"A mi juicio, el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas de la pulsión de agresión y de auto destrucción. (...) Sólo nos queda esperar que la otra de ambas potencias celestes, el eterno Eros, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha con su no menos inmortal adversario. Mas, ¿quién podría augurar el desenlace final? Freud, Malestar en la Cultura
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20090420

SEMINARIO II, CLASE 23: LA SUBLIMACIÓN ¿PSICOANÁLISIS DEL ARTE O ARTE EN EL PSICOANÁLISIS?

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David del Real: Pescador
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CLASE 7/11/06


Los destinos de la pulsión
El Ideal del Yo y el objeto de interés social
El “amor cortés” o la sublimación del objeto femenino
¿Qué tiene de especial la obra de arte?
La revelación de “das Ding” más allá del objeto
El teatro como organizador del vacío

Dentro de lo que estamos trabajando en torno a la pulsión y sus destinos, uno de los avatares es la sublimación.
La sublimación es uno de los puentes que el psicoanálisis tiende en relación al fenómeno artístico: y este vínculo tenemos que poder leerlo en uno u otro sentido, esto es, el psicoanálisis en relación al arte y el arte en relación al psicoanálisis.
Vamos a ver cómo el concepto se va construyendo desde la obra freudiana y cuál es el aporte que hace Lacan en relación a este concepto.

Nosotros sabemos que cuando hablamos de pulsión y su satisfacción lo que estamos planteando es una paradoja. Decimos que el objeto de la pulsión es un objeto que no está fijo, su característica es la labilidad, la plasticidad. Y la paradoja es que el objeto hacia el que tiende la pulsión es un objeto inalcanzable, que a lo sumo es contorneado, circundado. Los cuatro objetos que Lacan cataloga como esquirlas del cuerpo: seno, excremento, mirada, voz, son objetos que lo que hacen es revestir, ocupar un lugar que como tal es un lugar vacío. En ese sentido, la paradoja fundamental de la satisfacción de la pulsión es que nunca llega al objeto, es una satisfacción condenada a la insatisfacción.
Y con la sublimación, la satisfacción del “trieb” vuelve a mostrar otra cara de dicha paradoja, la de encontrar su meta en un objeto desexualizado.

Veamos como va construyendo Freud el concepto de sublimación. Para ello tomaremos en cuenta tres modalidades de satisfacción de la pulsión: directa, sintomática o desviada.
¿Cuál es el fin al que está condenada la pulsión? Su vicisitud principal es la represión, es decir, el fin sintomático, porque el retorno de lo reprimido, el síntoma es una forma de satisfacción de la pulsión. Pero siempre tenemos que considerar que hay una cuota de pulsión que llega a su satisfacción directa, esto es, que llega a su fin sexual, aunque sea de aquella manera. Y hay una tercera modalidad de satisfacción que es la sublimatoria o desviada.
Ahora definiremos cuales son las características de ese desvío. Plantea Freud desde muy pronto, desde los “Tres Ensayos…” una nueva paradoja en la sublimación, y es que construye todo una teoría de la sublimación como sistema defensivo. Ya no en tanto vía privilegiada de satisfacción alcanzando un objeto, sino como un sistema defensivo.

Hay un ejemplo de un caso clínico de Freud que les voy a comentar brevemente. Es una joven que lo consulta con un síntoma de angustia que le acontece cuando sale a la calle, y más específicamente cuando se siente mirada por los hombres. Expresa el temor de ser vista como una prostituta. Les adelanto la interpretación que hace Freud: culpa por sus deseos inconscientes. Veamos como Freud construye el camino por el que llega a esa interpretación, de cómo ese fantasma de ser objeto de goce de la mirada del otro aloja un sentimiento de culpa en relación a su deseo incestuoso hacia el padre.
La paciente cuenta que su padre había tenido sucesivas historias sexuales con el personal doméstico. Con alguna de estas chicas la paciente había tenido vínculos afectivos, identificaciones, que la empujaban inconscientemente a ocupar ese lugar, es decir, el de ser deseada por el padre. Esta es la idea que ella tiene que reprimir. Esta es la idea insoportable: reconocerse amable, objeto de deseo del padre, como estas jóvenes.
A fin de impedir el retorno de esta idea peligrosa el mecanismo de represión se vale de una derivada que consiste en desviar en oposición: en vez de ser ella la que desea es ella la deseada, no ya por el padre, sino por los otros hombres. Construye un fantasma por inversión. Y ya ella no es sino una mujer prostituible.
Freud equipara este mecanismo de defensa con una sublimación. ¿Por qué? ¿Acaso se cumple el desvío de la libido de un objeto sexual a un objeto no sexual?
El razonamiento que sigue Freud sería el siguiente: para esta joven sería más aceptable el ser objeto prostituible que el ser objeto del deseo del padre. Y a este desvío de objeto le da el carácter de sublimatorio.
Estamos en los comienzos de la elaboración de la teoría, y Freud nunca llegó a elaborar un trabajo sobre el tema; mejor dicho, el trabajo sobre la sublimación que había escrito lo destruyó y no lo publicó. Lo que tenemos son distintas aproximaciones en sucesivos trabajos.
En el ejemplo anterior, el precio de esta desviación es el síntoma. Y una desviación será sublimatoria cuando no tenga que pagar ese precio.

En otro momento utilizará el concepto sublimación para referirlo a un mecanismo de defensa que él trabaja como propio de la neurosis obsesiva pero que también vemos en la histeria, que son lo que llama formaciones reactivas, formaciones que siguen la lógica de la transformación en lo contrario. Así, en la neurosis obsesiva la excesiva necesidad de limpieza, de orden, la leemos como formación reactiva de algo que tiene que ver con una mancha, una suciedad, un desorden. En la histeria lo vemos, por ejemplo, en las sensaciones de asco que deforman sensaciones de placer.
Vemos entonces cómo, en estos ejemplos de mecanismos de defensa, utiliza el calificativo de sublimatorio, defensas sublimantes.
Siguiendo con el modelo de la defensa, veamos los cuatro modos en que la pulsión alcanza su satisfacción, mediatizado por la defensa. Hay una única manera en que la pulsión tiene su satisfacción directa y es alcanzando su objeto sexual; todas las otras maneras son indirectas, a través de una defensa. La represión es la defensa por excelencia, la consecuencia es el síntoma; entonces la pulsión goza del síntoma. La inhibición es otra de las maneras: la pulsión inhibida da como resultado la ternura.
El tercer mecanismo que va a nombrar es la vuelta sobre el propio yo: la pulsión, en vez de dirigirse sobre el objeto amado da vuelta sobre el propio yo. Después veremos que este es uno de los pasos obligados del proceso de sublimación.
Y en cuarto lugar el de la sublimación. Y aquí sí Freud nos va a especificar una de las características fundamentales del objeto de la sublimación, y es que tiene que ser un objeto de reconocido valor social, y pone como ejemplo por excelencia la obra de arte.
Más adelante agregará otra condición: que no tiene que tener utilidad.

Y este es el punto sobre el que se va a apoyar Lacan para referirse a la sublimación, porque en este no ser un objeto necesario, no ser un objeto útil, y ser un objeto de reconocimiento social, se están jugando dos variables que ya veremos como las enuncia Lacan. Pero antes sigamos con el recorrido freudiano.

Si lo pudiéramos organizar de una manera fija, a los fines didácticos, diríamos que hay una carga libidinal sobre un objeto que tiene que ser retirada y puesta en otro objeto. Pero hay un paso intermedio: en el tránsito de retirar la carga del objeto y antes de colocarla en ese otro objeto sustitutorio, esa carga se transporta sobre sí mismo. Tenemos entonces primero un objeto sexual, luego el yo y por último un objeto no sexual. Estos son los tres términos del recorrido de la pulsión. El segundo término tiene que ver con el narcisismo y el tercer término con los ideales, con el ideal del yo.
Ahora bien, dijimos que para que la sublimación sea posible se tiene que alcanzar la desexualización, pero no quiere decir que toda desexualización sea sublimación, hay allí una complicación. Por ejemplo, las actividades de ocio, las actividades deportivas, son
objetos desexualizados pero no alcanzan el valor de objetos de sublimación.

Lacan va a trabajar este tema en su seminario “La Etica del Psicoanálisis”. La sublimación- dirá Lacan- en tanto creadora de valores socialmente reconocidos, debe ser juzgada en el plano ético. Y nos hablará del “amor cortés”. Es un movimiento literario de la Edad media, un movimiento social, que se extiende por todo el tejido social cuya supervivencia se la debemos a los trovadores. Está hablando del movimiento de los trovadores, el minnesong en Alemania, los cantos de amor. Y en Francia los trovadores se confunden con el movimiento cátaro. Lacan hace toda una construcción en torno a este momento de la Edad Media europea, durante 4 siglos lo que tenemos son miles y miles de cantos, de poesías que nos quedan como documento histórico de esa época, de la llamada “gaya ciencia”, en donde el tema reiterado y siempre repetido es el amor, pero con una característica, la de ser siempre el amor insatisfecho, el amor imposible por una dama que siempre dice “no”. Y durante 400 años cantaron a esa dama que les dijo siempre que no. Allí es donde Lacan dice que éste es un producto en donde están jugando las especificidades del objeto de sublimación: la dama, el objeto sexual puesto como inaccesible.

Volviendo a la teorización freudiana es importante subrayar, por un lado, el tema del narcisismo como momento intermedio en el proceso de desexualizar el objeto desviando la carga en un objeto de interés social, y, por otro lado el ideal del yo para que guíe la búsqueda de ese objeto de interés social.
Durante mucho tiempo se llegó a confundir, a superponer el Superyo con el Ideal del Yo. Pero el Ideal del Yo es la instancia a partir de la cual se construye lo que será la significación simbólica. Lacan en “el estadio del espejo…” nos muestra cómo se encuentra la matriz donde se van a construir las identificaciones imaginarias a partir de ese primer disparador que es la imagen del otro o del propio cuerpo reflejada en el espejo. A partir de aquí construirá su yo imaginario, su Yo Ideal.
Pero, y aquí está lo complejizante, es que simultáneamente a la imagen del espejo lo que observamos es que el bebé, en su jubiloso ajetreo, busca la mirada de la madre, del Otro que lo reconozca. Y en esa mirada de reconocimiento tenemos lo que sería el significante primordial, el primer trazo, el trazo unario, la primer marca que va a ser que se inicie el sujeto como “uno”. Allí está el origen del Ideal del Yo, el origen de lo que será el organizador, lo que sostiene y ordena lo imaginario. En ese rasgo unario tenemos el origen de lo simbólico.

Entonces, el circuito de la pulsión abandona el objeto sexual, se vuelca sobre el yo y, en un tercer tiempo, guiado por el Ideal de Yo, se aloja en un objeto desexualizado y de interés social.

Una puntuación específica en relación a lo que es la obra de arte: ¿qué tiene de especial?
Si tuviéramos que buscar una definición lacaniana en relación a este tema tendríamos que subrayar el concepto de “la Cosa”. Utiliza el término alemán “das Ding” cuya resonancia es filosófica, remite a Heiddeger. Pero aquí “la Cosa” Lacan la pone para indicar el más allá del objeto de la pulsión. Es como si dijéramos, el objeto de la pulsión es el objeto en donde se encuentra esa satisfacción parcial en torno a un agujero, pero que remite a un más allá de ese objeto, que es un vacío. El “das Ding”, “la Cosa” es la manera en que Lacan llama a ese vacío. En teorizaciones progresivas Lacan formalizará sobre este tema uno de sus aportes fundamentales que es el concepto de “petit a”
La petit a como “la Cosa” perdida, como aquella falta que a través del objeto de amor, a traves del objeto de la pulsión, a través de todos los objetos estamos intentando alcanzar.
Volviendo a la obra de arte, ese vacío, esa Cosa, es lo que el artista intenta apresar en su obra de arte. Es como si dijéramos que la obra de arte es una construcción en torno a un vacío. Y Lacan va a poner el ejemplo del alfarero y el vaso, en donde manifiestamente vemos que el artista contornea el vacío. La arquitectura es también un ejemplo en donde el objeto de arte intenta organizar un vacío. La pintura es como una vuelta de rosca sobre la arquitectura, en donde lo que la pintura intenta apresar es lo que la arquitectura o la naturaleza a través de su arquitectura natural cierra en torno al vacío.
Sin embargo, si tuviéramos que ser más precisos en relación al aporte lacaniano sobre la sublimación, sobre la obra de arte como objeto de la sublimación, no es en la escultura, ni es en la pintura, es en el teatro donde Lacan se va a apoyar más. Ha dedicado clases y clases en sus distintos seminarios a trabajar sobre textos de dramaturgos como Shakespeare, Beckett, Racine, Claudel, Sófocles. Y ello es así porque la escena teatral es considerada por Lacan como un espacio privilegiado del discurso del Otro, como una organizacion en torno al vacío del deseo inconsciente. Y la representación teatral tiene el valor de ejemplo paradigmático donde vemos cómo la verdad se presenta bajo la forma de una ficción.

¿Qué es lo que hace el psicoanálisis con el arte? ¿Psicoanálisis aplicado al arte o arte aplicado al psicoanálisis?
Lacan es muy terminante en una cosa, en criticar lo que se ha dado en llamar “psicoanálisis aplicado”. Puntúa que el psicoanálisis es la actividad que podemos ejercer con un paciente y sobre un discurso, no con un objeto. Sin embargo Freud ha hecho trabajos maravillosos sobre obras literarias, pinturas o esculturas como es el caso del “Moisés” de Miguel Angel. Pero Freud fué siempre absolutamente fiel a la idea de que si los psicoanalistas intentan opinar sobre el arte se están entrometiendo, porque es al revés, es gracias al arte que los psicoanalistas pueden opinar. Freud no se cansa de dar gracias y reconocer su deuda con los poetas. Reconoce la prioridad del arte sobre el psicoanálisis.
Aclarado esto, hay que reconocer el derecho del psicoanálisis de opinar clínicamente sobre un autor o sobre su posicionamiento subjetivo en relación a su deseo en juego en determinada obra.
Sin embargo, se podría decir que es más lo que conseguimos del arte aplicado al psicoanálisis que del psicoanálisis aplicado al arte.

Veamos cual es la definición que da Lacan sobre la sublimación: “sublimar es elevar el objeto a la dignidad de la Cosa”. La pulsión, en su intento desesperado de reencontrar el objeto perdido – que es la Cosa, el vacío, lo imposible de encontrar – se contenta con las esquirlas del cuerpo para su satisfacción, contorneando los agujeros del cuerpo.
Ahora bien, hay un recorrido en el que la pulsión, digamos que consigue engañarse al máximo con un objeto que coloca en una dignidad superior al resto de los objetos, que lo acerca a la Cosa, lo pone a la altura de la Cosa. Pero no es la Cosa, ya que ésta no se puede representar más que con el vacío de objeto. Y allí es donde la obra de arte consigue organizar ese vacío. Pero adquiere esa dignidad de la Cosa, porque hay algo del orden del Ideal del que construye la obra que es captado por el espectador. Es como si se reconociera en esa suspensión del deseo que el artista plasma en su objeto. Es como si el vacío del objeto sintonizara entre creador y espectador; ello se logra en las obras de arte.Y por eso no cualquier objeto desexualizado es objeto de sublimación.
Una obra es considerada obra de arte cuando la verdad del creador es visualizada o coincide, o resuena, con la verdad del espectador. ¿Qué verdad? la del deseo inconsciente como causa imposible de definir.



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SEMINARIO II, CLASE 22: PROPUESTA DE UNA PULSIÓN RESPIRATORIA

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David del Real: Retrato [1]




CLASE 24/10/06

Pulsión, sujeto y cuerpo
El hacer pulsional
El representante de la sexualidad
Pulsión y erogeneidad respiratoria
Síntomas respiratorios en Dora
El objeto aire y el corte espasmódico: el asma


Vamos a detenernos en la propuesta de una pulsión respiratoria. El catálogo pulsional, desde la revisión que hace Lacan, se consideran 4 pulsiones, pero la lista está abierta. De hecho en algún artículo Lacan lanza el desafío de profundizar en torno a la erogeneidad respiratoria, que es un tema que ha sido poco profundizado. Y hay un grupo de psicoanalistas argentinos dirigidos por Eidelsztein que ha propuesto el tema de la pulsión respiratoria. Queda esa propuesta a discusión por la comunidad psicoanalítica internacional; en función de distintos aportes se verá si es coherente en si misma y con la teoría. Ahora vamos a desarrollar la propuesta básica y tomar algunas consideraciones que Freud hace respecto a lo respiratorio, en cuanto sede de síntomas o de otras manifestaciones que serían del orden de los fenómenos psicosomáticos.

Antes de puntualizar los elementos de una pulsión respiratoria, recordar brevemente los conceptos claves de lo pulsional que Lacan considera uno de los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis.
¿De qué manera podemos definir a la pulsión?
Lo primero que tenemos que decir es que es una función que sostiene al sujeto del inconsciente. Si queremos despejar esta definición, tenemos que aclarar que no estamos hablando de algo de naturaleza orgánica. Es una función que tiene que ver con el cuerpo, pero no con el cuerpo con el cuerpo órgano de la biología, sino con ese cuerpo afectado por el hecho que hay un decir. El cuerpo de la pulsión es el cuerpo afectado por lo significante; es el cuerpo de la pulsión sede del sujeto del inconsciente en tanto sujeto acéfalo. No estamos ante el sujeto constituido por el cual un significante lo representa ante otro significante. Es una demanda muda.

También decimos que la pulsión es un corte. Que sea un corte es uno de los requisitos para entender el funcionamiento pulsional. El corte tiene que ver con un artificio gramatical. Estoy esforzándome para evitar que precipitéis una significación tramposa de la pulsión, ya que durante mucho tiempo se la remitió a algo oscuro, como lo que tiene que ver con el organismo; no, tiene más que ver con una acción, con un hacer, tiene más que ver con un verbo. El verbo como figura gramatical que define un hacer.
El hacer pulsional, ese intento a través de un circuito que se localiza en un determinado orificio del cuerpo, es un intento de hacerse con el objeto. Lo que la pulsión busca en definitiva es hacerse con el objeto. Así, el hacer de la pulsión oral es chupar, morder, succionar. El de la pulsión anal: expulsar o retener; de la pulsión escópica, ver. Y aquí, complejizando aún más esto del artificio gramatical, Freud va a discriminar la voz pasiva y la voz activa del verbo, del hacer pulsional: chupar y hacerse chupar, ver y darse a ver. Son los dos hacerse que tiene que ver con este circuito por el cual la pulsión intenta contornear haciéndose con el objeto. ¿Qué objeto? El objeto faltante, esto es, el petit a.
Digo, el artificio gramatical ya lo da Freud con estas dos voces, la voz activa y la voz pasiva, y Lacan le agrega una tercera voz que es la voz media o reflexiva, con lo cual las tres voces en el caso de la pulsión oral, serían: chupar, chuparse, ser chupado. De allí, los tres términos con los cuales intentamos definir el circuito de cada pulsión, en relación al objeto, al objeto faltante; porque el objeto de la pulsión tiene que ver con un orificio y con el objeto de ese orificio. En el caso de la pulsión oral el objeto que se intenta buscar para obturar el orificio es el pecho, el pezón.

Entonces, la pulsión es el efecto del significante en el cuerpo; la pulsión es un intento de poder cerrar aquello que, a partir de que el ser-parlante queda definido por su dependencia del significante, lo deja desnaturalizado. Nosotros decimos, la naturaleza no existe para el hablante-ser; está caído de la naturaleza. Lo que tenemos es un objeto perdido irremediablemente. El objeto de la satisfacción natural está ausente. La necesidad, que es aquello que definimos en la naturaleza, no la podemos definir en el hablante ser, porque, desde el momento en que está sujeto a lo simbólico, desde el momento en que todo lo que sea intentar hacerse con su objeto pasa inevitablemente por su ser hablante, la necesidad se transforma en demanda. Y cuando decimos demanda, detrás decimos deseo.
Entonces, el sujeto natural está divorciado, no es una categoría que nos sirva para pensar nuestro ser. Y en ese sentido es la pulsión el elemento primero que nos puede servir para pensar que es lo que guía la búsqueda del objeto , así como en el animal el elemento primero que pensamos para entender que es lo que guía su búsqueda es el instinto.
La pulsión es el representante de la sexualidad en el inconsciente. El representante de la sexualidad de un lobo viene dado genéticamente, en cambio en el hablante ser se lo tiene que hacer, el único representante posible es el de la pulsión. No hay representante sexual macho ni representante sexual hembra. El tema de la sexuación es algo que hay que construir; la pulsión es el representante último de la sexualidad.

Vamos a centrarnos en lo pulsional en relación a la erogeneidad respiratoria.
En uno de los artículos más antiguos de Freud que se llama “Obsesiones y Fobias” habla de una paciente aquejada de una obsesión, que Freud llama obsesión especulativa que se caracteriza porque está obsesionada por esta idea: “¿Y si yo no quisiera respirar?”
Es una mención muy breve que hace al caso. Me parece más interesante detenernos a reflexionar en cómo trabaja Freud los síntomas respiratorios en Dora.
La anamnesis de esta paciente revela que los padres tempranamente habían recurrido a la consulta médica porque Dora presentó con muy pocos añitos síntomas de disnea, tos y asma, tres manifestaciones respiratorias. La disnea y la tos tienen otras implicancias, pero vamos a detenernos en el asma. El tema del asma aparece en Dora a los 7-8 años, y los términos en que relata la aparición del asma son los siguientes. Freud está investigando el tema de la enuresis en relación con la masturbación infantil. Dora niega su condición de masturbadota infantil pero sí habla de una amiga que sí lo era y que esta amiga tenía jaqueca; y que ella también tenía jaqueca.
Esto le plantea a Freud una evidencia lógica, donde lo que niega por un lado lo confirma por el otro. Y aparece la figura del hermano de Dora que sufría enuresis. Entonces Dora lo que dice es: ”yo también tenía enuresis, pero me desapareció al poco tiempo de aparecerme el asma”.
Lo interesante del caso es como Freud va a trabajar la aparición de un síntoma correlativamente a la desaparición de otro, en los siguientes términos: el punto donde Freud va a subrayar la explicación de la dificultad respiratoria es que en esa época se hace manifiesto uno de los fantasmas fundamentales, que es el del coito entre los padres, la escena primaria. Y dice Freud, y aquí es interesante el término alemán que Freud utiliza y que no tiene equivalente en español: Dora “espiaba con las orejas”.
Porque uno mira con los ojos y escucha con las orejas; y uno puede espiar con los ojos y también con las orejas. Espiar con las orejas es uno de los elementos básicos de la escena primaria.
Aquí tenemos entonces como Freud va a relacionar el tema de la aparición del asma con la escena primaria, el coito entre los padres y el espiar con las orejas. Y nos dice Freud:
“Bajo la influencia de la excitación de la escena primaria Dora sustituyó la inclinación a masturbarse por la inclinación a la angustia”
Cómo se complejiza, entonces, el posicionamiento del sujeto del inconsciente en tanto está directamente implicado en lo que sería una estrategia neurótica. No nos olvidemos que, cuando alguien viene trayendo un síntoma, no tiene ninguna posibilidad de hacerse cargo de cual es su estrategia inconsciente en eso de lo que se queja. En este momento Dora se estaba quejando del lugar de intercambio sexual al que quedaba expuesta ante el no querer ver del padre.
El primer ataque de asma le sobrevino tras haberse fatigado por una excursión en la montaña, en la que probablemente sintió una falta de aliento real. Y con respecto a lo que sería el posicionamiento subjetivo en relación al pasaje o el intercambio de un síntoma por otro. Freud dirá que esto tiene que ver con el posicionamiento ante su feminidad y va a hablar de dos períodos en Dora: el período de la enuresis y el período del asma. El período de la enuresis se corresponde con un período de identificación con el hermano, que era el que sufría la enuresis; como si Dora en esa etapa fuera como un varoncito. Y el período del asma, de alguna manera marca la frontera del abandono de su identificación con el hermano, entrando en un posicionamiento en relación a la demanda, en donde está el padre, que es el que viene todas las noches cuando Dora tiene las crisis de asma, a ver que le pasa a su niñita; y también en relación a la demanda de la madre, que es, dentro del historial el personaje que menos sabemos, pero sí sabemos que era extremada en su exigencia de orden y limpieza. Y una de las cuestiones que atentaban contra dicho orden y limpieza era que la niña se hacía pis en la cama.
Lo que Freud nos está planteando y que Lacan retoma es cómo, en esta niña, ya vemos con sus manejos inconcientes en relación a uno u otro síntoma, la forma en que se posiciona ante la demanda del Otro.
Vemos así cómo, en uno y otro síntoma, esto le sirve para posicionarse ante su feminidad, abandonando la identificación con su hermano y asumiendo esa otra
identificación ante la cual, y es éste el eje del trabajo freudiano sobre Dora, plantea la pregunta sin respuesta: ¿qué es ser mujer?. Esa es la pregunta vigente en la histeria de Dora, cuyo germen Freud detecta en ese posicionarse de un síntoma a otro síntoma. En el primer síntoma, la enuresis, se muestra posicionada como un varoncito; y abandona la masturbación, ese goce fálico que tenía tan a mano, por otro goce que es un gran interrogante y ante el cual lo único que tiene es la manifestación de un ahogo.

Esta es una breve puntuación que me interesaba rescatar del caso Dora para entender la complejidad de la cuestión respiratoria. Ya veremos otros casos en los que veremos que lo que está en juego no es una inscripción significante donde hay un deseo inconsciente que se transforma en síntoma, sino que hay una letra indescifrable, un jeroglífico que es del orden del fenómeno psicosomático, que es como un fallo en donde lo pulsional no puede articularse con el síntoma, en donde no hay posibilidad de hacer metáfora, donde no hay un significante que se represente, sino que hay una especie de significante solidificado, que cuando hablamos de la anorexia lo referimos a la holofrase. El concepto al que Lacan remite en el tema psicosomático es al de holofrase. Allí no leemos la aparición de un sujeto, como sería el caso del síntoma como metáfora.

Volviendo a la propuesta de la pulsión respiratoria. ¿Cuál es el objeto de la pulsión respiratoria? El aire. Pero el aire revestido de una determinada manera. En el caso del asma, las manifestaciones audibles del aire en el espasmo toman forma de ahogo y silbido.
Y el verbo en el caso de la pulsión respiratoria, el verbo sería inspirar, espirar, pero fundamentalmente ahogarse, en reflexivo. Y el corte, en tanto el aire como objeto para ser factible del circuito pulsional requiere del corte, el corte es el espasmo.

Hay un ejemplo que pone Lacan, para darle otra lectura al tema de la pulsión, trae una figura que es un esclavo de la antigüedad, que llevaban inscripto sobre si mismo su inmolación. Un esclavo que lleva un mensaje al rey lleva inscripto en su cuero cabelludo el mensaje “mátame”. Usa esta figura para referirse al mensaje de la pulsión. La pulsión es un mensaje que está inscripto en el cuerpo con un decir ante el cual el sujeto es acéfalo, porque es un decir que no sabe que es dicho. Es como el mensajero que lleva un mensaje escrito en la cabeza que no sabe que lleva. Y el orden de este mensaje es del orden de ¡Goza! Como una invitación al Otro al goce.
Lo cual nos enfrenta a la cuestión del goce como goce mortífero. Lo cual nos enfrenta al concepto de pulsión como pulsión de muerte. El concepto de pulsión que desde Freud fue dualista, Lacan lo sostiene de una manera monista, porque lo remite en última instancia a la pulsión de muerte.
Aquí tenemos que hacer una matización, para no ser pesimistas, nos queda el margen de la sexualidad, de lo vivificante, sino parece que por ser seres hablantes quedamos sujetos solamente de la mortificación. La sexualidad vivificante existe también.

Vamos a ver una viñeta de un caso del libro de Eidelsztein. Es una paciente que refiere que durante su adolescencia sufrió de asma, que apareció súbitamente a los 12 años y desapareció a los 17 años. ¿Qué pasó a los doce años? La muerte de la abuela y la aparición de la menarca. ¿qué pasó a los 17 años? La finalización del colegio secundario. También sabemos que la abuela muere de una enfermedad pulmonar aguda y la paciente recuerda el ruido que hacía al respirar. También relata que la abuela fue una persona muy importante en su vida “Me compraba vestidos de color rosa”.
Con respecto a los ataques, tenía uno todos los días y siempre sobrevenía a las 7 de la tarde. Tenía miedo de morirse; el ruido de sus ataques atraía a su madre junto a su cama hasta que se pasaba y se dormía.
¿Qué está indicando esta viñeta, con la selección de elementos del discurso del paciente? Está indicando el lugar en que el asma coloca a esta joven ante lo que es el deseo del Otro.
Por un lado la abuela, como aquella que la reconoce y ante la cual ella se reconoce como mujer. Allí nos deja planteada la cuestión de su feminidad; doblemente planteada en tanto es la muerte de la abuela y la aparición de la menarca dos cuestiones que marcan la emergencia del síntoma.
En este caso entonces, debemos entender el asma como un síntoma ante una estrategia neurótica, tendríamos que ver si es una estrategia histérica u obsesiva, en relación a lo que sería el despertar de su sexualidad, el posicionarse en relación a su sexuación, el lugar conflictivo en el que está puesta en relación a sus padres, en tanto el efecto inmediato de cada ataque es el alejar a la madre del lecho del padre.
En este caso podemos decir estamos en presencia de un síntoma, el asma como tal está inscribiendo algo del orden de un discurso inconsciente en donde está en juego el deseo de esta paciente. Pero lo interesante es el ruido que hacía al respirar – y ese es un punto para considerar dentro de la propuesta de una pulsión respiratoria – porque se superpone el campo de la pulsión respiratoria con el campo de la pulsión invocante. Algo del orden del “hacerse oír”, en donde lo que está en juego es el oído, toma primacía, en este circuscribir el objeto aire, en tanto el objeto aire pasa a ser una invocación al Otro. Concretamente hay un llamado, y la respuesta de ese llamado es que la madre acude. Esta madre, gran amante de la limpieza y del orden, es convocada por esta niña.
Así como lo oral compromete un orificio, la boca, lo invocante compromete dos orificios: la boca y el oído. En el caso de lo invocante, el objeto es la voz.

El planteo en relación al tema del ahogo y de la asfixia se entronca con el concepto de angustia y de trauma del nacimiento. Lacan, en el seminario de la Angustia, dirá que el verdadero trauma del nacimiento lo tenemos que centralizar, no en la separación de la madre, sino en la asfixia, en tanto el pasaje de la respiración fetal a la respiración aeróbica significa en su inicio pasar por la asfixia.
La angustia y la asfixia están estrechamente relacionadas. El fenómeno clínico más evidente de la angustia es un fenómeno respiratorio, una opresión en el pecho y la falta de aire, que ahora llega con más resonancia bajo el nombre de panic attack.

Resumiendo: dentro de la clínica de la pulsión que lleva al analizante a preguntarse por su modalidad de goce, en el caso de la propuesta citada acerca de una posible pulsión respiratoria, el corte que soporta al sujeto del inconsciente en la erogeneidad respiratoria lo identifican con “el espasmo”. En el caso del asma el corte lo transcriben con el verbo en reflexivo “ahogarse o asmarse”; y el objeto pulsional en “el jadeo, la tos y la sibilancia”.


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SEMINARIO II, CLASE 21: DEL CUERPO REAL AL CUERPO PULSIONAL





David del Real: Sirena







CLASE 03/10/06

¿Qué se entiende por pulsional?
¿Qué es una clínica de la pulsión?
¿Es posible una pulsión respiratoria?

Estamos intentando definir lo que es el campo de la clínica de la pulsión
Si miramos para atrás en relación a los distintos desarrollos que hemos estado haciendo sobre el concepto de pulsión me gustaría que pudiéramos rescatar las líneas principales que lo definen.
La línea de partida es que la pulsión no es el instinto. En este concepto se apoya lo que es el aspecto significativo, determinante en relación a la conducta del ser humano. El instinto es lo que define la conducta de los animales, lo innato. El ser humano, cuya característica definitoria es ser hablante, no tiene el instinto para la búsqueda de su objeto, no tiene un objeto natural, determinado en su biología. Lo único que tiene es la pulsión. No hay nada en el inconsciente que defina cual es el objeto hacia el que tender. Sólo tenemos la pulsión para ordenar nuestra búsqueda. Y para mayor agravante, la pulsión genital no existe, dice Lacan. Las pulsiones son esencialmente parciales respecto de la necesidad a la que se vinculan
¿Cuál es el nudo de la búsqueda en el hablante ser? el objeto perdido, definido por el término petit a; ese objeto perdido que de alguna manera, toda nuestra construcción vital, intenta alcanzar. La fuerza vital por excelencia, ordenadora, es el deseo.
La pulsión es el elemento amorfo, acéfalo, como ese lugar en donde en última instancia se localiza el inconsciente. El último rincón donde vamos a ir a buscar el inconsciente es un agujero del cuerpo. Allí está funcionando la pulsión. La pulsión se localiza en determinadas zonas corporales, específicamente ciertos agujeros. Estos agujeros, que pasan a constituir lo que se llaman las zonas erógenas, son lugares privilegiados para la circulación de la pulsión.

Me gustaría poder definir desde otros campos el tema de la pulsión. El campo por excelencia que estamos tratando ahora, es el campo de lo sexual. Decir pulsión y decir pulsión sexual, es lo mismo. Cuando hablamos de pulsión hablamos de la representación de lo sexual en el inconsciente. Porque en el inconsciente no hay nada que defina la sexualidad, no hay nada que defina el objeto sexual del macho ni el objeto sexual de la hembra. Por eso decimos que no hay pulsión genital. Lo que hay son pulsiones parciales. Y son estas de las que se vale el sujeto parlante para constituir las vías de acceso a la relación con el otro, el otro semejante, a la relación genital que como tal no hace relación sexual. Relación es la definición de la correspondencia de una cosa con otra. No hay relación sexual es decir no hay correspondencia del sexo hombre con el sexo mujer. En el inconsciente no está definido cual es la esencia de lo masculino y cual es la esencia de lo femenino. En el inconsciente sólo está definido lo pulsional como lo pulsional fálico. En todo sujeto parlante partimos del mismo principio, que es la pulsión fálica: el falo como ordenador.

La correspondencia de un sexo con otro sexo sólo nos da una relación fallida. Se trata de despejar un campo específico para lo que es el hablante ser en oposición a la Psicología que confunde el campo de su sujeto de estudio con el campo animal. Porque en el animal sí existe la relación sexual, existe el instinto macho y el instinto hembra.
Y allí hay correspondencia, no tenemos nada de malos entendidos, porque no hay necesidad de entender nada entre dos individuos cuya composición es por excelencia biológica. El malentendido es inherente a la búsqueda de la pulsión. Y la fórmula de la pulsión S <> D que se lee sujeto en relación inconclusa con la demanda, fíjense que en el matema de la pulsión, para que quede claro que no nos estamos refiriendo a ningún empuje obscuramente biológico, lo que está presente es el campo significante, porque decir demanda es decir cadena significante. Si hablamos de demanda en el ser parlante allí es donde entra el malentendido, en el entender que es lo que me están demandando, que es lo que desde el Otro estoy demandando.

Entonces, el concepto de pulsión, concepto fundamental para el psicoanálisis porque apunta a lo específico del ser parlante en relación a la búsqueda del objeto, el cauce de esa búsqueda no tiene que ver con ninguna oscuridad orgánica sino con el campo del significante. Podemos decir entonces que la pulsión es una demanda, pero una demanda muy especial, una demanda muda, porque es una demanda en donde el sujeto todavía no está manifestado, es un sujeto acéfalo. Pulsión, demanda muda y sujeto acéfalo son tres conceptos que van unidos.
Si comparamos la fórmula del fantasma $ <> a y el matema de la pulsión $ <> D ¿qué vemos? que D, esto es, la demanda del Otro ha ocupado el lugar de a, el objeto. La demanda toma función de objeto en el fantasma del neurótico.

Hay otras articulaciones que hemos estado viendo, podemos decir que la pulsión es la manifestación del sujeto del inconsciente. Sujeto del inconsciente en tanto opuesto al yo, el carácter íntimo del sujeto del inconsciente remite al significante. Si tenemos que pensar en alguna manera de localización del sujeto del inconsciente es en un significante. Por ello decimos que el significante representa al sujeto para otro significante.
También decimos que la pulsión remite a ser el lugarteniente de la sexualidad en el inconsciente. En el inconsciente sólo hay significantes y el sujeto del inconsciente es el que es representado por un significante S1 que emerge ante S2, bajo la forma por ejemplo de un lapsus, o de un acto fallido, o de un síntoma, es decir, en cualquiera de las formaciones del inconsciente.
Y la pulsión es específicamente lo sexual en el inconsciente. No es un significante en tanto dicho, la pulsión está donde no hay decir.
La cara específica de la pulsión, es que está articulando lo inconsciente y el cuerpo real, el mundo de los significantes y el mundo del cuerpo real. Entonces, nosotros siempre estamos diciendo que lo especifico del ser humano es ser parlante, el campo significante que lo atraviesa, que lo marca, lo destina. Quitémonos de encima la idea utilitarista de que el lenguaje es un instrumento que el hombre “construye para”, la lengua es algo que somete al hombre para, no es que hablamos, es que somos hablados. Y esa es la connotación fundamental que define al sujeto para el psicoanálisis. La determinación significante.
Entonces, la pulsión es un concepto fundamental en tanto se articula con esta definición del sujeto, se articula, por un lado, con lo significante, y por otro lado, el cuerpo real, el cuerpo de la biología. En el ser parlante tenemos otro cuerpo, que es el cuerpo pulsional, que es el habitado, poseído, marcado por el significante. El efecto de esa conjunción del mundo simbólico sobre el cuerpo real es la pulsión.

Siguiendo con este repaso, otra forma de definir la pulsión es como una actividad que lo que intenta atrapar es el objeto, la parte perdida. Hemos trabajado 4 objetos: pezón, escíbalo, mirada, voz, en torno a los cuales Lacan teoriza la pulsión, de los cuales el falo es el guía, es el modelo, pero es un objeto en menos, Lacan lo escribe – phi.
En el Seminario X de La Angustia Lacan trabaja la función del pezón, del excremento, de la mirada y de la voz como esquirlas del cuerpo que van a ser función del “objeto pequeño a” en tanto figuras del falo, de “menos phi”.
Y el intento de atrapar la arte perdida podemos pensarlo como que ese ser cautivo por el significante lo que ha perdido es la conexión directa con el objeto, la completad. A posteriori, lo que adquiere carácter de objeto perdido ya tiene que ver con lo que llamamos la pérdida de goce. El objeto perdido, la “petit a” es un plus de goce


La completad o el goce total es un mito. Sólo podemos intentar localizarlo en la relación de completad entre el feto y la madre. Es la única manera que tenemos de imaginarizarlo. El goce total es una entelequia, y el “objeto a” lo referimos a ese plus de goce que se cayó cuando pasamos a estar dependientes del significante, de la palabra, cuando pasamos a estar reglados por las leyes del mundo simbólico, cuando pasamos a estar estructurados por lo que es el complejo edípico, cuando nos constituimos como sujetos de deseo. En ese momento, la única posibilidad que tenemos es el de un goce que nunca alcanzamos. En ese sentido, la pulsión está condenada a la insatisfacción.

Los diversos ejemplos clínico que vimos, eran diferentes estrategias a partir de es pulsión parasitando una función, que sólo alcanzaba una satisfacción mortificante.
De los destinos de la pulsión, el más transitado es el de la represión. La pulsión insiste y la represión está condenada a fracasar y retorna. Y el retorno de la pulsión reprimida se llama síntoma. Ahí está el goce, ahí está la mortificación.
El único camino exitoso de satisfacción de la pulsión es la sublimación. El tema de la sublimación lo retomaremos en un par de clases.

Hecho este repaso, nos hacemos ahora otra pregunta: ¿a qué llamamos clínica de la pulsión?.
En primer lugar evitemos caer en el malentendido más frecuente que es el referirlo a la clínica hecha en torno a aquellos casos en donde la manifestación de la pulsión es muy singular. Trabajar con casos de anorexia es trabajar con clínica de la pulsión. Si, pero no se trata sólo de los casos en donde es muy exacerbado el funcionamiento pulsional. Tenemos que entender la clínica de la pulsión como un tiempo indispensable en la dirección de toda cura. Es decir, toda cura, para ser psicoanalítica, para que un caso sea un caso de psicoanálisis tiene que abrirse a partir de una clínica bajo transferencia. Una vez instalada la inversión dialéctica que permite que la pregunta que el paciente trae lo incluya desde la perspectiva del sujeto del inconsciente, a partir de allí, la cura está madura para que entremos a operar desde la clínica de la pulsión.
Para que pueda manifestarse cómo se localiza en esta situación específica de esta cura lo que llamamos el sujeto del inconsciente en su localización pulsional. Y un paso más, ver con qué objeto se está identificando.
Hace un par de clases estuvimos trabajando el caso de una paciente que venía colocada en posición de generosidad oral, y lo que decíamos es que ella se ofrecía como pasto para el otro. Ahí está la clínica de la pulsión, esto es que en el desarrollo de la cura el analizante pueda localizar cual es el objeto con el cual se ha identificado, en este caso, un objeto oral.
Interrogar por la pulsión es interrogar por la localización última del sujeto del inconsciente.


Resumamos, entonces qué se entiende por pulsión:
- una actividad: búsqueda del objeto perdido
- una demanda: un mensaje escrito en el cuerpo
- un efecto: del significante sobre el cuerpo real
- una localización: del sujeto del inconsciente sobre una función orgánica
- una subjetividad acéfala: allí no sabe que “eso” habla
- un montaje: sujeto del inconsciente + cuerpo real + sexualidad
- una aporía: de la insatisfacción al goce
- una mortificación: el sujeto rehén de la demanda del Otro

Hay dos temas que quiero desarrollar en la próxima clase. Hay un grupo de gente que está trabajando en Argentina el tema de la pulsión respiratoria, que han hecho una propuesta sobre una posible pulsión respiratoria, apoyándose en las referencias que en su obra Freud ha dado, la consideración que para Freud tuvo la respiración, y apoyándose en las muy puntuales consideraciones que Lacan ha hecho sobre el tema de la respiración. Lo que sí está claro es que tanto Freud como Lacan no han cerrado el catálogo de pulsiones. ¿Es válida la propuesta del equipo de trabajo de Eidelsztein?.
Pues la comunidad psicoanalítica tendrá que recoger el ofrecimiento y discutirlo.

Los síntomas respiratorios son muy frecuentes pero no resuenan tanto en la casuística.
Pero si nos detenemos brevemente, una de las manifestaciones clínicas más comunes son los llamados “ataques de pánico” cuyo componente fundamental es una crisis respiratoria.
La angustia como fenómeno, tiene una localización muy específica que es el plexo solar. La angustia y la respiración van muy unidas. De hecho lacan dice que si podemos hablar de trauma de nacimiento es en el sentido de la asfixia: el bebé llega al mundo asfixiado. Tiene que cambiar la respiración fetal por la respiración atmosférica. La primera bocanada, la primera inspiración llega después de un momento de asfixia.
¿Cuál es la característica de la angustia? Que no tiene objeto. Si ustedes recuerdan, Freud dice, Juanito un día se despertó con angustia, salió a la calle y volvió con una fobia a los caballos. Había localizado en un objeto su angustia, con lo cual, ya había ganado en economía psíquica.


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SEMINARIO II, CLASE 20: EL GOCE O LA INTRINCACIÓN SUJETO<>OBJETO

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David del Real: Retrato inconcluso I





CLASE 12/09/06

La insuficiencia del principio del placer
¿Qué quiere el Otro de mí?
El tributo a pagar: la pérdida de goce
Goce fálico y goce Otro
El goce de la palabra

Vamos a trabajar el goce o la intrincación entre el sujeto y su objeto de deseo.
Esta relación de intrincación es inconclusa, algo que no termina de hacer relación, es la escena que el fantasma viste imaginariamente.

Quiero hacer un breve repaso de lo que es el principio del placer, la insuficiencia del principio del placer. Freud, cuando va a explicar la relación entre el sujeto y su objeto lo va a apoyar en el funcionamiento de las leyes de la termodinámica. El habla de energía, de homeostasis, todos conceptos que tienen que ver con la ciencia física. Y describe entonces el funcionamiento del aparato psíquico gobernado por el principio de evitar el displacer: el aumento de tensión tiene que seguirse de una descarga y así recuperar nuevamente el equilibrio. Esto es un mecanismo caricaturesco desde nuestra lectura estructuralista. El principio del placer no agota el funcionamiento psíquico, por eso Freud hablará del más allá del principio del placer, para intentar explicar todas aquellas situaciones que son claramente displacenteras, que le lleva a su teoría de la repetición y la pulsión de muerte.
Con el ejemplo del “fort-da” Freud nos mostrará cómo más allá del principio del placer que buscaría disminuir la tensión, está el goce. Este juego infantil, más que dominar y elaborar la aparición y pérdida de la madre hace resurgir sin cesar la tensión, con la repetición una y otra vez de los fonemas “ooo”- “aaa”

Más allá del principio del placer está el goce. ¿Qué quiere decir esto? Que la relación entre el sujeto y su objeto es mediatizada por la palabra. Dicho de otra manera, la relación entre el sujeto y su objeto de deseo está determinada desde Otro. Nosotros sabemos que el gran Otro no es una persona, sino un lugar intrasubjetivo, el lugar de los significantes, el lugar de donde nos viene el discurso. Entre el sujeto y su objeto está Otro que está intrincando la relación del sujeto con su objeto de deseo.

Lo hemos dicho muchas veces de otra manera, al referirnos a que la relación con el objeto natural está rota en el ser hablante, está perdida, porque aparece el lenguaje que mediatiza esa relación. Y lo que sería relación de necesidad en el mundo de la naturaleza, con la aparición del lenguaje, se transforma en demanda y tras ella el deseo.

El primer Otro es el lugar de la lengua materna, y el niño a ese Otro le da la consistencia de la madre, que pasa a sostener ese lugar.

Entonces, la idea de placer como idea de descarga pura en el aparato psíquico es insuficiente para explicar el vínculo entre el ser hablante y el objeto de su deseo; tenemos que hacer intervenir el lenguaje, el Otro con mayúscula.
Cuando decimos el Otro con mayúscula decimos el lugar del lenguaje, pero también decimos la madre, y también el lugar del deseo, el lugar del inconsciente.
El niño ante ese Otro, no tiene posibilidad, hasta que entra en el lenguaje, de darle nombre a lo que el Otro le demanda.
Y aquí es donde está la pregunta ¿qué quiere el Otro...de mí?
Lo primero que el niño pone a disposición de esa demanda es su cuerpo. Si el Otro le demanda es porque algo le falta, porque él le hace falta al Otro: el cuerpo del niño va a cubrir lo que le falta a la madre.
¿Qué quiere el Otro de mí? Esto no se agota en la niñez. Esta es la pregunta que subyace a todo el funcionamiento neurótico que lo lleva a quedar colocado en posición de objeto, en tanto su deseo está alienado en el deseo del Otro.
¿Qué quiere el Otro de mí? La madre habla... ¿qué demanda? El neurótico lo traducirá como demanda de un tributo, tiene que pagarle algo al Otro. Esto es la castración. Lo que tiene que pagarle al Otro es una parte del goce; aceptar que hay una parte del goce que está prohibido y, de esa manera, acceder al deseo. Para poder ser neurótico, es decir, para poder ser deseante hay que pagar, hay que renunciar al goce del Otro.

Y aquí tenemos que especificar dos tipos de goce: el goce fálico y el goce del Otro o goce Otro. En tanto el goce sexual pasa a estar regulado por lo simbólico, por lo cultural y fundamentalmente por el lenguaje, lo que pagamos, lo que perdemos es el objeto natural, lo que perdemos es el objeto incestuoso, la madre, lo que perdemos es el Otro, el goce Otro. Y lo que perdemos es la posibilidad de que la descarga sea inmediata, eso es el principio del placer, porque tenemos que someternos al principio de realidad, porque tenemos que someternos a las leyes del lenguaje, es decir, al pacto del lenguaje, pacto simbólico, implícito desde el momento en que el niño acata la ley, acepta la prohibición renuncia al goce Otro, instaura un pacto simbólico.

¿Por qué cuando hablamos de la ley la remitimos a las leyes del lenguaje? Si fuéramos antropólogos hablaríamos de las leyes de la cultura, y en especial de la ley de prohibición del incesto.
Pero es que es la aparición del lenguaje lo que funda la cultura. Tenemos que desprendernos del pensamiento utilitarista, nominalista que ve el lenguaje como un sistema de comunicación que el hombre primitivo habría “inventado para” nombrar las cosas. El pensamiento-lenguaje o lenguaje-pensamiento se impone por estructura y modela y determina a ese ser que pasa a ser parlante.

Volviendo al pacto simbólico, renuncia al goce Otro y se queda con el goce fálico.
No quiere decir que no sigamos intentando alcanzarlo. Tenemos a cambio el goce fálico. Y aquí viene uno de los temas más polémicos, y es el tema del goce masculino y el goce femenino. Porque el goce fálico es el goce tanto del hombre como de la mujer. Pero además la mujer tiene la posibilidad de un goce Otro; la mujer no toda fálica es, hay algo más para su goce.

En un primer momento decíamos que el niño queda a merced del “¿qué quiere el Otro?”
En este momento el niño es cuerpo de goce para el Otro; en un segundo momento, a partir del pacto simbólico será sujeto del significante.
Renunciará a ser el falo del Otro y tendrá la posibilidad de acceder al goce fálico. Una forma de goce fálico es hablar. Ese es el nivel simbólico de goce fálico. Después está el nivel imaginario del goce fálico, que es el goce de órgano, que hace obstáculo para alcanzar el Otro sexo, la imposibilidad de hacer uno en la relación de dos.

¿Cómo se entiende el goce fálico de la palabra? En que en tanto sujetos de la castración cuando hablamos estamos en pos de la palabra que cierre el concepto, permitiendo el anudamiento que precipite el sentido, que en última instancia siempre remitirá al falo.
De esta manera renunciamos al goce total del sueño mítico de encontrar el nombre que dice la falta que completa al Otro, que nos extraviaría en una búsqueda indefinidamente circular, o, lo que es peor, la cancelaría al precio de poner nuestro cuerpo como objeto de goce del Otro.

Durante mucho tiempo se acusó al psicoanálisis de ser machista por la teoría del falo, porque se caía en la confusión de que el falo lo tenían los hombres. Y falo es justamente el significante de la falta, tanto en el hombre como en la mujer. Lo que pasa es que a nivel de órgano, la preeminencia del pene con respecto al clítoris funda culturas. La cultura fálica no la funda el psicoanálisis. El culto al falo existe desde el origen de los tiempos. Pero aquí lo interesante es que el falo aparece justamente como aquello que falta, porque para la psique del sujeto es lo que el Otro le demanda.
El falo, en el terreno simbólico, es lo que se intercambia en el amor: amar es dar lo que no se tiene, aceptar que para amar tiene que poder asumir que lo que da es lo que no tiene, dar la falta.

Volviendo al goce Otro, Freud dice que si hay algo que el psicoanálisis deja pendiente es definir qué quiere una mujer. El terreno de la feminidad queda marcado con un signo de interrogación. Y Lacan va a hacer otra vuelta de tuerca. Va a afirmar que hay un goce específicamente femenino, que es un goce Otro, que está fuera de lo simbólico, mientras que el goce fálico tiene la versión imaginaria y también la simbólica.
Entonces, Lacan asocia el goce Otro con el goce femenino y lo asocia al goce de los místicos. El místico es aquel que está posicionado en el goce Otro.

Es interesante el valor fálico que le da al goce de la palabra, Lacan está intentando despejar la concepción imaginaria del pene erecto. El falo remite a la falta, a un vacío, lo contrario a la idea de ser completo. La lengua gana valor fálico, la lengua como instrumento de goce, y no estoy hablando del “cunning lingüis”. El goce de la palabra tiene dos caras, una que es en tanto palabra articulada, en tanto hace frase, la que cierra significación, la palabra abrochada. Este es el goce fálico, aceptar poner un punto y que caiga la significación, que haya un límite.
Pero al mismo tiempo hay otro goce que tiene que ver con la palabra donde un significante remite a otro significante y que produce un goce por asociación de sonidos, donde se privilegia el significante, nos lleva a un goce angustiante porque es el goce del lenguaje abierto, como aquel que no se puede cerrar.
A diferencia del código, que es la pretensión del lenguaje cerrado, donde no son significantes sino signos los que lo componen. El signo se define por sí mismo, es unívoco, remite a un y sólo un objeto; el significante en cambio sólo se define por oposición a los otros términos de su mismo paradigma, y por su polisemia deja siempre abierta la posibilidad del malentendido. Es decir remite a una vasta totalidad de significantes encadenados, a un conjunto abierto evocador de un goce circular.
Este goce total con el Otro lugar de donde viene el lenguaje es imposible. Aunque los místicos con su poesía parecen darnos prueba de ello.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . { Imaginario: Goce de órgano
GOCE FÁLICO---------{ Simbólico: Goce de la palabra articulada al deseo
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .{ ( S1 à S2) Sujeto del significante

GOCE OTRO -----------{ Fuera de lo simbólico, cuerpo falo del Otro lexical . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..{ (S1, S1 …. S1) Goce mítico del todo de las palabras


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SEMINARIO II, CLASE 19: ALGUIEN QUE NO SE HACE PREGUNTAS

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-David del Real: Retrato inconcluso II





CLASE 05/09/06

La caracteropatía: un personaje en lugar del síntoma
La generosidad oral
Plus de goce y pérdida de goce
El ataque bulímico como pasaje al acto
El olvido como acting-out

La dificultad del caso que vamos a ver no está dada por su gravedad, sino por el estilo de demanda que presenta el paciente, que es casi diríamos la demanda muda. Porque la demanda más habitual es la del síntoma, el tema es cuando no trae ningún síntoma. La dificultad se le presenta al analista cuando el paciente trae una especie de queja difusa.
En el caso de esta paciente, lo que la caracteriza es que no se cuestiona.

Esta es una de las características de lo que hemos venido denominando las nuevas patologías, tema que comentamos en relación a un texto de Melman, “El hombre sin gravedad” y que hoy comentaremos en relación al texto de Rabinovich sobre “Las impulsiones”.

El sujeto que no se cuestiona podríamos suponerlo como un sujeto sin barrar. Llamamos sujeto barrado a aquel que le falta algo. Se cuestiona porque le falta algo. Mientras que el sujeto de las nuevas patologías no trae preguntas al Otro ni a sí mismo, como si no estuviera incompleto. Como si no tuviera nada sobre lo cual demandar. Esto no es tan así, si no estos pacientes no vendrían a la consulta.

El caso que comentaremos hoy se caracteriza porque trae un personaje. ¿Qué quiere decir que trae un personaje? Esto nos va a servir para hacer una aproximación al tema de las caracteropatías. Character en inglés significa personaje. Un caracterópata es aquel que no trae un síntoma sino un carácter, un personaje. En este caso el personaje es “la buena persona”. Esta es una mujer de unos 40 años, con 3 hijos, que tiene un desempeño brillante. Es una buena esposa, muy buena madre, es además una exitosa profesional. No tiene quejas con su marido, ni con sus hijos ni con su trabajo.
En realidad la queja es muy difusa, una especie de descontento consigo misma sin poder determinar porqué. Está descontenta con el personaje, pero no tiene planteada la pregunta.
Nos enfrentamos, entonces, a un paciente que no sabe muy bien porqué viene a vernos, más allá de una queja difusa, sin ningún síntoma, más allá de estos indicios de síntoma que son lo que llamamos caracteropatía, ese carácter de la buena persona perfecta, generosa, que está siempre dispuesta a hacer lo que el otro necesita, aún antes de que se lo pidan.
Los analistas post-freudianos lo referían como carácter oral. Usando una expresión sudamericana, ella siempre se ofrecía a “ser pasto para el otro”, entregada como alimento al Otro, para llenar al Otro. En ese sentido hablamos de generosidad oral: estar siempre dispuesto a llenar al Otro.

Y aquí está la estrategia de la caracteropatía: llenar al Otro para ocultar su falta, la del Otro y también la propia. Por eso es que no hay queja explícita hacia el Otro, ni tampoco hay pregunta sobre lo que a ella le puede faltar.
Este carácter, este personaje, el de la generosidad oral, le permite mantener consistente al Otro, es decir, darle soporte material.

Entonces, cuando nos enfrentamos a esta falta de demanda, tenemos que abundar en las entrevistas preliminares, ofertando lo mejor que tenemos, que es la escucha. Porque ofertar la escucha es la mejor manera de promover la pregunta. Acompañar al paciente confirmando que estamos allí para escucharlo evitando caer en la trampa de ser nosotros los que hagamos las preguntas. Porque es la única manera de que empiece a producirse un corrimiento desde ese lugar de “yo soy la que no necesito nada” a que empiece a vislumbrarse de qué se queja.

El otro aspecto de la generosidad oral que tenemos que resaltar es el tema de la pulsión y del goce. Y aquí quiero puntualizar la diferencia entre este fenómeno llamado caracteropatía y el síntoma como formación del inconsciente. En su momento hablando de la anorexia-bulímia decíamos que era un fenómeno que no siempre lo podíamos leer como síntoma, ya que generalmente no está inscripta la pregunta por el deseo. Es diferente a lo que nos trae una histérica que generalmente en su síntoma ya está madura la pregunta por su deseo. Recordemos el Caso Dora y cómo Freud le plantea “¿Cuál es la parte que a ti te toca en esto de lo que te quejas?”
La caracteropatía, al igual que cierta anorexia-bulimia, son manifestaciones, no del orden del deseo, sino, del orden de la pulsión y del goce. Lo que en la caracteropatía tenemos es el trabajo de la pulsión, en este caso, de la pulsión oral.

Dentro de lo que es la dirección de la cura, la pregunta por el deseo queda en espera, todavía estamos en las entrevistas preliminares, a la espera de que se produzca la falta.
Mientras todo está completo, no hay falta, no hay pregunta. Lo que hay es un “plus de goce”. En esta paciente el “plus de goce” lo entendemos como la ganancia de goce que obtiene al ser pasto para el Otro. El goce está en que de esa manera se trata de no darse por enterada de la falta del Otro y de la suya propia: el goce de ser completa.
El “plus de goce” es el goce que reemplaza al goce total irremediablemente perdido. Aquí tenemos dos caras para hablar del goce total. Si lo vemos desde la postura freudiana clásica, el goce total perdido es el de la fusión con la madre, la fusión con la Cosa, aquello que está más allá de lo simbolizable. Si hacemos la lectura del goce total desde la perspectiva lacaniana, remite a la imposibilidad de la relación sexual. El encuentro total de un sexo con el otro sexo es imposible, eso sólo es posible en los animales. A partir de que el sujeto como ser simbólico pasa a estar apoderado por el lenguaje, por lo simbólico, el cuerpo pierde el contacto con la Cosa. Y el contacto de los dos sexos sólo produce un encuentro fallido.
El concepto plus de goce remite a un goce que falta por estructura, el goce completo de la relación sexual

La estrategia del personaje caracteropático es la de querer parecer completo. El trabajo de la dirección de la cura consistirá en que este carácter se vaya transformando en un síntoma. Es decir, que pueda empezar a cuestionarse, a quejarse.
Plus de goce quiere decir ganancia de goce. Lo que el analista va a intentar producir es una pérdida de goce. Esta paciente tiene que empezar a gozar menos con su personaje de la generosa, de la que lo da todo.
Y esto es paradójico porque entonces que? ¿eso es curarla o enfermarla? Desde el criterio de la adaptabilidad la estaríamos perjudicando. Pero si ella está en análisis es porque ya está instalada una queja, aunque muy difusa, acerca de ese personaje, queja que no termina de conformar como una demanda.

Hay otra cuestión que tenemos que considerar con suma precaución y es en relación al aspecto físico de esta paciente: su obesidad. Trae su obesidad pero en su discurso no hace referencia a ella, no se queja de ella. Cuidado que nuestra función no es ser dietólogos. Mientras ella no articule una demanda en relación al tema nosotros no podemos plantearlo.

Veamos como va produciéndose poco a poco en esta paciente la aparición de las preguntas, de las demandas, de la falta. Justamente, lo que empieza a moverse es, que esta paciente después de varios meses de entrevistas empieza a hablar de sus ataques de bulimia. Esta planteando algo del orden de una queja consigo misma, y ahí , cuando aparece la queja podemos empezar a interpretarle.
¿Y cuando se dan esos ataques? ante situaciones en las que la demanda del Otro es muy masiva. Por ejemplo, cuando los niños se ponen especialmente cargantes; o cuando el marido le reclama no se qué cosa; o cuando los padres o los suegros otro tanto; esto es, ante la demanda masiva de esos otros, antes los cuales ella siempre estaba con su carácter de generosidad oral dándoles el alimento antes de que lo pidan, ante esa demanda masiva empieza a sufrir un malestar. ¿Qué ha ocurrido? Que inconscientemente ella a empezado a cuestionar su carácter o personaje y a dado lugar al surgimiento de la angustia. Tenemos la puntita de un síntoma, más bien del negativo del síntoma, el síntoma en falta que es la angustia. La angustia aparece cuando se enfrenta con el vacío, cuando no hay un síntoma que lo invista, que le de consistencia. Es el encuentro con lo real. Freud nos muestra cómo Juanito un día salió a la calle con un miedo difuso, y volvió con un miedo localizado en los caballos, pasando de la angustia a la fobia.

Así sus quejas empiezan a tener consistencia: el marido, los hijos, los suegros. Estamos en un momento crucial, porque de tener una paciente perfectamente adaptada nos empieza aparecer una analizante angustiada. Y eso es la hora de la verdad, hay que poder sostener ese lugar.

Volviendo al ataque de bulimia, lo tenemos que traducir desde otro lugar que el de un síntoma. El síntoma es aquello que tiene que ver con la demanda y con el deseo; es un mensaje en el que está cifrado algo del orden del deseo, que está generando la falta. Esta paciente no está todavía planteando la falta, tenemos que traducir el ataque bulímico como un acto, como un pasaje al acto.

Tenemos que diferenciar los actos que podríamos decir logrados de los actos patológicos. Los actos patológicos son el pasaje al acto y el acting-out. Y el acto logrado es el acto fallido, porque es un acto que pone en evidencia el sujeto del inconsciente, pone en evidencia al sujeto con su falta, esto es, ante su deseo. En ese sentido el acto fallido es un síntoma.
El acting-out podemos entenderlo también como un acto significante aunque malogrado, pues en lugar de ponerlo en palabras, lo ejecuta en conducta. Siempre hay un mensaje dirigido a alguien, en este sentido es un acto transferencial.
Mientras que el pasaje al acto es un acto malogrado de extremo riesgo, porque conlleva el enfrentarse a lo real, esto es, la angustia, con el riesgo de lo irreversible; la deja sin escenario, la hace caer del fantasma, la escena construida de su deseo. En el pasaje al acto el sujeto se cae del escenario y se enfrenta a una falta absoluta de elementos con los que vestir su deseo, vestir su objeto.
Recuerden el matema lacaniano del fantasma : $ <> a , el sujeto en relación de “extimidad” con su objeto; el sujeto enfrentado a su división, en tanto sujeto del lenguaje pierde por estructura el objeto supuesto natural, la Cosa. Y se ve obligado a construir su fantasma, esto es, a vestir la falta de objeto.
El concepto de “extimidad” remite a una topología en la que el objeto está colocado con respecto al sujeto en una relación que no es ni interior ni exterior, sino más bien una exterioridad íntima.
Entonces, el pasaje al acto es la caída de este escenario, no tiene como aferrarse a su posición de sujeto, no tiene como vestir ese vacío causa de deseo que llamamos petit a.
El pasaje al acto es la imposibilidad de constituir este escenario, el sujeto cae de este escenario y se enfrenta a la condición de objeto que él es para el Otro.
Nosotros decimos que esta paciente es “pasto” para el Otro, aquello que llena, que calma, que obtura, que completa; está colocada como objeto oral para el Otro. Esto es lo que lleva a la angustia.
En este sentido decimos que en el caso de esta analizante su ataque de bulimia es un pasaje al acto, un actuar impulsivo inconsciente.
Otro término que se utiliza para referirnos a estos casos y en particular a las adicciones, es el de “impulsión”.

Vamos a ver en esta paciente cómo este primer movimiento por el cual el sujeto empieza a manifestarse como interrogante a través de pasajes al acto, de ataques de bulimia, cómo estas demandas mudas van a ceder lugar a otro movimiento donde el sujeto empieza a cuestionarse de una manera significante, simbólica: se trata de un acting-out: se olvida traer el dinero para pagar el mes de tratamiento.
¿ Que hace el analista ante un acting-out? Desde luego abstenerse de interpretarlo. Hay una clara ganancia simbólica en este empezar a despegarse el sujeto, en este movimiento del pasaje al acto al acting-out. Podemos entender el acting-out como una demanda de simbolización, pero cualquier intento de interpretación sólo producirá el reforzamiento del acto. Sólo podemos interpretar las demandas parlantes.
Justamente por eso este olvido no lo leemos como un acto fallido: porque en el acto fallido hay recuperación significante, el analizante puede ubicarse en disposición de reconocerse en su división subjetiva, en su deseo más allá del olvido. Y no es este el caso de esta paciente.
Pero el analista tiene otra modalidad de intervención: ante la demanda actuada él responde con una sanción simbólica: “A partir de la próxima entrevista me pagará Ud. sesión por sesión”.

Del personaje inicial generoso y sin quejas pasó en un primer movimiento a la impulsión bulímica, y en un segundo movimiento al olvido de traer dinero para pagar. Podemos leer un corrimiento en relación a la posición de generosidad oral que parecería indicar que de la ganancia de goce se va progresivamente pasando a una pérdida de goce. En este sentido es un avance dentro de la dirección de la cura.

La sanción del analista en relación al pago se acompaña de otra serie de intervenciones sobre el dinero: reajuste de honorarios, aumento de sesiones, persiguiendo dos vuelcos. Por un lado hay que hacer operar una pérdida de goce: dar el dinero no es signo de su generosidad sino de un pacto. Y por otro lado se trata de introducir una dimensión nueva en la relación con el analista: este no es Otro completo y desinteresado.

Progresivamente la paciente se va des-adaptando: comienza a adelgazar, a sentirse desilusionada con su marido, a hartarse de sus hijos y de sus parientes; es decir, el Otro comienza a volverse inconsistente. Aparece una leve depresión; deja de trabajar y comienza a pedir dinero a su marido.
Desde el punto de vista de la adaptación las cosas no pueden ir peor. Pero para la dirección de la cura, todos son indicios de pérdida de goce de la situación anterior, de ganancia en el espacio de la falta, de corrimiento de su posición de sostén del Otro, esto es, de aparición del sujeto.

Ahora sí está madura para atravesar la inversión dialéctica que le permitirá preguntarse por lo que habrá tenido que ver ella con esta posición, es decir, podrá colocarse como analizante.



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SEMINARIO II, CLASE 18: EL DESAFÍO DE LAS NUEVAS PATOLOGÍAS


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David del Real: Retrato Inconcluso III





CLASE 04/07/06

¿Y tú todavía sigues las normas?

Veíamos como la anorexia-bulímia nos enfrentaba a revisar nuestro encuadre, a aplicar técnicas más activas, que nos hacen recordar a las intervenciones con niños, utilizar elementos u objetos intermediarios, por ejemplo. Lo mismo pasa con estas nuevas patologías de la llamada “infancia generalizada” que coloca al analista como si estuviera trabajando con niños.

Cada vez tenemos menos demanda de análisis y más soluciones rápidas. Cada vez es más largo el trabajo preliminar que posibilite la rectificación subjetiva que es lo que permite la verdadera entrada en análisis, que se plantee la demanda “algo tengo que cambiar en mi”.
La clínica actual nos enfrenta a que, en la medida en que la represión del deseo está siendo reemplazada por la satisfacción ya no podemos hablar de neurosis. Si el deseo no opera desde la represión, más que de sujeto dividido tenemos que pensar en un seudo sujeto.
¿Y que dicen los psicoanalistas ante este nuevo seudo-sujeto? Lo que constatamos es que la caída de la represión y su reemplazo por la satisfacción tampoco trae la felicidad.
Esto no quiere decir que los psicoanalistas estemos preconizando el volver a la represión y a la neurosis. Si justamente el psicoanálisis surgió para luchar contra la represión, para denunciar que el malestar en la cultura tenía que ver con el mecanismo de la represión sexual.

Otra forma de plantear la dificultad del analista en la clínica actual es la de la instauración de la transferencia. Freud postulaba que el analista sólo puede operar si hay neurosis de transferencia. No podríamos operar si no hay demanda, esto es, si no hay un sujeto dividido. Esta misma dificultad se plantea todo el tiempo en el análisis de las psicosis. Eso no impide que haya un trabajo continuado en este campo. Se trata de poner en común cuales son las estrategias de tratamiento preliminar que se están aplicando y hasta donde se consigue avanzar.

¿Y qué pasa con el Edipo? Si la figura del padre se ha tornado anacrónica y todo invita a renunciar a su función ¿cómo se resuelve la castración?
Frase escuchada en la teleserie “Rebeldes” dirigida a púberes: “¿Y tú todavía sigues las normas?”
Desde Lacan ha habido una reformulación de lo edípico. Lo que propone es que la estructura edípica se apoya en la estructura del lenguaje. Y que el concepto de castración se apoya en la estructura inherente al lenguaje, la de incorporar la falta, un imposible, un innombrable como un elemento que le da consistencia al sistema.
Por el hecho de estar sujeto al lenguaje se pierde el acceso directo a la cosa, su goce queda intermediado por la demanda y su más allá, el deseo.
En el nivel edípico estar sujeto al lenguaje, a la ley simbólica, a la prohibición del incesto implica la pérdida del goce de la cosa, esto es, de la madre.
Hay quienes critican a Lacan acusándolo de preconizar la vuelta al patriarcado.
Y sobre esto tenemos mucho que debatir. Por aquí pasa el eje del renunciamiento al goce, de la asunción de la falta. Su renegación es no querer pagar el precio de estar sometido a la mediación, es decir a lo simbólico, es decir a las leyes del lenguaje.
El acceso al objeto natural a partir del lenguaje se pierde, y sólo podemos acceder a objetos sustitutos, nunca a la cosa original.

La ley del lenguaje está en íntima relación con la ley del inconsciente y el deseo funciona con las mismas leyes que el lenguaje. Podemos enunciar estas leyes así:
- El lenguaje es un sistema de elementos – los significantes – que remitiendo unos a otros no significan nada en sí mismos
- Ninguna palabra podría ser el equivalente perfecto de una cosa; cada elemento del lenguaje es el símbolo de esta pura pérdida.
- El lenguaje está imposibilitado de ser un sistema cerrado, existe siempre un espacio resistente a la formalización.
Del mismo modo el deseo está condenado también a una búsqueda permanente en la cual el objeto que la cierra es por estructura imposible de alcanzar.

Una de las características de esta nueva economía psíquica que Melman postula como inherente a la mutación cultural introducida por el liberalismo económico, la encontramos en la búsqueda de una lengua exacta, un lenguaje puramente técnico, un código donde una palabra remita sin equívocos a una cosa. Se busca que el lenguaje deje de ser un sistema abierto, eliminar lo que creen que es su defecto, para convertirlo en un código. Lo que es lo mismo que pretender eliminar que los seres hablantes seamos sujetos del deseo y nos quedemos en organismos de necesidad. La gran falla de la naturaleza humana es no tener definido su objeto. Y justamente aquello de lo que padecemos es justamente aquello que nos singulariza. Y la perversión generalizada radica precisamente en que el sistema de consumo pretende universalizar y definir el objeto.
El principio ético que preconizan es “uno está en este mundo para ser satisfecho”.

El sistema ofrece satisfacer todas nuestras necesidades, en una nueva reedición del hedonismo. Y además de poseer la fuerza de los hechos, porque tiene la tecnología para ello, también tiene la fuerza del derecho, porque se han constituidos en promotores del nuevo derecho. A partir de que un grupo de presión denuncia “ quiero tal cosa, porque tengo derecho a ello” vendrá una ley que le dará la razón. El lema es: “todo lo que Ud. quiere se lo podemos dar.” o “gasto luego existo”. “¡Quitemos el padecimiento del deseo y fabriquemos lo que lo satisface!” Nos cargamos al sujeto del deseo, al sujeto del inconsciente, ya veremos lo que hacemos con el perverso generalizado.

A continuación vamos a ver un caso que ha traído uno de vuestros compañeros.




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SEMINARIO II, CLASE 17: EL TENER COMO SOSTEN ILUSORIO DEL SER







David del Real: Obra sin nombre IV




CLASE 27/06/06

El discurso del capitalista y la renegación de la falta
La perversión generalizada
La posición de la niñez generalizada
Los estados límites
La función Nombre del Padre y la urverdrängung

Hoy quiero comentarles un texto de Charles Melman titulado “El hombre sin gravedad” donde se trabaja lo que sería una nueva economía psíquica a la luz de la economía de mercado. Para una nueva economía colectiva una nueva economía psíquica.
Vamos a anclar este tema en relación a lo que venimos trabajando sobre la anorexia.
El lema del discurso del capitalismo no es sino la renegación de la falta. Y Uds. seguramente podrán asociar este concepto de la renegación de la falta a un concepto clínico clave que nosotros hemos trabajado cuando estudiamos las distintas estructuras psicopatológicas, que es justamente el mecanismo que remite a la estructura perversa. La verleugnung freudiana que se traduce en español como renegación, a partir de los nuevos trabajos franceses se traduce como desmentida, renegación o desmentida de la falta en el Otro, y por consiguiente en sí mismo.
¿Porqué dice Lacan que la desmentida es el mecanismo del discurso del capitalista? Porque el discurso del capitalista lo que propone todo el tiempo es el tener como sostén ilusorio del ser. La oferta de suprimir la falta, el objeto de consumo pretendiendo obturar la falta en ser. Si el objeto es alcanzable ya no habría sujeto dividido, esto es, sujeto que se interroga, sujeto deseante.
Para curar el sufrimiento de existir sin el objeto, de existir dividido, con una falta en ser, el capitalismo propone que eso se resuelve con el tener, coloca el nivel de la falta no en el ser sino en el tener. Este es el gran mecanismo perverso: pretender que un objeto colme la falta.
Esto es lo que en las nuevas patologías, el nuevo tipo de paciente que tenemos que abordar en la consulta, se le ha asignado una especie de etiología, en la que sin ser una estructura perversa, hablamos de perversión generalizada.
Otra manera como se la denomina, es la de “niñez generalizada”, tenemos cada vez más una demanda de análisis que nos recuerda el tratamiento de psicoanálisis con niños. En ese sentido podemos pensar que es una demanda que remite a una niñez generalizada. De la misma manera que Freud hablaba de la perversidad polimorfa en el niño, hablamos de perversión generalizada en la demanda de estos sujetos de los que es válido preguntarse si es que son sujetos o seudo-sujetos. Estaríamos ante un déficit de la subjetividad. El sujeto está abrochado de una manera muy precaria, el sujeto está constituido, más que por una identificación simbólica, apoyada en significantes, está más bien escayolado por una identificación imaginaria, es decir, apoyada en imágenes.
Y en ese sentido la anoréxica nos brinda un ejemplo. Nosotros decíamos que la identificación de la anoréxica con su delgadez, coloca como rasgo de identificación un rasgo imaginario, el rasgo del cuerpo flaco. Esa identificación idealizante lo que le brinda es una prótesis, una armadura que le permite aferrar una identificación con un ser que no se apoya en una singularidad simbólica, sino que se apoya en un puro rasgo imaginario.
Así como decíamos que en la psicosis el delirio es lo que permite sostener el nombre del padre, es decir, armar una especie de identificación que le de coherencia en su desestructuración , en el caso de la anoréxica también decimos que su identificación constituye un soporte, un reaseguro a la falla de la función paterna.
Así podemos entender la patología anoréxico-bulímica como un rechazo de la sustancia para ser, en el caso de la anorexia; y como un atracón de sustancia para ser, en el caso de la bulimia.
En esta nueva economía psíquica, en esta nueva demanda hay un crecimiento de patologías como las anorexias- bulimias, las toxicomanías, las impulsiones, las conductas arriesgadas, que nos está hablando de una nueva economía psíquica en la que algo del orden de la neurosis está mutando. Hablamos del mutante de la n.e.p., de la nueva economía psíquica.
Tenemos que interrogarnos de la siguiente manera: hemos vivido desde Freud una definición del campo de la economía psíquica por el cual de lo que se trataba era que la represión era el mecanismo básico de esa economía psíquica, la represión de la satisfacción de las cargas pulsionales. La mutación de la economía psíquica pasa por reemplazar la represión por la renegación. Y la renegación o desmentida lo que permite es la satisfacción de las pulsiones, esto es, el goce. Entonces, la mutación de la nueva economía psíquica se leería como el pasaje desde las viejas estructuras freudianas de la neurosis, o patologías de la represión, a unas nuevas patologías que llamamos perversión generalizada, o aquellas que constituyen la clínica de la impulsión, que se caracterizan por el goce a cualquier precio, por el no ha lugar a la represión. Lo que hay es el acceso a aquello que supuestamente colma la falta, el objeto del tener.
La paradoja del funcionamiento de la economía psíquica basada en el deseo es que el objeto del deseo está perdido, que es lo que Lacan llamó “petit a”. Sólo con la caída del objeto primero que es la madre se habilita la posibilidad de acceder a una economía del deseo. Entonces, la paradoja fundada por Freud es que para poder advenir al deseo, a la construcción de una realización simbólica, el objeto tiene que faltar.
El discurso del capitalista es: fiesta continua, no a la represión, no a la falta de objeto, el goce a disposición de quien pueda comprarlo.
Tenemos que ver los pro y los contra de esto, porque tampoco se trata de alabar la economía de la represión. Si algún mérito se le reconoció a Freud, al comienzo, fue justamente que intentaba paliar el sufrimiento de existir a partir de aplacar la represión, que nuestros síntomas pudieran tener una resolución simbólica a través de la realización de objetivos puestos no en el tener sino en el ser.
Ahora bien, la propuesta capitalista postula, por un lado, no a la represión. De acuerdo. Pero por otro lado propone sí al objeto de goce; y ahí está la trampa que denunciamos. Porque para el psicoanálisis la búsqueda del objeto de deseo sólo es posible con la exclusión del objeto de goce. Para la teoría de las pulsiones el goce lleva a la autodestrucción. El ejemplo lo tenemos en la anoréxica-bulímica o en cualquiera de las impulsiones.
El ser no se confunde con la sustancia. No se trata de perseguir la sustancia: la comida, o los tóxicos o cualquiera de las sustancias que permiten sostener ideales imaginarios. Se trata de sostener ideales simbólicos. ¿Cuáles son los ideales simbólicos sobre los que construye el sujeto su identificación? Los valores, que remiten por ejemplo a la honestidad de papá, a la sensibilidad de mamá, el tesón y la vitalidad del abuelo; no, la cuenta corriente del tío, ni el coche del padrino.
Hay una doble trampa en el discurso capitalista; la primera es hacernos creer que el objeto existe y que está en el mercado; pero la segunda trampa es más artera, más perversa, es que los objetos que nos venden están fallados para que duren poco. Para que lo reemplacemos por otro, porque si un coche nos dura 40 años la industria automotriz se hunde. Lo que es más sofisticado aún, los objetos pasan de moda y hay que actualizarlos constantemente.
Vamos a puntualizar algunas características de las nuevas patologías. Son criaturas dependientes, en estado de adicción frente a la satisfacción, con una ausencia de estructuración de sujeto que lleva a hablar de estados límites - dificultad de aceptar la frustración, requieren satisfacciones totales e inmediatas - actos impulsivos: gastar dinero irresponsablemente, comer compulsivamente, cambios bruscos de metas, abuso de tóxicos, práctica de sexo no seguro, conducción temeraria, ataques de ira, períodos de euforia. - sentimiento depresivo: vacío, aburrimiento, soledad - miedo a ser abandonado por la persona que aman - alternancia idealización – desvalorización del otro
En relación a este déficit de subjetividad que nos lleva a una especie de “niñez generalizada”, podríamos pensar que la nueva economía psíquica esta dando lugar a sujetos que no se sienten en deuda simbólica, que no tienen hacia el Otro sino derechos, ningún deber, que lo que tienen son reclamaciones, son acreedores, ninguna deuda.
El corazón de la deuda simbólica lo podemos situar en ese lugar que llamamos la causa del deseo. Si la madre tiene una función primordial, apoyada por el padre, es ser causa del deseo. Cuando decimos que el sujeto se interroga por su deseo, sabemos por Lacan que el deseo es el deseo del Otro. Es a través del Otro que el sujeto adviene a su deseo.
Y aquí está el enganche primero de la deuda simbólica. Ese sujeto puede desear a partir de que el Otro le transmite su deseo: Deseo de la Madre metaforizado por el Nombre del Padre.
Entonces, una de las características de las nuevas patologías es que tenemos sujetos sin responsabilidad, sólo esperan que les den, sin obligaciones, sin deuda. Este no reconocimiento de la deuda simbólica está aceptado como normal, por ello hablamos de “perversión generalizada”. Son jóvenes sin síntomas, agradables, pero que viven en una falta de interés, duermen todo el día, viven de noche ¿y el dinero? pues un amigo le presta de aquí, otro consigue hacerlo entrar gratis en otro lado, la mamá le paga esto otro; no es una patología, aparentemente. No hay ninguna asunción de responsabilidad. Son sujetos a-responsables. Y se transforma en obligación de la sociedad, del Estado y de la familia darles todo lo que necesitan imperiosamente y ya. Por ejemplo, pagarles la operación a los transexuales. Como ese sujeto, dicen, nació en un cuerpo equivocado, el Estado se reconoce obligado a subsanar ese error.
Esto hace que el discurso psicoanalítico suene muy antipático, políticamente incorrecto. En este sentido hablamos de “perversión generalizada”, porque de alguna manera las leyes se están plegando a la presión de la demanda social. La ciencia y la tecnología ofrecen al consumidor aquello que satisfaga su demanda.
Estamos en presencia de un déficit en la función del padre, función que consiste en demarcar un imposible, esto es, que no todo es posible. Y esto tenemos que enmarcarlo en un largo proceso que abarca cómo mínimo los últimos dos siglos. Freud, 1895, está escribiendo lo que escribe porque hay todo un movimiento de denuncia de la vieja economía psíquica de la represión. A él le toca conceptualizarlo como el malestar de nuestra cultura; y desarrollar un método clínico que permita desandar los mecanismos de la represión para que nuestros neuróticos puedan tener una vida con menos malestar.
El psicoanálisis está en contra de los efectos negativos de la represión. Pero eso no quiere decir que esté propugnando la ausencia de su instauración, imprescindible para el advenimiento del sujeto.
Hemos pasado de la vieja economía del padre represor que Freud denuncia, a una economía en donde la función Nombre del Padre está debilitada en su cometido fundamental de marcar el imposible habilitando al mismo tiempo lo posible. Esta conceptualización freudiana fue mal transmitida. Durante mucho tiempo se pensó que la función del padre era prohibirle al niño, marcar el imposible de la madre. Pero lo que no se resaltaba lo suficiente es que esa es una cara de su función, y que va acompañada de su otra cara tan importante como la anterior. Y es que al prohibir la madre abre simultáneamente las otras posibilidades. Que el padre prohibe por un lado pero abre por el otro. La instauración de lo que está prohibido -el acceso a la cosa- es estructuralmente necesario para la habilitación de lo que está permitido -el acceso a la representación-.
Ahora, desde la n.e.p. el acceso al objeto está permitido. ¿y cual es la consecuencia de este acceso? Esto es lo que estamos intentando sistematizar. Estamos en un momento de mutación, y tienen que producirse aportaciones en torno a esto que está ocurriendo. Nos estamos encontrando con pacientes sin deseo, aburridos, apáticos o, por el contrario, hiperactivos, impulsivos. El acceso al objeto sustancia como pretensión del acceso al ser a lo único que conduce es a la autodestrucción. Porque si el goce se realiza el camino es la pulsión de muerte.
¿Tenemos que alegrarnos de la nueva economía psíquica? Pues, si por un lado significa eliminar el camino de la represión secundaria, estaríamos de acuerdo. Lo trágico es que también se están cargando la “urverdrängung”, la represión originaria, imprescindible a la constitución del sujeto.
Los padres están angustiados porque no saben como poner límites a su majestad el niño. No se trata de culpabilizar a los padres ni a los maestros. Si la televisión le dice todos los días a los padres que si no le compran tal marca de lo que sea a sus hijos son unos fracasados, les deja poco margen para maniobrar. Se preconiza que el Otro está completo y que Ud. también puede estarlo. El sistema ha generado con esta mutación verdaderos déspotas.
Entonces estos padres vienen desesperados a la consulta pidiéndonos que diagnostiquemos el trastorno del niño y que les digamos lo que tienen que hacer. Cada vez más nos vemos abocados al trabajo preliminar de la demanda antes de que se pueda hacer el trabajo psicoanalítico.
Está en debate la posibilidad de que los psicoanalistas reflexionemos que estamos enfrentándonos a una nueva demanda que tiene que ver con un posicionamiento psíquico en donde lo que antes era un mecanismo de represión ha sido sustituido por la desmentida.



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SEMINARIO II, CLASE 16: EL TRATAMIENTO PRELIMINAR EN ANOREXIA

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Matisse: "Flores"






















CLASE 13/06/06

Distintas lógicas de la cura
El síntoma significante y el sujeto dividido
El fenómeno signo y el sujeto de la certeza
Tratamiento preliminar de la demanda
Tratamiento preliminar del goce
Operación de rectificación subjetiva

Hoy vamos a abordar el aspecto del tratamiento, del abordaje clínico del sujeto anoréxico-bulímico. ¿Es analizable el sujeto anoréxico-bulímico? veremos que para que esto sea posible es necesario un tratamiento preliminar.

Hay distintas lógicas de la cura que intervienen en este abordaje. El más corriente es el de “la intervención integrada”: médicos, nutricionistas, terapias cognitivas de comportamiento y de aprendizaje. Lo que buscan es curar a partir de readaptar. Es una intervención que intenta una corrección progresiva, una reeducación de hábitos. Pero, desde nuestra perspectiva, lo que llamamos el sujeto lo dejan en la oscuridad.
Hay que tener en cuenta que lo que mueve a este modelo es la búsqueda de la eficacia. Tiene una urgencia médica y a partir de allí hay que ser eficaz, es decir, evitar que el paciente se muera. Es por ello que tampoco tenemos que caer en la posición de desconocer la necesaria intervención del equipo interdisciplinario en las situaciones de emergencia vital.
Desde la perspectiva psicoanalítica hay una cierta tradición que tiene que ver con la línea post-kleiniana que define la dirección de la cura bajo lo que llaman “la intervención desde la contra-transferencia”. Se trata de ofrecer una especie de maternaje en el sentido de Winnicott, una especie de sostén, “holding”, de contención afectiva, cognitiva, comportamental, de alguna manera es dar respuestas desde un maternaje positivo, proteccionista, en oposición a lo que sería un maternaje devorador.

El abordaje del psicoanálisis clásico en base a interpretación-regresión es insuficiente para abordar estos casos. Intentemos redefinir el problema: ¿porqué decimos que el sujeto anoréxico-bulímico no es analizable desde los supuestos del análisis clásico dirigido a neuróticos?

Un sujeto neurótico es aquel que trae un síntoma. Caracterizamos al sujeto neurótico como sujeto dividido , sujeto que se encuentra ante la falta de certeza acerca de lo que es su deseo.Y frente a su división intenta aliviarla a través de una identificación. Y el síntoma es inevitablemente el fracaso de la identificación, en tanto lo que la identificación intenta es soldar la división. El síntoma muestra el retorno de lo reprimido, es decir, muestra al sujeto del inconsciente.
Cuando decimos sujeto dividido nos referimos al sujeto que, por una cuestión estructural de estar inserto en el lenguaje no es dueño de lo que dice, se ve sorprendido por la irrupción del inconsciente, se ve desorientado por la aparición de algo que no controla. Sujeto dividido es sujeto interrogante, en duda, fuera de certeza.

En cambio en la anorexia nos encontramos con un sujeto de certeza. La clase anterior trabajamos el concepto de holofrase para intentar mostrar esa especie de rigidez, de congelación que hay en la identidad anoréxica, por la cual su cuerpo flaco pasa a ser, no una metáfora, como es el dolor en la pierna en la neurosis clásica, como es el síntoma de conversión en la histeria. En la neurosis el síntoma es metáfora del sujeto en tanto dividido por un deseo del que no sabe.
En el caso de la anoréxica lo que tenemos es un sujeto sin división, en el sentido de que la anorexia no es un síntoma sino que es aquello que la representa, la identifica como un signo, como un emblema. En ese sentido decimos que la anorexia no hace síntoma, la histeria hace síntoma, la neurosis hace síntoma. Mientras que en la anorexia no hay una metáfora, lo que hay es un signo. Ahora veremos la diferencia entre metáfora y signo, a partir de lo que sería el análisis lógico-lingüístico que Lacan trabaja.
La anorexia no la podemos leer como un síntoma. La anorexia es un cuerpo lesionado y la anoréxica es ese cuerpo, así como decimos que el drogadicto en su adicción es esa adicción. Hay una identidad cerrada sobre sí misma: “yo soy el que soy”. No hay ninguna posibilidad de metáfora ni deslizamiento, ni representación.
Cuando decimos que en el síntoma hay metáfora decimos que hay posibilidad de que un significante represente por sustitución a otro significante. El dolor en la pierna, dirá Freud, sustituye al dolor moral.
En cambio el signo sólo remite sobre sí mismo, no hay deslizamiento de sentido posible, como ocurre con el significante. En la misma línea decimos del lenguaje de las abejas que no es un lenguaje sino un código, pues se compone de signos que remiten sólo a sí mismos. Mientras que el lenguaje del ser-hablante es mucho más que un código, porque cada término remite a otro término.

Esta aclaración nos sirve entonces para discriminar el carácter de “signo” que tiene la anorexia, en oposición al carácter de “significante” que tiene el síntoma neurótico.
El primer caso compromete al cuerpo real, lo lleva al grado de la momificación; mientras el síntoma sólo compromete al cuerpo en tanto imaginario-simbólico.

Entonces, cuando nos encontramos ante una clínica, no del síntoma, sino del signo, el abordaje clásico del psicoanálisis tiene que ser reconsiderado. Y aquí es donde tenemos que intervenir desde un abordaje previo a la cura psicoanalítica propiamente dicha.
Es interesante la diferenciación desde la lógica lingüística del concepto de signo del concepto de significante. El significante no representa una cosa sino que representa al sujeto para otro significante. El significado no es la cosa, sino el efecto de encadenamiento de significantes.
El significado se precipita a partir de la sustitución significante, metafórica o metonímica. Es el punto en la frase el que abrocha el significado.
El signo es signo de la cosa, está adherido a la cosa. No tenemos posibilidad del juego de sustitución. “Yo soy anoréxica ¿no lo ve, doctor? no hace falta decir más nada”
Esa certeza es la que nos plantea la dificultad de trabajar propiamente en la cura psicoanalítica, de abrir la posibilidad de que se deslice el significado.
La anoréxica lo que trae es una fijación, un congelamiento tan grande en el goce que sólo a partir de que esa fijación se pueda resquebrajar, que se pueda cuestionar la evidencia entrará la vacilación, la duda, la interrogación y a partir de allí habrá posibilidad de empezar a trabajar con la interpretación.

Estamos trabajando con la idea de que la anorexia no toda neurosis es, no se explica solamente desde la neurosis. Si bien podemos ver la maniobra anoréxica como una maniobra histérica, esto no alcanza para definirla, y trabajar el fenómeno anoréxico como un síntoma. En la histeria tenemos posibilidad de traducción, de decir que un significante sustituye a otro significante, que un dolor está representando otro dolor. Esta posibilidad de intervención semántica la tenemos inmovilizada de entrada en la anorexia. Antes habrá que histerificarla progresivamente.

La anorexia es para la anoréxica su carta de presentación, su insignia, su ser. Uno puede decir “yo soy del Atlethic” y pone el ser allí. Hay mucha gente con una pobreza simbólica tal que se tiene que sostener de una bandera. Otros dicen “ yo soy Psicoanalista”, bueno, ahí hay un poco más de elaboración simbólica; “ yo soy padre”, etc. Cada uno se aferra a un significante, pero es que la anoréxica se aferra a un signo, a un escudo, su cuerpo flaco, su ser “momificado”, que la libera de la nada, la libera de la psicosis. Por eso hay que tener precaución con la anoréxica, porque si le rompes el escudo la puedes precipitar en la psicosis.

Ante el fenómeno anoréxico no es tan fácil definir sobre qué estructura se apoya. Se trata de admitir la posibilidad de un espacio que, sin adscribirlo a la estructura neurótica ni a la estructura psicótica, responda sin embargo a ese otro criterio que vimos la clase pasada, que es el de la inclinación holofrásica, del discurso construido como signo.

Volviendo a la dirección de la cura, vamos a ver la estrategia de rectificación del sujeto previa a la cura.
Además de reconocer los poderes de la palabra el Psicoanalista está también obligado a reconocer sus límites. Toda esta estrategia de rectificación que veremos a continuación sólo es posible si el sujeto no está en peligro de muerte, pues en este caso el tratamiento por la palabra queda supeditado a la intervención médica.
Vamos a resumir tres momentos en este tratamiento preliminar y explicitar algunas líneas en la dirección de la cura.


1) TRATAMIENTO PRELIMINAR DE LA DEMANDA


RECTIFICACIÓN DE LA OFERTA
Rectificar la ilusión del especialista en patologías alimenticias y ofrecer un experto en el inconsciente (rectificación del saber)

EMERGENCIA DEL SUJETO ANALIZANTE
Propiciar la emergencia de un sujeto comprometido activamente en el trabajo de análisis, en vez de esperar que le digan lo que tiene que hacer (rectificación de la verdad).
Dejar la demanda insatisfecha, no dar respuestas, poner a trabajar al sujeto
Propiciar que la demanda se articule dialécticamente en la transferencia


2) TRATAMIENTO PRELIMINAR DEL GOCE

Hacer visible el riesgo mortal del cuerpo
Hacer posible una atenuación del goce, introduciendo un elemento de vacío
Agujerear un poco la identificación idealizada.



3) OPERACIÓN DE RECTIFICACIÓN SUBJETIVA

Desplazar al sujeto respecto de la causa de su sufrimiento que ha colocado en el otro, que empiece a interrogarse por la parte que le toca en dichos sufrimientos.
Traducir el sufrimiento del que se queja en los términos de un goce del cual es promotor
Introducir un hiato entre el yo y el síntoma con el que tiende a confundirse, una des-identidad
Reemplazar la certeza de su verdad por el enigma, la vacilación, el desconcierto


El tratamiento preliminar de la demanda y del goce van simultáneamente, y en un segundo momento la operación de rectificación subjetiva le permitirá al paciente atravesar la puerta de entrada al análisis propiamente dicho. Todo lo anterior son entrevistas preliminares sobre cuya duración no hay medición previa.
Este modelo de tratamiento preliminar nos sirve también para otras intervenciones en las cuales lo que tenemos enfrente no es un síntoma en donde ya viene la dialéctica de la demanda y el deseo, sino que lo que tenemos enfrente es un fenómeno que ha congelado esa dialéctica, y sólo presenta una certeza sin preguntas. El primer paso es abrir la pregunta. La certeza es una defensa. Si le quitamos la certeza la enfrentamos a su división. Esto es lo que buscamos con el proceso de rectificación subjetiva
Hay dos niveles para la rectificación, por un lado reconocer su parte en lo que le pasa, y por otro lado, reconocer el goce que está en juego.

Lacan va a hablar de la rectificación subjetiva muy influenciado por la Fenomenología del Espíritu de Hegel, quien trabaja el recorrido de la conciencia en torno a la búsqueda de su verdad. Este filósofo propone que la conciencia en su recorrido tiene que pasar por la posición del “alma bella”, que podemos asimilar al concepto de discurso holofrásico, del que tiene la certeza absoluta. Y a través de la inversión dialéctica se produce el acercamiento de la conciencia a su verdad. Tiene que haber una inversión dialéctica en el sentido de pasar de la absoluta certeza a la falta de certeza.
Y eso es lo que propone Lacan con el concepto de rectificación subjetiva.


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