudo que anude lo real, imaginario, simbólico, que no han sido anudados con éxito en las sucesivas operaciones del nombre-del-padre. La operación del nombre-del-padre es lo que permite hacer coherente y ajustable lo imaginario con lo real y con lo simbólico. Lo esperable para el éxito del sujeto es que esto acontezca de la manera neurótica.
Detengámonos en la Verleugnung que es el mecanismo del acontecer perverso. Traducida como “renegación”, luego se adoptó el término “desmentida”, y Rassial la va a utilizar como “retractación”. En el primer momento lógico de la operación nombre del padre, la represión originaria abre el camino hacia el ordenamiento simbólico neurótico; y será en la segunda operación  nombre-del-padre, ya en el régimen edípico, que el sujeto puede ser llevado a la posición perversa, esto es, a la retractación de su castración. La retractación requiere de la afirmación previa.
Y Rassial va a agregar un cuarto momento lógico que llama (N+1) de la operación nombre-del-padre. A lo largo de la vida del sujeto se va enfrentando a acontecimientos, a actos, a situaciones en donde se está poniendo a prueba la revalidación de la castración, situaciones en la que el sujeto queda detenido.
Pone como ejemplo la situación a la que se ve enfrentada una madre ante el suicidio de su hija adolescente. Ahí se produce un acontecimiento que la coloca en un estado de suspenso absoluto, de detención de su deseo. Otro ejemplo que da es el de un industrial que sufre la pérdida de su negocio. Ejemplos límites que ponen a prueba la capacidad de soportar la pérdida, la falta, la castración. En esos momentos puede quedar en evidencia que la estructura neurótica había estado no del todo resuelta, o incluso, que lo que teníamos es un sinthome que estaba anudando aquello que si no estuviera anudado, por falta del nombre-del-padre, lo hubiera precipitado en la psicosis. Y aquí tenemos que estar muy alerta, porque un acto analítico puede tener similares consecuencias cuando interpreta aquello que funciona como sinthome y desanuda lo que no tenía que ser desanudado. 



Cuadro de las Operaciones Nombre-Del-Padre

- Operación NDP 1  - renuncia a la inmediatez materna         --> Neurosis    
.En la oralidad            - o renuncia a la mediación simbólica     -->  Psicosis        .                                   – tiempo de suspenso  operación             -->  Fase Autista

- Operación NDP 2  - se somete distancia fantasma-realización --> Neurosis  .             . Resolución edípica     - o rehusa distancia realización deseo         --> Perversión .                                    – tiempo de suspenso operación                  --> Fase Fóbica

- Operación NDP 3 - Revalidación inscripción                        --> Neurosis adulta     .    Adolescencia          - Mantiene impugnación forclusiva            -->  Psicosis adulta
.                                         - Suspenso operación derivación objeto fóbico --> Neurosis fóbica
.                                                                                                                     --> o Rasgo fóbico en histeria
.                                                                                               --> o Rasgo fóbico en obsesión 
                                                        - Suspenso operación derivación objeto fetiche --> Fetichización 

                                                        - Suspenso indefinido del objeto:   --> Estado límite 1
   
- Operación NDP (N+1) : Motores posibles de cambio estado sinthome

                                                         - Acto de interpretación          -->

                                                          - Encuentro amoroso               -->    Estado límite 2

                                                          - Acontecimiento traumático -->      


20121205

SEMINARIO III, CLASE 11, EL SUJETO EN ESTADO LÍMITE


DAVID DEL REAL, Estudio Rojo
 
 


CLASE 11: RASGOS CLÍNICOS DEL SUJETO EN ESTADO LÍMITE

Inscripción neurótica, forclusión psicótica y suspenso fóbico
Del objeto fóbico al objeto fetiche
Rasgos clínicos del sujeto en estado límite
La fetichización pseudoperversa
La ansio-depresión, la bisexualidad
La agresividad primaria, la toxicomanía,
La detención del pensamiento
La actuación y la fascinación.



Seguimos con el sujeto en estado límite, inscripto en la clínica del malestar contemporáneo, clínica que no podemos terminar de definir desde las estructuras clásicas. En los primeros dos apartados hemos trabajado la anorexia y el fenómeno psicosomático, y en los próximos abordaremos la depresión y la toxicomanía.
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Uno de los rasgos clínicos que Rassial destaca, en la adolescencia en general, y en el sujeto en estado límite en particular, es el de la detención del pensamiento, rasgo que se caracteriza por un “no querer pensar” como estrategia defensiva para no enfrentarse a las pruebas que se tiene que enfrentar todo adolescente: por un lado la castración, la del gran Otro y la propia, y por otro lado enfrentarse al objeto de su deseo, al Otro sexo, esto es, cómo se coloca ante el objeto y cómo se identifica como sujeto sexuado.
La detención del pensamiento es: paren el mundo, yo de esto no quiero saber nada, no me comprometo con el pensamiento, con las ideas, con mis sentimientos, con mi afectividad. Abarca la indecisión, la duda permanente, el extrañamiento de todo compromiso afectivo, el alejamiento del objeto, y, como infraestructura que cobija toda esa estrategia, tenemos la omnipresencia de la madre arcaica, es decir, de la Gran madre, de la madre sin castración, del Otro completo. O sea lo que tenemos es un sujeto no constituido porque no se ha podido separar del Otro. Tenemos un sujeto en estado límite. ¿Hacia dónde puede derivar? Pues, lo mejor que le podría pasar es la neurosis, esto es, empezar a tener síntomas, pues eso querría decir que hay sujeto de deseo, en conflicto por supuesto, pero sujeto al fin.
Este rasgo de detención del pensamiento lo podemos considerar, en su máxima manifestación, relacionado con el fenómeno holofrásico y la debilidad mental. Debilidad mental entendida como pensamiento débil, el más débil de todos, el no querer pensar.

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Vamos a detenernos en los momentos de construcción del pensamiento, que son también los momentos de construcción del cuerpo; en términos freudianos vamos a referirnos a los momentos de construcción del narcisismo.

El narcisismo tiene que ver con el yo ideal y con el ideal del yo, es decir, con el cuerpo en tanto imaginario, y con el pensamiento, en tanto simbólico. Y los momentos de construcción del narcisismo, si los queremos estructurar en tiempos, lo podemos pensar desde un primer tiempo que es el que Lacan trabaja con su vieja fórmula del estadio del espejo. Allí se empieza a estructurar el yo, se empieza a construir el narcisismo, el cuerpo y el pensamiento. El cuerpo se empieza a construir desde el reflejo, desde la imagen en el espejo o desde la imagen del otro homeomórfico. Y a partir de allí se instaura la instancia generadora del pensamiento yoico que es el yo ideal, en tanto aquel yo que se equipara con la imagen del cuerpo. Pero, en el mismo paquete del estadio del espejo tenemos, además del reflejo yoico, el componente simbólico constituido en la mirada del gran Otro materno. Esa mirada del gran Otro que subraya el reconocimiento: “¡Ese eres tú!”. Ese es el primer rasgo de identificación que Lacan llamará rasgo unario. Es el primer rasgo simbólico, la mirada del gran Otro materno.
Un segundo tiempo de la construcción narcisista es el que adviene con el complejo de Edipo, que es la adquisición del ideal del yo, de las atribuciones simbólicas del Otro paterno.

Y hay un tercer momento que sería el de la adolescencia, el momento de la revalidación del posicionamiento del sujeto en relación a la castración y al objeto del deseo. La adolescencia, inevitablemente, es época de pruebas, de crisis, la época puberal, la invasión de lo real sexual, ante el cual el cuerpo como instancia imaginario-simbólica queda desfasado, se tiene que adaptar a los nuevos ideales. Lo que entra en el escenario es el Otro sexo.
Una manera no accidental que Rassial utiliza para hablar del sujeto en estado límite, siendo como él es especialista en psicoanálisis de la adolescencia, es referirla como una adolescencia interminable. La adolescencia es una etapa que se abre con el despertar de la genitalidad, la emergencia de un real sexual genital. Y ese punto que define la especificidad de la adolescencia es lo que va a definir la catástrofe del sujeto en estado limite en tanto imposibilidad de conjugar esta genitalidad dejándolo en una posición de indefinición de vacilación, en una adolescencia interminable.
Vamos a ir viendo los distintos rasgos clínicos en donde se define esta indecisión, pero antes haremos una precisión teórica. Desde el aparato conceptual psicoanalítico el operador en que se apoya este fracaso en la construcción del narcisismo, el punto capital que todo ser hablante desde el vamos tiene que asumir, inscribir, es lo que llamamos el nombre del padre. Aquello que le permitirá acceder a la construcción de su deseo, a la constitución de su ser sujeto, a la orientación de su objeto, a la escenificación de su fantasma, distintas maneras de referirnos a esos acontecimientos intrasubjetivos, acontecimientos significantes. Este acontecimiento primordial que es el efecto de inscripción del significante nombre del padre es el que va a regular una u otra posición ante el gran Otro y ante el otro semejante, su posición como sujeto de deseo.
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Entonces, como formalización resumida de los distintos avatares que se le presentan al sujeto ante el significante nombre del padre tenemos: o bien su inscripción o bien su impugnación. La otra cara de la inscripción del nombre del padre es la represión primordial u originaria, urverdrängung como mecanismo a partir del cual se habilita el deseo. No confundirla con la represión propiamente dicha que es la que genera síntoma. La otra cara de la impugnación es la forclusión del nombre del padre. Cuando se forcluye se desencadena la psicosis.
Pero aparte de la inscripción o de la forclusión, hay una tercera opción ante el nombre del padre, y es el suspenso, no el suspenso de la inscripción, sino el suspenso del destino de esa inscripción. Si hay forclusión, el destino es la psicosis; si hay inscripción, el destino es la neurosis; pero veamos qué pasa si hay inscripción con suspenso del destino. Suspenso significa que se ha habilitado el paso hacia la castración pero hay una detención en el umbral, no se llega a franquear. Aquí entra a tallar el concepto de fobia, como de una plataforma o rótula que deja en suspenso o bien el paso hacia la neurosis, o bien el paso hacia la perversión. La fobia se instituye como un momento, como una coyuntura, como una plataforma giratoria o rótula que comunica a una posible derivación neurótica o perversa.

Esta postulación del momento fóbico podría sentar las bases para redefinir la perversión, en donde de lo que se trataría en general es de un suspenso en el momento fóbico. 
El destino de esta inscripción tiene un segundo momento, que es el momento de revalidación, que tiene la adolescencia como marco, momento en que se revalida el título neurótico. Lo que tenemos como fenomenología clásica es un momento de vacilación que lleva al adolescente a distintos estados en donde nos encontramos con crisis de ansiedad, coqueteos con las drogas, posiciones ambiguas sexualmente, con fascinación ante ciertos Otros gurúes, líderes de sectas, etc. Todos estos rasgos podemos considerarlos como esperables en la adolescencia, en tanto corresponden a esa etapa de reajuste de los ideales,  reajuste entre el cuerpo imaginario, la irrupción del cuerpo real genital y los ideales simbólicos.

En la clínica se nos aparecen pacientes adultos colocados en ese lugar de indecisión, lo que nos lleva a decir de ciertos estados del sujeto en adolescencia interminable.
Volviendo a la adolescencia como momento de revalidación de la inscripción del nombre del padre, veamos las diferentes opciones a las que se enfrenta. Por un lado la neurosis: en el momento adolescente, la revalidación es revalidación de la neurosis. Con la psicosis ahí no hay revalidación que valga. La impugnación psicótica no hay manera de revertirla en la adolescencia. Pero el suspenso fóbico, ese que dejó al sujeto en un equilibrio indefinido entre neurosis o perversión tiene la siguiente capacidad de derivación: o bien una neurosis fóbica estructurada, o bien un rasgo fóbico en histeria u obsesión; o bien se define como fetichización. Y, por último, la imposibilidad de superación desembocaría en el sujeto en estado límite.

Con la posibilidad de pasaje del momento fóbico a la fetichización, lo que el psicoanálisis propugna es: del objeto fóbico al objeto fetiche hay un corto trecho. Ese estancamiento del momento fóbico en el sujeto en estado límite le enfrenta a una angustia imposible de soportar. Y ante le indecisión invalidante que le impide inclinarse hacia un objeto fóbico o hacia un objeto fetiche desemboca en una tentativa de fetichización  seudo-perversa.
Hasta aquí surgen muchos interrogantes, muchas cuestiones que están en suspenso teórico, como ocurre siempre que nos movemos en ese terreno tan resbaladizo que es el de la clínica de los estados límite. Lo que tenemos que evitar es caer en la utilización de esos híbridos tipo “psicosis histérica”, que tantos folios han llenado en la historia de la clínica psicoanalítica. Para ello nos servimos de algunos referentes teóricos. Uno de los que estuvimos viendo es el de holofrase, y ahora estamos trabajando el de sujeto en estado límite. En los dos casos de lo que se trata es de cómo se posiciona el sujeto en ese momento inaugural en el que se define su acceso a la castración, su posición ante el gran Otro y ante el objeto. Todo esto es una construcción que se va precipitando en momentos lógicos culminantes, el estadio del espejo, el complejo de Edipo, la adolescencia.
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Vamos a detenernos en la ansio-depresión, angustia y depresión, el rasgo clínico por excelencia que caracteriza al sujeto en estado límite. La angustia es un momento límite del que nadie se libra, que nos invade cuando nos enfrentamos a lo real, es decir, a la petit a, a la cosa innombrada, al vacío, la nada, la muerte. Y la depresión la tenemos que entender como la gran neurosis contemporánea.

La prueba que todo sujeto tiene que pasar es la de la castración, que el Otro no está completo y que uno también está barrado. Asumir que al Otro le falta algo, es asumir la petit a que cae y que pasa a constituirse como el objeto que falta, como el objeto del deseo, constituyendo la segunda gran prueba que todo neurótico tiene que pasar, y que consiste en cómo hacer congruente su búsqueda de objeto, su deseo, y cómo asumir que la incongruencia es posible; poder asumir que el objeto no hace relación, no se completa como dos medias naranjas.
La prueba de la castración del Otro nos enfrenta a la angustia. La segunda prueba, la de la incongruencia con el objeto del deseo, enfrenta al sujeto a la depresión.

Es un mecanismo cíclico, de una prueba a otra prueba. Y el sujeto en estado límite a consecuencia de su estado de suspenso, su relación con el otro es vacilante, no sabe lo que quiere; lo intenta con una mujer, lo intenta con un hombre, lo intenta con un hombre y una mujer juntos; la ambigüedad; la bisexualidad es uno de los elementos que Rassial subraya, la bisexualidad como defensa ante la castración, un no comprometerse desde un lugar definido, no se compromete eligiendo objeto porque se queda con los dos, y tampoco se compromete desde un posicionamiento sexuado.
Otro rasgo clínico del sujeto en estado límite es el de la toxicomanía, que podemos entenderla como un retorno a la madre primordial. Estamos siempre ante el avatar principal en relación al nombre del padre, y es que la castración no ha terminado de ser franqueada. Y la castración por excelencia es la castración de la madre. Es asumir que no todo se lo puede dar su madre. El toxicómano está en su intento imaginario de ocluir una falta, intentando una completad mítica que lo remite a una madre primordial dadora.

Anorexia, fenómeno psicosomático, son otras tantas posibilidades de entender este fenómeno del sujeto en estado límite. Así como en los meses anteriores hemos estado trabajando la anorexia y el fenómeno psicosomático como dos formaciones inteligibles desde el fenómeno de la holofrase, ahora planteamos que los podemos abordar desde el concepto de sujeto en estado límite. Y ambos abordajes guardan coherencia.
Siguiendo con los rasgos clínicos del sujeto en estado límite, veamos el concepto de agresividad primaria. Esto es del orden de lo que el psicoanálisis kleiniano  trabajaba en relación a la regresión a la vida pulsional primaria agresiva, a lo sádico oral y sádico anal, la expulsión del objeto, el odio al objeto.
Otro rasgo es el de la detención del pensamiento. Es un rasgo clínico que mencionamos en la debilidad mental: la detención del pensamiento en tanto no querer pensar, el no poder no solamente lo intelectual, sino también lo afectivo, no pensar, no sentir, que se encuadra dentro de lo que es el fracaso en la construcción narcisista. ¿Cuál es la construcción narcisista exitosa? Aquella que ha podido conjugar lo que tiene que ver con el yo ideal, con el cuerpo en tanto cuerpo imaginario, a partir de esa construcción primordial que Lacan subraya, la del estadio del espejo, que es donde se constituye la futura matriz de todas las identificaciones. Ese es el primer paso de la construcción exitosa del narcisismo. El segundo paso es el del Edipo. En tanto en el estadio del espejo nos referimos a la construcción del cuerpo imaginario, como ese momento primordial en que el sujeto tiene éxito en ver su cuerpo armado, pero hasta este momento es un cuerpo fuera de sexo. Es a partir del Edipo que se asumen los valores, los ideales, las pautas, las normas parentales, y se van a constituir los rasgos simbólicos que forman la instancia del ideal del yo. Se sale del Edipo con un cuerpo sexuado, luego de atravesar la castración.  El tercer momento en la construcción del narcisismo es el de la revalidación adolescente, la refundición de ese cuerpo imaginario con el cuerpo genital. El éxito de la construcción narcisista se corona con la integración de lo imaginario y lo simbólico, con asimilar la sacudida del advenimiento del cuerpo genital con los nuevos ideales, a partir de la caída de los ideales parentales.
Esta prueba adolescente, que en el sujeto neurótico promueve una sacudida, en el caso del sujeto en estado límite lo enfrenta a un verdadero terremoto.

Lo que tenemos siempre entonces, para entender lo que es la detención del pensamiento, el no querer pensar, el no querer sentir, es esa imposibilidad de integración de lo imaginario y lo simbólico, que en definitiva, ¿en donde hace soporte? en el cuerpo sexuado. Y allí es donde fracasa, y lo coloca en posición de no elegir, no arriesgar, no sentir, no pensar.
Y el otro capítulo que tenemos dentro de los rasgos clínicos es el de la actuación, y en especial, la fascinación. ¿Qué entendemos por actuación? Hemos manejado dos categorías de actuación, acting-out y pasaje al acto. Acting-out, lo típico, el paciente que se olvida de pagar la sesión, o falta sin avisar. El pasaje al acto, en cambio, implica un alto riesgo, un accidente con el coche, por ejemplo. Y cuando hablamos de la fascinación, lo referimos por ejemplo, como un acto de sumisión ante un gurú ante el cual se postra el sujeto. No nos estamos refiriendo a las actuaciones propias de la adolescencia, sino a las de un adulto que parecería detenido en una adolescencia interminable.

SEMINARIO III, CLASE 10, EL SUJETO EN ESTADO LÍMITE


DAVID DEL REAL, Camello
 
 
 
CLASE 10: ¿SE PUEDE HABLAR DE FORCLUSIONES PARCIALES?
 
La negación en las estructuras clínicas
Forclusión de efecto óntico
Forclusión de efecto ético
Forclusión de efecto epistémico
La revalidación del nombre del padre
La adolescencia indefinida
 
 
Siguiendo con lo que podemos llamar los síntomas del malestar contemporáneo, y en particular, el concepto de Rassial del sujeto en estado límite, nos detendremos en el proceso de forclusión o Verwerfung. Pero antes vamos a introducir el concepto de negación. Este concepto se encuentra en un artículo de Freud de 1925, Die Verneinung[1], que Lacan prefiere traducir como “La denegación”[2], tema que trabajará ampliamente a partir de un comentario del filósofo  Jean Hyppolite[3].
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En una primera aproximación al concepto diremos que la negación es un proceso lógico implícito previo al proceso del pensamiento, a la génesis del pensamiento. Todo pensamiento implica en su génesis un tiempo lógico de negación.
La negación – o denegación-  es entendida como ese paso lógico inherente a la génesis de cualquier pensamiento, por el cual tenemos lo que se llama un juicio de atribución: acepto o rechazo. A partir del juicio de atribución articulamos nuestro pensamiento.
Por ejemplo, intentemos visualizar el proceso de adquisición de una lengua. El bebé tiene ante sí la plasticidad suficiente para adquirir cualquier lengua. A partir de allí, la lengua materna se le impone sobre un fondo de negación del resto de las posibles articulaciones fonemáticas que no son encadenados. La posibilidad de la aceptación de unos, implica, en un proceso disyuntivo, la exclusión de otros. Acepto o expulso. Lo que acepto pasa a estar inscripto en lo simbólico. Lo que no acepto pasa a ser expulsado a lo real.
Se trata de hacer inteligible la negación en sus diferentes modalidades según la estructura clínica de que se trate. Podemos decir que cada una de las estructuras clínicas freudianas responde a un estilo específico de negación.
La neurosis responde al prototipo por excelencia de negación, que llamamos denegación o verneinung. La denegación neurótica es la otra cara de la represión. Freud pone como ejemplo  un paciente, que contando un sueño exclama: “Soñé con una señora…pero no es mi madre…”. Cuando el “no” califica como atributo un significante que emerge tenemos que considerarlo como la artimaña de que se vale la neurosis para permitir que lo reprimido retorne. El retorno de lo reprimido se vale del mecanismo de la denegación para emerger.
En la psicosis, la negación que opera es mucho más contundente, del orden de un cercenamiento, cuyo término alemán es verwerfung, y que Lacan traduce como forclusión, término francés que en castellano se tradujo como preclusión, pero se terminó adoptando el término francés forclusión. Su característica, a diferencia de la represión, es que no retorna en el mismo nivel. En la neurosis lo reprimido y lo que retorna son significantes, se dan en el mismo nivel, en el orden simbólico. En la psicosis, en cambio, el significante forcluido no llega a ser inscripto en el orden simbólico, y su retorno adviene en lo real como delirio, como alucinación.
Y la otra característica esencial del mecanismo de la forclusión psicótica radica en que el significante que ha sido forcluido es un significante primordial, esencial, el significante llamado nombre-del –padre.                                                                                                                                    
Para que el ser humano pueda establecer la relación más natural, la del macho a la hembra, es necesario que intervenga un tercero, que sea la imagen de algo logrado, el modelo de una armonía. No es decir suficiente: hace falta una ley, una cadena, un orden simbólico, la intervención del orden de la palabra, es decir del padre. No del padre natural, sino de lo que se llama el padre. El orden que impide la colisión y el estallido de la situación en su conjunto está fundado en la existencia de ese nombre del padre.[4]
Y aquí se nos abre el registro, la parrilla de salida para entender cómo, a partir de estos conceptos, podemos hacer inteligible el sujeto en estado límite. Son aquellos casos en los que se pone a prueba el límite del analista para poder entender la calidad de la negación con la que se está enfrentando.
Y en las perversiones, la negación que interviene es la Verleugnung, traducida como renegación o desmentida, referida a la castración: “si…pero no.”. Desmentir, como hizo Pedro con Jesús; o renegar, aplicado a quienes reniegan de su fe. En definitiva, se prefirió el uso del término desmentida, porque renegación está muy ligado al sentido de apostasía con conciencia.
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Entonces, forclusión, y aquí rescato la opinión de J. D. Nasio[5] cuando dice, referido al fenómeno psicosomático, que tenemos que poder pensar en la génesis de este fenómeno la actuación de una operación de “forclusión local”. ¿Por qué dice local? porque quiere diferenciarla de la forclusión del significante nombre-del-padre, que  sería una forclusión generalizada.
Hay otro autor, Roland Chemama, en el que nos detendremos más adelante, que se plantea la pregunta sobre una posible “forclusión parcial” o “forclusión social del falo” para abordar también estas patologías que no se insertan fácilmente ni en la neurosis ni en la psicosis.                                                                                                                                
Si en algunos casos, en un mismo sujeto, y en lo que concierne a una misma operación (la de la castración), una forclusión puede coexistir con otros mecanismos, ¿no tenemos fundamento para hablar de una forclusión parcial?[6]
Incluso en Lacan se puede encontrar una referencia en la que menciona una “forclusión parcial”:                                                                                           
Lo que quiero decir, simplemente, es que el miedo a la afánisis en los sujetos neuróticos corresponde, contrariamente a lo que cree Jones, a algo que debe ser comprendido en la perspectiva de una formación insuficiente, una articulación insuficiente, de una forclusión parcial del complejo de castración.[7] 
ó que da pie a ella:
           “… que se refiere a la alucinación episódica donde se muestran las virtualidades paranoicas del hombre de los lobos.[8]                                                       
Rassial[9] va a hablar de tres tipos de forclusión según el efecto que produzcan. Parte del siguiente concepto: lo que se forcluye son significantes amo, significantes maître, S1, aquellos significantes que son el sustento de la identificación del sujeto.
Un tipo de forclusión afectará a un nivel óntico, cuando el significante primordial forcluido es el significante-nombre- del- padre, operación que afectará al ser: el ser o la nada. El efecto de la forclusión en este caso es la nada. Mientras que en el caso de la forclusión local, como es el caso de el fenómeno psicosomático, la alternativa no es entre el ser o la nada; sería, entre un sujeto dividido o un pseudo sujeto mítico sin división.
Hay otro tipo de forclusión que Rassial llama de efecto ético que es aquella que opera sobre el significante de la castración. Va a derivar el tema del ethos al tema del socius, de la costumbre, de lo habitual. Lo ético para un grupo es lo que el socius determina, en función de lo que es habitual para ese grupo. Veremos cómo lo aplica Rassial a la clínica del estado límite.
¿Por qué decimos que la forclusión del significante de la castración tiene un efecto ético? Porque orienta el uso, orienta la moral, orienta las costumbres. La elección que le queda al perverso es del orden de lo ético. Mientras que la falta de elección a la que se enfrenta el psicótico es del orden de lo óntico.
Y también habría forclusión en el neurótico, que Rassial ubica en el orden de lo epistémico, lo que se forcluye es algo en relación al saber. El no querer saber, en relación al gran Otro barrado, y en relación al objeto, las grandes vacilaciones neuróticas en tanto incongruencia con el objeto, objeto ansiógeno que no termina de ser un objeto controlable.
Tenemos que insistir en el carácter de la forclusión, no debemos entenderlo como una fuerza que empuja como en el caso de la represión; la forclusión sería la falta de la afirmación cuya consecuencia es que algo no se inscriba; sería la no habilitación de la bejahung, de la afirmación, de lo simbólico.
Rassial nos da como ejemplo de significante nombre del padre el de la profesión. La profesión sustenta el ser, la profesión como lo que lo sostiene. Y otro ejemplo al que recurre citando a Lacan es del “sinthome”, el síntoma no entendido como formación del inconsciente, sino como esa formación que te rescata de la psicosis. Es el caso de Joyce y de su escritura, que es la que le permite mantener su psicosis estabilizada. Otros significantes que funcionan como nombre-del-padre- nos dirá Rassial- son determinados objetos articulados por un significante.
“Me acuerdo de aquella mujer joven, bella y vulgar que, sentada en un restaurante frente a un elegante señor entrado en años, recibió un “nombre del padre” cuando el camarero, como debía ser, interpeló a la mesa, diciendo: - ¿La morue?  - Y ella no pudo sino responder: ¡soy yo!”.[10]
El significante morue designa un alimento, el bacalao, pero también nombra una mujer escandalosa. Por ello nos aconseja el autor elegir bien los platos en el restaurante.
Se me ocurre un ejemplo en nuestra lengua de un objeto que funciona como significante nombre del padre, de significante que vectoriza y ordena el ser. Es la hora de la comida en un hogar humilde de la posguerra, y aparte del escuálido cocido, la madre sirve en exclusiva al padre el único huevo disponible. El hijo pequeño protesta pidiendo su ración, a lo que la madre responde: “cuando seas padre comerás huevo”. El ser padre está simbolizado en el comerás huevo desde el discurso de la madre. Ordena el posicionamiento simbólico, los lugares diferenciales. El derecho del padre es diferente al derecho del hijo. El hijo podrá tener en un futuro las prerrogativas del ser padre. Es lo que decimos del Edipo: el hijo podrá tener, cuando sea grande como papá, una mujer para gozar.
3
Otro concepto en el que nos vamos a detener es el de la adolescencia indefinida. Tiene que ver con este tema del nombre del padre. Suponemos en la constitución del sujeto un momento o una operación primordial que es justamente la inscripción del nombre del padre. En contra de la habilitación del nombre del padre, que es lo que habilita al desenlace feliz de la neurosis sintomática, en contra de esa inscripción lo que tenemos es la no inscripción, la forclusión del nombre del padre. Ahora bien, esa operación fundamental, dice Rassial, se revalida en la adolescencia. La adolescencia se caracteriza por ese estado del sujeto en el que los clínicos que trabajan con la adolescencia se encuentran frecuentemente con estados límite.
Tenemos que considerar que esa operación primordial de reconocimiento e inscripción del nombre del padre tiene que ser revalidada en la adolescencia. En la medida en que nuevamente se asuma esa inscripción simbólica el proceso de neurotización sigue su curso. El estado límite se caracterizaría porque esa revalidación adolescente de la inscripción del nombre del padre quedaría en suspenso.
Pero Rassial va a complejizar más esta cuestión, señalando que hay casos en que se invalida en la adolescencia lo que se había validado en la infancia. Y se pregunta si lo que había estado desarrollándose como una neurosis infantil puede llegar a desembocar en una psicosis secundaria. Y así mismo, lo que había sido forcluido en la infancia, dando origen a una psicosis infantil ¿en la adolescencia puede ser inscripto, y como tal, redirigido a una neurosis secundaria?
Esta consideración del concepto de forclusión en la génesis de los llamados sujetos en estado límite, nos enfrenta, como ven, a serios replanteos en el abordaje de las estructuras clínicas. Está poniendo en cuestionamiento la ortodoxia lacaniana de entender las estructuras clínicas, y sus repercusiones epistemológicas son de hondo calado.
Reitero las advertencias. Esto le tenemos que usar con muchísima precaución. Lo habitual es que no estemos ante un sujeto en estado límite sino ante un límite del analista para determinar el diagnóstico del caso. No todo aquello que no sepamos diagnosticar lo vamos a atribuir a un estado límite. Atribuyamos primero lo que no podamos explicar a nuestra limitación. Y una vez que hayamos puesto a prueba estos límites, con sucesivas supervisiones del caso y trabajo clínico-teórico, podemos entonces sí asumir la posibilidad de que estemos ante un sujeto en estado límite.
4
La expresión “sujeto posmoderno” sería equiparable a sujeto en estado límite, y Rassial la relaciona con la progresiva mutación que la medicina sufrió en el abordaje de su objeto. Así, la medicina tradicional abordó su objeto desde un arte de curar, después dio paso a la moderna ciencia de curar, para finalmente reducirse a una posmoderna técnica de curar donde el sujeto a quedado definitivamente excluido.
El concepto de sujeto en estado límite es un intento de hacer inteligible una serie de patologías del sujeto contemporáneo frecuentes en nuestra clínica, y uno de los rasgos clínicos que Rassial considera es lo que llama ansiodepresión. Un gran porcentaje de los casos que pasan por salud mental vienen con el diagnóstico de “trastorno mixto ansioso-depresivo”, pero no se trata de lo que estamos encuadrando como verdaderos casos de sujeto en estado límite. Lo que ese llamado trastorno ansioso-depresivo pone de manifiesto es la restricción diagnóstica que la psiquiatría oficial impone a sus clínicos vía el manual diagnóstico conocido como DSM, que creo ya va por su quinta reformulación, y que ha borrado de un plumazo el diagnóstico de estructura neurótica y lo ha reemplazado por un interminable listado de “trastornos”.
En relación a los diagnósticos vía el DSM alguien se preguntaba si eso podía ayudar al paciente a desdramatizar lo que le pasa, por ejemplo, cuando a alguien le dicen: usted sufre de trastorno bipolar, eso suena mejor que le digan: usted es un maníaco-depresivo.
Aquí el tema es que el diagnóstico sólo tranquiliza a los médicos, que pueden entonces extender una receta, y por supuesto a las madres de los pacientes, a quienes la medicalización del sufrimiento de su hijo les da un balón de oxígeno transitorio. Y al paciente le permite ponerle un nombre a lo que le pasa, ir a reuniones de autoayuda, donde le colocan una escayola. Pero el verdadero problema es que dejan fuera al sujeto, dejan fuera el deseo en juego, en definitiva imposibilitan abrir las preguntas que lleven a una posible rectificación subjetiva, a que el sujeto pueda en algún momento plantearse de qué manera este sufrimiento del que se queja tiene que ver con su deseo. Si de entrada lo que le dicen es “Ud. sufre un trastorno bipolar” lo que hacen es darle la excusa para no hacerse responsable de lo que le pasa.


[1] Freud, La negación, Tomo VIII, Obras Completas, Biblioteca Nueva
[2] Lacan, Escritos I, pág. 354-383, Siglo XXI
[3] Hyppolite, J. Comentario hablado sobre la “Verneinung” de Freud (en Escritos II de Lacan)
[4] Lacan, El Seminario, Libro 3, clase 7
[5] Nasio,J.D., Los ojos de Laura, Amorrortu
[6] Chemama, R., Depresión, La gran neurosis contemporánea, pág.110, Nueva Visión
[7] Lacan, El Seminario, Libro 6, Clase 11, inédito
[8] Lacan, El Seminario, Libro 3, Pág.71, Paidós
[9] Rassial, J.J., El sujeto en estado límite, pág.49-54
[10] Idem, pág. 57